lunes, 14 de mayo de 2018

El Mito del Libre Albedrío CBL 1689

La mayoría de las personas dicen creer en el libre albedrío. Tiene usted alguna idea de lo que ello significa? Creo que existe mucha superstición en este tema. A la voluntad o albedrío se le considera como el gran poder del alma humana, la cual es completamente libre para dirigir nuestras vidas. Pero de qué es libre? Y cuál es su poder? ¿Que entendemos por libre albedrio?  ¿Tiene el hombre lo que entendemos por libre albedrio?  ¿Puede el hombre salvarse por su libre albedrio?  ¿Cómo pueden coexistir  el libre albedrio y la  Predeterminación? ¿Dónde se origina la controversia?

I. EL MITO DE LA LIBERTAD CIRCUNSTANCIAL

Nadie niega que el hombre posea una voluntad — esto es, la facultad de escoger lo que desea decir, hacer, y pensar. ¿Pero usted ha observado alguna vez la penosa debilidad de su voluntad? Aunque usted posee la habilidad para tomar una decisión, usted no cuenta con el poder para llevar a cabo su propósito. La voluntad puede planear un curso de acción. Pero no tiene el poder para ejecutar su intención.

Los hermanos de José lo odiaban. Lo vendieron para ser esclavo. Pero Dios usó sus acciones para convertirlo en gobernador de ellos mismos. Ellos tomaron su curso de acción para dañar a José. Pero Dios en Su poder, dirigió los eventos para el beneficio de José. José dijo, "Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien." (Génesis 50:20)

Y cuántas de sus decisiones han sido tristemente frustradas? Usted puede escoger ser un millonario, pero lo más probable es que la providencia de Dios no lo permita. Usted puede decidir convertirse en un profesional, pero una enfermedad, un hogar inestable, o la escasez de recursos económicos pueden frustrar su voluntad. Usted puede escoger salir de vacaciones, sin embargo, un accidente automovilístico, puede enviarlo al hospital.

Al decir que su albedrío es libre, ciertamente ello no significa que determina el curso de su vida. Usted no escoge la enfermedad, la pena, la guerra, y la pobreza que han trastornado su felicidad. Usted no escogió tener enemigos. Si el albedrío del hombre es tan potente, por qué no escoge el vivir continuamente para siempre? Pero usted debe morir. Los principales factores, los cuales moldean su vida no proceden de su albedrío. Usted no escogió su estrato social, su color de piel, su inteligencia, etc.

Cualquier reflexión sobria en su experiencia producirá la siguiente conclusión, "El corazón del hombre piensa su camino; mas Jehová endereza sus pasos." (Proverbios 16:9). En lugar de exaltar la voluntad humana, debemos humildemente alabar al Señor cuyos propósitos moldean nuestras vidas. Como Jeremías confesó, "Conozco, oh Jehová, que el hombre no es señor de su camino, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos." (Jeremías 10:23)

Sí, usted puede escoger lo que usted desea, y puede planear lo que hará. Pero su albedrío no es libre para alcanzar nada que sea contrario a los propósitos de Dios. Tampoco tiene usted el poder para alcanzar sus objetivos sino los que Dios le permita alcanzar. La próxima vez que usted se enamore de su propio albedrío, recuerde la parábola de Jesús acerca del hombre rico. El rico dijo, "Esto haré; derribaré mi graneros, y los edificaré mayores; y allí guardaré mis frutos y mis bienes… Pero Dios le dijo: “Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma;" (Lucas 12:18-21). Él tuvo libertad para planear pero no tuvo libertad para conseguirlo; igual sucede contigo.

II. EL MITO DE LA LIBERTAD ÉTICA

Pero la libertad de la voluntad se cita como un factor importante en la toma de decisiones morales. La voluntad del hombre se dice que es libre para escoger entre el bien y el mal. Pero, otra vez debemos preguntar, de qué es libre? Y qué cosas está en libertad de escoger la voluntad del hombre?

La voluntad humana es su habilidad de escoger entre varias alternativas. Su voluntad decide sus acciones basada en un número de opciones. Usted tiene la facultad de dirigir sus propios pensamientos, palabras, y acciones. Sus decisiones no se forman por una fuerza externa sino dentro de usted mismo. Ningún hombre está forzado a actuar en contra de su voluntad, ni forzado a decir lo que él no desea decir. Su voluntad guía sus acciones.

Sin embargo, esto no significa que el poder de decidir se encuentra libre de toda influencia. Usted toma decisiones basándose en su entendimiento, sus sentimientos, sus gustos y aversiones, y en sus deseos. En otras palabras, su albedrío no está libre de usted! Sus decisiones están determinadas por su propio carácter básico. El albedrío no es independiente de su naturaleza sino es un esclavo de ella. Sus decisiones no moldean su carácter, sino que su carácter dirige la toma de sus decisiones. El albedrío es bastante parcial a lo que usted conoce, siente, ama, y desea. Usted siempre escoge basado en su disposición, de acuerdo a la condición de su corazón.

Es sólo por esta razón que su voluntad no es libre para hacer el bien. Su albedrío es siervo de su corazón, y su corazón es malo. "Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal." (Génesis 6:5) “No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno." (Romanos. 3:12). Ningún poder lleva al hombre a pecar en contra de su voluntad, sino que los descendientes de Adán son tan malos que siempre escogen el mal.

Sus decisiones están moldeadas por su entendimiento, y la Biblia dice de los hombres, "Su necio corazón fue entenebrecido." (Romanos 1:21) El hombre sólo puede ser justo cuando desea tener comunión con Dios. Pero, "No hay quien busque a Dios." (Romanos 3:11) Sus apetitos piden pecado, y por lo tanto usted no puede escoger a Dios. Escoger el bien es contrario a la naturaleza humana. Si usted escoge obedecer a Dios, sería el resultado de un impulso externo. Pero usted es libre de escoger y por consiguiente su decisión está esclavizada a su propia naturaleza maligna.

Si se coloca carne fresca y ensalada frente a un león hambriento, el escogerá la carne. Esto es porque la naturaleza dirige su selección. Así es con el hombre. El albedrío del hombre es libre de fuerzas externas pero no de la tendencia de la naturaleza humana. Esa tendencia está en contra de Dios. Los poderes de decisión del hombre son libres de escoger cualquier cosa que el corazón le dicte; por lo cual no hay posibilidad para el hombre escoger agradar a Dios sin un trabajo previo de la gracia divina.

Lo que la mayoría de la gente quiere expresar con libre albedrío es la idea de que el hombre es por naturaleza neutral y por lo tanto capaz de escoger entre el bien y el mal. Esto simplemente no es verdad. La voluntad humana y la naturaleza humana están inclinadas sólo al mal continuamente. Jeremías preguntó, "Mudará el etíope su piel, y el leopardo sus manchas? Así también, podréis vosotros hacer bien, estando habituados a hacer mal?" (Jeremías 13:23) Es imposible. Es contrario a la naturaleza. Así los hombres necesitan desesperadamente la transformación sobrenatural de sus naturalezas, de lo contrario sus voluntades estarán esclavizadas a escoger el mal.

En vista de la gran alabanza que se le da al " libre albedrío," hemos visto que la voluntad o albedrío del hombre no está libre para escoger un curso contrario a los propósitos de Dios ni libre para actuar de manera contraria a su propia naturaleza moral. Su voluntad no determina los eventos de su vida ni las circunstancias de ella. Las decisiones éticas no se forman en una mente neutral sino que siempre son dirigidas por su personalidad.

III. EL MITO DE LA LIBERTAD ESPIRITUAL

No obstante, muchos aseveran que la voluntad humana elige la última opción de vida espiritual o muerte espiritual. Aquí el albedrío es completamente libre de escoger la vida eterna ofrecida por Cristo o rechazarla. Dicen que Dios dará un nuevo corazón a todos aquellos que escojan por el poder de su propio libre albedrío recibir a Cristo Jesús.

No hay duda que el recibir a Cristo es un hecho de la voluntad humana. A esto frecuentemente se le denomina "fe." Pensemos, cómo hacen los hombres para recibir al Señor voluntariamente? Generalmente responden, "Del poder de su libre albedrío." Pero como puede ser esto? Jesús es un profeta. Recibirlo significa creer todo lo que él dice. En Juan 8:41-45 Jesús dejó claro que ustedes nacieron de Satanás. Este padre de la maldad odia la verdad e imparte el mismo prejuicio en el corazón humano. Así Jesús dijo, "Porque os digo la verdad, vosotros no me creéis." Cómo la voluntad humana saldrá del hombre para escoger creer algo que la mente humana odia y niega?

Aún más, para recibir a Jesús significa aceptarlo como sacerdote — esto es, emplearlo y depender en él para establecer paz con Dios por sacrificio e intercesión. Pablo dice que la mente con la cual hemos nacido es hostil para con Dios. “Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden.” (Romanos 8:7) Cómo puede la voluntad o el albedrío escapar de la influencia de la naturaleza humana con la cual nació en enemistad violenta hacia Dios? Sería demencial para la voluntad escoger paz cuando cada hueso y cada gota de sangre grita en rebelión.

Así también, aceptar a Jesús significa recibirle como a rey. Significa escoger obedecer sus órdenes, confesar Su gobierno, y adorarle ante su trono. Pero la mente humana, sus emociones, y sus deseos todos gritan, "No tendremos a éste hombre reinando sobre nosotros." (Lucas 19:14) Si mi ser completo odia su verdad, odia su gobierno, y odia la paz con Dios, cómo puede mi voluntad ser responsable de recibir a Jesús? Cómo puede tal pecador tener fe?

No es a la voluntad humana sino a la gracia de Dios a quien hay que agradecerle por darle al pecador un nuevo corazón. A menos que Dios cambie el corazón, forme un nuevo espíritu de paz, verdad, y sumisión, el hombre no podrá decidir recibir a Jesucristo y la vida eterna que él brinda. Un nuevo corazón debe ser provisto antes de que un hombre pueda creer, o de lo contrario la voluntad humana estará encadenada sin esperanza a la maldad de la naturaleza humana — aún en el asunto de la conversión. Jesús dijo, "No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo." (Juan 3:7) A menos que usted nazca de Nuevo, usted no podrá ver su reino.

Lea Juan 1:12 y 13. Dice que aquellos que creen en Jesús han sido "engendrados no de voluntad de varón, sino de Dios." Así como tu voluntad no es la responsable de tu venida a este mundo, tampoco es la responsable de tu nuevo nacimiento. Es a tu Creador a quien debes agradecer por tu vida, y si alguien está en Cristo es una nueva criatura. (2 Corintios 5:17) Quién escogió el ser creado? Cuando Lázaro se levantó de los muertos, el escogió responder al llamado de Cristo, pero él no escogió venir a la vida. Así Pablo en (Efesios 2:4-5) dice, "Aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)." La fe es el primer acto de una nueva voluntad creada por el Espíritu Santo. Recibir a Cristo es una acción del hombre, así como lo es el respirar, pero Dios debe darle vida primero.

Con razón Martín Lutero (el Reformador Protestante) escribió un libro titulado La Esclavitud de la Voluntad (The Bondage Of The Will) el cual considera uno de sus más importantes tratados. La voluntad son las cadenas de una naturaleza humana malvada. Ustedes que exaltan al libre albedrío como una gran fuerza se están aferrando a las raíces del orgullo. El hombre, caído en pecado, está completamente indefenso y sin esperanza. El albedrío o la voluntad del hombre no le ofrece ninguna esperanza.

Fue el libre albedrío el que escogió el fruto prohibido que nos llevó a la miseria. Solamente la gracia poderosa de Dios nos ofrece libertad. Inclínese usted ante la misericordia de Dios para salvación. Y pida al Espíritu de Gracia que forme dentro de usted un nuevo espíritu.
Por Walter J. Chantry

RECURSO ADICIONAL
El Mito del Libre Albedrío

9. DEL LIBRE ALBEDRÍO (Confesión Bautista de Londres de 1689)

1. Dios ha dotado la voluntad del hombre de una libertad natural y de poder para actuar por elección propia, que no es forzada ni determinada a hacer bien o mal por ninguna necesidad de la naturaleza.1

1. Mt. 17:12; Stg. 1:14; Dt. 30:19;

2. El hombre, en su estado de inocencia, tenía libertad y poder para querer y hacer lo que era bueno y agradable a Dios,1 pero era inestable y podía caer de dicho estado.2
1. Ec. 7:29; 2. Gn. 3:6

3. El hombre, por su Caída en un estado de pecado, ha perdido completamente toda capacidad para querer cualquier bien espiritual que acompañe a la salvación; por consiguiente, como hombre natural que está enteramente opuesto a ese bien y muerto en el pecado, no puede por sus propias fuerzas convertirse a sí mismo o prepararse para ello.1
1. Ro. 6:16,20; Jn. 8:31-34; Ef. 2:1; 2 Co. 3:14; 4:3,4; Jn. 3:3; Ro. 7:18; 8:7; 1 Co. 2:14; Mt. 7:17,18; 12:33-37; Lc. 6:43-45; Jn. 6:44; Jer. 13:23; Jn. 3:3,5; 5:40; 6:37,39,40,44, 45,65; Hch. 7:51; Ro. 3:10-12; Stg. 1:18; Ro. 9:16-18; Jn. 1:12,13; Hch. 11:18; Fil. 1:29; Ef. 2:8,9.

4. Cuando Dios convierte a un pecador y lo traslada al estado de gracia, lo libra de su esclavitud natural bajo el pecado y, por su sola gracia, lo capacita para querer y obrar libremente lo que es espiritualmente bueno;1 sin embargo, por razón de la corrupción que todavía le queda, no quiere, ni perfecta ni únicamente, lo que es bueno, sino que también quiere lo que es malo.2
1. Col. 1:13; Jn. 8:36; Fil. 2:13. 2. Ro. 7:14-25; Gá. 5:17.

5. Esta voluntad del hombre es hecha perfecta e inmutablemente libre para querer sólo el bien, únicamente en el estado de gloria.1

1. Ef. 4:13; He. 12:23.
Soli Deo Gloria


lunes, 7 de mayo de 2018

Abarcando la Exégesis

Sería imposible exagerar la importancia de la exégesis para la predicación expositiva. Antes de que pueda haber una exposición efectiva, primero debe haber una exposición efectiva. Si no hay exégesis, no hay exposición. Lo que es una base firme para un edificio grande, la exégesis es para la exposición. En este sentido, la exégesis sostiene toda la superestructura del sermón. Con razón, dividir el texto bíblico es lo que subyace en predicarlo correctamente. La exégesis es tan importante para el púlpito.

Cuando decimos exégesis, ¿qué queremos decir? La palabra es una transliteración de la palabra griega exégesis, que significa una explicación o interpretación. La exégesis como sustantivo no aparece en el Nuevo Testamento. Sin embargo, la forma verbal (exegeomai) se encuentra seis veces en el Nuevo Testamento. Es una palabra compuesta, que combina hegeomai, que significa "liderar", con el prefijo ek, que significa "fuera de". Literalmente, significa "liderar fuera de". La idea es llevar el significado de lo que se ha dicho.

Una breve encuesta revela esto. Exegeomai se encuentra en Juan 1:18, que establece que el Señor Jesús ha "explicado" quién es Dios e interpretó lo que hace y dice. En el camino a Emaús, Cleofás y su compañero comenzaron a "relatar" lo que Cristo les había enseñado (Lucas 24:35). Es decir, explicaron a los discípulos exactamente lo que ocurrió cuando se les apareció. De manera similar, Cornelio "explicó" a Pedro lo que había visto en una visión (Hechos 10:18). Del mismo modo, Pablo y Bernabé estaban "relacionando" al concilio de Jerusalén con lo que Dios había hecho en su primer viaje misionero (Hechos 15:12). Una vez más, él "relató" cómo Dios había convertido a los gentiles en Galacia (Hechos 15:14). Además, Pablo comenzó a "relatar" lo que Dios había hecho a través de su ministerio (Hechos 21:19). En cada pasaje, la idea principal de exegeomai es relacionar o explicar lo que se dijo o hizo.

Esto es precisamente lo que conlleva la exégesis de un pasaje de las Escrituras. La palabra simplemente significa interpretar correctamente un texto bíblico. Implica la explicación cuidadosa de un pasaje de la Escritura. Esto es lo opuesto a eisegesis, que es leer en un texto un significado que no está allí. La exégesis, por otro lado, implica sacar de un texto bíblico el significado correcto que está allí. Estrechamente relacionada con la exégesis está la hermenéutica, que se refiere a las leyes que suscriben la ciencia de la interpretación. La hermenéutica trata los principios de interpretación que rigen cómo el expositor lleva a cabo su trabajo de exégesis.

Buceo para perlas

Una ilustración sería útil. La exégesis se puede comparar con el trabajo de un buzo perlero que se sumerge en las profundidades de la superficie del océano. Para encontrar las valiosas perlas, debe sumergirse y nadar hasta el fondo del océano. Él debe recoger cuidadosamente las preciosas joyas que se encuentran en el fondo del océano. Nunca encontrará estas gemas de color blanco marfil en los bajíos a lo largo de la costa. Tampoco los descubrirá flotando en la superficie del agua. Para asegurar estas perlas, debe sumergirse en el fondo del océano.

Una vez que estas gemas preciosas están en la mano, el buzo debe traer las perlas a la superficie. Nadie puede beneficiarse de ellos mientras permanezcan en el fondo del océano. Debe nadar a la superficie con ellos y llevarlos al mercado. Debe dárselos a un joyero, que puede ensartar las perlas en un hilo, haciendo un hermoso collar. Esta colección mejora su brillo y los hace atractivos y deseables para sus observadores.

Profundizando en el texto

Lo mismo es cierto para cada expositor. Él debe descender a las profundidades de su pasaje de la Escritura. Debe recoger las valiosas perlas de la verdad que se encuentran debajo de la superficie del texto. Estas valiosas gemas no se encuentran en la superficie de su pasaje. El expositor debe profundizar en sus versos. Esto requiere su disciplina y dedicación a este exigente trabajo. Además, necesita que haya recibido el entrenamiento adecuado sobre cómo encontrar estas perlas en las Escrituras.

Este es el rol de la exégesis. El predicador debe sumergirse en su texto. Debe sumergirse en lo profundo de su paso si quiere recoger las perlas. El exegeta no solo debe profundizar en el texto, sino mantenerse activo por un período prolongado. Debe llegar al final de su pasaje, y esto requiere tiempo en el texto. Él debe sumergirse debajo de la superficie de sus versos. Debe sumergirse en el texto para descubrir estas joyas brillantes. El éxito de su ministerio de púlpito depende de las perlas exegéticas que encuentra. Cuando entre al púlpito, debe sacar y mostrar el valioso collar que ha recogido de su pasaje. Debe encadenar los hallazgos de su exégesis y presentarlos en el púlpito. Esto requiere un alto grado de compromiso y competencia de su parte.

Bañistas y buceadores

Trágicamente, sin embargo, demasiados predicadores son como bañistas que nunca abandonan las comodidades de la playa. Nunca se sumergen en las profundidades de estas perlas. Preferirían descansar en la arena y charlar con otros bañistas. Nunca se sumergen en el texto bíblico. Nunca se mojan nadando en su paso. Todos los domingos, están secos en el púlpito.

Otros predicadores son como buceadores, que simplemente reman en los bajíos. Siempre están cerca de la costa y nunca se aventuran en las profundidades. En consecuencia, carecen de profundidad en su predicación. La razón es porque carecen de profundidad en su estudio del texto bíblico.

Los que toman el sol y buceadores no hacen buenos expositores. Sus hallazgos en el pasaje son superficiales. Nunca llegan al final de sus versos. Nunca se sumergen en las profundidades de la Palabra. Nunca abandonan la playa o el agua hasta la rodilla. En su lugar, eligen permanecer en tierra o flotar en la superficie. Su estudio languidece en las pequeñas ondas cerca de la costa. En consecuencia, su predicación sigue siendo superficial y profunda hasta los tobillos.

Sumergido en las Escrituras

Por fuerte contraste, la predicación expositiva auténtica requiere profundidad en el estudio exegético. El que predique la Biblia de manera efectiva debe ser competente en las habilidades requeridas para interpretarla adecuadamente. En la medida en que pueda sumergirse en el texto, su predicación estará marcada por la precisión y la profundidad, e incluso el poder. Mientras más profundo pueda sumergirse en la Palabra, mayor será su conocimiento de Dios y su verdad.

Dado que este es el caso, ¿qué áreas de estudio son necesarias para la exégesis efectiva? La disciplina de la exégesis requiere que el expositor preste cuidadosa atención a lo que significa su paso examinándolo en múltiples niveles. Debe sumergirse en su texto contextualmente, lingüística, verbalmente, gramaticalmente, sintácticamente, históricamente, culturalmente, geográficamente y teológicamente. Será importante que abordemos brevemente cada una de estas áreas para comprender el proceso exegético.

Considera el contexto

Primero, el expositor debe estudiar el contexto en el que se encuentra su pasaje. Debería comenzar observando el contexto más amplio y proceder a su contexto inmediato. Debe estar al tanto de dónde se encuentra su texto en el flujo general de la Biblia. En la revelación progresiva de las Escrituras, ¿dónde se encuentra este texto? A gran escala, ¿estos versículos esperan la primera venida de Cristo? ¿O miran hacia atrás en su primer advenimiento? ¿Escribe el autor bíblico antes, durante o después de la ley ceremonial? Se deben considerar muchas otras referencias de tiempo.

Además, el expositor debe determinar: ¿Dónde se encuentran estos versículos dentro de cada Testamento? ¿Se encuentra este pasaje en la sección de la Ley del Antiguo Testamento? Si es así, ¿qué parte de la Ley Mosaica se cumplió en la muerte de Cristo? ¿Qué parte de esto todavía está vigente hoy? ¿Se encuentran estos versículos en la sección de poesía hebrea? ¿Están ellos en la sección de profecía? ¿En qué parte del Nuevo Testamento se encuentra este pasaje? ¿Está en uno de los cuatro Evangelios? ¿Está ubicado en Hechos? ¿Está en una de las epístolas de Pablo? ¿Está en una de las epístolas generales? ¿Se encuentra en el libro de Apocalipsis? Esta ubicación afectará el manejo del texto por parte de uno.

Además, ¿en qué parte de este libro de la Biblia se encuentra este pasaje? ¿Enseña la verdad fundamental en el prólogo de apertura del libro? ¿Afirma la verdad didáctica o polémica en su cuerpo principal? ¿Es una sumatoria culminante en la conclusión del libro? Además, cada libro en la Biblia tiene un tema central. ¿Cómo apoya este texto el tema más amplio de este libro? ¿Cuál ha sido el argumento de construcción de este libro? ¿Qué enfoque precede inmediatamente a estos versículos? ¿La idea dominante de estos versículos ha sido tratada previamente en este libro? ¿Cuál es la unidad literaria en la que se encuentran estos versículos? ¿Cómo contribuye este texto a la idea principal de este párrafo? Las respuestas a estas preguntas arrojarán luz importante sobre la comprensión e interpretación de su texto.

Identificar la literatura

En segundo lugar, el exegeta debe identificar el tipo de literatura con la que está escrito su texto. El estilo de escritura se conoce como el género literario. Identificar el género tiene un efecto significativo sobre cómo se abordará e interpretará el texto. La Biblia entera no está escrita en una y la misma forma literaria genérica. Se usan muchos estilos diferentes de comunicación en toda la Escritura. Cada clasificación literaria tiene su propia forma única de registrar la verdad. En la Biblia, las formas básicas de la literatura son la ley narrativa, el canto, la sabiduría, el discurso, la parábola, la epístola y la profecía. Cualquier estudio exegético apropiado requiere comprender los matices de estos tipos literarios. Conocer los rasgos comunes de cada una de estas categorías es esencial para interpretar correctamente cada estilo de escritura.

A modo de resumen, la narración es la grabación de un evento que ocurrió en tiempo real y espacio, que involucra personas reales, lugares, cosas o acciones. La ley incluye regulaciones legales con sus preámbulos, códigos y castigos. La canción está escrita como poesía en estrofas con paralelismo y figuras del habla. La sabiduría contiene palabras concisas de observaciones generales de la vida y reflexiones sobre ella. El discurso contiene los sermones entregados por un predicador. Parábola es una historia hipotética que se dice que transmite una verdad básica. Epístola es una carta escrita a una iglesia, grupo o individuo. Profético comunica eventos catastróficos cercanos y lejanos con un rico simbolismo. Con cada género literario, las características interpretativas serán únicas.

Examine el original

Tercero, el exegeta también debe emprender un cuidadoso análisis lingüístico de su pasaje. Esto requiere estudiar el texto bíblico en su idioma original. El Antiguo Testamento fue escrito principalmente en hebreo, con algunos capítulos en arameo. El Nuevo Testamento fue escrito en griego koiné, el idioma común hablado en el antiguo Imperio Romano. Si el expositor debe interpretar correctamente su pasaje, debe estudiarlo en estos idiomas originales. Esto requiere que el predicador conozca los idiomas originales. Si no lo hace, debe, al menos, tener acceso a esta información a través de las diversas herramientas de estudio disponibles para él. De cualquier manera, operar en el idioma original es una disciplina necesaria en la exégesis.

Esto comienza con el expositor traduciendo su texto del griego o hebreo. Es posible que desee comparar su trabajo de traducción con otras traducciones al (inglés-español) de buena reputación. Él debería leer su pasaje en el idioma original. Si no tiene esta capacidad, debe utilizar las herramientas disponibles que le permitirán interactuar con el pasaje en el idioma original. De una forma u otra, debe tener conciencia de su texto con la vista puesta en el idioma original en el que fue escrito.

Para determinar el significado preciso de las palabras clave, el expositor debe realizar estudios de palabras en el idioma original. Esto incluye identificar la raíz de la palabra, investigar la etimología de la palabra y complementar su comprensión con cualquier uso extra bíblico del término. Esto también implica saber qué prefijo se puede agregar a la raíz, por lo que es una palabra compuesta. Tales estudios de palabras requieren descubrir los significados primarios y secundarios de la palabra. Esto requiere rastrear el uso de esta palabra por el mismo autor en otros pasajes y cómo otros autores han usado esta palabra en las Escrituras.

La eficiencia con la que el expositor puede interpretar correctamente su pasaje dependerá en gran medida de su trabajo en el idioma original. Operar en este nivel no es incidental, sino fundamental para una exégesis sana. El estudio exegético adicional en los idiomas originales requiere analizar el verbo, tomando nota de los tiempos, estados de ánimo, voces y personas. Debe prestar atención a los verbos principales y observar cómo los participios los modifican y los infinitivos funcionan. Muchos otros aspectos de trabajar en el idioma original están involucrados aquí.

Captar la gramática

En cuarto lugar, la siguiente parte esencial del proceso exegético es investigar la gramática del pasaje. Esto implica observar la estructura de las oraciones, específicamente las relaciones que las palabras tienen entre sí. Esto implica estudiar el papel que desempeña cada palabra en una oración. El expositor debe determinar cuál es el sujeto, el verbo y el objeto de la oración. Debe ver identificar los adjetivos, adverbios y frases preposicionales. Él debe discernir qué modifica cada palabra. También debe observar las conjunciones: qué conectan y qué transiciones forman.

En este estudio de la gramática, el exegeta debe comprender el papel de los sustantivos y pronombres. ¿Cuál es el género, el caso y el número de la palabra en cuestión? ¿Cómo es típicamente, y en este caso, usado en oraciones? Además, debe conocer las frases preposicionales, participiales e infinitivas. Estas frases son un pequeño grupo de palabras relacionadas que forman una unidad sin un verbo. Además, el expositor debe conocer las cláusulas, que son una unidad de palabras con un sujeto y un verbo que forman parte de una oración.

Todas estas observaciones sobre las palabras del pasaje funcionan juntas para ayudar al exegeta a comprender la importancia plena de su sintaxis, es decir, con la disposición de palabras y frases en unidades más grandes conocidas como oraciones. Luego puede distinguir entre oraciones simples, compuestas, rotas e invertidas. Cuanto más el expositor pueda ver cómo funciona cada palabra y se relaciona con los demás en la oración, más correctamente puede interpretarla.

Viendo las figuras

Quinto, el exegeta debe interpretar cualquier figura de expresión encontrada en su pasaje. Estas formas de expresión comunican la verdad del texto con expresiones vívidas y memorables. Las figuras del discurso son formas pintorescas de expresión que permiten al autor arrestar la atención del lector. Estos términos y frases poéticas están diseñados para pintar cuadros en el lienzo de las mentes de las personas. En lugar de simplemente decir la verdad, una figura del habla lo muestra.

Una muestra de las figuras de habla más comunes es la siguiente: Un símil es una comparación directa que utiliza "me gusta" o "como". Una metáfora compara dos realidades sin "me gusta" o "como". La hipocastasis compara dos cosas al nombrar solo una de ellas mientras implica la otra. Una alegoría es una serie de metáforas ampliadas construidas alrededor de un tema central. La metonimia transmite significado por asociación. La sinécdoque implica una parte que representa el todo. La hipérbole es una exageración deliberada. La personificación le asigna cualidades humanas a un objeto inanimado. El apóstrofo se dirige a un objeto sin vida como si fuera una persona viva. El antropomorfismo representa a Dios como teniendo un cuerpo humano. El zoomorfismo atribuye cualidades de los animales a Dios. En las Escrituras se encuentran muchas más figuras de habla, pero estos son solo algunos ejemplos de los muchos patrones de expresión que un exégeta debe estar sintonizado.

Investigue la historia

Sexto, un exegeta debe estudiar su pasaje a la luz de su contexto histórico. Si debe interpretarse correctamente, el trasfondo de un pasaje debe investigarse bien y se deben consultar varios recursos. Un texto nunca debe estar divorciado de la configuración de espacio-tiempo en que fue escrito originalmente. La mayoría de los pasajes involucran personas reales y eventos reales que ocurrieron en lugares específicos. Comprender el trasfondo histórico abre el significado del pasaje de manera significativa.

El intérprete bíblico debe ser capaz de colocar su texto seleccionado dentro del flujo cronológico del marco histórico más amplio. Él debe preguntarse: ¿Dónde encaja este pasaje en la progresión lineal de la historia redentora? ¿Qué eventos mundiales afectan la importancia de este texto? ¿Qué información política, militar, agrícola o económica mejora la comprensión de este pasaje? El predicador debe comprender el contexto histórico de un pasaje bíblico. Para hacerlo, debe consultar diccionarios de la Biblia, enciclopedias y comentarios.

Verifica la cultura

Séptimo, el exegeta también debe tomar en consideración el trasfondo cultural de su pasaje. Entender correctamente su significado requiere que sepa algo de las costumbres en el antiguo Medio Oriente. Sin el conocimiento de los modales y costumbres de los antiguos judíos y de los imperios y naciones circundantes, será difícil, si no imposible, para comprender lo que realmente significan muchos textos. En consecuencia, le corresponde al expositor ver las Escrituras a la luz de cómo los diferentes aspectos de la vida diaria se llevaron a cabo hace mucho tiempo.

Esto requiere una comprensión de la vida en muchos niveles diferentes en Israel, Babilonia, Asiria, Egipto, Asia Menor, Europa. Esto significa investigar el entorno político del día. Esto incluye el conocimiento de reyes, faraones, césares, tetrarcas y centuriones, como la comprensión de su jurisdicción y cómo operaron. Debe existir el conocimiento de antiguas costumbres sociales como banquetes, fiestas, comidas, compromisos, bodas y funerales. Debe haber una idea de las antiguas políticas económicas, como las prácticas bancarias que implican préstamos y tasas de interés. También debe haber una comprensión de los procedimientos militares antiguos, incluidas batallas, carros, escudos, espadas, cascos y cosas por el estilo.

Además, el exegeta debe tener un conocimiento práctico de las condiciones climáticas y el clima en el Medio Oriente. Debe tener información de antecedentes sobre los procedimientos agrícolas de la agricultura antigua, como la siembra de semillas, el suelo embaldosado, la poda de ramas, la recolección de granos y las hambrunas duraderas. Debe conocer las diversas flores nativas de Israel, como la mirra, el áloe y la casia. También debe estar familiarizado con los minerales autóctonos de Israel: azufre, arcilla oscura, fango, sílex, oro, hierro y plata.

Cerrar la brecha cultural también requiere un conocimiento básico de la vida zoológica en el antiguo Israel y la región circundante. Esto incluye acceder a información sobre abejas, perros, tejones, palomas, monstruos marinos, águilas, moscas, zorros, ovejas, caballos y más. También debe investigar las prácticas de pastoreo en el antiguo Israel, atendiendo a la importancia de un rebaño, el doblez, el portero, la vara, el personal, los pastos verdes, las aguas tranquilas, los lobos y demás. Además, debe saber sobre los cazadores en el mundo antiguo, que usaron arco y flecha, honda, trampa, red, hoyo y más.

Encuesta la geografía

Octavo, el expositor debe estudiar la geografía y el terreno de Israel y las regiones circundantes. Los relatos históricos de la Biblia ocurrieron en tres continentes: Asia, África y Europa. Este terreno diverso con tierra, mar y ríos requiere una investigación cuidadosa. Es necesario considerar una amplia gama de características geográficas y topográficas, que incluyen montañas, valles, mesetas, pastizales, tierras vírgenes, océanos, mares, ríos y arroyos. El expositor debe investigar la amplitud completa de la geografía en la que se produjo su paso.

Esto requiere un conocimiento práctico de la tierra y la topografía en Israel, Egipto, Babilonia, Asiria, Arabia, Asia Menor, Europa y muchos lugares más. Esta comprensión es esencial para captar una visión necesaria en muchos pasajes bíblicos. Además, el exegeta debe comprender los cuerpos de agua tales como el Mar Rojo, el Río Jordán, el Mar Muerto, el Mar de Galilea y otros. También debe saber algo de montañas, valles, desiertos y tierras altas. En consecuencia, el expositor fiel debe tener en cuenta las referencias geográficas que se encuentran en el texto si quiere captar correctamente el significado del texto.

Documenta la teología

Noveno, el expositor debe ver la doctrina bíblica enseñada en su pasaje. La verdad teológica que se encuentra en el texto debe estar conectada con el marco más amplio de la teología bíblica y sistemática. Siempre se deben hacer preguntas doctrinales importantes: ¿Qué enseña este pasaje acerca de Dios? ¿Qué revela acerca de Jesucristo? ¿Qué hace saber sobre el Espíritu Santo? ¿Qué aporta la doctrina de este pasaje a nuestra comprensión de los ángeles, Satanás y demonios? ¿Qué instrucción obtenemos de estos versículos con respecto a la verdad sobre el hombre, el pecado y la salvación? ¿Qué doctrina se explica con respecto a la iglesia, Israel, y las últimas cosas?

El expositor debe ser un estudioso de la teología bíblica, que es la doctrina enseñada en una porción particular de la Escritura. Puede ser la teología del Antiguo o del Nuevo Testamento, la teología en una sección de un Testamento, la teología de un autor bíblico o la teología de un libro en la Biblia. Cuando estas áreas de la teología bíblica se combinan en una sola teología integral, el resultado es una teología sistemática. Este es el estudio de cada área principal de la doctrina a través de la totalidad de las Escrituras. En pocas palabras, la teología sistemática es la disciplina que intenta organizar el contenido doctrinal de la Escritura de una manera ordenada y coherente.

Para interpretar correctamente su pasaje, el exegeta debe tener un conocimiento práctico de la teología. Debe ver su pasaje a la luz de la teología general de toda la Biblia. Conocer la teología bíblica y sistemática será un factor determinante para interpretar lo que este texto particular está enseñando. Cada pasaje debe ser consistente con lo que el resto de la Biblia enseña. La Biblia siempre habla con una sola voz y nunca se contradice a sí misma.

Exégesis en la predicación expositiva

Cada uno de estos nueve aspectos de la exégesis es esencial para interpretar correctamente las Escrituras. Si el expositor debe sumergirse en las profundidades de su paso y encontrar las perlas que se encuentran en su texto, debe perseguir cada una de estas áreas de exégesis. Sin practicar cada uno de estos aspectos, el predicador fácilmente se convertirá en alegorizar, moralizar o espiritualizar su texto. Incluso será vulnerable a psicologizar o editorializar el pasaje para que se ajuste a sus caprichos. La exégesis adecuada es absolutamente necesaria para la predicación expositiva. Estas habilidades no se dominan por completo en un entorno, sino que se desarrollan y aprenden durante toda una vida de ministerio. El expositor debe trabajar en oración a través de su estudio del texto, ya que depende completamente del Espíritu Santo para ser su guía divina a través de la exégesis. Recuerden hermanos, nuestras exposiciones no se elevarán más allá de la profundidad de nuestra exégesis.

Por Steven J. Lawson
Soli Deo Gloria



viernes, 4 de mayo de 2018

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Algunos pensamientos sobre la Predestinación

Un gran hombre de la última generación comenzó el prefacio de un espléndido pequeño libro que estaba escribiendo sobre este tema, con las palabras: "Feliz sería para la iglesia de Cristo y para el mundo, si los ministros cristianos y los cristianos pudieran estar contentos para ser discípulos-aprendices". Quería decirles que si todos estuviéramos dispuestos a sentarnos simplemente a los pies de los escritores inspirados y hacerles cumplir su palabra, no deberíamos tener dificultades con la predestinación. Las dificultades que sentimos con respecto a la Predestinación no se derivan de la Palabra. La Palabra está llena de esto, porque está llena de Dios, y cuando decimos Dios y significamos Dios-Dios en todo lo que Dios es-hemos dicho Predestinación.

Nuestras dificultades con la predestinación surgen de una, no sin duda no antinatural, falta de voluntad para reconocer que estamos totalmente a disposición de otro. Queremos estar a nuestra disposición. Deseamos "pertenecernos a nosotros mismos", y nos molesta pertenecer, especialmente pertenecer absolutamente, a cualquier otra persona, incluso si ese alguien fuera Dios. Estamos de humor para el cantante del himno que comienza, "Yo era una oveja errante", cuando él se declara a sí mismo, "No me controlarían". No seremos controlados O, mejor dicho, para hablar con más precisión, no admitiremos que estamos bajo control.

Digo que es más exacto decir que no admitiremos que estamos bajo control. Porque estamos controlados, lo admitamos o no. Imaginar que no estamos controlados es imaginar que no hay Dios. Porque cuando decimos Dios, decimos control. Si una sola criatura que Dios ha creado ha escapado de su control, en el momento en que lo ha hecho, ha abolido a Dios. Un Dios que podría o podría hacer una criatura a la que no podía o no controlaría, no es Dios. En el momento en que debería crear una criatura así, por supuesto, abdicaría de su trono. El universo que él había creado habría dejado de ser su universo; o más bien dejaría de existir, ya que el universo se mantiene unido solo por el control de Dios.

Incluso peor hubiera sucedido, de hecho, que la destrucción del universo. Dios habría dejado de ser Dios en un sentido más profundo que el de haber dejado de ser el Señor y Gobernante del mundo. Él habría dejado de ser un ser moral. Es un acto inmoral hacer algo que no podemos o no controlaremos. La única justificación para hacer algo es que ambos podemos y lo controlaremos. Si un hombre fabricara una cantidad de explosivo inestable en los corredores de un orfanato, y cuando el material explotara debería excusarse diciendo que no podía controlarlo, nadie consideraría válida su excusa. ¿Qué derecho tenía él para fabricarlo, deberíamos decir, a menos que él pudiera controlarlo? Él no se libera de la responsabilidad por los estragos causados, al declararse incapaz de controlar su creación.
Suponer que Dios ha creado un universo, o incluso un solo ser, cuyo control él renuncia, es acusarlo de inmoralidad similar. ¿Qué derecho tiene él para hacerlo, si él no puede o no lo controlará? No es un acto moral para perpetrar el caos. No solo hemos destronado a Dios; lo hemos desmoralizado.

Por supuesto, no hay nadie que piense en absoluto quién imaginará tal vanidad. Nos refugiamos en una vaga antinomia. Creemos que Dios controla el universo lo suficiente como para controlarlo, y que no lo controla lo suficiente como para no controlarlo. Por supuesto que Dios controla el universo, quizás digamos, en general; pero, por supuesto, no controla todo en el universo, en particular.

Probablemente nadie se engaña a sí mismo con palpable palidez en un doble sentido. Si este es el universo de Dios, si lo hizo y lo hizo por sí mismo, él es responsable de todo lo que tiene lugar en él. Se suponía que debía haberlo hecho como él deseaba, ¿o deberíamos decir que no podía hacer el universo que deseaba y tenía que aguantar lo mejor que podía hacer?

Y debe suponerse que lo hizo exactamente como él deseaba, no solo estático sino dinámico, es decir, en todas sus potencialidades y en todos sus desarrollos hasta el final. Es decir, debe suponerse que lo hizo precisamente a su medida, como extendido no solo en el espacio, sino en el tiempo. Si algo ocurre en él como proyectado a través del tiempo, tan exactamente como si algo se encuentra en él como extendido en el espacio que no es exactamente como él pretendía que fuera, entonces, debemos admitir que no pudo crear tal universo como le gustaría tener, y tuvo que aguantar lo mejor que pudo. Y, entonces, él no es Dios. Un ser que no puede hacer un universo a su gusto no es Dios. Un ser que puede aceptar hacer un universo que no es de su agrado, ciertamente no es Dios.

Pero aunque ese ser obviamente no es Dios, no escapa a la responsabilidad por el universo que realmente hace, ya sea que se extienda en el espacio o en el tiempo, y eso en todos sus detalles. En el momento en que este dios (no ahora Dios) consintió en aguantar el universo real, ya sea extendido en el espacio o proyectado a través del tiempo, incluyendo todos sus detalles sin excepción, porque era lo mejor que podía obtener, se convirtió en su universo. Lo adoptó como propio, y lo hizo suyo incluso en aquellos detalles que en sí mismo le hubiera gustado tener de lo contrario. Estos detalles, así como todos los demás, que en sí mismos lo complacen mejor, han sido determinados por él como no solo permisibles, sino como realmente existen en el universo que, por su acto, se realiza realmente.

Es decir, están predestinados por él, y debido a que están predestinados por él, en realidad aparecen en el universo que está hecho. Nos hemos deshecho de Dios, de hecho; pero no nos hemos librado de la Predestinación, para deshacernos de lo que hemos estado dispuestos a degradar a nuestro Dios en un Dios.

Pasamos insensiblemente de la idea de control a la idea de Predestinación. Eso es porque no hay una diferencia real entre las dos ideas en el fondo. Si Dios controla algo, por supuesto que tiene la intención de controlarlo antes de que él lo controle. Exactamente el control que ejerce, por supuesto que ha tenido la intención de ejercer todo el tiempo.

Nadie puede imaginar un Dios tan inadvertido, que siempre actúa "por el impulso del momento", por así decirlo, sin ninguna intención de determinar su acción. Providencia y Predestinación son ideas que se topan entre sí. La Providencia no es más que la Predestinación en su ejecución; La predestinación no es más que Providencia en su intención. Cuando decimos uno, decimos el otro, y la idea común que da su contenido a ambos es el control.

Es puramente esta idea de control a la que las personas se oponen cuando dicen que se oponen a la predestinación; no la idea de lo previo, sino puramente la idea de control. Objetarían tanto si se suponía que el control se ejercería sin ninguna intención previa en absoluto.

Deberían objetar mucho más. Porque un control ejercido sin intención sería un control ciego. No tendría fin a fin de justificarlo; no tendría ningún significado; sería puramente irracional, inmoral, enloquecedor. Eso es lo que llamamos destino. Decir intención, sin embargo, y decimos persona; y cuando digo una persona digo el propósito. Ahora se le da un significado al control que se ejerce; un final se lleva a cabo antes de ella.

Y si la persona que ejerce el control es un ser inteligente, el final será un final inteligente; si él es un ser moral, será un buen fin; si es infinitamente sabio y santo, justo y bueno, será un final infinitamente sabio y santo, justo y bueno, y se forjará por medios tan sabios y santos, justos y buenos como él mismo.

Decir Predestinación es decir todo esto. Es para introducir orden en el universo. Es asignarle un final y un final digno. Nos permite hablar de un evento divino lejano al que se mueve toda la creación. Nos permite ver que todo lo que ocurre, grande o pequeño, tiene un lugar para llenar esta teleología universal; y por lo tanto, le ha sido otorgado un significado y se le ha proporcionado una justificación. Decir predestinación no es solo decir Dios; también es para decir Theodicy.

No importa lo que digamos de la predestinación en momentos de perplejidad, cuando nos enfrentamos a los problemas de la vida - el problema de lo insignificante, el problema del sufrimiento, el problema del pecado - es seguro decir que en el fondo de nuestras mentes todos creemos en ello. No podemos evitar creer en él, si creemos en Dios; y que, en su máxima extensión, se aplica a todo lo que sucede con nosotros.

Tome cualquier ocurrencia que ocurra, grande o pequeña: la caída de un imperio o la caída de un gorrión, que nuestro Señor mismo nos dice que nunca sucede "sin nuestro Padre". Seguramente no se puede imaginar que Dios ignore lo que está sucediendo, más aún si es algo tan pequeño como la caída de un alfiler.

Dios seguramente está al tanto de todo lo que sucede en su universo. No hay rincones oscuros en los que su ojo que todo lo ve no pueda perforar; no hay nada que ocurra en ella que esté oculto a su mirada universal. Pero ciertamente tampoco se puede imaginar que algo que ocurra en su universo lo tome por sorpresa. Seguramente Dios ha estado esperando que suceda, y al suceder simplemente justificó sus expectativas.

Tampoco se puede imaginar que sea indiferente a lo que sucede, como si, a pesar de que lo ve venir, no le importa si sucede o no. Ese no es el tipo de Dios que es nuestro Dios; él es un Dios que se preocupa infinitamente, se preocupa incluso de las cosas más pequeñas. ¿No habló nuestro Salvador de los gorriones y de los pelos de nuestras cabezas para enseñarnos esto?

Bien, entonces, ¿puede imaginarse que, aunque infinitamente cuidadoso, Dios impotentemente se opone a los sucesos de su universo y no puede evitarlos? ¿Se supone que debe estar mirando desde toda la eternidad cosas que no desea que sucedan, viniendo, viniendo, viniendo, hasta que finalmente lleguen, y él sea incapaz de detenerlos?
Por qué, si no podía evitar que sucediera de otra manera, no necesitaba haber hecho el universo; o podría haberlo hecho de manera diferente. No había nada que le exigiera crear este universo o cualquier universo en absoluto excepto su propio placer; y no hay nada que lo obligue a permitir que algo que no desea que ocurra en el universo que ha creado para su propio placer.

Claramente, las cosas no pueden ocurrir en el universo de Dios, lo cual le desagrada. Él no se queda impotente, mientras que ocurren en contra de su deseo. Cualquier cosa que ocurra ha sido prevista por él desde toda la eternidad, y solo tiene éxito porque su ocurrencia satisface su deseo.

Puede no ser evidente para nosotros qué deseo de su encuentro, qué lugar ocupa en el esquema general de las cosas a las que tiene el placer de dar realidad, cuál es su función en su plan de todo incluido. Pero sabemos que no podría ocurrir a menos que tuviese tal función, un lugar para llenar, una parte para jugar en el plan integral de Dios.

Y sabiendo eso, estamos satisfechos... a menos que, de hecho, no podamos confiar en Dios con su propio plan, y sentir que debemos insistir en que nos lo envíe hasta el último detalle y obtener nuestra aprobación antes de que él lo haga o lo ejecuta.

Menos aún, el hombre religioso dudará de la predestinación universal de Dios. Por qué, lo que lo hace un hombre religioso es, entre otras cosas, que ve a Dios en todo.

Una ventana de vidrio se encuentra ante nosotros. Levantamos nuestros ojos y vemos el vidrio; observamos su calidad y observamos sus defectos; especulamos sobre su composición. O miramos directamente a través de la gran perspectiva de la tierra y el mar y el cielo más allá. Entonces, hay dos formas de ver el mundo. Podemos ver el mundo y absorbernos en las maravillas de la naturaleza. Esa es la manera científica. O podemos mirar a través del mundo y ver a Dios detrás de eso. Esa es la forma religiosa.

La forma científica de mirar el mundo no es más errónea que la forma en que el fabricante de vidrio mira la ventana. Esta forma de ver las cosas tiene sus usos muy importantes. Sin embargo, la ventana se colocó allí para no ser vista, sino para ser revisada; y el mundo ha fallado en su propósito a menos que también se lo mire y no se apoye en él sino en su Dios. Sí, es Dios porque es la esencia de la visión religiosa de las cosas que Dios se ve en todo lo que es y en todo lo que ocurre. El universo es suyo, y en todos sus movimientos habla de él, porque solo hace su voluntad.

Si entendieras la concepción del hombre religioso de la relación de Dios con su mundo, obsérvalo de rodillas. Porque la oración es la expresión más pura de la religión y en la oración vemos que la religión adquiere sus derechos.

¿Alguna vez un hombre oro así: "Oh Dios, sabes que puedo hacer lo que quiero y no puedes evitarme, sabes que mis semejantes están, como yo, fuera de tu control, tú sabes que la naturaleza misma sigue su propio camino ¿y tú puedes pararte sin poder hacer nada y mirar dónde tiende?

No, la actitud del alma en la oración es la de dependencia total por sí misma, y ​​de completa confianza en el gobierno omnímodo de Dios. Le pedimos amablemente que regule nuestro propio espíritu, controle los actos de nuestros semejantes y dirija el curso del mundo entero de acuerdo con su voluntad santa y benéfica. Y hacemos lo correcto. Solo que, deberíamos asegurarnos de preservar esta concepción de Dios en su relación con su mundo, cuando nos levantamos de nuestras rodillas; y convertirlo en la fuerza operativa de toda nuestra vida.

Lo sé, es verdad, un eminente teólogo que negará con la cabeza al oír esto. Dios no puede controlar los actos de los agentes libres, dice, y es una locura pedirle que lo haga. Si vamos a disparar con un amigo inhábil, él puede dispararnos torpemente; y es inútil pedirle a Dios que nos proteja; él simplemente no puede hacerlo. Si estamos trabajando en una máquina peligrosa al lado de un compañero descuidado, él puede destruirnos en cualquier momento, y es inútil pedirle a Dios que evite el percance; Dios no puede hacerlo. Si esto fuera así, ciertamente estaríamos en un caso lamentable. O más bien, el mundo se habría desmoronado hace mucho tiempo en el caos.

Todo hombre religioso sabe muy bien que no es así. Todo hombre religioso sabe que Dios puede y quiere y controla todo lo que ha hecho en todas sus acciones, y que, por lo tanto, a pesar de todas las apariencias adversas, todo está bien con el mundo.

Todo bien con el mundo, que avanza constantemente en su órbita establecida; y todo bien con nosotros que ponemos nuestra confianza en Dios. Porque, ¿no nos ha dicho él mismo que todas las cosas, todas las cosas, cuidado, están trabajando juntas para bien con aquellos que lo aman? ¿Y cómo, orar, podría ser eso, excepto que todos hacen su voluntad en todas sus acciones?
Benjamin B. Warfield (1851-1921)

Este artículo estuvo disponible en Internet a través de REFORMATION INK (www.markers.com/ink).
Este ensayo fue publicado originalmente en The Christian Workers Magazine, diciembre de 1916, pp. 265-267. La edición electrónica de este artículo fue escaneada y editada por Shane Rosenthal para Reformation Ink. Es de dominio público y puede copiarse y distribuirse libremente.
Soli Deo Gloria


jueves, 3 de mayo de 2018

El Conocimiento de Dios

Dios es el mayor bien del hombre, ese es el testimonio de todas las Escrituras. La Biblia comienza con el relato de que Dios creó al hombre según su propia imagen y semejanza, para que él conozca a Dios su Creador correctamente, lo ame con todo su corazón, y viva con Él en la bienaventuranza eterna. Y la Biblia termina con la descripción de la nueva Jerusalén, cuyos habitantes verán a Dios cara a cara y tendrán su nombre en sus frentes.

Entre estos dos momentos se encuentra la revelación de Dios en toda su extensión y amplitud. Como su contenido, esta revelación tiene la promesa única y amplia del pacto de gracia: seré un Dios para ti y tú serás mi pueblo. Y como su punto medio y su punto culminante, esta revelación tiene su Emmanuel, (Dios con nosotros). Porque la promesa y su cumplimiento van de la mano. La palabra de Dios es el principio, la semilla, y es en el acto que la semilla llega a su total realización. Al igual que al principio, Dios llamó a las cosas a ser por su palabra, así que por su palabra Él lo hará en el curso de los siglos, traerá el nuevo cielo y la nueva tierra, en la cual el tabernáculo de Dios estará entre los hombres.

Es por eso que se dice que Cristo, en quien el Verbo se hizo carne, está lleno de gracia y de verdad (Jn. 1: 14).

Él es la Palabra que en un principio estaba con Dios y Él mismo era Dios, y como tal Él era la vida y la luz de los hombres. Debido a que el Padre comparte su vida con Cristo y da expresión a su pensamiento en Cristo, por lo tanto, el pleno ser de Dios se revela en él. Él no solo nos declara al Padre y nos revela su nombre, sino que en sí mismo nos muestra y nos da al Padre. Cristo es Dios expresado y dado por Dios. Él es Dios que se revela a sí mismo y Dios se comparte a sí mismo, y por lo tanto, está lleno de verdad y también lleno de gracia. La palabra de la promesa, seré un Dios para ti, incluido en sí mismo desde el mismo momento en que se pronunció, el cumplimiento, yo soy tu Dios. Dios se entrega a su pueblo para que su pueblo se entregue a él.

En las Escrituras encontramos a Dios repitiendo constantemente su declaración: Yo soy tu Dios. De la promesa madre de (Gn. 3: 15) en adelante, este rico testimonio, que comprende toda bendición y toda salvación, se repite una y otra vez, ya sea en la vida de los patriarcas, en la historia del pueblo de Israel, o en esa de la iglesia del Nuevo Testamento. Y en respuesta, la iglesia a través de los tiempos viene con las variedades interminables de su lenguaje de fe, hablando en gratitud y alabanza: Tú eres nuestro Dios, y nosotros somos tu pueblo, y las ovejas de tu pastor.

Esta declaración de fe por parte de la iglesia no es una doctrina científica, ni una forma de unidad que se repite, sino que es más bien una confesión de una realidad profundamente sentida, y de una convicción de realidad que no tiene experiencia en la vida. Los profetas y apóstoles, y los santos en general que aparecen ante nosotros en el Antiguo y Nuevo Testamento y más tarde en la iglesia de Cristo, no se sentaron y filosofaron acerca de Dios en conceptos abstractos, sino que confesaron lo que Dios significaba para ellos y lo que debían a Él en todas las circunstancias de la vida. Para ellos, Dios no era para nada un concepto frío, que luego procedieron a analizar racionalmente, pero era una fuerza viviente y personal, una realidad infinitamente más real que el mundo que los rodeaba. De hecho, Él fue para ellos el Ser único, eterno y adorado. Contaron con él en sus vidas, vivieron en su tienda, caminaron como si siempre ante su rostro, lo sirvieron en sus atrios y lo adoraron en su santuario.

La autenticidad y la profundidad de su experiencia se expresan en el lenguaje que utilizan para expresar lo que Dios significa para ellos. No tuvieron que forzar las palabras, porque sus labios se desbordaron con lo que brotaba de sus corazones, y el mundo del hombre y la naturaleza les proporcionó figuras de lenguaje. Dios era para ellos un Rey, un Señor, un Valiente, un Líder, un Pastor, un Salvador, un Redentor, un Ayudante, un Médico, un Hombre y un Padre. Toda su bienaventuranza y bienestar, su verdad y rectitud, su vida y misericordia, su fuerza y ​​poder, su paz y descanso que encontraron en él. Él era un sol y escudo para ellos, un escudo, una luz y un fuego, una fuente y un pozo, una roca y refugio, un alto refugio y una torre, una recompensa y una sombra, una ciudad y un templo. Todo lo que el mundo tiene para ofrecer en bienes discretos y subdivididos fue para ellos una imagen y semejanza de la insondable plenitud de la salvación disponible en Dios para su pueblo. Por lo tanto, es que David en Salmo 16: 2 (según una traducción contundente) se dirige a Jehová de la siguiente manera: Tú eres mi Señor; No tengo mayor bien que Tú. Así también Asaf cantó en Salmo 73: 1-28 ¿A quién tengo yo en el cielo sino a ti? Y no hay nadie sobre la tierra que desee junto a Ti. Mi carne y mi corazón pueden fallar, pero Dios es la fortaleza de mi corazón y mi porción para siempre. Para el santo, el cielo en toda su bendición y gloria sería vacío y rancio sin Dios; y cuando vive en comunión con Dios, no se preocupa por nada en la tierra, porque el amor de Dios trasciende por lejos todos los demás bienes.

Tal es la experiencia de los hijos de Dios. Es una experiencia que han sentido porque Dios se les presentó para su disfrute en el Hijo de su amor. En este sentido, Cristo dijo que la vida eterna, es decir, la totalidad de la salvación, consiste para el hombre en el conocimiento del único y verdadero Dios y de Jesucristo a quien ha enviado.

Fue un momento auspicioso en el que Cristo pronunció esas palabras. Se paró a punto de cruzar el arroyo Cedrón para entrar en el jardín de Getsemaní y sufrir allí la última lucha de su alma. Antes de proceder a ese punto, sin embargo, se prepara como nuestro Sumo Sacerdote para su pasión y muerte, y ora al Padre para que el Padre lo glorifique en su sufrimiento y después de él, para que el Hijo a su vez pueda glorificar al Padre al dar todas las bendiciones que ahora está por alcanzar con su obediencia hasta la muerte. Y cuando el Hijo ora de esta manera, Él no sabe nada que desear excepto lo que es la propia voluntad del Padre y el buen placer. El Padre le ha dado poder sobre toda carne para que el Hijo le dé vida eterna a todos los que el Padre le ha dado. Tal vida eterna consiste en nada más que el conocimiento del único y verdadero Dios y de Jesucristo que fue enviado para revelarlo (Juan 17: 1-3).
Nuestra Fe Razonable: Herman Bavinck. Baker Book House. 1956. Páginas 24-26.

Recurso adicional:
Soli Deo Gloria