Introducción
Mi porción es Jehová; He
dicho que guardaré tus palabras. Tu presencia supliqué de todo corazón; Ten
misericordia de mí según tu palabra. Consideré mis caminos, y volví
mis pies a tus testimonios. Me apresuré, y no me retardé
en guardar tus mandamientos. (Salmo 119:57-60)
¿Cuál es
el corazón de la verdadera rectitud? ¿Cuál es
la esencia de ser un verdadero discípulo de
Jesús? La respuesta bíblica es
clara y simple: La vida cristiana es una vida
de obediencia fiel de principio y de conciencia a
la voluntad de Dios revelada en la Biblia. El pasaje
citado anteriormente declara, comprensiva y concisamente, los
elementos esenciales de esta vida.
Antes de que examinemos este texto para
ver cómo nos expone la visión
bíblica de la vida cristiana, quisiera yo
recalcar el papel central de la obediencia en
la religión enseñada por la Biblia.
En el principio de nuestro estudio, pido al lector que asienta conmigo que la
única doctrina y experiencia religiosa dignas de nuestra
consideración son aquellas que son respaldadas
por la Biblia. Las opiniones y experiencias del hombre no valen como guías
hacia la verdad de la religión, si éstas no concuerdan con el testimonio de las
Sagradas Escrituras. La Biblia es la única autoridad capaz de determinar qué es
lo verdadero y normativo para el pueblo de
Dios. Una y otra vez la Biblia enfatiza el papel central que la
obediencia toma en la verdadera religión.
Cuando Dios creó a Adán y a
Eva. y los colocó en el huerto del Edén, les revelo
plenamente que todas las bendiciones que les
manifestó, permanecerían en la medida en que
ellos obedecieran su Palabra. Dios les dio un
claro y sencillo mandato: "De todo árbol del
huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia de bien
y del mal no comerás; porque el
día que de él comieras, ciertamente morirás." (Génesis 2:16-17) Toda la vida
de bendición en el bueno
del Edén, una vida de comunión
con Dios sin barreras,
una vida de verdadero amor entre
Dios y el hombre, todo llegaría a
un trágico final en
el momento en que ellos se
desviaran del camino de obediencia.
Trágicamente nuestro pri- meros progenitores
(Adán y Eva) desobedecieron a Dios. Y cuando Adán se
desvió del camino de obediencia,
como nuestro representante primigenio,
arrastró a toda su descendencia con él. Aparte de
la gracia de Dios, todo miembro de la raza
humana sería hijo natural de desobediencia y
de ira. (Efesios 2:2-3) La nuestra es una raza
comprometida al camino de desobediencia y rebeldía, en
contra de la voluntad revelada de
Dios.
La
Biblia afirma que
cuando nuestro Señor Jesucristo vino a redimir
a su pueblo electo, El los redimió poniéndolos en el
camino de obediencia a su Padre. De la misma forma que el primer
Adán se hubo arruinado a sí mismo y a
todos sus descendientes con él por su acto de desobediencia, el
Segundo Adán (Jesucristo) aseguró
la salvación por su
pueblo elegido, en el cumplimiento de obediencia fiel a
la voluntad de Dios. "Porque así como por la
desobediencia de un hombre (Adán) los muchos fueron constituidos
pecadores, así por la obediencia de uno
(Jesucristo) los muchos serán constituidos justos." (Romanos 5: 19) Nótese también
el lenguaje de Filipenses 2:6-8,
el cual nos enseña que nuestro
Señor Jesús "siendo en forma de Dios... se
humillo a sí mismo, haciéndose obediente hasta Ia muerte, y muerte
de cruz.."
La
Biblia enseña claramente que por
el acto de obediencia decidida a
la voluntad de su Padre, el Señor
Jesucristo derramó su sangre en la
cruz para asegurar la
salvación de una multitud
innumerable. La obediencia
radica en el corazón mismo de la
redención realizada por la obra y la muerte de
Cristo. Sin embargo, la Biblia no se
detiene aquí. También, las Escrituras declaran
que la salvación que Jesús obtuvo en el cumplimiento de
su obediencia, El la confiere a su pueblo de tal
forma que hace a todos los que
la reciben, sujetos obedientes al
Dios vivo. Así que en 1 de
Pedro 1 :2, la Biblia habla del pueblo de
Dios como aquellos que son elegidos por
Dios "para obedecer y ser rociados con la sangre de
Jesucristo." La sangre de Cristo
nunca es rociada sobre una persona, sin que ésta sea
llevada a la senda de obediencia a Dios. Por
eso, el escritor de Hebreos puede decir
así: "Y aunque era el Hijo (de Dios,)
por lo que padecio aprendió la obediencia; y
habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna
salvación para todos los que le
obedecen." (Heb. 5:8-9) Cuando la
salvación obtenida por Cristo es aplicada
con poder divino, produce en
todos los salvos un cumplimiento de obediencia
fiel a la voluntad de Dios, que refleja el
mismo compromiso en
que andaba nuestro Salvador para
asegurar dicha salvación.
Además, la Palabra de Dios
describe a la gente de Dios como aquellos que
'guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús' (Apocalipsis 14:12). Los cristianos no son gente farisaica que
piensa que su imperfecta obediencia
es la base de su salvación. No,
ellos se adhieren a 'la fe de Jesús' de la cual
los fundamentos son la confesión de la pecaminosidad e
incapacidad para salvarse de la ira de Dios
sobre los pecadores. Y
aquellos que reconocen su condición pecadora y se
entregan a la misericordia de Dios (es
decir, guardan la fe de
Jesús) también guardarán los mandamientos
de Dios. Ellos viven vidas de obediencia resuelta a la voluntad de
Dios revelada en su
Palabra. Aunque alguien profesa sostener la fe
de Jesús y ser objeto de la salvación de
Cristo, si la obediencia no es el
hábito fundamental de su vida, Dios le
dice mentiroso: En esto sabemos que
nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. El
que dice: “Yo le conozco" y no guarda sus mandamientos, el tal
es mentiroso, y la verdad no está en él. (1
Juan 2:3-4)
Espero que estas
citas de la Palabra de Dios sean
suficientes para convencernos que la obediencia no es un
lema secundario, no como algo que toca por casualidad o
indirectamente al corazón de la verdadera religión; la obediencia a la
voluntad de Dios es el corazón mismo de la verdadera religión bíblica.
Habiendo establecido que el concepto de
obediencia es central para
la salvación, definamos ahora el
término 'obediencia'. Por obediencia quiero decir una consciente y
entregada conformidad con los preceptos de Dios
revelados en la Biblia, haciendo referencia principal a
la autoridad de Dios que respalda estos preceptos. Tal vez un ejemplo práctico nos ayude a
entender esta definición de obediencia: ¿Cómo es un hijo
obediente? ¿Es aquel que cuando dice su papá, 'Hijo, deja de jugar y
entra en la casa,' entra en la casa pero de mala
gana, arrastrando los pies en un
espíritu patente de rebeldía? ¿Lo
consideraríamos obediente?
¿Pudiéramos imaginamos al padre
diciendo, 'Gracias, hijo. Ese fue un bello gesto de
obediencia de corazón hacia tu papá.'? Claro
que no. Los pies tal vez
entraron en la
casa, pero no hay sentido de que el niño crea
que es necesario obedecer a su padre por la autoridad y derecho que él tiene.
Por lo máximo, esta clase de obediencia resentida y renuente a la autoridad
paterna se preocupa simplemente de escapar a la vara correctiva. No es la
obediencia bíblica que se preocupa principalmente por la autoridad
divina de los padres. Por otro lado, si el niño responde al mandato de su padre
con prontitud y animada complacencia, con espíritu y pies
cooperativos, la diferencia será obvia. En tal caso hay verdadera obediencia
de corazón, y no sólo una clase de externa conformidad a
la autoridad paterna.
La obediencia que
caracterizó a nuestro Señor Jesucristo en la realización
de la salvación por su pueblo, en su aplicación a sus
corazones, llega a ser el rasgo distintivo de sus vidas.
Y tal obediencia es una actividad consciente, Pues. nuestro Señor
Jesucristo no vivía sin rumbo a
la ligera, y mucho menos se dirigía a la cruz
de una manera negligente e irreflexiva
para morir por su pueblo. Su obediencia a su Padre era
consciente y decidida; y su motivación principal fue el respeto a su
Padre (quien era digno de ser
obedecido) que le había mandado que viviera y muriera tal como
lo hizo. Esta clase de consciente y entregada conformidad a los preceptos de la
palabra de Dios haciendo referencia principal a la autoridad de Dios es un
rasgo distintivo de aquellos que son salvados por Jesucristo. A los
verdaderos discípulos de Cristo, les importa vivir como vivió su Señor, como
conscientes y voluntarios siervos de su estimado Maestro.
Así la obediencia considerada aquí es nada menos que la consciente y entregada
conformidad a los preceptos de Dios, motivada principalmente por el respeto a
la autoridad justa de Dios que respalda estos preceptos.
Además, es exactamente esta
clase de obediencia que los no
regenerados no pueden rendir a
Dios. Romanos 8:7-8 declara: "Pues la
intención de la carne es enemistad contra Dios; porque no se sujeta a la ley de
Dios, ni tampoco puede. Así que, los que viven según la
carne no pueden agradar a Dios." (Versión anti-
gua) Este texto nos enseña que cuando el hombre no convertido
desobedece la Palabra de Dios no sujetándose a su ley, su disputa no es contra
la ley en sí, sino contra Dios mismo que respalda los preceptos de su
Palabra. Es Dios mismo el objeto de la animosidad de
tales mentes impías.
También, este texto afirma que el mismo
hombre no posee la capacidad moral de obedecer o
agradar a Dios. La mente impía “no se sujeta a la ley de Dios, ni
tampoco puede; así que, los que viven según
la carne no pueden agradar a Dios". La Biblia
aquí utiliza palabras que expresan incapacidad. Para el hombre no regenerado,
la obediencia a Dios es una imposibilidad moral. Por el concepto bíblico de la
obediencia, podemos ver por qué ha de ser así. Si la verdadera obediencia es
asunto del corazón y no sólo de externa conformidad a un
código legal, entonces es claro que el hombre inconverso
no puede obedecer a Dios. De acuerdo a la Palabra de
Dios, tiene un corazón de
piedra. Antes de que éste sea capaz de obedecer a Dios en
tal forma que a El le agrade, tal hombre debe tener
un nuevo corazón agradable a Dios y a su
Palabra.
La maravilla de la gracia
regeneradora, lo asombroso del nuevo nacimiento, es que Dios cambia
la disposición del corazón. Una gran promesa de la Biblia
se cumple cada vez que un hombre o una mujer nace de nuevo por el Espíritu de
Dios:
Os daré corazón nuevo y pondré espíritu
nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra yos
daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi
Espíritu y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos y que los
pongáis por obra. (Ezequiel 36:26-27)
En estas nuevas
criaturas en Cristo que antes no querían ni
podían obedecer a Dios, se ha vencido su enemistad natural hacia Dios por
medio de la
poderosa obra regeneradora del Espíritu
Santo, y se encuentran escogiendo seguir consciente y entregadamente los pasos
de obediencia fiel y disciplinada hacia la voluntad de Dios revelada
en su Palabra.
Ahora llegamos a un punto crucial para
entender la declaración bíblica a que la vida cristiana debe de ser
una de obediencia consciente y fiel a la voluntad de Dios revelada
en la Biblia. Por favor, fíjese bien, pues éste es el punto medular.
El nuevo nacimiento no hace que la
obediencia radique en otra cosa
que la conformidad consciente y decidida a
los preceptos de Dios. El nuevo nacimiento crea un deseo
de estar a tono con la Palabra de Dios: da poder de
estar conforme
con dicha Palabra: crea un nuevo
corazón inclinado a obedecer a Dios, mas
sin alterar la forma básica en que la
obediencia se debe expresar. Incluso para una nueva
criatura con un nuevo corazón, la
obediencia ha de conllevar una elección
consciente e intencional de hacer lo que Dios dice. Un
hábito de elección decidida a
obedecer la Palabra de Dios es el corazón mismo
de una vida de obediencia fiel por principio.
Donde la obediencia se
manifiesta en forma habitual (es decir,
como patrón de vida) existe la
obediencia verdadera. Pero donde se
le permite a la obediencia manifestarse de acuerdo a
cualquier principio que no sea la resuelta
elección de obedecer, no existirá la conformidad fiel a la voluntad
de Dios. La realidad de la vida cristiana es así de simple. La vida
cristiana en sí no lo es, 'descansando en Dios, déjalo todo a
El.' Es cierto que en nuestra obediencia debemos
buscar y depender del poder del Espíritu Santo, pero si llegamos a ser pasivos
y apáticos en la lucha contra el pecado, Dios no hará por nosotros lo que El
nos manda que
hagamos nosotros mismos. El no
obedecerá por nosotros.
No debemos permitir
que una vida de obediencia fiel sea
trastornada por sentimientos que desvían o por el hecho de nuestra corrupción
remanente. Si nuestra obediencia está acompañada de buenos sentimientos,
alabemos al Señor por ello. Pero si nos sentimos mal y decaídos de espíritu,
nuestro deber no cambia. Si nuestra
corrupción remanente de pecado se
opone al camino de obediencia fiel, Dios no nos excusa de
la obligación de obedecerle. Y hasta que abracemos esta perspectiva con toda
nuestra alma, caminaremos cojeando y
tropezando todos nuestros días. A menos que
luchemos vigorosamente contra las emociones que desvían y
contra el pecado remanente, muy poco conoceremos de la
verdadera vida de obediencia consciente y fiel a Dios.
Estimado lector, ¿Cuál es
tu caso ante Dios? ¿Obedeces a Dios sólo
cuando te conviene o cuando te es cómodo a tus sentimientos y a
otras circunstancias, como si esta
obediencia fuera algo que te llevara en un lecho de
delicias? Cuando tu alma se
consterna por la tormenta de la corrupción interna y remanente, y tu
mente está bajo el asalto del tentador, o tu cuerpo está cansado, ¿lanzas la
obediencia tuya al viento y vives como un pagano? ¿Tú
te vuelves del camino de obediencia fiel, porque no
tienes ganas hoy para obedecer? Si
encajas en esta descripción, quiero por
lodos los medios posibles alejarte de esta mentalidad. Yo
ruego a Dios que El arranque esa actitud de
tu corazón, y la cambie por un
espíritu de obediencia disciplinada, resuelta para hacer la voluntad de Dios,
cueste lo que cueste.
l. Las Raíces de una Vida de
Obediencia Consciente y Fiel
¿Cuáles son las raíces de
una vida de obediencia fiel? Si tú y yo vamos a entregar a Dios una
vida de conformidad consciente a su voluntad, ¿cuáles son las
razones fundamentales que deben formar la base de nuestra
obediencia? El salmista nos contesta
diciendo: "Mi porción es Jehová; He dicho que guardaré
tus palabras." Nuestro texto muestra dos de las
raíces de una vida de obediencia fiel y disciplinada:
1) La
respuesta decidida y salvadora a
Dios - "Mi porción es Jehová;"
2) Un
compromiso resuelto para servir a Dios y hacer su voluntad -
"He dicho que guardad tus palabras."
Sin que se arraiguen estas
raíces firmemente en el corazón, nunca se verá una vida
de obediencia fiel de principio.
Primero, el salmista afirma que Jehová, el gran
Dios del pacto (es decir, el Dios que se ha manifiesto a nosotros en
la persona de Jesucristo) es su porción. En otras palabras, ha
tomado a Dios mismo como el
objeto supremo de su amor y devoción. Ha escogido en
forma salvadora a Jehová para que sea su Dios.
¿Cómo expresa el
Nuevo Testamento esta perspectiva? Para
contestar esta pregunta en
la forma más sencilla y
clara, fijémonos en las declaraciones "Yo soy"
de Jesús en el evangelio de Juan. Jesús
afirma, "Yo soy el pan de vida." El
creyente verdadero confirma
del corazón, "Oh, Señor
Jesús, eres mi porción de pan. Yo
regocijo de tí como la única comida sana para
mi alma." El Hijo de Dios afirma. "Yo soy el agua de vida;
Si alguno tiene sed, venga a mí y
beba." El cristiano verdadero confirma, "Eres
la porción de mi copa y mi
herencia para siempre." Cristo afirma, "Yo soy el
camino y la verdad
y la vida; nadie viene al
Padre, sino por mí." La nueva criatura en
Cristo confirma, "Yo escojo tu camino, tu verdad, tu vida, repudiando
cada camino erróneo; sólo Tú eres mi
porción en este mundo y el mundo por
venir." Este es la
esencia misma de la conversión
bíblica: escoger a Jehová, recibir a
Cristo conforme a los términos de la auto revelación que
nos ha dado en su Palabra, y abrazarlo
como nuestra porción, como nuestra vida.
Estimado lector, si
jamás has visto tu pecado y reconocido tu
necesidad desesperada de la provisión salvadora de Dios
manifestada en Jesucristo, si no has confesado tu
necesidad desesperada de lo que sólo
Cristo puede dar a los pecadores desprovistos en virtud
de su vida perfecta y su muerte por el
pecado, entonces una vida de obediencia fiel a Dios
es imposible para ti. Toda tu resolución para vivir una vida de
obediencia fiel terminará en la frustración total, o llegarás a ser
un hipócrita contentándote con una conformidad externa a un
código de ética y una forma de religión que
puede ganar el aplauso del hombre pero
carece del favor de Dios. Para hacer la voluntad de
Dios, primero tienes que escoger en
forma salvadora a Jehová para que sea tu Dios.
Por la gracia de Dios, hay
muchos que han hecho tal elección salvadora. Sin embargo,
ésta es sólo la primera raíz de
una vida de obediencia consciente y fiel. Unida a ella
está la segunda: un compromiso resuelto para servir a Dios y hacer
su voluntad. Si en verdad has escogido a
Jehová como tu
porción salvadora, entonces también
tendrás un compromiso determinado para servir a
Dios y hacer su voluntad. El
salmista dijo, "He dicho {como expresión de
la resolución profunda de su corazón] que
guardaré tus palabras." El Dios que es su
porción, también es su Señor y Soberano. El salmista no
sólo ha escogido a Jehová como su Dios conforme a su
auto-revelación salvadora, sino también ha
escogido la palabra de
Jehová como la norma de su vida. Elucidando
este pasaje, Carlos Bridges observó,
"Si escogimos al Señor
como nuestra porción, también tenemos que escogerlo como
nuestro Rey. 'He dicho' significa su
resolución decidida 'que guardaré tus
palabras.' Aquí el cristiano se
completa escogiendo al Señor como su porción y su palabra
como su regla.
...Todo lo que somos y todo lo que
tenemos son suyos, alegremente rendido a El conforme a su derecho, y
de buena gana empleado en su obra. Así evidenciamos nuestra herencia en su
salvación."
Carlos Bridges, Salmo 119: Una
Exposición; página 143 (1827 edición; Banner al Truth. 1977),
¿Tienes tú
las raíces esenciales de
una vida de obediencia
fiel? ¿Por la gracia de Dios, has escogido a El mismo, como es
revelado en Cristo, para ser su porción? No te estoy preguntando si
has escogido vivir una vida moral, o si has escogido asistir a la
iglesia, o si
has escogido solicitar las oraciones de
una iglesia. ¡No! Te pregunto, ¿Te ha revelado el
Espíritu Santo la profundidad de tu necesidad que sólo se puede
suplir en la persona y la obra del Señor
Jesucristo? ¿Has escogido a El como tu porción? y
¿Has tenido un compromiso resuelto para servir a Dios y hacer su voluntad? ¿Demuestras la
sumisión alegre de tu voluntad a la autoridad de su voluntad, escogiendo su
Palabra como la regla de tu vida?
¿Es ésta la característica de tu
vida? Si no, entonces no tienes una base bíblica para decir que eres
cristiano. Y esto puede ser el corazón del problema por el cual te falta la
obediencia consciente y fiel. A
ti te falta la raíz
del asunto. No has escogido a Dios
mismo en forma salvadora, y
te falta un compromiso resuelto para
servirle. Entonces ahora mismo, mientras que El esté
cerca en su gracia y misericordia, escoge tú al Señor y póstrate ante El.
Sométete al yugo de Cristo quien dijo, "mi yugo es fácil, y
ligera mi carga." (Mateo 11:30)
II. El Clima de una Vida de Obediencia
Consciente y Fiel
El texto de
nuestro estudio no
solo demuestra las raíces de una vida de
obediencia fiel, también describe el clima en que esta vida existe. ¿Qué es el
clima, el ambiente espiritual de una vida de
obediencia disciplinada? De acuerdo con
el texto, hay dos elementos de tal clima:
1) Una
dependencia de Dios expresada por la oración
verdadera "Tu presencia supliqué de todo
corazón;"
2) La
fe en la provisión prometida por Dios "Ten misericordia
de mi según tu palabra."
El
salmista primero habla de un
clima de dependencia en Dios expresado por
la oración verdadera. Enfrentándose con
el deber de obedecer la Palabra de Dios, sintió
su debilidad y tendencia al fracaso, por eso hizo la única cosa
razonable que pudo hacer bajo tales circunstancias: oraba. Con todo su corazón
suplicó el favor de Dios, rogando que el Rey le diera
la gracia y las fuerzas para hacer
la voluntad de su Amo.
¿Puedes ver de lo que el
salmista se dio cuenta? Sabía que teniendo la raíz en sí no
era suficiente. El Señor era su porción y se había
jurado para obedecer la Palabra de Dios. Sin embargo,
sabia también que aun
la resolución de un
corazón renovado no era suficiente, sin la
provisión actual de la gracia. Por
eso, el clima en que su vida de obediencia consciente y fiel fue
expresada, era la de una dependencia piadosa de Dios. Solo el Señor
le podía dar el poder para obedecer fielmente.
El salmista también habla de
la fe en la provisión prometida por Dios, como otro
elemento del clima de una vida de obediencia fiel. El ora, "Ten
misericordia de mí." Pero ¿cuál es la medición de su
esperanza de misericordia? Se proporciona con la
largueza y la forma de las promesas de Dios: “Ten
misericordia de mi ( según tu
palabra." Es decir,
"Ten misericordia de mi según has prometido en tu
Palabra."
Este es el clima de la vida de
obediencia consciente y fiel. Es un clima en
que hay el reconocimiento de que
en nosotros, es decir en nuestra carne, no mora el bien. El
cristiano que vive en tal clima confiesa la veracidad de las palabras de
Cristo: “Sin mí, nada podéis hacer." (Juan 15:5) Esta
convicción por consiguiente te, nos obliga a suplicar el favor de
Dios con todo nuestro corazón. Nuestro gran ánimo para orar es que Dios
nos ha prometido en su Palabra proveer todo lo que necesitamos para hacer
su voluntad. Como Pedro afirmó, "Como todas las cosas que
pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino
poder." (2 Pedro 1:3) Dios ha
dicho, "Bástate mi gracia" (2 Corintios 12:9) y "el
pecado no se enseñoreará de vosotros." (Romanos 6: 14) De
acuerdo con la promesa de Dios, la esperanza del cristiano es: “Todo lo puedo
en Cristo que me fortalece." (Filipenses 4: 13) Tales
promesas preciosas llegan a ser el material que el
creyente usa para hacer
su súplica. No viene lloriqueando a
Dios: 'Oh Dios, he vuelto a fallar; de
alguna forma ayúdame salir en adelante.'No.
Suplica la misericordia que ha de ser
concedida conforme a las promesas reales de Dios.
Estimado lector cristiano, debes
aprender a cultivar un clima que fomenta una vida de obediencia consciente y
fiel, un clima de la confesión de tu debilidad y una
dependencia total de Dios que te obliga a orar con todo
el corazón. Algunos creyentes tienen
mucho trabajo que hacer para cultivar tal clima, particularmente
ante el trono de la gracia, pero aparentemente no se dan
cuenta, viendo los hábitos de su vida de oración. Puedes
gemir y lamentar el progreso tan flojo en la gracia, pero si no
quieres orar, los andrajos de una vida floja serán las marcas de la condenación
de Dios sobre tu falta de oración. "No tenéis," dice
Santiago, "por que no pedís. "
Dios ha ordenado la oración
como el gran medio de cambiar tu debilidad por su poder, y
si menosprecias este medio descuidando la oración,
entonces no vas a prosperar en tu andar cristiano. Puedes correr de
un pastor al otro, buscando cien veces a la semana su consejo, pero
sin orar no progresarás en el crecimiento cristiano, ni en la
victoria sobre el pecado remanente de tu carne. Algunos de ustedes estén
luchando con los pecados que los asedian. pero aún no asedias
diariamente (o muchas veces al día) a Dios suplicándole que
marchite la raíz de estos pecados, que
derrame en tu corazón, mente y
espíritu la virtud de Cristo que mata
el pecado. No imploras a Dios con
todo el corazón, pero aún te
preguntas porque caes tan fácilmente
ante la tentación. Haces un ensayo a medias para arrepentirte y
resuelves a hacer mejor, pero sabes bien que
mañana volverás al mismo lugar en
que andabas hoy. Pero aún no lloras suplicando a Dios con todo el
corazón. En realidad, estás jugando con Dios y con el
pecado.
El clima de una vida de obediencia fiel
ha de ser marcada por la dependencia de Dios
expresada por la oración verdadera y por la fe en
la promesas de Dios. Querido cristiano, debes
de aprender a tomar las promesas de Dios y
usarlas como combustible para el orar. Debes de aprender a
luchar con Dios en secreto y a implorarle con certeza de sus
promesas. Sin esto, no conocerás la vida de obediencia
consciente y fiel.
Acaso podrás pensar; 'Pastor, yo
esperaba alguna fórmula potente y
conmovedora para la vida cristiana, y me has regresado a la mera
oración y lectura de la Biblia. Esto oía yo cuando era un
cristiano recién nacido.' Pero ¿sabes
por qué no te has adelantado bien en este camino de santidad? Porque
no escuchaste lo que oíste. Yo te he regresado a la oración
y lectura de la Biblia porque es exactamente el lugar a
donde el texto
bíblico nos lleva. Los medios que
Dios ha ordenado para crecer en la gracia son sencillos,
no exóticos. Y si pasamos por alto o nos desviamos de estos medios sencillos,
buscando siempre alguna otra fórmula mágica, entonces estamos
condenados a andar cojos todos nuestros días.
III. El Proceso Efectivo de una Vida de
Obediencia Fiel
Ya hemos visto la raíz y el clima de
una vida de obediencia consciente y fiel. Y ahora ¿qué es el proceso
práctico y concreto que resulta en esta
clase de vida? ¿Qué es
el proceso mental,
emocional, volicional y espiritual? La
respuesta a esta pregunta nos es dada en los versos
remanentes de nuestro texto;
"Consideré mis caminos, y
volví (mis pies a tus testimonios. Me apresuré, y no me retardé en
guardar tus mandamientos." (Salmo 119:59-60)
Primero, el proceso práctico de obediencia
consciente y fiel empieza con la auto-examinación honesta:
“Consideré mis caminos." Estas palabras
expresan la realidad de la auto-consideración honesta de parte del
salmista. El afirma que conscientemente
y deliberadamente ejercita su mente con
respeto a sus caminos, esto es, las características de su
conducta. Nuestros caminos son los hábitos de nuestra vida, por
ejemplo, cómo pasamos nuestro tiempo y gastamos nuestros recursos,
cómo respondemos a nuestros esposos o esposas y a nuestros hijos, cómo nos
relacionamos con nuestros compañeros de trabajo y
nuestros vecinos, cómo razonamos, hablamos y actuamos - todo lo que
constituye el tejido de nuestras vidas.
El proceso efectivo de una
vida de obediencia fiel involucra una
evaluación sobria y realista de
cómo somos. Hace muchos años un amigo mío iba a predicar
en la provincia de Carolina del Sur y eventualmente se
extravió por completo. Ni idea tenía de
donde era, ni
podía encontrar letrero alguno para
dirigirse a su destino, ni su mapa le fue de ayuda. Sin embargo,
concluyó que si podía encontrar dónde estaba, también podía encontrar el camino
para su destino. Y mientras que estaba andando en su
carro, espiaba a un chico negro junto al
camino. Parándose, dijo al niño, 'Chico, me he
perdido, pero creo que si supiera yo donde estoy,
podría encontrar mi
camino. ¿Me puedes decir dónde estoy?'
'Señor,' dijo el chico, 'está usted aquí. Sí señor, es exactamente
donde está, porque ud. no está a ningún otro lado.' Y Dios me ha
traído las mismas palabras de este chico a mi memoria para
recordarme de la verdad que 'aquí
estás' es exactamente el lugar en donde estoy
espiritualmente. Lo que soy y donde estoy es exactamente como soy y
donde estoy realmente.
Lector apreciado, ¿en
realidad sabes dónde estás espiritualmente? ¿Alguna vez,
te has parado para pensar o preguntar? El salmista
quería saber la realidad de
su estado, Consideraba sus caminos,
reflexionaba en el patrón de su vida; y es patente que no lo hizo en
una forma superficial o general, sino ante la Palabra de
Dios porque dice, "y volví mis
pies a tus testimonios." Jamás conocerás el
patrón de obediencia fiel sin que te examines habitualmente conforme
al mapa de la Palabra de Dios. ¿Suena como
labor? ¡Claro que sí, es
labor! 'Pastor, ¿quieres decir que tengo que hacer
esto aun cuando no tenga ganas?' ¡Cierto, aun
cuando no tengas
ganas! '¿Quieres decir que aunque sepa
yo que me sentiré mal confrontándome con mi pecado?' Sí,
aún cuando sea doloroso el proceso de auto-examinación.
Sin
embargo, la auto-examinación honesta ante la luz de
la Palabra de Dios no basta. Solo, no producirá la vida
de obediencia fiel. También se requiere agregar el cambio consciente
de los hábitos de pensar y
actuar. Cuando consideras tus
caminos a la luz de la Palabra de Dios y
descubres el pecado que requiere el
cambio, ¿acaso el
dolor del descubrimiento del mal
en ti y la expectativa de la guerra
espiritual necesaria para mortificarlo, te causan que
vuelvas del campo de guerra? ¿Prendes la tele o lees el
periódico o haces tus quehaceres o busca de otra diversión para no
tener que tratar con la situación? No es lo que hizo el
salmista. Cuando descubrió un mal hábito contrario a
la Palabra de Dios, una arruga en
su vida que le desviaba, una irregularidad
que no se conformaba con la norma de la moralidad de Dios, él se puso a
alterar sus actitudes y su conducta. La
auto-valoración honesta le condujo a una alteración consciente: “y volví mis
pies a tus testimonios."
Fíjate en que dijo que
él mimo lo hizo; él mismo volvió
sus pies a los caminos de la obediencia a la Palabra de Dios. No
dijo que consideraba sus caminos y luego oraba
que Dios le volviera sus pies. Dijo, 'Volví mis
pies'. En otros lugares, por ejemplo en Salmo 119,
él oraba que Dios le volviera. Y en nuestro texto nos
dice que "Tu presencia supliqué de todo
corazón." Era un hombre de oración. Vivía en
el clima de
dependencia del poder de Dios. Pero no
esperaba que la gracia y poder de Dios reemplazaran o pasaran por alto la
acción consciente de su propia voluntad.
¿Qué significa el ejemplo del salmista
para nosotros? Quiere decir, por ejemplo, que cuando has orado,
'Dios, ayúdame a guardar pura la mente,' y luego un programa de la tele
presenta unas escenas escandalosas, ¡la apagas! Quiere
decir, que si no tienes la madurez cristiana y
resolución para apagarla, te despojes de la
tele para mantener una conciencia limpia ante Dios. Quiere decir que
cuando has orado, 'Oh, Señor, ayúdame con el mal hábito de comer demasiado,'
luego pones límites fijos a lo que se mete en el refrigerador y en
la boca, y te mides con la báscula diariamente
para ponerte honesto ante Dios. La determinación para vivir una vida
de obediencia fiel quiere decir que ha de ser un compromiso al
cambio consciente de los hábitos de la vida. Los pasos se deben determinar para
asegurar que los mandatos de la Biblia y las exigencias de una
conciencia iluminada por ella son llevados a cabo al nivel de las
actitudes y acciones reales.
No hay ni una palabra en nuestro texto
referente a los senti- mientos o las ganas, ni una sola palabra que nos
consuele dicien- do que no será dificil. El salmista sabía bien que el cambio
de los malos hábitos del pecar es penoso, labor
dura. Pero también, sabía que la
expectativa penosa de mortificar el pecado no debe de causarle
que negara su obligación o
demorara su deber para otro tiempo. Sabía que
la cobardía y la demora son los enemigos de la obediencia consciente a
Dios. Por esto agrega, "Me apresa ri, y no me
retardé en guardar tus mandamientos." Cuando su
conciencia fue convencida de que su conducta era contraria a la voluntad de
Dios, cambió ésta de inmediato.
Cuando leemos esta afirmación, "me
apresuré, y no me retardé en guardar tus mandamientos,"
aprendemos que el salmista estaba comprometido a una obediencia completa e
inmediata. No escogía por partes la Palabra de Dios como si fuera en
una cafetería. No dijo, 'Esto me parece fácil y por eso lo
cambio, pero eso me parece difícil y querrá decir
deshacerme de unos malos hábitos de mucho
tiempo. Eso será igual a quitarme el ojo o cortarme la mano, y por
eso lo dejo para otro tiempo.' ¡No lo
hizo! Su preocupación era los
mandamientos de Dios - fíjate en el plural todos de
ellos.
Jesús nos dijo que si nuestro ojo nos
ocasiona el pecar, mejor nos es quitarlo, porque mejor es que se
pierda uno de nuestros miembros, y no que todo nuestro
cuerpo sea echado al infierno. Con unos de
ustedes, en el
fondo no crees en verdad que
esta clase de mortificación radical del pecado es
necesaria, y es una razón por la cual no
progresas en la obediencia y
santidad. No eres drástico en eliminar los malos hábitos
del pecado para cambiarlos inmediatamente y completamente, porque de
alguna manera te has engañado para creer que puedes vivir una vida
floja y ociosa, y todavía tener la confianza de que eres hijo de
Dios en rumbo del cielo. A pesar de todos los pasajes que enseñan que el pueblo
de Dios es una gente obediente, sigues con este auto-engaño.
¡Cuidado de tardarte en alterar
cualquier hábito de conducta que se pone a
la luz de la presión convincente de
la Palabra de Dios y de la conciencia! El resultado común
de tal tardanza es la dureza de corazón. La Biblia nos
advierte, "Si oyeres hoy su voz, no endurezcáis vuestros
corazones." (Hebreos 3: 15) ¿Cuál es
la conexión entre la urgencia en tratar con el pecado y el peligro de endurecer
el corazón? Primero, no hacer caso a los mandatos
de nuestra consciencia tiene
un efecto mortificador sobre nuestra capacidad de
escuchar su testimonio. La gente que vive en las ciudades ya no oye
el ruido del tránsito, habiéndose acostumbrado a no hacerle caso. Igualmente,
la gente que se acostumbra a ignorar la voz de la
conciencia, tarde o temprano, llega a ser sorda a
ella. Segundo, el no hacer caso a
los mandatos de la conciencia disminuye la fuerza con la que ésta
nos habla. Los niños que descubren que
sus padres habitualmente no los escuchan,
dejan de hablar con ellos. Igualmente, las conciencias que habitualmente son
ignoradas, dejan
de protestar con vigor real contra
los pecados de sus dueños. Volver la espalda a nuestras
conciencias nos lleva a presionamos menos y menos hasta
que el corazón se endurece a los reclamos de la Palabra de Dios.
¡Qué maravilloso
ejemplo vemos en la vida de David, de un hombre bajo la presión de
una conciencia tierna que le apresuraba, y no se retardaba en tratar
con el pecado! El rey Saúl le estaba buscando para matar. Sin embargo, la
Providencia puso a Saúl en un lugar en
que David lo
hubiera podido matar, pero David le
salvó la vida. Aparentemente, para probar luego a Saúl
que le hubiera
podido matar fácilmente, David cortó un pedacito del
manto de Saúl. Pero en cuanto lo hizo, su corazón le sacudió que
había tratado irrespetuosamente a
Saúl, el ungido por Dios (1 Samuel 24:5-6). La
respuesta inmediata de David al golpe de su conciencia era confesar
su pecado a los compatriotas que le seguían, y también a
Saúl, aunque la confesión a Saúl le expuso al riesgo de su enojo y
venganza. David se apresuró y no se retardó en mantener una buena
conciencia hacia Dios y los hombres.
No hay nada en la historia de la
confesión de David referente a esperar hasta que tuviera
ganas para hacer lo correcto, ni una
palabra en cuanto a sus emociones o sus ganas. David
actuaba conforme a principios. Estimado lector, jamás vas
a correr la carrera con paciencia, poder y
constancia hasta que las cadenas de tus emociones estén
quebradas. ¿Estás esperando una ola de sentimientos bellos que
lleguen a la orilla de tu corazón para llevarte con su emoción? ¿Eres como el
deportista de surf, esperando, esperando, esperando la ola
perfecta? Si es así, nunca vivirás una vida de
obediencia fiel a la Palabra de Dios.
Una vida de obediencia por
principios requiere que los elementos de nuestro texto lleguen a ser
parte del tejido de nuestro carácter. Quizá, algunos de ustedes fueron criados
razonando que si
no tuvieras las ganas, entonces no tenías que hacerlo. Fuiste
consentido por tus padres. No
te obligaron a hacer alguna cosa que no te
complaciera. La obediencia era algo opcional y voluntario, y no tenías
que aprender la disciplina y el régimen de una
obediencia obligatoria. En un sentido, eres
digno de conmiseración y es de esperarse que vivas
conforme a tus emociones y tus ganas, en vez de principios.
Pero al otro lado, debido a la luz y
verdad que tienes ahora, si sigues viviendo así, es patente que eres culpable,
y Dios Todopoderoso te hace responsable y requerirá
cuentas si no cambias tu mala conducta sujeto a ganas en
vez de principios. Vivir conforme a la
perspectiva bíblica debe de llegar a ser un hábito
espiritual. Y si actualmente no vives así, tienes que
empezar a hacerlo hoy, ahora mismo. Si hay cosas en
tu vida que requieren aclaración y
rectificación, no digas, 'Mañana, Señor.' Hoy
mismo trata con tu pecado. Ahora mismo inicia una vida de
obediencia fiel de principios.
IV. El Galardón de una Vida de Obediencia Fiel
Debemos vivir
una vida de obediencia fiel por
causa de su
propia valía, simplemente porque es correcto
hacerlo. La voluntad divina debe de ser obedecida porque
es la voluntad de Dios. Si no fuera
fruto positivo resultante de tal vida, si no hubiera
recompensa, de todas formas debemos de ser motivados para vivir asi,
simplemente porque a Dios le agrada. Sin embargo, como
más motivación, Jesús habló
de bendiciones especiales en esta vida que
disfrutan aquellos que viven en conformidad consciente con la Palabra
de Dios:
Si me amáis, guardad mis
mandamientos.... El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me
ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré
a él.... El que me ama, mi palabra guardara; y mi Padre le
amara, y vendremos a él, y haremos morada
con él. (Juan 14:15, 21, 23)
Una vida de obediencia consciente y
fiel constantemente afirma y prueba la realidad de nuestro amor a Cristo. La
obediencia a Cristo demuestra la veracidad de nuestra profesión. Como la fe, el
amor se demuestra por obras, no simplemente por palabras. Por
nuestros hechos nos probamos a nosotros mismos que somos lo que decimos:
amantes de Cristo, y amantes de Dios. La seguridad de que no somos hipócritas
es una gran bendición. Y con la evidencia sólida de la realidad espiritual por
dentro, pueden descansar nuestros corazones.
Pero Jesús nos adelanta más. No solo
consuela a nuestros corazones una vida de obediencia fiel, confirmándonos que
nuestro amor por Cristo es genuino, sino también la presencia de
Cristo morando en nosotros afirma que a Dios le agrada bendecir a su pueblo
obediente. El galardón actual de una vida de obediencia consciente y fiel es el
privilegio de gozar de la presencia de Dios. La comunión presente con Dios es
una maravillosa bendición prometida a un pueblo obediente, y es una
gran prueba de que Dios nos ama. Su disposición para manifestarse a nosotros y
morar con nosotros es evidencia que nos ama profundamente.
La Biblia promete bendiciones preciosas
en esta vida a aquellos que viven una vida de obediencia consciente
y fiel. ¿Quieres la seguridad sólida de que eres un cristiano
genuino, un amante verdadero de Cristo? ¿Anhelas disfrutar de la comunión con
Dios, y la seguridad de su amor? Si tu respuesta es positiva,
entonces encontrarás estas bendiciones espirituales solamente a través de una
vida de obediencia consciente y fiel. Estas son las bendiciones que Jesús
prometió a los que le obedecen a Él.
¿Sabías que Jesús mantuvo
una comunión sin ruptura con su Padre por una vida de obediencia
fiel? Jesús dijo: “Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en
mi amor; [es decir, permaneceréis en la realidad y el conocimiento
de mi amor) así (como yo he guardado los
mandamientos de mi Padre, y permanezco en su
amor. Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en
vosotros. y vuestro gozo .sea cumplido." (Juan 15:10-11)
¿Cómo llevaba Jesús en su alma santa,
la seguridad constante y el gozo del amor de su Padre? Por vivir una
vida de obediencia consciente y fiel. Y ¿qué deseaba para sus
discípulos? Deseaba que ellos imitando su vida de obediencia fiel,
conocieran el gozo de la comunión bendita con Dios en toda su plenitud.
Arraigada en la mente y corazón de
Jesús fue una conciencia de la voluntad de su Padre. Y en cuanto reflejaba en
sus caminos, volvía sus pies vez tras vez a
la senda de la obediencia. Era su compromiso a
la obediencia fiel de principios que le condujo a la prueba de Getsemaní: y era
su compromiso a la obediencia fiel que le condujo a
través de Getsemaní a la cruz del Calvario. Y cuando las
tinieblas empezaron a exprimir su
espíritu y contemplaba la copa que
tendría que beber, cuando
toda su alma santa sentía el horror del bautismo
terrible del desamparo de su Padre que le esperaba,
cuando gritaba, "Padre, si quieres, pasa de mi esta
copa", cuando todas sus emociones le estaban llamando del camino a la
cruz, Él dijo: "pero no se haga mi
voluntad, sino la tuya?
El compromiso de Jesús a una vida de
obediencia fiel le causó a aplastar toda inclinación natural de
rehusar la agonía de la crucifixión cruel y la vergüenza de ser colgado desnudo
ante Ia mirada ruda de las multitudes. Tenía que aplastar cada
sentimiento santo de asco, al pensar en la ruptura de
relaciones con su Padre, y ser separado de la comunión consciente con
El, una comunión que había conocido desde la eternidad y sobre la
cual jamás había aparecido una sombra de duda. Pero
ahora, sería sumergido en las tinieblas totales; aún así decía, "pero
no se haga mi voluntad; sino la tuya."
Querido lector, si Jesús no
hubiera vivido una vida de obediencia consciente
y fiel, no tendríamos a un
Salvador. Si Jesús no estuviera comprometido para
obedecer la voluntad del Padre sin mirar al costo,
no habría ido a la cruz del Calvario para morir por los pecados de su
pueblo. Pero sí obedeció a su Padre; sí, se fue al
Calvario. Y murió para tener a un
pueblo comprometido con una vida de obediencia fiel. No murió para
tener a un pueblo que se desviara de hacer su voluntad conforme a sus caprichos
o los impulsos de sus sentimientos, un pueblo gobernado por sus
humores. No murió para
que los maridos amaran a sus
esposas sólo cuando tuvieran ganas, o que las mujeres se sometieran a sus
maridos sólo cuando se sintieran bien, o que
los hijos obedecieran a sus padres sólo
cuando quisieran, o que su
gente orara y llegara a la casa de Dios sólo
cuando quisiera. No, Jesús murió para salvar a
su pueblo de su pecado y tenerlo conformado a su imagen virtuosa,
una vida de obediencia fiel de principios.
¿Tienes las raíces de tal vida en
tí? ¿Has escogido a Dios y su salvación para hacer un
compromiso resuelto para servir a Dios y hacer su
voluntad? Si no, entonces te suplico, ve a Dios y ruégale
que Él te de estas raíces. ¿Vives
en un clima de dependencia consciente de Dios,
expresada en la oración verdadera, y el clima
de la fe en la provisión prometida
por Dios? ¿Haces la auto
examinación honesta a la luz de la norma objetiva de la Palabra de
Dios? ¿Haces los cambios inmediatamente
y totalmente de los hábitos malos del pecado, volviendo tus pies en el camino
de los estatutos de Dios?
Puedes decir,
"Pastor, si esto es
la religión verdadera, entonces es demasiado
difícil. Yo no la
quiero." Pues, mi amigo, la única
alternativa a la religión bíblica es la fabricación de la tuya propia. Pero
si agarras este camino, tendrás que
estar listo para perderte con tu religión falsa. La única
religión que es verdadera y salvadora es la que la Biblia autoriza. Y la única
que la Biblia autoriza es la que produce una
vida de obediencia consciente y fiel.
Por A. N. MARTIN
Soli Deo Gloria