jueves, 14 de septiembre de 2017

,

El Bautismo y la Unidad de la Iglesia (CBL 1689)

¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? (Ro. 6:3).

Pues por un mismo Espíritu todos fuimos bautizados en un solo cuerpo, ya judíos o griegos, ya esclavos o libres, y a todos se nos dio a beber del mismo Espíritu. (1 Cor. 12:13.)

El apóstol Pablo plantea una pregunta acerca de nuestra santificación: ¿No saben ustedes que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús fue bautizado en su muerte? Romanos 6: 3 La pregunta de Pablo en este pasaje apela tanto a la realidad del bautismo como al significado fundamental del bautismo en la vida cristiana. Debido a que hemos sido "bautizados en Cristo Jesús", este pasaje simboliza lo que se ha hecho por nosotros. En un nivel fundamental, el bautismo apunta a Jesucristo y a nuestra unión con Él por la fe. Y Dios nos concede en  herencia todos los recursos en gracia que necesitaremos para  ser llevados del pecado a la salvación, de la muerte a la vida, y de la tierra al cielo. De esta manera, estamos llamados a enfocarnos y ver lo que significa el bautismo. El bautismo es un signo visible de nuestra unión con Cristo en su muerte y resurrección. Es una imagen de nuestro "injerto en Cristo, de la remisión de los pecados, y de su entrega a Dios, por Jesucristo, para caminar en novedad de la vida.

Confesión Bautista de Fe de Londres, Cap. 29 Parr. 1
El bautismo es una ordenanza del Nuevo Testamento instituida por Jesucristo, con el fin de ser para la persona bautizada una señal de su comunión con él en su muerte y resurrección, de estar injertado en él, de la remisión de pecados  y de su entrega a Dios por medio de Jesucristo para vivir y andar en novedad de vida.

A medida que la fe se aferra a esta verdad del evangelio, estamos llamados a recordar lo que nos dice acerca de quiénes somos en Cristo. Esta es la razón por la cual muchos catecismos Reformados nos enseñan a recordar o "mejorar" nuestro.

El bautismo no crea una nueva identidad que exista junto con otras identidades terrenales; más bien el bautismo dice que "tú has muerto y tu vida está escondida con Cristo en Dios" (Colosenses 3: 3). En otras palabras, el bautismo cristiano no crea una crisis de identidad; el bautismo proclama que la vieja vida en Adán se ha ido y la nueva vida en Cristo ha comenzado. Para muchos, la dinámica hombre viejo / hombre nuevo es usualmente interpretada únicamente en el contexto del pecado dentro de los cristianos individuales. Sin embargo, la dinámica hombre viejo / hombre nuevo tiene un contexto más amplio. La muerte del viejo hombre ocurre dentro del contexto de ser separada de nuestra unión con Adán (Romanos 5: 12-21) y de ser liberada de este presente siglo malo (Gálatas 1: 4). De la misma manera, nuestra nueva vida en Cristo ocurre dentro del contexto de estar unidos a Cristo (Romanos 6: 1-3) y de ser entregados al Reino de Cristo (Colosenses 1:13). Así, cuando uno está en Cristo, es una "nueva creación" (2 Corintios 5:17). Nuestro bautismo cristiano testifica que la nueva naturaleza ha dado inicio ha entrado. Esto implica que  este mundo ha terminado. ¿Cómo se aplica esto a la identidad? Para muchos si somos honestos con nosotros mismos, hemos sido entrenados para vernos a nosotros mismos, no a la luz de nuestro bautismo, sino a la luz de todas estas otras identidades. El bautismo cristiano testifica que estamos unidos a Cristo y que estamos unidos el uno al otro. El bautismo da testimonio de que todos hemos sido vestidos en Cristo. Esta no es una declaración de aspiración, pero es un hecho debido a lo que Cristo ha hecho. Dentro del ámbito de nuestra unión con Cristo, no hay judíos ni griegos, ni esclavos ni libres (es decir, distinciones de clase), ni hombres ni mujeres (es decir, distinciones de género / sexo), es decir ninguna distinción étnica / nacionales [cf. Colosenses 3:11, Gálatas 3:28]. Los lentes que nuestra sociedad nos ha enseñado a vernos y este mundo no son válidos para aquellos en unión con Cristo. Debido al evangelio, la Iglesia es el lugar donde los que formalmente eran enemigos (ya sea por razones sociales, históricas o políticas) se aman realmente genuinamente. Este punto no puede enfatizarse lo suficiente porque la historia humana es verdaderamente una historia de conflicto. Lo vemos en la narración bíblica a partir de Génesis 4 y estos diversos conflictos permanecen en el fondo a través de la historia del Antiguo Testamento. A la luz de la historia humana, la verdadera pregunta NO es por qué las naciones y las sociedades tienen conflictos; más bien, la verdadera pregunta es ¿cómo las naciones y las sociedades tienen paz entre sí? En el evangelio, Cristo no sólo ha eliminado la hostilidad de larga data entre judíos y gentiles; Cristo ha derribado la hostilidad entre grupos de personas y ha formado un nuevo pueblo - la Iglesia (Efesios 2: 11-22). Es por eso que es notable que la Iglesia sea conocida por su amor unos a otros, independientemente de su historia (ver Juan 13:35). El Bautismo apunta a todas estas maravillosas realidades que forman nuestra identidad y nos unen, pero es cierto que los cristianos viven en medio de dos edades ("la edad presente del mal" y "la era venidera"). Los poderes de estas dos edades siguen siendo competidores para nuestro estilo de vida como cristianos y nuestra comunión unos con otros en la Iglesia. Por eso debemos recordar constantemente nuestro bautismo. Se sabe que cuando Martín Lutero luchaba contra la tentación, se recordaba a sí mismo: "Yo soy bautizado". Creo que la misma exhortación es necesaria hoy. Cuando somos tentados a cuestionar nuestra identidad en Cristo o a juzgar a nuestros hermanos y hermanas en Cristo basados ​​en criterios no cristianos, debemos recordarnos constantemente que hemos sido bautizados en Cristo. Cuando estamos tentados de ser absorbidos por las conversaciones de raza / etnia y de vernos a nosotros mismos y a los demás a través de la lente de la identidad étnica y la cultura, debemos recordar constantemente que hemos sido bautizados en Cristo. Así, somos y pertenecemos a un pueblo diferente. 

Debemos recordar los que hemos sido bautizados en su santísimo nombre y que hemos sido "renombrados" en Cristo como miembros del cuerpo de Cristo. A medida que recordamos cada vez más nuestro bautismo, desarrollaremos una reacción visceral y ante cualquier cosa que intente socavar la verdad de nuestro bautismo e introducir el cisma y la división dentro de la Iglesia. Cuando recordamos nuestro bautismo, somos estimulados a tener nuestras relaciones humanas definidas por la santidad y la justicia, como es propio de aquellos que han entregado sus nombres a Cristo, y caminar unos con otros en amor fraternal, como es apropiado para aquellos bautizados por el mismo Espíritu en un solo cuerpo.
Soli Deo Gloria



miércoles, 13 de septiembre de 2017

,

La Teología de la Cruz de Lutero

Nadie podría haber esperado que la Reforma fuera lanzada por los Noventa y Cinco Tesis contra Indulgencias de Martín Lutero el 31 de octubre de 1517.  El documento mismo simplemente propuso el marco para un debate universitario.  Lutero estaba arguyendo solamente por una revisión de la práctica de indulgencias, no su abolición.  Es seguro que no estaba ofreciendo una agenda para amplia reforma teológica y eclesiástica.

De verdad ya había dicho cosas mucho más controversiales en su Disputación en contra a Teología Escolástica del 4 de septiembre de 1517, en que hizo una crítica de toda la manera en que se había hecho teología medieval por siglos.  Esa Disputación, sin embargo, pasó sin ninguna murmuración.  Hablando humanamente solamente era la única combinación de factores externos.- social, económico y político.- que hizo la disputación de más tarde la chispa que prendió la mecha de la Reforma.

La Disputación de Heidelbergo

Una vez que la mecha se había prendido, sin embargo, la Iglesia hizo un error fatal: permitió el Orden Agustino, a que Lutero pertenecía, a tratar el problema como si fuera una dificultad menor local.  Tenía que haber una reunión del Orden en Heidelbergo en abril 1518, y Lutero fue pedido presentar una serie de tesis bosquejando su teología, para que pudiera ser asesorado por sus hermanos.  Fue aquí, entonces, que los relativamente blandos Noventa y Cinco Tesis dieron a Lutero una oportunidad importante a articular la teología que había expresado en su Disputación de Septiembre.    

La Disputación de Heidelbergo es significante por dos cosas.  Primero, había por lo menos un otro futuro gigante de la Reforma presente.  Este fue Martín Bucero, el Reformador de Estrasburgo, quien terminaría sus días como catedrático de teología en Cambridge.  Un hombre de vasto intelecto y amplia visión ecuménica, Bucero tendría una influencia profunda sobre una generación de Reformadores, no menos a Juan Calvino. Y su primera experiencia del pensar de la Reforma fue provista por Lutero en Heidelbergo en 1518.  Sin embargo, mientras Bucero salió de la Disputación maravillando sobre como Lutero había atacado lo que la Iglesia había llegado a ser, perdió el corazón teológico de lo que Lutero estaba diciendo.  Este es el segundo punto de importancia: la teología de la Cruz.

La Teología de la Cruz

Hacia el fin de la Disputación, Lutero ofreció algunas tesis que parecen (de manera típica de Lutero) sin sentido, o por lo menos oscuros:

19.       Aquella persona no merece ser llamado un teólogo que mira las cosas invisibles de Dios como si fueran claramente perceptibles en aquellas cosas que han ocurrido actualmente [Rom 1:20].

20.       Merece ser llamado un teólogo, sin embargo, quien comprende las cosas visibles y manifiestas de Dios vistas por sufrimiento y la cruz.

21.       Un teólogo de gloria llama el mal bien y el bien mal.  Un teólogo de la Cruz llama la cosa lo que en realidad es.

22.       Aquella sabiduría que ve las cosas invisibles de Dios en obras como percibidas por el hombre es completamente vanidoso, cegado y endurecido.

Estos dichos en realidad encapsulan el corazón de la teología de Lutero, y un buen entendimiento de lo que quiere decir por los términos y frases oscuros que contienen arroja luz no solamente sobre el contenido doctrinal de su teología, pero también sobre la manera misma que él creyó que teólogos debían pensar.  De verdad está tomando el argumento explosivo de de I Corintios y desarrollándole a una agenda teológica total.

Al corazón de su argumento es su idea que los seres humanos no deben especular acerca de quien es Dios o como actúa de antemano antes de ver quien se ha revelado ser.  Así Lutero ve la auto-revelación como axiomática a toda teología.  Ahora, probablemente no hay ningún hereje en la historia que no estaría de acuerdo con eso, porque toda teología presupone la revelación de Dios, o sea en la naturaleza, razón humana, cultura o cualquier.

Lutero, sin embargo, tuvo una vista dramáticamente restrictiva de revelación.  Dios se reveló como misericordioso a la humanidad en la encarnación, cuando se manifestó en carne humana, y el momento supremo de esta revelación fue en la cruz en el Calvario.  De verdad, Lutero a veces se refería enigmáticamente a Cristo crucificado como “el lado atrás de Dios”, el punto en que Dios aparecía estar la contradicción misma de todo lo que uno podría razonablemente haber anticipado que estaría.

Los “teólogos de Gloria”, entonces, son los que construyen su teología a la luz de lo que esperan que Dios estará; y sorpresa, sorpresa, hacen a Dios parecer algo como ellos mismos.  Los “teólogos de la cruz”, sin embargo, son los que construyen su teología a la luz de la revelación por Dios de si mismo en Cristo colgado en la cruz.

Implicaciones

Las implicaciones de esta posición son revolucionarias.  Para comenzar, Lutero está exigiendo que todo el vocabulario teológico sea revisado a la luz de la cruz.  Tomar por ejemplo la palabra poder.  Cuando teólogos de gloria lean acerca del poder divino en la Biblia o usen el término en su propia teología, suponen que es análogo al poder humano. Suponen que puedan llegar a un entendimiento del poder divino por magnificar a un grado infinito la cosa más poderosa de que pueden pensar.  A la luz de la cruz, sin embargo, este entendimiento del poder divino es el opuesto directo de lo que se trata del poder divino.  Poder divino se revela en la debilidad de la cruz, porque es en su aparente derroto a manos de poderes malos y autoridades terrenales corruptos que Jesús muestra su poder divina en la conquista de la muerte y de todos los poderes del mal.  Entonces, cuando un cristiano habla acerca del poder divino, o aún acerca de poder de la iglesia o poder cristiano, se le debe concebir en términos de la cruz; poder escondido en forma de debilidad.

Para Lutero el mismo procedimiento se debe aplicar a otros términos teológicos.  Por ejemplo, la sabiduría de Dios se muestra en la necedad de la cruz.  Quien hubiera pensado de la idea necia de Dios tomando carne humana para morir una muerte horrenda por parte de pecadores quienes le habían desafiado a propósito, o Dios haciendo a los pecadores puros por medio de él mismo llegando a ser pecado por ellos, o Dios mismo levantando a un pueblo a novedad de vida por medio de él mismo sometiéndose a muerte? Podríamos seguir, examinando tales términos como vida, bendición, santidad, y justicia.  Cada una de ser reconcebido a la luz de la cruz.  Todos son conceptos teológicos importantes; todos son susceptibles a los seres humanos moldeándoles a su propia imagen; y todos deben ser remoldados a la luz de la cruz.

Este entendimiento es uno de los factores en el pensar de Lutero que da su teología una lógica y coherencia internas.  Tomen, por ejemplo, su entendimiento de justificación, por la cual Dios declara al creyente estar justo a su vista, no por virtud de ninguna justicia intrínseca (cualquiera cosa que el creyente ha hecho o adquirido), sino a base de una justicia ajena, la justicia de Cristo que se queda externa al creyente.  ¡No es esto típico de la lógica rara pero maravillosa del Dios de la Cruz?  ¡La persona que de verdad está injusta, realmente enlodada en pecado, está verdaderamente declarado por Dios estar puro y justo!  Tal verdad es incomprensible a la lógica humana, pero hace perfecto sentido a la luz de la lógica de la cruz.

Y qué de la idea de un Dios quien baja y ama al no amable y al injusto antes de que los objetos de su amor tienen cualquier inclinación a amarle o hacer bien? Tal cosa es incomprensible a los teólogos de gloria, quienes suponen que Dios es como ellos, como otros seres humanos, y así solamente responde a los quienes están intrínsecamente atractivos o buenos, o que primero ganan su favor de alguna manera.  Pero la cruz muestra que Dios no es así; contra cada suposición que los seres humanos podían hacer acerca de quién es Dios y como actúa, él no requiere ninguna amabilidad anterior en los objetos de su amor; más bien, su amor anterior cree esta amabilidad sin poner precondiciones.  Tal Dios se revela con ternura y hermosura sorprendentes e inesperadas en el drama feo y violento de la cruz.

La Clave a Ética y Experiencia Cristianas

Lutero no restringe la teología de la cruz a una revelación objetiva de Dios.  También la ve como la clave de entender la ética y experiencia cristianas.  Fundamental a ambas es el papel de fe: a los ojos de incredulidad, la cruz es tontería; es lo que parece ser; la muerte aplastante y sucia de un hombre maldito por Dios.  Esto es como la mente incrédula interpreta la cruz,  tontería a griegos y una ofensa a judíos, dependiente de si tu pecado escogido sea arrogancia intelectual o auto-justicia moral.  A los ojos abiertos por fe, sin embargo, la cruz se ve como de verdad es.  Dios es revelado en lo escondido de la forma externa.  Y fe se entiende ser un don de Dios, no un poder inherente en la mente humana misma.

Este principio de fe entonces permite al creyente entender como él o ella debe comportarse.  Unido a Cristo, el Gran Rey y Sacerdote, el creyente también es tanto un rey como un sacerdote.  Pero estos oficios no son excusas por enseñorear sobre otros.  En realidad, reinado y sacerdocio se deben desarrollar en el creyente como están en Cristo, por sufrimiento y auto-sacrificio en el servicio de otros.  El creyente es rey de todo por ser un siervo de todos; el creyente está completamente libre por estar sujeto a todos.  Como Cristo mostró su reinado y poder por muerte en la cruz, así el creyente lo hace por darse a si mismo incondicionalmente a la ayuda de otros.  Debemos estar, como Lutero lo dice, pequeños Cristos a nuestros vecinos, porque al hacerlo encontramos nuestra verdadera identidad como hijos de Dios.

Este argumento es explosivo, dando todo un Nuevo entendimiento de autoridad cristiana.  Ancianos, por ejemplo, no deben ser los renombrados por ejercer su peso, por dar la lata a otros y por usar su posición o riqueza o credenciales para hacer respetar sus propias opiniones.  No, el anciano verdaderamente Cristiano es el que devota toda su vida al servicio doloroso, inconveniente y humillante de otros, porque al hacerlo muestra autoridad como Cristo, el tipo de autoridad que Cristo mismo mostró durante su vida encarnada y supremamente en la cruz en el Calvario.    

Grandes Bendiciones mediante Grandes Sufrimientos

Las implicaciones de la teología de la cruz para el creyente no se paran allí.  La cruz es paradigmática por como Dios tratará con creyentes quienes están unidos a Cristo por fe.  En breve, grande bendición vendrá por medio de gran sufrimiento.

Este punto es difícil para los de nosotros en el oeste afluente aceptar.  Por ejemplo, hacia algunos años atrás dicté clases en una reunión de una iglesia sobre este tema e indicó que la cruz no fue simplemente una expiación, sino una revelación de cómo Dios trata con los a quienes ama.  Fui desafiado después por un individuo quien dijo que la teología de la cruz de Lutero no dio suficiente peso al hecho que la cruz y la resurrección marcaron el comienzo del revés de la maldición, y que así se debe esperar grandes bendiciones; enfocarse en el sufrimiento y debilidad era entonces perder el significado escatológico del ministerio de Cristo.    

Por supuesto, este individuo había fallado en aplicar la teología de la cruz de Lutero tan rigurosamente como debía haber hecho.  Todo lo que dijo era verdad, pero falló en entender lo que estaba diciendo a la luz de la cruz.  Si, Lutero estaría de acuerdo, la maldición está siendo reducida, pero esta reducción se muestra por el hecho que, gracias a la cruz, el mal ahora está totalmente subvertido en la causa del bien.  Si la cruz de Cristo, el hecho más mal en la historia humana, puede estar en línea con la voluntad de Dios y ser la fuente de la derrota decisiva del mal mismo que la causó, entonces cualquier otro mal también puede ser subvertido a la causa del bien. 

Más que eso, si la muerte de Cristo es misteriosamente una bendición, entonces cualquier mal que el creyente experimenta puede ser una bendición también.  Si, la maldición está puesto al revés; si, bendiciones fluirán; pero quien declaró que estas bendiciones tienen que estar de acuerdo con las aspiraciones y expectaciones de América afluente?  La lección de la cruz para Lutero es que la persona más bendita sobre la tierra, Jesucristo mismo, fue revelado como bendecido precisamente en su sufrimiento y muerte.  Y si esa es la manera que Dios trata con su Hijo amado, tienen los que están unidos a él por fe algún derecho de esperar algo diferente?

Esto pone el problema del mal a diferente luz para Lutero que para, digamos para Harold Kushner, el rabino quien escribió Cuando Cosas Malas Ocurren a Buenas Personas.  Ocurren, diría Lutero, porque eso es como Dios les bendice.  Dios realiza su trabajo en el creyente por hacer su obra ajena (el opuesto de lo que esperamos); de verdad bendice por aparentemente maldecir.

De veras, cuando se le entiende que la muerte de Cristo, el crimen más grande en la historia, fue en si deseado de una manera profunda y misteriosa por el Dios trino, sin embargo, sin involucrar a Dios en cualquier tipo de culpa moral, vemos la solución al problema añejo de absolver a un Dios todopoderoso de responsabilidad por el mal.  La respuesta al problema del mal no está en tratar de establecer su punto de origen, porque ese es simplemente no revelado a nosotros.  Más bien, en el momento de la cruz, llega a estar claro que el mal está totalmente subvertido por el bien.  Romanos 8:28 es verdad por causa de la cruz de Cristo; si Dios puede tomar el más grande de males y cambiarle al más grande de bienes, entonces cuanto más puede tomar los malos menores que disparen la historia humana, desde tragedias individuales hasta desastres internacionales, y voltearles a sus buenos propósitos también. 
   
La teología de la cruz de Lutero está demasiado bueno a tratarse adecuadamente en un solo artículo, pero yo espero que mi breve bosquejo arriba indicará la rica vena de reflexión teológica que se puede minar por los que reflejan en I Corintios 1 y en las dramáticas antitesis entre apariencia y realidad que están dispersadas por las Escrituras y reunidas con tanta fuerza por Martín Lutero.  Un antídoto a sentímentalidad, doctrinas de prosperidad, y una escatología excesivamente mundana, este es polvo de oro teológico.  La cruz no es simplemente el punto en que Dios expía el pecado; también es una revelación profunda de quien es Dios y como él actúa hacia su creación.

Acerca del Autor

Carl Trueman es Catedrático de Historia de la Iglesia y Teología Histórica en el Seminario teológico de Westminster en Filadelphia. Es el autor de Luther's Legacy: Salvation and English Reformers 1525–1556 (La Herencia de Lutero: Salvación y los Reformadores Ingleses 1525-1556).  Este artículo está imprimado de New Horizons, October 2005 (Nuevos Horizontes Octubre 2005) con el gentil permiso del autor y del editor.
Soli Deo Gloria


,

¿Qué es la verdad? - Cristo es la Verdad

Comprala verdad y no la vendas, adquiere sabiduría, instrucción e inteligencia. (Proverbios 23:23)

Hoy en medio de la era del postmodernismo se ha dado muchas concesiones  debido a la relatividad de la verdad. Dentro de la teología se está cayendo una vez más en el liberalismo y no se esta dando el testimonio de la verdad en muchos círculos y nos preguntamos una vez más ¿Qué es la verdad? o no hay ninguna verdad.

Definiendo Teológicamente, se entiende por verdad la revelación de Dios que culmina en Jesucristo y que se transmite hasta nuestros días.

Entonces aferrarse a la verdad hoy dicen que no importa lo que creamos (Confesiones de Fe); que todos debemos unirnos y ser una gran familia feliz (ecumenismo). Para hacer esto debes sacrificar algo. Nunca has visto el error comprometido? Siempre es la verdad. Alguien tiene que estar equivocado. ¿Somos nosotros? ¿Qué pasa si no nos aferramos a la verdad? No todos tenemos razón. ¿Es la salvación del Señor, o no? ¿Está el hombre muerto en pecado, o no? ¿Elige Dios a aquellos sobre los que mostrara misericordia, o no? ¿Redimió Cristo, o no? ¿El Espíritu nos trae a Cristo, o no? ¿Dios nos mantiene a salvo, o no? Esto es lo que se reduce a. O Cristo es todo o no lo es. O Cristo vino a salvar a los pecadores, o no lo hizo.

La verdad debe comprarse o tenerlo en cualquier caso cualquiera fuera el gasto que sea: "comprar" supone que una persona tiene algún conocimiento de ella, de la excelencia, utilidad e importancia de ella; y demuestra que él pone un valor en él, y tiene una alta estima para él: debe ser entendido de su uso de todos los medios y teniendo grandes esfuerzos para adquirirlo; tales como leer la palabra, meditar sobre ella, asistir al ministerio público, oración ferviente y frecuente por ello, y un mayor grado de conocimiento de ella; sí, significa la separación de una persona con todo para ello que se requiere; con su buen nombre y reputación, estando dispuesto a ser considerado un loco y un entusiasta, o cualquier cosa por el bien de ella; e incluso con la vida misma, cuando se le pide; y tal hombre se esforzará y contenderá por ello, permanecerá firme en él, y lo mantendrá para no dejarlo ir, lo que se entiende por "venderlo"; la verdad no es para ser vendida; no debe ser despreciado y descuidado.

La verdad evangélica es la palabra de la verdad del evangelio glorioso de Dios en la salvación, que esta verdad viene de Dios; y tiene a Cristo, que es la verdad, para sostenerla; los hombres son dirigidos y conducidos por el Espíritu de verdad; todo esto es verdad; en la verdad  no hay mentira. Hay varias doctrinas particulares del Evangelio que se llaman así; aquellos que respetan el conocimiento de un Dios en tres Personas en la Deidad; la divinidad y filiación de Cristo, su encarnación y mesianidad, la salvación sola por él, la justificación de un pecador por su justicia y la resurrección de los muertos como es tan real el retorno de Cristo, el juicio y la gloria venidera para los suyos. Dios sigue trayendo la verdad a los corazones de los escogidos en medio de esta generación adultera y perdida.
Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí. (Juan 14:6)

Los creyentes, por tanto, viven en una verdad que es la de la revelación de Dios dada en Jesucristo y confiada a la Iglesia, pero en camino hacia un descubrimiento y una formulación que permita un conocimiento cada vez más adecuado de la misma y única verdad.
Muchos de los que profesan ser cristianos intentan presionarnos para que seamos más tolerantes con la falsa doctrina y no seamos tan divisivos. Pero por la gracia de Dios, su remanente siempre se niega a inclinarse ante los ídolos del mundo.

La manera de matar la falsedad es con la verdad, presentando doctrinas bíblicas.
Soli Deo Gloria



martes, 12 de septiembre de 2017

,

La Infalibilidad e Inerrancia de las Sagradas Escrituras (CBL 1689)

La doctrina de la suficiencia e inerrancia de las sagradas escrituras afirma que la Biblia contiene toda información suficiente para alguien, no solamente para encontrar la salvación en Cristo, sino para, subsecuentemente, recibir instrucción y dirección en todos los aspectos de su vida y sus pensamientos, sea por declaraciones explícitas de la Escritura, o por inferencias sacadas de ella directamente.

Cito la CBL 1689 Cap. 1 Parr.1,6

Las Sagradas Escrituras constituyen la única regla suficiente, segura e infalible de todo conocimiento, fe y obediencia salvadores.

Todo el consejo de Dios tocante a todas las cosas necesarias para su propia gloria, la salvación del hombre, la fe y la vida, está expresamente expuesto o necesariamente contenido en las Sagradas Escrituras; a las cuales nada, en ningún momento, ha de añadirse, ni por nueva revelación del Espíritu ni por las tradiciones de los hombres

Diez razones por las que creo en la infalibilidad e inerrancia de las Escrituras.

1.- La veracidad de Dios

Antes que nada, creo en la inerrancia de la Biblia porque creo en la veracidad de Dios. La pregunta sobre la inerrancia bíblica no es tanto una cuestión de bibliología sino de teología propia. La Biblia testifica de la veracidad de Dios (Juan 3:3; Romanos 3:4). Si la Escritura es de Dios, es “inconcebible que contenga errores”.

El Antiguo Testamento recalca que “Dios no es hombre para que mienta ni hijo de hombre para que se arrepienta” (Números 23:19). Y el Nuevo Testamento confirma este testimonio aseverando que Dios no miente (Tito 1:2) porque es imposible que engañe (Hebreos 6:18).

En última instancia, dudar de la Palabra de Dios es dudar del carácter de Dios. “La autoridad de la Biblia quiere decir que todas las palabras de la Biblia son palabras de Dios de una manera tal que no creer o desobedecer alguna de ellas es no creer o desobedecer a Dios”.

2.- El testimonio de la Biblia

Las Escrituras nos aseguran de que han sido inspiradas por Dios. Aunque Pablo tenía el Antiguo Testamento en mente cuando comentó que “Toda la Escritura es inspirada por Dios” (2 Timoteo 3:16), ahora que tenemos el canon completo podemos aplicar el mismo principio apostólico a los libros del Nuevo Testamento.

Pablo, por ejemplo, escribió 2 Timoteo siendo guiado por el Espíritu. El apóstol Pedro ya reconoció que los escritos de Pablo eran “escrituras” (2 Pedro 3:16). Además, Pablo cita el texto de Lucas 10:7 en 1 Timoteo 5:18 como un pasaje inspirado.

A la hora de formar el canon del Nuevo Testamento, la iglesia no confirió ninguna autoridad a los veintisiete libros. Simplemente reconoció la autoridad que los libros ya tenían como inspirados por el soplo del Altísimo. Fueron todos libros escritos por un apóstol (o alguien cercano al grupo apostólico), ya aceptados y reverenciados por la iglesia universal y doctrinalmente congruentes con el Evangelio cristiano.

3.- El testimonio de Cristo

Jesucristo es perfecto e inmaculado en todos los sentidos. Es Dios, la segunda persona de la bendita Trinidad, por lo tanto es más inteligente y sabio que nosotros. Como si esto fuera poco, es nuestro Señor en todo y somos llamados a seguirle fielmente.

Ahora bien, ¿qué creía Jesús acerca de la Biblia? Jesús estaba totalmente convencido de la veracidad de las Escrituras (y no solamente los pasajes mesiánicos). De hecho, llegó a decir que, “De cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido” (Mateo 5:18). La palabra ‘jota’ en griego corresponde a ‘yodh’ en hebreo (la letra más pequeña del alfabeto arameo). Es como una especie de coma. Se estima que hay unos 66.000 yodhs en el Antiguo Testamento. Según Jesús, ¡cada yodh importa! “Jesús no podría afirmar su creencia en las Escrituras de una manera más contundente”.  

Jesús comía, bebía y respirada las Escrituras mientras ministraba en la tierra. Destaca en Juan 10:35 que, “la Escritura no puede ser quebrantada”. Y el Mesías estuvo consciente de que algún día sus seguidores iban a registrar sus palabras para cumplir lo dicho en Mateo 24:35, “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”.

De hecho Jesús prometió que el Espíritu Santo vendría para que los discípulos hiciesen precisamente eso: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, Él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 14:26).

Y de nuevo, “Cuando venga el Espíritu de verdad, Él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber” (Juan 16:14).

El apóstol Juan escribió su Evangelio con este fin, esto es, dar a conocer lo que Jesús había hecho y enseñado: “Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre” (Juan 20:31). Jesús no solamente creyó en la inspiración del Antiguo Testamento sino que se encargó de que el Nuevo fuese redactado también por la obra inspiradora del Espíritu Santo.

4.- El testimonio de los apóstoles

Como ya hemos visto, 2 Timoteo 3:16 profesa fe en la inspiración de la Biblia: “Toda la Escritura es inspirada por Dios”. La palabra ‘inspirar’ proviene del griego ‘Theopneustos’ que quiere decir ‘exhalada por Dios’.

A veces si sales por la noche cuando hace frío y está oscuro, soplas y puedes llegar a ver tu aliento. De la misma forma, cuando Dios sopla, el resultado es Escritura.   Los escritos apostólicos hablan sobre la autoridad de las Escrituras. 2 Pedro 1:21 es otro pasaje poderoso que resalta que, “nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo”.

Si leemos los escritos de cualquier autor bíblico del Nuevo Pacto, aceptan la autoridad absoluta de la Escritura. Las dos epístolas de Pedro sirven como un buen recordatorio. En cuestión de ocho capítulos (cinco en 1 Pedro y tres en 2 Pedro), Pedro cita libremente de cada uno de los cinco libros de Moisés, Salmos, Proverbios, Isaías y Oseas.

Ningún apóstol dudaba de la veracidad, infalibilidad o inerrancia de las Escrituras. Si la iglesia está edificada sobre el fundamento de los profetas y apóstoles (Efesios 2:20), hacemos bien en aceptar su autoridad apostólica en este asunto también.

5.- El testimonio de la iglesia primitiva

Contrariamente a lo que proponen algunos evangélicos confundidos en nuestros días, el concepto de inerrancia no es nuevo ni fruto del siglo XIX. Es cierto que el vocablo ‘inerrancia’ no existía tal cual antes de la época moderna, sin embargo, el concepto es omnipresente a lo largo de la historia de la Iglesia.

En el primer siglo Clemente de Roma (¿?-100) ya había escrito a los corintios diciendo que, “Habéis escudriñado las Escrituras, que son verdaderas, las cuales os fueron dadas por el Espíritu Santo y sabéis que no hay nada falso o fraudulento en ellas” (1 Clemente 45).

En el segundo siglo tanto Justino Mártir como Ireneo y Tertuliano aceptaron la inerrancia bíblica. En el tercero podemos apelar a Orígenes y Dionisio de Alejandría. En el cuarto están Cirilo de Jerusalén, Basilio, Gregorio de Nisa y el famoso trío de Ambrosio, Juan Crisóstomo y Agustín de Hipona.

Si estudiamos los escritos de los padres de la iglesia podemos llegar a las siguientes conclusiones: que las Escrituras no se contradicen, son fiables, autoritativas, perfectas, inspiradas por Dios, congruentes, unidas, no contienen nada falso, no mienten, son suficientes para declarar la verdad, son santas, veraces e irreprensibles. La iglesia del siglo XXI haría bien en avivar este legado doctrinal tan rico.

6.- Las profecías cumplidas

No hace falta mencionar todas las profecías cumplidas que contiene la Biblia, no obstante, tales profecías son otra muestra más de la inerrancia bíblica. ¿Cómo pudo Isaías profetizar con exactitud acerca de la vida del Mesías setecientos años antes de que éste naciera? ¡Sólo por el poder del Espíritu de Dios! Cada profecía cumplida demuestra que la Palabra es inerrante e infalible.

7.- La salud de la iglesia  

El príncipe de los predicadores, Charles Spurgeon (1834-92) En su lucha con el liberalismo teológico en el siglo XIX, Charles Spurgeon afirmó que el calvinismo tiene “una fuerza conservadora”. Se dio cuenta de que muchos de los que estaban negando las doctrinas fundamentales de la fe cristiana en Inglaterra habían sido criados en iglesias con un fuerte énfasis en la voluntad humana. Fueron las iglesias calvinistas del Reino Unido las que dieron más importancia a la veracidad de la doctrina bíblica.

Creo que si Spurgeon estuviera vivo en nuestros días añadiría que la doctrina de la inerrancia posee “una fuerza conservadora”.

A primera vista, uno podría decir que poco importa si decimos que la Biblia “es” la Palabra de Dios o si simplemente “contiene” la Palabra, pero los efectos a nivel pastoral son bien dañinos y evidentes. Pienso en la gloriosa Iglesia de Escocia que revolucionó el norte del Reino Unido en el siglo XVI con el poder de la Palabra de Dios. Ahora aquella Iglesia se ha apostado de la Escrituras porque ha permitido que líderes liberales modifiquen su confesión de fe sobre la inspiración de la Biblia. John Knox estará dando vueltas en su tumba. Cuando los líderes de una denominación empiezan a coquetear con una bibliología liberal, los resultados son desastrosos. Además, a nivel personal, ¿cómo aconsejas a uno de tus feligreses si crees que la Biblia está plagada de errores, contradicciones, mitos y leyendas? ¿Cómo puede el creyente común y corriente saber qué partes de la Biblia son Palabra de Dios y qué partes no lo son? ¿Cuáles salmos canta en su tiempo devocional si están todos contaminados por el error humano?

8.- La autoridad del púlpito

Cuando uno ya no cree en la inerrancia ni la infalibilidad de la Palabra, desaparece la predicación expositiva. En vez de enseñar a partir de una determinada carta o libro de la Biblia versículo por versículo, capítulo por capítulo con el fin de oír la voz de Dios, se empieza a predicar de forma puramente temática, ética, sensacionalista y finalmente, se elimina la Palabra por completo del púlpito. El protestantismo no puede sobrevivir sin la predicación de la Palabra.

En las grandes iglesias liberales, ya no se habla sobre la Biblia sino sobre las vacaciones, la importancia de contratar un seguro de vida, la mascota del predicador, politiqueo evangélico y otras estupideces indignas del nombre del Señor. Ya que no se predica desde la Escritura, la iglesia pierde el tono de autoridad que es característico en tiempos de avivamiento espiritual y acepta todo lo que dice la cultura del momento.

9.- El testimonio del Espíritu Santo

En última instancia, la creencia de que la Biblia es la Palabra de Dios no depende de ningún argumento humano. Tanto Lutero como Calvino reconocieron que es el Espíritu Santo el que da testimonio de la veracidad de las aserciones de la Biblia.   El gran campeón de la Reforma protestante, Martín Lutero (1483-1546)

En términos de Lutero: “El Espíritu Santo no es un escéptico; tampoco son dudas o meras opiniones lo que Él escribió en nuestros corazones, sino aserciones, más ciertas e inconmovibles que la vida misma y cualquier experiencia”.

Y de nuevo, “Si vamos a la claridad interior [de la Palabra], ningún hombre entiende siquiera una jota de las Escrituras, a no ser que tenga el Espíritu de Dios […] Es, pues, imprescindible el Espíritu para poder entender las Escrituras enteras o cualquiera de sus partes”.

En cuanto a Calvino, el reformador de Ginebra explicó que, “No hay hombre alguno, a no ser que el Espíritu Santo le haya instruido interiormente, que descanse de veras en las Escrituras”. Y de nuevo, “El testimonio que da el Espíritu Santo es mucho más excelente que cualquier otra razón.

Porque, aunque Dios solo es testigo suficiente de sí mismo en su Palabra, con todo a esta Palabra nunca se la dará crédito en el corazón de los hombres mientras no sea sellada con el testimonio interior del Espíritu.

Así que es menester que el mismo Espíritu que habló por boca de los profetas, penetre dentro de nuestros corazones y los toque eficazmente para persuadirles de que los profetas han dicho fielmente lo que les era mandado por el Espíritu Santo”. El Espíritu Santo es el testimonio de testimonios en cuanto a la inerrancia, infalibilidad y veracidad de la Palabra.

10.- La falta de contradicciones

Un décimo argumento a favor de la inerrancia bíblica es que no hay tal cosa como una contradicción bíblica. Las típicas acusaciones lanzadas por los escépticos carecen de peso. Es cierto que hay textos difíciles en las Escrituras; sin embargo, casi todos los pasajes en cuestión tienen posibles soluciones.

Conclusión
La teología cristiana debe afirmar, sin reservas, la inerrancia de la Escrituras como una fuente completa de información, instrucción y dirección. La Biblia contiene toda la voluntad divina, incluyendo la información que alguien necesite para su salvación, desarrollo espiritual y dirección personal. Ella contiene información suficiente, de forma que, si alguien la obedece completamente, estará cumpliendo la voluntad de Dios en cada detalle de su vida. Pero siempre que él comete pecado es porque falla en obedecerla completamente. Aunque nuestra obediencia nunca alcance perfección en esta vida, eso no significa que en la Biblia no exista toda la información que necesitamos para vivir una vida cristiana perfecta.
Soli Deo Gloria



jueves, 7 de septiembre de 2017

Beneficio de usar una Confesión de Fe (1689)

¿Nos aferraremos a la Palabra fiel como hemos sido enseñados? ¿Seremos nosotros la generación que se desvía de los estándares doctrinales y prácticos del pasado? ¿Nos avergonzaremos de nuestras opiniones sobre la Ley, el Sábado y el Principio Regulador de Adoración, entre otras cosas? ¿Los Bautistas confesionales prosperarán para las generaciones futuras o daremos paso a una forma de reduccionismo doctrinal en nombre de una mayor unidad y crecimiento de la iglesia? ¿Es la Confesión una barrera para la plena aceptación, especialmente cuando nuestras iglesias han sido bendecidas con tantos buenos maestros y predicadores? ¿Por qué estos hombres no son reconocidos en el mundo cristiano más amplio? ¿Qué es una iglesia que quiere ser humilde, útil y participar en las cosas buenas que Dios está haciendo en otros lugares? ¿Debemos comprometer o ignorar aquellas cosas que una vez enseñamos y abrazamos?

La Iglesia de Cristo tiene 20 siglos de historia y nosotros no podemos desligarnos de ese pasado. Nuestra confesión de fe fue escrita hace más de 300 años (La Confesión de Fe Bautista de Londres de 1689), y ésta a su vez se adhiere al testimonio general que la iglesia de Cristo ha mantenido durante todos los siglos que nos han precedido como una sana expresión de la fe. Y estas hoy nos siguen sosteniendo y respondiendo a las interrogantes dentro de las Iglesias.

Respondamos ahora ¿Cómo debe una iglesia local usar su confesión de fe?

1. Como afirmación y defensa de la verdad. La iglesia del Dios vivo es llamada a ser la columna y baluarte de la verdad (1 Timoteo 3:15). Es para "seguir el modelo de las palabras sanas" (2 Timoteo 1:13) y para "combatir fervientemente por la fe una vez por todas entregada a los santos" (Judas 3). En la medida en que una confesión refleja la Palabra de Dios, es útil para ayudar a la iglesia a discernir la verdad del error. Muchas de las grandes confesiones en la historia de la iglesia han afirmado las verdades bíblicas al mismo tiempo que condenan las expresiones no bíblicas de la misma. Pablo llamó a Timoteo para que guardara el buen depósito que le fue confiado (2 Timoteo 1:14), y también los fieles cristianos están llamados a vigilarlo de cerca.  En la medida en que una confesión refleja la Palabra de Dios, es útil para ayudar a la iglesia a discernir la verdad del error.

2. Como base para la disciplina de la iglesia. En 1 Timoteo 5:16, Pablo aconsejó a Timoteo: "Ten cuidado de ti mismo y de la enseñanza; persevera en estas cosas, porque haciéndolo asegurarás la salvación tanto para ti mismo como para los que te escuchan". Como una cuestión de mayordomía, pureza de la iglesia y amor al prójimo, un pastor fiel, una junta fiel de ancianos, un fiel miembro de la iglesia debe mantener un ojo cercano sobre la vida y la doctrina de aquellos dentro de su congregación. La disciplina de la Iglesia (Mateo 18: 15-18) es una parte clave de esto. La confesión de fe constituye la base para determinar si un líder o miembro de la iglesia se ha desviado de la creencia ortodoxa o de la vida ortodoxa. Proporciona una norma objetiva para la acusación y la restauración en la disciplina de la iglesia.

Andrew Fuller escribió sobre el cuidado que se debe tener en la disciplina de la iglesia y el papel de la confesión si esa búsqueda:

"Si una comunidad religiosa acepta especificar algunos principios principales que ellos consideran como derivados de la Palabra de Dios, y juzgar la creencia de que son necesarios para que cualquier persona se convierta o continúe un miembro con ellos, no se sigue que aquellos los principios deben ser entendidos igualmente, o que todos sus hermanos deben tener el mismo grado de conocimiento, ni tampoco que deben entender y creer nada más. Los poderes y capacidades de diferentes personas son diversos; uno puede comprender más de la misma verdad que otro, y tener sus puntos de vista más ampliados por una gran variedad de ideas afines; y sin embargo la sustancia de su creencia puede seguir siendo la misma. El objeto de los artículos es mantenerse a distancia, no aquellos que son débiles en la fe, sino los que son sus enemigos declarados".

3. Como medio de prueba teológico y madurez cristiana. ¿Qué doctrinas deben creerse para que uno pueda ser considerado un auténtico seguidor de Cristo? ¿Qué doctrinas representan distinciones denominaciones? ¿Qué doctrinas son terciarias y pueden ser relegadas a la categoría de "hombres buenos no están de acuerdo?" Una confesión de iglesia sólida y efectiva local adopta una postura inequívoca sobre las doctrinas que deben marcar el verdadero cristiano. También suena claro en las distinciones denominaciones. Pero una confesión de la iglesia bien articulada también evita el sectarismo innecesario al negarse a tomar una línea dura en los llamados temas de "tercer nivel" tales como el momento del regreso de Cristo, los detalles específicos del milenio, las traducciones preferidas de la Biblia etc.

4. Como un estándar conciso para evaluar a los ministros de la Palabra. El apóstol Pablo le dijo a Timoteo que confiara las grandes verdades de Dios a los hombres fieles (2 Tim. 2: 2). Los fieles son fieles a la sana doctrina, fieles a las Escrituras. Cuando se llama a un nuevo pastor o un nuevo anciano, la confesión de la iglesia provee el estándar doctrinal por el cual su condición física debe ser juzgada. También proporciona una línea de base crucial para medir su solidaridad teológica o la falta de ella con el cuerpo que lo está considerando para el ministerio.

5. Como base doctrinal para plantar iglesias. Una confesión de fe establece la clave para empezar iglesias confesionales en su cuerpo de doctrina, establecimiento de ancianos, principio regulador en la adoración, los sacramentos y la obediencia a los medios de gracia.

6. Como medio para establecer la continuidad histórica y la unidad con otros cristianos. Los redactores de la Segunda Confesión de Londres  apuntaban a mostrar que los Bautistas particulares no se dieron a las novedades teológicas, sino que permanecieron con dos pies firmemente plantados en la histórica tradición cristiana. Suscribieron el trinitarianismo de los primeros credos, la cristología de Calcedonia, los cinco solas de la Reforma y mucho más que comprende la ortodoxia evangélica. Las iglesias locales hacen lo mismo cuando proclaman dónde están sobre estas doctrinas teológicas fundamentales.
Una iglesia saludable es aquella que sabe lo que cree, predica lo que cree, enseña lo que cree, canta lo que cree, ora lo que cree, confiesa lo que cree y busca, por la gracia de Dios, vivir lo que cree. En otras palabras, una iglesia saludable es una iglesia confesional.
Soli Deo Gloria



martes, 5 de septiembre de 2017

El Evangelio crea Unidad en la Iglesia

Pero en ninguna manera estimo mi vida como valiosa para mí mismo, a fin de poder terminar mi carrera y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio solemnemente del Evangelio de la Gracia de Dios. (Hechos 20:24)  

Una vez que comenzamos a entender el evangelio de Jesucristo, estas verdades empiezan a transformar la vida de los han recibido por gracia su evangelio.

Una explicación del evangelio…

El texto citado en las palabras del apóstol Pablo, vemos una aplicación del evangelio al profesarla y predicarla, darle un testimonio constante y público a la muerte, como en la vida, y declararla fielmente, y afirmarla hasta el final; que él llama no sólo el "Evangelio", o la buena noticia de la salvación por Cristo; sino el Evangelio "de la gracia" de Dios, que trae el relato de la gracia libre, del amor y de la misericordia de Dios, manifestado en el esquema de la salvación de la gracia de Dios el Padre, al lanzar su amor sobre cualquiera de los hijos de hombres; no porque fueran mejores y más merecedores de su favor que otros, sino por causa de su soberana voluntad y placer, que tendrá misericordia de quien él quiera tener misericordia; y escogiéndolos en Cristo para la salvación, antes de haber hecho el bien o el mal, y sin ninguna consideración o previsión de, o el motivo de las buenas obras que después han hecho por ellos; al trazar el esquema y modelo de su salvación en Cristo, designándole para ser el autor de ello; y en hacer un pacto de gracia con él, almacenado con todas las bendiciones y promesas de la gracia; y enviándolo en el tiempo de los siglos a sufrir y morir por ellos, no perdonándolo, sino entregándolo por todos, y dando todas las cosas libremente con él; y aceptando el sacrificio, la satisfacción y la justicia de su Hijo por su cuenta, como si lo hicieran por sí mismos. También da cuenta de la gracia de Cristo al emprender la salvación de los hombres; en asumir su naturaleza, y convertirse en media y baja en ella; en morir por sus pecados; en su intercesión por ellos a la diestra de Dios; y en el cuidado que toma de ellos en este mundo, hasta que los haya traído a salvo a casa para sí mismo. Del mismo modo da cuenta de la gracia del Espíritu en la regeneración y santificación; en la fe operante en los corazones de los hombres; en ser consolador de ellos, testigo de su adopción, de su heredad, y del sellador de ellos hasta el día de la redención. Y el Evangelio puede ser así llamado, porque todas sus doctrinas son doctrinas de gracia; afirma que la elección es de gracia, y no de obras; y atribuye la justificación de un pecador a la gracia libre de Dios, por la justicia de Cristo, imputada sin obras y recibida por la fe, cuya fe es el don de Dios, y niega que sea de las obras de la ley; representa el perdón del pecado según las riquezas de la gracia de Dios, aunque sea por la sangre de Cristo, y no por humillación, arrepentimiento, confesión y nueva obediencia, como causas de ello; atribuye la regeneración y la conversión a la abundante misericordia, al libre favor de Dios y a la eficacia de su gracia, y no a la voluntad de la carne, o a la voluntad del hombre; y en una palabra, como la gran doctrina de ella es la salvación, de donde se llama Evangelio de la salvación, declara que toda la salvación, del principio al último, es toda la gracia. Y también puede llevar este nombre, porque es un medio de transmitir gracia a, implantar en el corazón de los hombres; la gracia regeneradora viene de esta manera; Dios engendra a los hombres por la palabra de la verdad, ellos nacen de la semilla incorruptible por ella; el Espíritu de Dios, como espíritu de santificación, es recibido por medio de ella, y la fe viene por oírla; y tanto eso como la esperanza, y toda otra gracia, son vivificados, animados y sacados a ejercicio por ella; todo lo cual es, cuando es atendido con el Espíritu de Dios y poder: y siendo éste la naturaleza y el uso del Evangelio, lo hizo tan precioso y valioso para el apóstol, y lo hizo tan atento en testificarlo, y cumpliendo el ministerio de ella, y preferirla a la vida y todo en este mundo; y no puede sino ser altamente valorado y muy deseado por todos los que han probado que el Señor es misericordioso. 

Permítanme proponer cuatro maneras en que el evangelio crea unidad en la iglesia.

Primero, el evangelio nos enseña que la verdad sólo es verdadera si se lleva a cabo en amor.

Aunque podemos estar de acuerdo en que no hay amor sin la verdad, es esencial que los cristianos de mentalidad doctrinal recuerden que tampoco hay verdad sin amor. La verdad verdadera siempre se expresará en el amor.
Si usted está debatiendo con su hermano, especialmente sobre la doctrina, probablemente es una buena indicación de que ha entendido mal la verdad de esa doctrina. La verdadera doctrina y teología lleva siempre y sólo al amor en verdad (1 Cor. 13).

Segundo, el evangelio trae la paz a los diversos lados del debate "obras vs. fe".
El debate se ha enfurecido sobre si el evangelio requiere obras como una manera de ganar, mantener o probar la vida eterna de uno.

Sin embargo, este debate proviene de un simple error categórico de confundir una pequeña parte del evangelio con su totalidad. Si dos personas están discutiendo sobre lo que califica como verdadero "fruto" y uno tiene manzanas en mente y el otro tiene naranjas, pero siguen usando el mundo "fruta", el argumento rápidamente se vuelve bastante desordenado.

Los debates evangélicos son así. El evangelio es un amplio mensaje sobre lo que Dios ha hecho por el mundo entero a través de la vida, las enseñanzas, la crucifixión, la muerte, el entierro y la resurrección de Jesucristo. No sólo contiene verdades sobre cómo una persona puede ir al cielo cuando mueren, sino también sobre cómo un seguidor de Jesús puede vivir aquí en la tierra.

Así que si una persona está pensando sólo en las partes del evangelio que le dicen a una persona cómo ir al cielo cuando mueren o reciben la vida eterna (la fe solo en Cristo solamente), mientras que otra persona está pensando en las partes del evangelio que dicen seguidores de Jesús como vivir en esta tierra (discipulado, obediencia, vida fiel), pero ambas personas siguen usando el término "evangelio", el argumento rápidamente se vuelve bastante desordenado. Pero cuando entendemos que el evangelio contiene ambas verdades acerca de cómo recibir la vida eterna y vivir adecuadamente esta vida, entonces podemos dejar de discutir sobre el papel de la fe y las obras en el evangelio y ver que ambos tienen su lugar apropiado con resultados apropiados.

Tercero, el evangelio trata de aprender más acerca de Jesús y hacer más con Jesús

Cuando vemos que el evangelio contiene toda una serie de verdades y doctrinas para creer y enseñar y también un amplio espectro de comportamientos para practicar y obedecer, aquellos que creen que los cristianos deben estar escuchando más sermones y asistir a más estudios bíblicos pueden asentir y sonreír hacia aquellos que prefieren estar alimentando a los pobres y atendiendo a los enfermos, y viceversa.

Ambas partes reconocen que si realmente están siguiendo el evangelio, llegará un momento en que sus papeles deben revertir, o al menos llegar a ser más equilibrados.

Hay un tiempo para estudiar, y un tiempo para servir; un tiempo para aprender, y un tiempo para amar.
El evangelio nos recuerda que todos somos una familia

En última instancia, el evangelio nos enseña que no importa que todos somos una familia. Y al igual que cualquier familia, habrá desacuerdos internos, luchas y argumentos. Puede ser necesario que haya alguna disciplina que tenga lugar, algunas separaciones que deben ocurrir.

Pero cuando estos argumentos y rupturas ocurren, el evangelio nos recuerda que todavía somos familia, y que a pesar de nuestros sentimientos heridos, desacuerdos teológicos e intriga, la meta del evangelio es la reconciliación y la redención, no solo de cada uno de nosotros a uno otro, pero finalmente y finalmente, la redención y reconciliación de todas las cosas bajo el señorío de Jesucristo.

Pero la unidad de la iglesia no es fácil

Nada de esto significa que el desarrollo de la unidad sea fácil. De hecho, la unidad es un poco como la humildad: ambos desaparecen en el momento en que crees que lo has logrado. La unidad, como la humildad, nunca puede ser nuestro objetivo. La unidad es un subproducto de vivir dentro del evangelio.

La unidad se produce naturalmente como resultado de seguir a Jesús cuando nos conduce a la paz con Dios y unos con otros, en una burla suave de nuestro propio orgullo y ambición, y en un placer pleno de la belleza y la maravilla de la vida en este mundo.

Cuando se mira de esta manera, el evangelio es una verdad que nos une a todos juntos en unidad y verdad. El evangelio no es algo que divide, sino que se une y nos une a la unidad de la fe.
Soli Deo Gloria