El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa
creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él. (Juan
3:36)
A. Lo que dicen las Escrituras acerca de la salvación de los
hombres.
La salvación de los párvulos
Lo que enseñan las Escrituras acerca de este tema, en
conformidad a la doctrina común entre los protestantes evangélicos, es
primeramente: Que todos los que mueren en Ia infancia son salvos. Esto se
infiere de lo que la Biblia enseña de la analogía entre Adán y Cristo. «Así
pues, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres,
de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la
justificaci6n de vida. Porque así como por la desobediencia de un hombre los
muchos (hoi polloi = pantes) fueron constituidos pecadores, así también por la
obediencia de uno, los muchos (hoi polloi = pantes) serán constituidos justos»
(Ro 5: 18, 19». No tenemos derecho a poner límite alguno a estos términos
generales, exepto los que la misma Biblia les imponga. Las Escrituras no
excluyen en ningún lugar a ninguna clase de infantes, bautizados o no, nacidos
en tierras cristianas o paganas, de padres creyentes o incrédulos, de los
beneficios de la redención de Cristo. Todos los descendientes de Adán, excepto
Cristo, están bajo la condenación; todos los descendientes de Adán, excepto
aquellos de los que se revela expresamente que no pueden heredar el reino de
Dios, son salvos. Éste parece ser el claro sentido de las palabras del Apóstol,
y por ello no duda en decir que donde abundó el pecado mucho más ha
sobreabundado la gracia, que los beneficios de la redención exceden con mucho a
los males de la caída; que el número de los salvos excede con mucho al de los
perdidos.
Esto no es inconsecuente con la declaración de nuestro
Señor, en Mateo 7:14, de que sólo unos pocos entran por la puerta que conduce a
la vida. Esto debe entenderse de los adultos. Lo que la Biblia dice se dirige a
aquellos en todas las edades a quienes atañe. Pero se dirige a aquellos que
pueden bien leer, bien oír. Les dice lo que deben creer y hacer. Sería una
total perversión de su significado aplicarla a aquellos a los que y de los que
no habIa. Cuando se dice: «EI que cree en el Hijo, tiene vida eterna; mas el
que rehusa creer en el Hijo, no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece
sobre él» (Jn 3:36), nadie comprende esto como impidiendo la posibilidad de la
salvación de los infantes. ...La conducta y el lenguaje de nuestro Señor en
referencia a los niños no deben ser considerados como una cuestión de
sentimientos, ni como una mera expresión de una actitud bondadosa. Es evidente
que las consideraba como ovejas del rebaño por el cuaI, como el Buen Pastor,
ponía su vida, y de las cuales Él dijo que jamás perecerian, ni nadie las
arrebataria de sus manos. De ellos dice Él que es el reino de los cielos, como
si el cielo estuviera, en gran medida, compuesto de las almas de los infantes
redimidos. Es por ello la creencia general de los protestantes, en contra de la
doctrina de los romanistas y de los romanizadores, que todos los que mueren en
la infancia se salvan.
B. La regla del juicio para los adultos
Otro hecho general claramente revelado en la Escritura es
que los hombres serán juzgados por sus obras, y en base de la luz que cada uno
haya tenido. Dios «pagará a cada uno conforme a sus obras: vida eterna a los
que, perseverando en hacer bien, buscan gloria y honra e inrnortalidad, pero
ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que
obedecen a la injusticia. Tribulación y angustia sobre todo ser humano que obra
el mal, el judio primeramente y también el griego, pero gloria y honra y paz a
todo el que obra el bien, al judio primeramente y también al griego; porque
ante Dios no hay acepción de personas. Porque todos los que han pecado sin ley,
sin ley también perecerán; y todos los que han pecado bajo Ia ley, por la ley
serán juzgados» (Ro 2:6-12). Nuestro Señor enseña que aquellos que pecaron con
conocimiento de la voluntad de Dios serán azotados con muchos azotes; y que los
que pecaron sin tal conocimiento serán azotados con pocos azotes; y que el dia
del juicio será más tolerable para los paganos, incluso para Sodoma y Gomorra,
que para los que perecen bajo la luz del evangelio (Mt 10:15; 11:20-24). El
Juez de toda la tierra hará lo que es justo. Ningún ser humano sufrirá más que
lo que merezca, ni más que lo que su propia conciencia reconocerá como
justo.<
C. Todos los hombres bajo condenación
Pero Ia Biblia nos dice que si fueran juzgados según
sus obras y según la luz recibida, todos los hombres serían condenados. No hay
justo, ni aún uno. Todo el mundo es culpable delante de Dios. El veredicto
queda confirmado por la conciencia de cada hombre. La consciencia de la culpa y
de la polución moral es absolutamente universal.
Es aqui que falla totalmente la teologia natural. No puede
dar respuesta a la pregunta: ¿Cómo se justificará el hombre delante de Dios?, o
¿Cómo puede Dios ser justo y justificar al impío? La humanidad ha ponderado
ansiosamente esta pregunta durante siglos, y no ha logrado satisfacción. Se ha
aplicado el oido en el seno de la humanidad para captar el son suave y bajo de
la conciencia, y no ha recibido respuesta. La razón, la conciencia, la
tradición y la historia se unen en proclamar que el pecado es muerte; y por
ello que por lo que a la sabiduría y recursos humanos concierne, la salvación
de los pecadores es tan imposible como la resurrección de los muertos. Se ha
probado todo medio concebible de expiación y purificación, sin mérito alguno.
Las Escrituras, por tanto, nos enseñan que los paganos
están «sin Cristo, excluidos de la ciudadania de Israel y extranjeros en cuanto
a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo» (Ef2:12). Son
declarados sin excusa, «Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como
a Dios, ni le dieron gracias, sino que se hicieron vanos en sus pensamientos, y
su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios,
y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre
corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Por lo cual también Dios
los entregó a la inrnundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo
que deshonraron entre si sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de
Dios por la mentira, adorando y dando culto a las criaturas en lugar de al
Creador, el cual es bendito por los siglos. Amém (Ro 1:2-25). EI Apóstol dice
de los gentiles que «andan en la vanidad de su mente, teniendo el entendimiento
entenebrecido, excluidos de la vida de Dios por la ignorancia que hay en ellos,
por la dureza de su corazón; los cuales, después que perdieron toda
sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de
impureza» (Ef 4:17-19).
Siendo todos los hombres pecadores, y pudiendo ser con
justicia acusados de una impiedad e inmoralidad inexcusables, no pueden ser
salvados por ningún esfuerzo ni recurso de su propia parte. Porque se nos dice
que «los injustos no heredarán el reino de Dios ... No os dejéis engañar; ni
los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los
homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los
maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios» (1 Co 6:9).
Porque tened bien entendido, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es
idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios» (Ef 5:5). Más aún, Ia
Biblia nos enseña que uno puede ser externamente justo delante de los hombres,
y ser sin embargo un sepulcro blanqueado, siendo su corazón la morada de la
soberbia, de la envidia o de la malicia. ... Y más aún que esto; aunque un
hombre estuviera libre de pecados externos, y, si fuera posible, lo fuera de
pecados del corazón, esta bondad negativa no seria suficiente. Sin santidad
«nadie verá al Señor» (He 12:14). «El que no nace de nuevo, no puede ver el
reino de Dios» (Jn 3:3). «El que no ama, no ha conocido a Dios» (1 Jn 4:8). «Si
alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él» 1 Jn 2:15). «El que ama a
su padre o a su madre más que a mi, no es digno de mi» ¿Quién, pues, puede ser
salvo? Si la Biblia excluye del reino de los cielos a todos los inmorales, a
todos aquellos cuyos corazones están corrompidos con soberbia, envidia, malicia
o codicia; a todos los que aman al mundo; a todos los que no son santos; a
todos aquellos en los que el amor de Dios no es el principio supremo y
controlador de todas sus acciones, es evidente entonces que por lo que a los
adultos se refiere, la salvación se tiene que encerrar a limites muy estrechos.
También es evidente que la mera religión natural, el mero poder objetivo de la
verdad religiosa general, tiene que ser tan incapaz para preparar a los hombres
para la presencia de Dios como las aguas de Siria para sanar la lepra.
D. Las condiciones necesarias para la salvación
Viendo pues que el mundo no conoce a Dios mediante la
sabiduría; viendo que los hombres, dejados a si mismos, inevitablemente mueren
en sus
pecados, «agradó a Dios salvar a los creyentes mediante la
locura de la predicación» (1 Co 1:21). Dios ha enviado a su Hijo al mundo para
salvar a los pecadores. Si hubiera sido posible cualquier otro método de
salvación, Cristo ha muerto en vano (Gá 2:21; 3:21). Por ello, no hay ningún
otro nombre por el que los hombres puedan ser salvos (Hch 4:12). El
conocimiento de Cristo y la fe en Él son declarados como esenciales para la
salvación. Esto se demuestra: (1.) Porque los hombres son pronunciados
culpables delante de Dios. (2.) Porque nadie puede expiar su propia culpa y
restaurarse a sí mismo a la imagen de Dios. (3.) Porque se declara de manera
expresa que Cristo es el único Salvador de los hombres. (4.) Porque Cristo
encomendó a su Iglesia la misión de predicar el evangelio a toda criatura
debajo del cielo, como medio designado de salvación. (5.) Porque los Apóstoles,
en el cumplimiento de esta misión, fueron por todas partes predicando la
Palabra, dando testimonio a todos los hombres, judíos y gentiles, a los sabios
y a los ignorantes, que debían creer en Cristo como el Hijo de Dios para ser
salvos. Nuestro mismo Señor enseño esto por medio de su precursor: «El que cree
en el Hijo, tiene vida eterna; mas el que rehúsa creer en el Hijo, no verá la
vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él» (Jn 3:36). (6.) Porque la fe
sin conocimiento es pronunciada como algo imposible. «Porque todo aquel que
invocare el nombre del Señor, será salvo. ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el
cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo
oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no han sido
enviados?» (Ro 10: 13-15).
Por ello, y como ya se ha dicho, es la fe común del mundo
cristiano que por lo que se refiere a los adultos, no hay salvación sin el
conocimiento de Cristo y la fe en Él. Ésta ha sido siempre considerada como la
base de la obligación que tiene la Iglesia de predicar el evangelio a toda
criatura.
E. Objeciones
A la objeción de que esta doctrina no es consecuente con la
bondad y la justicia de Dios, se puede responder: (1.) Que la doctrina sólo da
por supuesto lo que el objetor, si es Teista, tiene que admitir: esto es, que
Dios tratará a los hombres en base del carácter y conducta de los mismos, y que
los juzgará en correspondencia a la luz que cada uno de ellos haya tenido. Es
debido a que el Juez de toda la tierra tiene que hacer lo justo que todos los
pecadores reciben la paga del pecado, por una ley inexorable, a no ser que sean
salvos por el milagro de la redención. Por ello, al enseñar que no hay
salvación para los que ignoran el evangelio, la Biblia sólo enseña que un Dios
justo castigará el pecado. (2.) La doctrina de la Iglesia acerca de esta
cuestión no va más allá de los hechos del caso. Sólo enseña que Dios hará lo
que vemos que realmente hace. Él, en gran medida, deja a la humanidad a si
misma. Permite que se hagan pecaminosos y desgraciados. No es más difícil
conciliar la doctrina que el hecho innegable con la bondad de Dios. (3.) En el
don de su Hijo, la revelación de su Palabra, la misión del Espíritu y la
institución de la Iglesia, Dios ha dado abundante provisión para la salvación
del mundo. Que la Iglesia haya sido tan remisa en dar a conocer eI evangelio es
la culpa de la misma Iglesia. No debemos atribuir la ignorancia y consiguiente
perdición de los paganos a Dios. La culpa es nuestra. Nosotros nos hemos
guardado para nosotros mismos el pan de vida, y hemos permitido que las
naciones perezcan. ...
Los Arminianos WesIeyanos y los Amigos, que admiten la
insuficiencia de la luz de la naturaleza, mantienen que Dios da gracia
suficiente, o una luz interior sobrenatural que, si es abrigada y seguida de
manera apropiada, conducirá a los hombres a la salvación. Pero ésta es
simplemente una hipótesis amable. No hay evidencia de tal gracia universal y
suficiente en las escrituras, ni evidencia de su experiencia. Además, si se
admite no ayuda en esto. Si esta gracia suficiente no salva realmente, si no
libra a los paganos de aquellos pecados sobre los que se proclama el juicio de
Dios, sólo sirve para agravar su condenación. Todo lo que podemos hacer es
adherirnos estrechamente a las enseñanzas de la Biblia, seguros de que el Juez
de toda la tierra hará lo que es recto; que aunque haya nubes y oscuridad
alrededor de Él, Y que sus caminos sean inescrutables, la justicia y el juicio
son la morada de su trono.
Soli Deo Gloria