jueves, 14 de julio de 2016

Respuesta al Postmodernismo

En aquellos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía. (Jueces 17:6)

El postmodernismo se está infiltrando en la iglesia. Donde los pastores son un símbolo de confianza y de una investidura especial en el papel de maestro de las Escrituras, un hombre de Dios digno de respeto que cuida en oración al rebaño, ahora debe estar buscando la mejor manera de entretener a la congregación para que no se vayan a otra iglesia donde la música es mejor y más fuerte, el espectáculo tiene más luces o simplemente tienen mejores juguetes tecnológicos. En muchos casos ya no se trata de Dios sino de que la gente se sienta bien consigo misma.

Un pastor puede explicar con detalle y enseñarle a la congregación el significado de un texto específico de las Escrituras tras una cuidadosa investigación y un trabajo exegético metódico. Pudo pasar muchas horas estudiando el griego o el significado hebreo de las palabras, el contexto cultural, el trasfondo social del texto para cavar y extraer los principios que trascienden edad y cultura. Llega el domingo y presenta las verdades de Dios de una manera sencilla pero poderosa de tal forma que la verdad de Dios resplandece…hasta que la mente postmodernista dice “Bueno, eso es lo que el pastor piensa, yo no estoy de acuerdo, yo no creo que nadie vaya al Padre si no es por medio de Jesús, el dios en el que yo creo es más amoroso que el del pastor”.

Con esta tendencia escéptica el postmodernismo ha tornado a cada persona en un experto en su propia opinión. Han tirado a la basura el proverbio que dice “No seas sabio en tu propia opinión; teme a Jehová y, apártate del mal” (Prov. 3:7). Pareciera que de hecho estamos viviendo en la generación de la que Pablo le advirtió a Timoteo en 2 de Timoteo 4: “Por que vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas”.

Ese falso escepticismo “en busca de la verdad” es en realidad una excusa para complacer nuestras pasiones y volver a la búsqueda idólatra del “dios interior”. Es muy parecido a lo que Pablo explica en Romanos 1 cuando habla sobre la gente que cambió la verdad de Dios por una mentira.

El postmodernismo está aquí y se ha arraigado en nuestra cultura, nuestra iglesia y, en muchos casos, es tan discreto que pudiera estar en muchos de nuestros “propios” pensamientos. Pero ¿Cómo podemos aprovechar sus fortalezas y debilidades para el progreso del Evangelio? ¿Qué podemos hacer como comunidad de creyentes para enfrentar el maremoto de esta era que amenaza con hundir a la iglesia?

Yo creo que la clave la podemos encontrar en la Palabra de Dios, en el libro de 2 Timoteo 4:2: “Predica la Palabra”. No hay nada tan precioso, tan inmenso, tan claro, tan verdadero, tan transformador, tan liberador, tan refrescante como la Palabra de Dios. ¡Es el mismísimo aliento de Dios! Es la Palabra de Dios inspirada, inerrante, infalible, suficiente, y con la autoridad de Dios. No necesitamos vencer la mente postmodernista, simplemente necesitamos predicar la Palabra. No es irracional, no es ilógica, no contradice la vida o la historia, no es una fabricación humana… es la Palabra de Dios con la autoridad del Creador y que puede hacerte “sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús” (2 Timoteo 3:15).

El Postmodernismo cuestiona la fe como si fuera “un salto a ciegas” sin embargo no es así. Dios nunca nos ha pedido que creamos en Él sin pruebas de quien Él es. Leemos acerca de las plagas en Egipto para que la gente pueda ver que Él es Dios. En cada una de esas plagas Dios derrotó a las falsas deidades de los egipcios y les mostró a ellos y a todo el mundo que solo Él es Dios, el creador y sustentador de todo. Una y otra vez vemos a Dios haciendo todo tipo de cosas sobrenaturales a la vista de la gente para que crean.

El Señor nos da Su Palabra y deja muy en claro que se trata de Su Palabra a través de profecías muy específicas que debían cumplirse en su tiempo como testimonio a los oyentes de que las palabras verdaderamente venían de parte de Dios. Se cumplieron profecías específicas con nombres, años y naciones. ¡Más de 300 profecías acerca de Jesús se cumplieron al pie de la letra! ¡No hay razón alguna para ser escépticos acerca de la Biblia!

Como ultima demostración de Su bondad, carácter y deidad soberana Dios mismo vino en carne y hueso y caminó por la tierra en la persona de Jesús. Realizó milagros e hizo todo lo que se había profetizado acerca de Él en el Antiguo Testamento. Dijo ser Dios y lo demostró con Su resurrección ante cientos de testigos durante un periodo de ¡40 días! Jesús mismo dio testimonio de las Escrituras como La Palabra de Dios.

Resulta no solamente lógico sino necesario confiar en la Biblia como la autoridad para todos los asuntos espirituales. Podemos escuchar todo tipo de ideas postmodernistas pero invariablemente surgen de fuentes personales, ideas o el pensamiento humano. La pregunta es ¿Quién es la autoridad? ¿Quién conoce mejor los asuntos espirituales que Dios mismo?

Podemos deslumbrarnos con todas las nuevas aplicaciones y los cambios de nuestro mundo, pero una cosas es verdad, somos escépticos de las cosas que nos conviene ser escépticos y a veces confiamos irracionalmente en aquellas cosas sobre las que deberíamos ser escépticos. Para darle un ejemplo tenemos un falso sentido de seguridad detrás de las puertas cerradas de nuestro hogar. Confiamos en que el seguro será suficiente hasta que alguien abre la puerta de una patada. Confiamos que estamos a salvo tras el volante con el cinturón de seguridad ajustado hasta que un camión nos golpea de frente o una avalancha nos entierra…Nos hacen creer que tenemos el control de las cosas pero el hombre más sabio del mundo comparte sus pensamientos con toda la humanidad, al final de su vida, y nos revela que no tenemos el control sobre nada. Si hemos de ser escépticos acerca de algo, más nos valiera ser escépticos de nuestros propios pensamientos. Todo en este mundo, lejos de Dios, es vanidad. Y este hombre terminó su antiguo libro con estas palabras: “El fin de todo discurso oído es este: teme a Dios y guarda Sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala” (Ecl. 12:13).

Soli Deo Gloria



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¿Muerto si falta a un Culto de Oración?

¿SE LE PRESUME MUERTO SI FALTA A UN CULTO DE ORACIÓN?

James A. Spurgeon ayudó a su más famoso y hermano mayor, Charles, en el ministerio del Tabernáculo Metropolitano en el siglo XIX. Se desempeñó en varios puestos, incluyendo a partir de 1868, el de “co-pastor “, aunque sus funciones eran principalmente administrativas. A menudo ayudó a otras iglesias que estaban luchando, buscando promover su revitalización. Una de estas iglesias que fue ayudada en gran medida por su ministerio estaba en Croydon. El siguiente es un relato de un querido miembro de esa iglesia que fue escrito por James en the Sword and Trowel (Famosa Revista que editó C.H. Spurgeon durante su ministerio) en 1884. Mientras lo leía, no pude evitar preguntarme ¿A cuántos miembros de la iglesia se les supondría muerto si llegaran a faltar dos reuniones de oración?

EN LA REUNIÓN DE ORACIÓN; O MUERTO UNAS PALABRAS que hablan de la Reunión de Oración en el Tabernáculo Metropolitano, por el pastor J.A. SPURGEON

Acabo de perder a uno de los miembros de mi iglesia en Croydon. Cuando fui por primera vez, me encontré con una mujer intemperante; y por cierto, con el lado triste y doloroso de su historia. Hace unos diez años atrás, empobrecida  por el abuso del alcohol, con pocos recursos para vivir y muy poco para comer, reducida a su mayor necesidad, resolvió muy sabiamente que sería abstemia porque así no podía seguir.

Desde la firma de esa promesa, se convirtió en una mujer nueva; llegó a la casa de oración, la gracia de Dios llegó a su corazón, y desde ese momento estuvo siempre en la Capilla cuando se abrieron las puertas. Yo solía decirle que realmente pensaba que ella vivía en el recinto.

Nunca se celebró una reunión de oración sin que la señora W – estuviera presente. Si yo estaba o no allí, ella lo estaba. Una vez hace seis meses, se ausentó. Cuando le pregunté donde había estado, ella dijo: “Vine y dejé los libros, pero no me quede para la reunión”. Resulta que había venido a la iglesia por no faltar, pero faltó porque se fue a visitar un enfermo. Esa fue la única vez que esa señora faltó a una reunión de oración hasta que después faltó un domingo por la noche cuando le extrañé de nuevo.

Le pregunté a mis diáconos si la habían visto u habían oído acerca de ella, y me dijeron: “No sabemos dónde está, ella tampoco estuvo con nosotros el pasado viernes por la noche en la reunión de oración”.  Les dije que estaba seguro de que estaba muerta, porque si hubiera estado viva ciertamente habría estado en la reunión de oración. Nadie cuestionó lo que dije. Todos sintieron como yo que ella no se habría perdido dos reuniones de oración seguidas a menos que hubiese muerto, o hubiese estado demasiado enferma para salir de su casa.

Durante el servicio de la tarde uno de los diáconos fue a donde vivía completamente sola y al no recibir respuesta de nadie, consiguió ayuda e irrumpió en la casa. Allí encontró justo lo que esperábamos; estaba allí, de rodillas, muerta, en su pequeña sala, debió haber muerto en medio de un gran sufrimiento y en el acto de orar a Dios.

Ella era un personaje notable. Visitó y regaló tratados en la peor calle de Croydon, y tenía una manera singularmente feliz de ganarse a las personas muy malvadas, a quienes iba a contarles la historia de su propia vida, y decirles que ella solía ser como ellos, pero que por la gracia de Dios se había convertido, y que el don de la gracia que ella tenía podría hacer lo mismo para ellos.

Se cuenta una historia como un ejemplo de las bromas que le solían jugar. Un joven pensó en asustarla; así que se vistió como el diablo tanto como su imaginación le permitió hacer. Cuando ella llamó a la puerta, la abrió y gritó: “Yo soy el diablo”, y comenzó a gritarle. Sin embargo, ella no se alarmó en lo absoluto, tranquilamente- se puso las gafas y lo miró de arriba abajo, y le dijo: “Tú no eres el diablo, eres solamente uno de sus hijos”. Pensé que la anciana obtuvo lo mejor de esa experiencia en ese momento. Le pregunté si alguna vez lo volvió a ver  y ella respondió: ” ¡Oh no, querido! Él sólo bajó la cabeza y se fue. “La echaremos de menos profundamente; nuestras reuniones de oración tendrán un espacio en blanco, el de la Sra. W. Es una ausencia que no vamos a superar fácilmente. Espero que algunos de ustedes serán tales asistentes constantes en las reuniones de oración que si llega a pasar que se ausente dos veces seguidas diremos de ti: “Estoy seguro de que nuestro hermano o hermana ha de estar muerto”, aunque no queremos partir tan pronto como lo hizo nuestra buena amiga en Croydon.

(Tomado de Sword and Trowel: 1884 [London : Passmore y Alabaster, 1884 ] , 89-90 ).
http://tomascol.com/would-you-be-assumed-dead-if-you-missed-a-prayer-meeting
Fuente: http://www.ibrsuba.org/
Soli Deo Gloria



miércoles, 13 de julio de 2016

El Poder santificador y las películas, la música y el ocio en la vida cristiana

¿Se ve obstaculizada nuestra continua santificación por la mundanalidad? ¿Se ha detenido la “resurrección moral” de la que habla Pablo? A continuación veremos cómo podemos volver a descubrir el poder secreto.

“Y conocerle a Él, el poder de su resurrección y la participación en sus padecimientos, llegando a ser como Él en su muerte” (Filipenses 3:10).

Es posible malinterpretar estas palabras y pensar que Pablo está esperando el día de la resurrección futuro. Algunos han pensado que deseaba el martirio y que esto es lo que quiere decir cuando habla de conocer la participación de los padecimientos de Cristo. Pero Pablo se está refiriendo claramente a conocer el poder de la resurrección como una experiencia actual en su vida. En otras palabras, está aludiendo a la transformación continua de su propia vida a una de mayor piedad y describe este proceso como una resurrección moral y espiritual.

Novedad de vida

El poder mismo por el cual Cristo hizo estallar las ligaduras de la muerte está funcionando en su pueblo en la santificación. Empezó a actuar en la conversión, cuando el poder de la resurrección emancipó la mente para que comprendiéramos las verdades salvíficas que con anterioridad no significaban nada para nosotros.

Tal vez un creyente que te evangelizaba te dijo alguna vez: “Todas las personas son pecadoras”, y tú no lo aceptaste. Retrocediste y respondiste: “Eso es absurdo; hay mucha gente buena”. No podías aceptar que nadie ha alcanzado la gloria de Dios y que, por naturaleza, todas las personas son depravadas pecaminosas y corruptas. Quedaste horrorizado ante la idea de que nadie merecía estar delante de Dios y que todos están condenados, perdidos.

Pero entonces, por el poder de la resurrección, el poder que da vida, tus ojos se abrieron y cambiaste de opinión. Dijiste: “¿Por qué no podía ver esto antes? Veo esa corrupción en mí mismo. Ahora la veo en todo el mundo, un mundo que no puede controlar su odio, su extorsión, su opresión y sus guerras. Veo el pecado en toda la vida comercial y privada, lo veo en mí mismo como nunca antes lo había visto”. El poder de la resurrección visitó tu mente, impartiendo un nuevo entendimiento.

Al mismo tiempo, el poder de la resurrección transformó tu carácter y te dio una nueva naturaleza, para que las cosas que te dominaban antes ya no tuvieran el mismo poder sobre ti. Seguías siendo un pecador, pero el pecado se había convertido en tu enemigo y lo odiabas, y anhelabas verte libre de él. Nuevos gustos, valores y aspiraciones fueron plantados en ti, y todo por el poder vivificador de Cristo.

Que la obra de ese poder de resurrección continúe en la vida de cada creyente, para que cuando tengamos que hacer frente a la pérdida de tiempo y a los programas impíos de televisión, o a cualquier otra atracción que no edifique, que sea improductiva y hasta pecaminosa, la voluntad renovada (nuestra toma de decisiones, nuestra determinación, la facultad volitiva) lleve nuestra mente a mejores cosas.

Pensemos por un momento en nuestros distintos pasatiempos e intereses. ¿Qué podemos hacer en este mundo? Existen muchos intereses terrenales, actividades y formas de esparcimiento que no son directamente espirituales y que son admisibles para los creyentes. En cierto modo, Dios nos ha dado todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Podemos, por ejemplo, visitar lugares hermosos. Si tenemos la energía suficiente podemos emprender actividades físicas y deportivas. Puede gustarnos visitar lugares de interés histórico o dedicarnos a la lectura histórica. O tal vez tengamos interés en la forma en que funcionan las cosas y en los triunfos del descubrimiento humano, observándolos y aprendiendo sobre ellos.

La música y la aventura

Es posible que la buena música nos interese y hasta nos sea gratificante, y que quizás disfrutemos hasta cierto punto de la ficción instructiva, pero en todos estos tipos de cosas tenemos que estar seguros de que son saludables. No les prohibiríamos a los jóvenes exponerse a la aventura e incluso a lo espectacular. Hay muchas cosas que pueden atraer nuestra mente de un modo legítimo, ocuparnos y envolvernos. Pero hagamos lo que hagamos, tenemos que mantener estándares piadosos y poner a prueba nuestros intereses e ideas.

Asimismo, debemos racionar incluso las cosas legítimas no vaya a ser que sustituyan a Cristo y su servicio, y estorben el proceso de resurrección espiritual que se está desarrollando en nuestra vida, estropeando nuestros gustos.

La música moderna de entretenimiento de la peor especie está por todas partes, entrometiéndose constantemente en la vida. En el pasado, los cristianos ignoraban las canciones populares, las consideraban parte de este mundo y pertenecientes a la vieja vida. En torno a mediados de la década de 1950, las canciones pop cayeron en picado y su contenido moral se volvió incluso peor de lo que era antes, constituyendo una campaña obvia y orquestada contra los principios de Dios y fomentando justo la conducta opuesta. El mundo de la música de entretenimiento popular se convirtió cada vez más en un ataque sin cuartel contra la autoridad, el orden y la educación, compitiendo por una permisividad sexual sin restricciones, el narcisismo y la autogratificación.

Esta cultura se convirtió en un mensaje poderoso y peligroso, que se opone a todo lo santo y lo noble. Sorprendentemente, al desarrollarse, muchos cristianos rompieron con su tradición de mantenerse distantes, y se rindieron ante sus ritmos y sus letras seductores. Pero se trataba de una cultura de “propaganda” diseñada para apartar a la sociedad de Dios y hacer que se rebelara contra él. Los cristianos no deben darle cabida a lo que sus predecesores rechazaron.

Adaptar la música de entretenimiento del mundo para la adoración y adoptarla fue un desarrollo sorprendente y, ciertamente, desobediente a los mandamientos y principios contundentes de las Escrituras. Es incorrecto utilizarla en la adoración y también lo es aceptarla en el ocio y el placer personales. Algunas personas me han dicho que escuchan rock y pop, incluso siendo creyentes. Otras han reconocido que tuvieron una mala conciencia por ello cuando estaban recién convertidas, pero posteriormente lo superaron y dejaron a un lado estos pensamientos.

Diseñada para esclavizar

Amados amigos, esto es del mundo. Es la producción del príncipe de la potestad del aire, canalizado a la sociedad desde grupos bajo los efectos de las drogas, artistas notablemente impíos y rebeldes. Fue creada para atrapar a las personas. Se presenta bajo una forma poderosamente rítmica, es una manipulación emocional, es eufórica y está diseñada para esclavizar. Si hemos sucumbido a esto en la vida de nuestra iglesia o en nuestro hogar, es vital que vayamos delante del Señor con profundo pesar y arrepentimiento, que empecemos a practicar el discernimiento y la repudiemos. Va contra todos los principios y el orden, por no mencionar la reverencia, y, ciertamente, eclipsará el privilegio de conocer el poder de la resurrección en nuestras vidas.

Recuerdo haber leído, hace algunos años, un artículo escrito por un joven que profesaba ser cristiano y que había empezado a permitirse disfrutar profundamente de la música de entretenimiento. Cuando fue a la iglesia todo empezó a parecerle extremadamente apagado y monótono. Dejó de ser a su gusto. Contaba cómo los himnos empezaron a sonarle vacíos y aburridos, y nada podía elevar su espíritu.

Evidentemente, lo que gobernaba su vida privada lo había cambiado y había dañado sus sensibilidades y sus gustos espirituales. Su espíritu buscaba ahora el entretenimiento, el impacto emocional que provoca una audio-droga y no las bendiciones de la verdad. Resultó que este hombre se convirtió en el fundador de un grupo de iglesias carismáticas de música rock. La música de entretenimiento secular atrapó su alma.

Sin lugar a duda hay muchas cosas que podemos emplear y disfrutar en este mundo presente. Pero también hay cosas profundamente manchadas por los principios depravados de hoy como el mundo de las películas. No hay mucho en ellas que los creyentes deberían querer ver. Tenemos que preguntar siempre: ¿Es limpia? ¿Es pura? ¿Es saludable? ¿Es edificante? ¿Podría llevar al Señor allí? ¿Podría tenerle junto a mí?

Es necesario que hagamos las preguntas, que juzguemos y que sopesemos el asunto a conciencia o interrumpiremos el proceso de la “resurrección moral” en nuestra vida y deshonraremos al Señor. A menos que algo sea limpio y saludable no deberíamos verlo o escucharlo, e incluso entonces, deberíamos racionar nuestra participación en estas cosas. Las revistas cristianas y los blogs que revisan y aprueban las películas y los videos de entretenimiento muestran su desdén por la vida cristiana auténtica y la búsqueda de la santidad.

Tal vez podamos ver algo de lo que emiten en televisión, pero los principios que acabamos de mencionar deben aplicarse siempre.

Esto nos lleva a la pregunta: ¿Encendemos el televisor en el Día del Señor para alguna otra cosa que no sea, por ejemplo, un boletín de noticias? Con toda seguridad, ¡no deberíamos hacerlo jamás! ¡Es el Día del Señor, amados amigos cristianos! Es el día designado para él y para su adoración y servicio. Consideremos las palabras de Pablo: “Y conocerle a él”. Se aplican de forma primordial al Día del Señor, nuestro día de dedicación, reflexión y comunión, y nuestro día para darle a conocer. No podemos “conocerle” y permitir que los medios de entretenimiento se apoderen de nuestra vida al mismo tiempo.

Nuestro versículo dice: “Y conocerle a Él, el poder de su resurrección y la participación en sus padecimientos”. ¿Qué significa conocer la participación en sus padecimientos? Y, del mismo modo, ¿qué significa “llegar a ser como Él en su muerte”?

Deshonrar a Cristo

Hemos observado que algunos maestros creen que Pablo tenía la ambición de ser martirizado por Cristo, pero no es probable que este sea el significado aquí. El tema es seguir conociendo el poder de la resurrección para cambiarnos y moldearnos. Recordamos que nuestro Salvador sufrió y murió en el Calvario para comprar nuestra salvación eterna, pero también para que viviéramos vidas santas aquí. Tener participación en sus padecimientos significa que vivo como para hacer que sus padecimientos valgan la pena y sean efectivos en mi vida. Está claro que serán eficaces para comprar mi alma eterna, ¿pero me motivan para luchar por la justicia en mi vida terrenal?

Permíteme ilustrarlo de esta manera. Un estudiante debe pagar ahora una matrícula muy alta para ir a la universidad en Inglaterra. (Esa matrícula es, sin embargo, tan solo una fracción de lo que el gobierno paga.) Supongamos que alguien se apretara el cinturón y ahorrara para que tú pudieras ir a la universidad y te diera el dinero, pero tú lo perdieras en el juego. ¡Increíble! ¡Alguien hizo un enorme sacrificio y tú lo malgastas en el juego!

Cristo no solo ha sufrido para asegurar nuestra salvación, sino también para ponernos en el camino de la lucha por la santidad. ¿Desperdiciamos la bendición y descuidamos el proceso de la resurrección moral? Ser participante de sus padecimientos significa que vivimos para honrarlos.

Por cambiar la ilustración, alguien nos compra una casa; no solo da un depósito, sino la suma total y nosotros la perdemos en el juego. Impensable. Es una ilustración mediocre, pero es como si Cristo hubiera sufrido y muerto para hacerme justo y que yo desperdiciara el beneficio. Ni siquiera intento vivir una vida justa, apartada de la cultura manchada y corrupta de este mundo. Enciendo el televisor y veo cualquier cosa, incluso cosas escandalosas, aun en el Día del Señor. Cristo no solo sufrió y murió para comprar mi salvación, sino para librarme de una constante participación en obscenidades, suciedad, idolatría material y todas las demás cosas que son ofensivas para Él.

Dependientes del estado de ánimo

Tal vez alguien esté viendo películas que son del todo inadecuadas para un creyente, y que le manchan y lo abaten. Asimismo, durante todo el día permite que el mundo incruste música beat en su cabeza. Llega a depender de ella para estimular su estado de ánimo. Realmente lo domina y lo gobierna. Parece no poder vivir sin ella. Un creyente así no está participando de los padecimientos de su Señor. No está conformándose al propósito de estos sufrimientos.

Cristo murió para hacer de mí totalmente una mejor persona, y yo lucharé con su ayuda para resistir al pecado. Esto es tener participación en sus padecimientos. Él hizo el sacrificio para que yo pudiera vivir la vida. Yo viviré por aquello por lo que él murió. Esto es “llegar a ser como Él en su muerte”.

El apóstol usa este mismo tipo de argumento a lo largo de Romanos 6, relacionando la muerte y la resurrección de nuestro Salvador con nuestra santificación.

El versículo 11 y los siguientes confirman que Pablo está hablando de la obra presente de santificación en nuestra vida, y la lucha y el esfuerzo que esto implica. Dice: “A fin de llegar a la resurrección de entre los muertos”. Es obvio que no se está refiriendo a su resurrección futura, porque no hablaría nunca de ello como si fuera algo incierto. Diría: “Sé que llegaré a la resurrección de los muertos”. Afirmaría con confianza que Cristo no lo dejará nunca ni lo abandonará.

Pero en este versículo once está hablando de la resurrección presente, progresiva y moral que podemos frustrar y obstaculizar. El lenguaje es, por tanto, menos cierto: “A fin de llegar a la resurrección de entre los muertos”.

Con toda seguridad deberíamos decir, del mismo modo: “Si pudiera ejercer más prudencia en los días de esta semana que viene, más discernimiento y sopesar con mayor cuidado las cosas que hago. Si pudiera rechazar las cosas pecaminosas, inútiles, que pueden robarme mis gustos espirituales, hacerme perder el tiempo y corromperme”.

“No que ya lo haya alcanzado”, procede Pablo a decir, confirmando más aún que ha estado hablando sobre nuestra resurrección moral presente. Observamos que es una obra progresiva. Él no la ha alcanzado en su totalidad, ni es aún completo, pero, dice: “Sigo adelante”.

Pablo parece decir con gran fervor: Mi Señor ha muerto por mí y me ha agarrado con brazos de amor. Me ha cambiado, me ha hecho suyo y anhelo asirme a Él, estar más cerca de Él, conocerle mejor y llegar a ser más conforme a sus santos principios. Así que prosigo, me estiro hacia Él”.

No podemos pasar por alto el lenguaje de esfuerzo, preocupación, diligencia y vida cristiana concienzuda. ¿Es esto cierto en nosotros? Este “afán” es tan importante que Pablo reitera (versículos 13-14): “Hermanos, yo mismo no considero haberlo ya alcanzado [agarrado]; pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás [la vieja vida con sus deleites pecaminosos, sus distracciones y cosas que no aprovechan], y extendiéndome a lo que está delante, prosigo hacia la meta para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.

¿Cómo somos nosotros? ¿Somos informales en nuestra vida espiritual? ¿Nos limitamos a soñar de día o nos esforzamos y nos estiramos hacia adelante? ¿Sopesamos las cosas, preguntando: ¿Es esto moral? ¿Es esto para Cristo? ¿O está promocionando al mundo? ¿Es esto intoxicante? (Recordamos las palabras de Pablo: “Yo no me dejaré dominar por ninguna [cosa]”). ¿Estoy viviendo de manera descuidada o con cuidado?

Nuestra promesa diaria

Digamos: Determino ser concienzudo, esmerarme en honrar a mi Señor. Deseo el proceso de la resurrección en mi vida. Quiero conocer más de su poder. Anhelo más oración y más mediación en un ministerio de intercesión.

Muchas cosas nos son permisibles y deberíamos interesarnos en las cosas terrenales, pero necesitamos fuerza de mente para evaluarlas y sopesarlas incesantemente, y fortaleza para racionar las cosas en las que nos implicamos.

Tenemos la ayuda de Cristo. Tenemos toda su omnipotencia. Piensa en el poder que ejerció en la resurrección cuando su alma se reunió con su cuerpo, y rompió las ligaduras de la muerte, volviendo a infundir vida en su propio cuerpo; y se levantó de entre los muertos. Ese poder está disponible para nosotros y procede del Cristo vivo para renovar nuestra mente, nuestra voluntad, nuestros gustos, nuestros deseos, cada parte de nosotros. Este debe ser nuestro anhelo y nuestra oración.
Soli Deo Gloria



La Conciencia y los Puritanos

1. con el fin de asegurarnos de estar en la misma onda, ¿puede definir lo que es la conciencia? ¿De qué hablaban exactamente los puritanos cuando debatían asuntos de conciencia?

La conciencia es un eco en la mente humana del veredicto del Juez justo. William Perkins afirmó que “la conciencia es una parte del entendimiento” que se pone de parte o en contra de los actos propios de la persona. William Ames, un estudiante de Perkins, escribió que la conciencia es “el juicio que un hombre emite sobre sí mismo, de acuerdo con el juicio que Dios hace de él”. Independientemente de aquello que amamos con nuestros afectos, o escogemos con nuestra voluntad, hay una parte de nuestro entendimiento que nos juzga y que nos da un sentido de aprobación o culpa moral, según la comprensión que tengamos de lo correcto y de lo incorrecto. Por tanto, cuando los puritanos consideraban los casos de conciencia, debatían cuestiones sobre cómo saber lo que es agradar a Dios en situaciones específicas y, lo que es más importante aún, cómo saber que el Juez divino te acepta como alguien justo a Sus ojos.

2. ¿Qué identificarían los puritanos como la función de la conciencia? ¿Por qué la necesitamos y qué hace por nosotros?

La conciencia imprime la autoridad moral de Dios sobre la mente del hombre y, como resultado, produce una sensación de angustia y miseria, o de paz y gozo, que anticipa la eternidad. Ames afirmó que la conciencia ata a un hombre con tal autoridad que ninguna cosa creada puede liberarlo de ella. Aunque nuestra conciencia pueda estar mal informada, sigue hablando con una autoridad divina a la que podemos desobedecer, pero que nos resultará difícil de ignorar. Nos recuerda que Dios ve todo lo que hacemos y que, una de dos, o se deleita en nosotros o se enoja con nosotros, y que está contento o descontento con nuestros actos.

Gran parte de la literatura puritana tenía por objetivo dirigir a las personas a hallar la paz de la conciencia por medio de la sangre de Cristo y a caminar en buena conciencia de día en día. Richard Rogers declaró que el propósito de su Seaven Treatises de dirección espiritual consistía en mostrar a una persona cómo vivir para que “pudiera hallar el sabor dulce y eficaz [poderoso] de la felicidad eterna, incluso aquí”. Richard Sibbes dijo que una buena conciencia es “un festín continuo”, porque saber que Dios se agrada de nosotros, que ha perdonado nuestros pecados y que se deleita en nuestra obediencia nos capacita para sufrir y hasta para morir sintiendo consuelo, libertad y gozo.

3. ¿Qué querrían los puritanos que supiésemos sobre el efecto de la caída en el pecado sobre la conciencia del hombre?

La caída del hombre nos colocó bajo la ira condenadora de Dios y de la oscuridad esclavizadora del pecado. Lo primero perturba y aterroriza la conciencia por cuanto siente el juicio venidero; lo segundo desordena y confunde la conciencia.

Perkins enseñó que aunque “un remanente de la imagen de Dios” persiste en la mente del hombre a través de “ciertas nociones concernientes al bien y al mal”, la humanidad ha caído en gran ignorancia de la verdad y en la incapacidad de entender las realidades espirituales (1 Co. 2:14), en la futilidad de no distinguir la verdad de la falsedad (Ef. 4:7; Pr. 14:12), y en la tendencia natural de seguir el mal y las mentiras (Jer. 4:22). Esto distorsiona la conciencia, aunque sigue reteniendo un cierto grado de su poder para reprender y restringir el pecado (Ro. 2.15). La conciencia caída tiende a excusar la maldad introspectiva si va cubierta de adoración externa (Mr. 10:19-20). También tiende a acusar falsamente a la persona cuando no sigue las tradiciones y las doctrinas de meros hombres (Col. 2:21-22). En ocasiones, la conciencia puede acusar y aterrorizar a una persona por sus pecados (Hch. 24.26) y, a pesar de ello, la conciencia puede llegar a estar cauterizada hasta el entumecimiento por los hábitos de pecar (Ef. 4:19; 1 Ti. 4:2).

4. ¿En qué podrían advertirnos los puritanos sobre nuestro uso o mal uso de la conciencia?

Los puritanos advertían en contra de sujetar la conciencia a cualquier autoridad suprema al margen de la Biblia. Enfatizaban de forma particular la libertad de la conciencia en asuntos de religión. Los eruditos de Westminster escribieron: “Solo Dios es Señor de la conciencia, y la ha dejado libre de las doctrinas y los mandamientos de los hombres, que son en muchas cosas contrarios a Su Palabra, o están al margen de ella en asuntos de fe y de adoración”. Las Santas Escrituras son la única norma suficiente, cierta e infalible de todo conocimiento, fe y obediencia salvíficos”.

Los puritanos también advirtieron contra resistirse a la propia conciencia cuando esta habla según la Palabra. Ames enseña a los inconversos que consideren seriamente la ley para que esta los convenza de pecado, les muestre que no pueden salvarse a sí mismos, y que los lleve al dolor, el temor y a la confesión de pecados específicos. Debe renunciar, asimismo, a su propia justicia y fijar su mente en la justicia de Cristo crucificado, tal como lo presentan las promesas del evangelio.

Los cristianos tampoco deben resistirse a la conciencia. Si un cristiano descubre que su conciencia le está acusando, Ames le aconseja que: primero, sienta la carga del pecado (Mt. 11:28-29); segundo, deteste todo el pecado (Ro. 7:15); tercero, que tenga cuidado de no cumplir sus deseos pecaminosos (Gá. 5.16); cuarto, que trabaje para matar esas ansias pecaminosas (Ro. 8:13); quinto, que considere las promesas de Dios, corra hacia Cristo y se aferre a Él más y más (Ro 7:25; Fil. 3:9); y sexto, que se deshaga de los pecados repugnantes y odiosos que sacuden la conciencia y ponen en cuestión su propia salvación (Is. 1:16-18).

5. ¿Qué puede hacer un cristiano para reparar su conciencia o ayudar a que esta venza los efectos de la caída?

La restauración de la conciencia forma parte del proceso de santificación que comienza con la regeneración y no acaba hasta que entramos a la gloria. Es una obra de la gracia de Dios que debemos buscar en oración. El medio más relevante es ponernos bajo una predicación sana y escrutadora tanto de la ley como del evangelio. Como dijo Sibbes, los pasos que llevan a una buena conciencian son, en primer lugar, sentirnos perturbados por nuestros pecados; en segundo lugar, hallar la paz confiando en Cristo; y, en tercer lugar, decidir agradar a Dios en todas las cosas. Con estos tres elementos activos en nuestra vida, estamos posicionados para crecer más en una buena conciencia a medida que vivimos por fe para complacer a Dios. La actitud más importante es la sinceridad y la humildad delante de Dios, porque la conciencia siempre nos confronta con la verdad de que Dios es el Señor. Para más detalles sobre la restauración de la conciencia, ver A Puritan Theology (pp. 919-25)
Traducción de IBRNJ
Soli Deo Gloria



martes, 12 de julio de 2016

La Oración y los Puritanos

1. Los puritanos son hoy famosos por la importancia que daban a la adoración corporativa y la familiar. ¿Habrían integrado también la adoración privada (o los devocionales personales) en sus vidas? ¿En qué habría consistido esa adoración?

Los puritanos consideraban los devocionales personales como la raíz de la adoración familiar y pública. El Manual para la adoración familiar comienza, de hecho, recomendando la «adoración secreta» como «lo más necesario» cuando cada individuo se dedica a «la oración y la meditación» como medio especial de «comunión con Dios». Pastores y padres —afirmaba— deberían exhortar «a todo tipo de personas a realizar este deber por la mañana y por la noche».

Los elementos principales de los devocionales personales son la meditación en la palabra y la oración a Dios. La meditación alimenta el alma con la Palabra para el servicio diario a Dios. Thomas Manton declaró: «Aquel que trabaja debe tomar sus comidas, de otro modo se desmayaría. Los fuegos pintados no necesitan combustibles». Y John Cotton dijo: «Aliméntate de la Palabra y esto hará que te regocijes [o nos regocijemos] en la Palabra».

2. Matthew Henry escribió un libro muy popular sobre la oración y, entre sus primeras directrices, encontramos: «Empieza cada día con Dios». ¿Qué habrían dicho los puritanos si alguien les hubiera sugerido que la Biblia no ordena devocionales diarios ni una adoración privada diaria?

Mantón afirmó: «aunque no existe una norma expresa establecida de forma particular en cuanto a la frecuencia con la que deberíamos estar con Dios», los mandamientos y las llamadas de Dios a la oración «son muy extensas». Señaló que la Palabra nos ordena «orar sin cesar» (1 Ts. 5.17) y «orar en todo tiempo» (Ef. 6:18). Esto implica un hábito continuo de oración y, también tiempos que se dedican especialmente a la oración. Nos ofreció los ejemplos de David (Sal. 55:17) y de Daniel (Dn. 6:10); ambos oraban tres veces al día. Es verdad que podemos elevar oraciones repentinas (Neh. 2:4) en medio de nuestro trabajo ordinario. Pero también debemos «luchar» en oración (Ro. 15:30), lo que implica un tiempo más extenso dedicado de forma exclusiva a la oración. Algunos de esos tiempos más largos son con la familia o con la iglesia, pero Cristo nos enseñó de manera específica a orar a solas en un lugar secreto (Mt. 6:6), y, en ese mismo contexto, a orar «cada día» (Mt. 6:11). No deberíamos considerar la oración como un mero deber religioso, y preguntar: «¿Con cuánta frecuencia tengo que hacerlo?». En vez de ello, Manton afirmó que la oración es la conversación de «un alma amante con Dios», y «los actos de amistad y comunión no deberían ser escasos y poco frecuentes, sino constantes y a menudo». Escribió: «Si sentimos amor por Dios, no podremos pasar mucho tiempo fuera de su compañía, sino que estaremos junto a él, derramándole nuestro corazón».

3. En el mundo cristiano se ha hablado mucho, recientemente, sobre la importancia de orar las Escrituras. Con todo, los puritanos ya lo hacían hace siglos. ¿Cómo y por qué usaban las Escrituras para orar?

La Reforma no fue tan solo un regreso a la doctrina bíblica, sino también un retorno a la espiritualidad bíblica. Un erudito escribe: «Para Lutero, la reforma consistía en cómo ora la iglesia».

Lutero alentó a las personas a dejar atrás la preocupación medieval de los santos y las vanas repeticiones en la oración y de regresar a las simples y sentidas oraciones basadas en los Salmos y en el Padrenuestro. A medida que la Reforma siguió adelante con hombres como Juan Calvino y los puritanos, Dios renovó el interés de permitir que la Palabra de Dios dirigiera la forma de orar y el contenido de la plegaria.

Las oraciones de los puritanos salían de corazones saturados de Escritura. Se deleitaban especialmente en convertir las promesas en oraciones. William Gurnall declaró: «La oración no es sino la promesa invertida». Asimismo afirmó: «Cuanto más poderoso es uno en la Palabra, más poderoso será en la oración». Este patrón de orar las Escrituras culminó en el libro de Matthew Henry, A Method for Prayer [Método para orar], donde recoge centenares de versículos bajo distintos encabezamientos para dirigir al cristiano en oración.

4. ¿Cuáles son algunos de los mejores recursos puritanos a los que regresar si queremos aprender a orar mejor?

Existen dos libros accesibles en la serie puritana de bolsillo; uno es de Thomas Brooks, The Secret Key to Heaven [La clave secreta para llegar al cielo], y el otro es de John Bunyan, Prayer [Oración]. Se puede encontrar algunas copias de The Puritans on Prayer [Los puritanos acerca de la oración] que se ha dejado ya de imprimir y que incluye escritos de John Preston, Nathaniel Vincent y Samuel Lee.

Para orar las Escrituras, véase el libro de Matthew Henry mencionado más arriba. Para inspiradores ejemplos de oraciones puritanas, véase The Valley of Vision [El valle de la visión], publicado por Arthur Bennett.

Puede encontrar, asimismo, una buena introducción a los puritanos sobre la oración en el libro que publiqué con Brian Najapfour, Taking Hold of God: Reformed and Puritan Perspectives on Prayer [Aferrarse a Dios: Perspectivas reformadas y puritanas sobre la oración]. El reverendo Najapfour ha publicado también The Very Heart of Prayer: Reclaiming the Spirituality of John Bunyan [El corazón mismo de la oración: Reclamar la espiritualidad de John Bunyan], y Jonathan Edwards, His Doctrine of and Devotion to Prayer [Jonathan Edwards, su doctrina de la oración y su devoción por ella].
Por supuesto, los puritanos nos dirían que ¡el libro más importante sobre la oración es la Biblia!
Traducción de IBRNJ
Soli Deo Gloria



La mentalidad peregrina de los Puritanos

1. Este capítulo debate sobre la mentalidad peregrina. La mayoría de nosotros estamos familiarizados con El progreso del peregrino, ¿pero no deberíamos entender que la mentalidad peregrina predominó en la gran mayoría de los puritanos?

Sí, los puritanos consideraban sistemáticamente la vida cristiana como un viaje de peregrinación al cielo. Sufrieron mucho y escogieron obedecer por encima de la transigencia, manteniendo sus ojos en Cristo y en el cielo. J. I. Packer afirma: “Los puritanos me han enseñado a ver y a sentir la transitoriedad de esta vida, a pensar en ella, con todas sus riquezas, básicamente como el gimnasio y el probador donde se nos prepara para el cielo y a considerar la disposición a morir como el primer paso para saber cómo vivir”.

2. ¿Podría darme una breve definición de esa mentalidad peregrina y decirnos qué diferencia marcó para los puritanos?

La mentalidad peregrina vive en contra de este mundo, con la esperanza de gloria en otro mundo por fe en Cristo.

Como Moisés, los creyentes en Cristo escogen hoy cambiar los placeres de este mundo por el sufrimiento presente y la gloria futura con Él (He. 11:24-26). Jeremías Burroughs afirmó que la fe tiene poder “para despegar el corazón del mundo”, porque “su obra principal” consiste en “que las almas se arrojen sobre Dios en Cristo para todo el bien y la felicidad que espere lograr jamás […], sobre Dios como bien todosuficiente”. Esto desteta nuestros afectos del mundo y nos capacita para esperar pacientemente en el Señor (Sal. 37:7).

La fe también capacita a los creyentes a regocijarse en lo que no vemos, porque, como afirmó Burroughs: “La fe hace que el bien futuro de las cosas espirituales y eternas estén presentes en el alma y obren sobre ella, como si estuvieran presentes”.

Los puritanos vivieron en un mundo de sufrimiento, opresión política, plagas epidémicas, y guerra civil, donde muchos de sus hijos no sobrevivieron hasta la edad adulta, por su postura contra la mundanalidad y la adoración falsa. A pesar de todo ello, tenían un gozo y una esperanza vibrantes. ¿Por qué? John Trapp declaró: “Aquel que persigue el ser coronado presta poca atención a los días de lluvia”.

Los puritanos disfrutaban de la creación de Dios, pero no se enredaban en los placeres y en las búsquedas de este mundo, porque se dirigían hacia algo mejor. William Perkins afirmó: “Los peregrinos se deleitan poco en sus viajes, porque no se sienten en casa”. Utilizaron este mundo como si no lo aprovecharan, porque era pasajero (1 Co. 7:31).

Los cristianos deben anhelar abandonar este mundo para estar con el Señor (2 Co. 5:8). Perkins dijo que un “peregrino siempre está pensando en su hogar natal y suspirando por él”. Los cristianos deben desear el cielo (He. 11.16), buscar el cielo (Col. 3:1), y usar este mundo no como un fin en sí mismo, sino como un medio para ganar el cielo.

3. ¿En qué nos beneficiará, como creyentes contemporáneos, el rescatar algo de esta mentalidad peregrina? ¿Qué tendríamos que perder o de qué nos privaríamos si no la recuperamos?

En primer lugar, conseguiríamos una postura más antitética hacia este mundo. No es un aislamiento en el que intentamos escondernos del pecado y del mal (¡esto sería imposible!); sería una lucha en la que defenderíamos la justicia contra la perversidad y las acusaciones del mundo. Pedro habla de esto cuando llama a los creyentes a abstenerse de los deseos pecaminosos como “extranjeros y peregrinos” en el mundo, precisamente porque las lujurias pelean contra nuestra alma y el mundo nos acusa del mal (1 P. 2:11).

Este mundo no es amigo de ayudar a los peregrinos que se dirigen al cielo; es un país peligroso que tenemos que atravesar en nuestro camino hacia allá. William Ames declaró: “Esto puede servir para advertirnos que no pongamos nuestra herencia o nuestro tesoro en las cosas de este mundo, [y] exhortarnos a elevar nuestro corazón siempre hacia nuestra patria celestial, y a aprovechar todas las cosas que puedan ayudarnos a seguir adelante”.

En segundo lugar, logramos un firme fundamento para sufrir y morir. Perkins declaró que una de las grandes lecciones del cristianismo es que “debemos vivir para poder morir en fe”. Pocos cristianos consideran hoy cómo sufrir bien y cómo morir para la gloria de Dios (Fil. 1:20), ¿pero cuántos de nosotros evitaremos el dolor y la muerte?

Para tratar estas inevitables realidades (si el Señor se demora), necesitamos visión que penetre más allá del horizonte de nuestra mortalidad. Perkins dijo que la fe es como el palo mayor de un barco al que un marinero trepa y ve tierra firme, mientras todavía se encuentra “lejos de ella” (He. 11.13). Como peregrinos de fe no tenemos por qué temerle a la muerte. Thomas Watson afirmó que “la muerte pondrá fin a un peregrinaje agotador”, retirará los útiles de peregrino y las remplazará por una corona.

En tercer lugar, conseguiríamos un optimismo y una esperanza inamovibles. Comparto las mismas preocupaciones que muchos cristianos estadounidenses tienen en cuanto a la dirección de nuestro gobierno y nuestra cultura popular. Pero pienso que nos enfrentamos a un peligro tan grande como la persecución y la decadencia de la sociedad: temo que los evangélicos están en peligro de amargura y desesperación. ¿Podría ser que nos hayamos olvidado de que este mundo no es nuestro hogar?

Los puritanos vencieron por la sangre del Cordero. Algunos eruditos podrían decir que los puritanos llegaron a perder toda batalla política y eclesiástica en la que se embarcaron, pero yo creo que triunfaron en la batalla espiritual por el reino y los creyentes auténticos siguen siendo hoy más que vencedores en Cristo. John Owen afirmó: “Aunque nuestra persona caiga, nuestra causa será tan verdadera, cierta e infaliblemente victoriosa, como que Cristo está sentado a la diestra de Dios”. Cristo ha ganado la victoria; traerá su reino y todo Su pueblo llamado y escogido participará en él (Ap. 17:14).

Por último, la mentalidad peregrina no trata de un lugar, sino de una persona. Los cristianos deberían considerar toda su vida terrenal como un viaje para ver el rostro de Dios. Mi padre oraba cientos de veces con nosotros en la adoración familiar: “Señor, haz que nuestra vida sea principalmente una preparación para encontrarnos contigo en la justicia y la paz de Cristo”. Esa es la oración y el deseo centrado en Dios de todo peregrino.
Vía: http://www.ibrnj.org/
Soli Deo Gloria