martes, 5 de julio de 2016

La Caída del Hombre

¿Qué tiene que ver la Caída con el ser humano hoy en día? Sin la Caída, nunca podremos entender realmente por qué Jesucristo murió en la cruz o la pecaminosidad de las premeditadas elecciones humanas. Aquí tenemos a Adán, a Eva y la única explicación creíble de la naturaleza humana. 


“Pero la serpiente […] dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?” (Génesis 3:1).

La Caída del hombre es la clave para entender la naturaleza humana y el estado del mundo. Aparte de esto no existe una explicación creíble para el estado humano, incluyendo, por ejemplo, la existencia de la conciencia humana: el conocimiento del bien y el mal que distingue a las personas de los animales y las pone muy por encima de ellos. Solo la Caída explica por qué, a pesar de que tenemos esta alarma moral inherente, no podemos obedecerla ni mantener los estándares que demanda. Aquí vemos solo uno de los misterios de la naturaleza humana, el cual ninguna literatura en el mundo, aparte de la Biblia, puede explicar.

Solo la Caída explica las crueles guerras y toda la hostilidad humana, sin mencionar la avaricia en todas partes, el egoísmo y el antagonismo hacia Dios. Enfocándonos en este último punto, ¿acaso no sería razonable que las personas acogieran la idea de que existe un Creador bueno, misericordioso y magnificente, que está dispuesto a conceder comunión con Él y darles gratuitamente una vasta gama de beneficios e incluso la vida eterna? ¿Por qué entonces tantas personas luchan por probar que Dios no existe, ni tampoco la vida después de la muerte, ni estándares, ni un bien supremo y final? No se puede explicar la naturaleza humana sin la Caída, ni tampoco el surgimiento del sufrimiento y la tragedia en el mundo.

Nada tiene sentido sin este concepto fundamental de una raza humana caída por medio del “pecado original”. Si la narración bíblica de la Caída no fuese verdadera historia revelada por Dios, aun así sería la obra de literatura más extraordinaria desde el comienzo de la escritura, porque refleja perfectamente lo que pasa en todo comportamiento humano a lo largo de los siglos. Su aparente simplicidad esconde una exactitud penetrante y profundas capas de significado, lo cual muestra tanto inspiración divina o genialidad literaria y psicológica en su más alto nivel. Resulta ser que la Biblia lo presenta como una historia literal y Cristo atestigua que es así.

El error más grande que uno puede cometer en la religión es pensar que uno es capaz de agradar a Dios con sus propios logros de justicia (o buenas obras), un error que proviene de un entendimiento inadecuado de lo que ocurrió en la Caída de la raza humana, con la consecuente corrupción del carácter humano. Solo la Biblia nos habla de la Caída del hombre y la necesidad de un Salvador. El problema de otras religiones es que no aceptan la Caída y la depravación humana, y entonces surge la idea de que las personas son capaces de satisfacer los requerimientos de Dios por sus propios actos meritorios, pero eso no puede hacerse.

Algunos pueden pensar que la Caída del hombre es un tema negativo, deprimente y profundamente pesimista, pero es la puerta al realismo, pues demuestra la necesidad de un Salvador y de que Dios obre en nuestras vidas. A pesar de las muchas habilidades extraordinarias que Dios ha dado a la humanidad, y a pesar de los indudables logros de las personas a lo largo de los siglos, existe mucho sobre lo que se puede ser cínico en este mundo. Existe tanto antagonismo a lo que es moral y tanta vileza (o corrupción) y crueldad que no podemos más que admitir que la depravación humana es verdad.

En Génesis 3, vemos un “huerto” de dicha y de una belleza indescriptible. Adán y Eva han sido creados, la raza humana está en marcha, y el “aire” está lleno de pureza, felicidad, poder moral y sobre todo comunión con Dios. La primera pareja tiene perfecta armonía y experimenta toda sensación pura y agradable que la humanidad conoce. Su paraíso no tiene pecado, ni heridas, ni traiciones, ni tristeza, ni aflicción, ni decepciones, ni miedo, ni muerte o abandono, ni dolor o cansancio, solo energía sin límites y satisfacción intelectual ilimitada, pues este es un lugar bajo el poder protector y la misericordia inquebrantable de Dios todopoderoso. Nada se deteriora ni se descompone en este lugar de belleza imperecedera. Y aun así aquí tenemos la escena para el peor momento de traición inimaginable. ¿Qué es lo que pudo ocasionar esto?

En ese paraíso una serpiente le habló a Eva. ¿Una serpiente que habla? Sí, porque Satanás, un ángel del más alto rango que había caído del Cielo a causa del orgullo , entró en la misma, pero Eva no se alarmó de este fenómeno porque estaba acostumbrada a maravillas y cosas sorprendentes, y no tenía razón de sospechar de nada. Esa serpiente, en el principio, habría sido un animal hermoso y erguido, porque antes de la Caída no había nada siniestro o repugnante que pudiera verse en realidad estaba poniendo incertidumbre en la mente de Eva acerca del significado exacto de las palabras de Dios y también plantando la duda acerca de si el mandato de Dios era razonable.

En el centro del Huerto, en medio de numerosos árboles frutales, habían dos que eran especialmente importantes: el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal. Satanás le dijo a Eva: “¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?”, en realidad estaba poniendo incertidumbre en la mente de Eva acerca del significado exacto de las palabras de Dios y también plantando la duda acerca de si el mandato de Dios era razonable.

En respuesta, la mujer afirmó que podían comer de todo fruto excepto de uno de los del huerto: “Pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis”. Pero al relatar el mandato de Dios, Eva, consciente o inconscientemente, lo diluyó, porque Dios había dicho: “Ciertamente morirás”. Quizás Eva solo estaba siendo descuidada, pero volvió algo ciertísimo en algo meramente posible, y Satanás inmediatamente tomó ventaja de su concepto debilitado y contradijo directamente las palabras de Dios y dijo: “No moriréis”.

¿Cuál era exactamente el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal? No era una manzana; una idea puesta de moda por la mitología griega. Era el símbolo de un mundo alternativo donde se podrían explorar los valores y experiencias contrarios a los estándares santos de Dios y uno podría dejarse llevar por ellos. Tal mundo no existía todavía, pero en el instante que Adán y Eva ejercieran la libertad de elección inherente a su naturaleza, y eligieran desobedecer a Dios, este otro mundo comenzaría a existir a su alrededor, un mundo donde lo opuesto de cada cosa valiosa y su privación estarían disponibles. En cierto sentido, un nuevo mundo de “antivalores” se produciría por la voluntad del hombre.

¿Cuán resbaladiza era la pendiente que llevó a la ruina? No era resbaladiza en absoluto, porque al haberles dado Dios una naturaleza perfecta que se deleitaba en la santidad, Dios les había dado toda facilidad a Adán y Eva para que  mantuvieran su amor y lealtad a su Creador. Dios había comprimido los Diez Mandamientos con todos sus profundos requerimientos en un simple deber: No elijáis conocer lo que la vida sería sin Dios. Nuestros primeros padres tenían una libertad intelectual maravillosa, y toda felicidad, al cumplir único requerimiento de obediencia: Obedéceme y confía me mí no tomando jamás ese fruto.

Habiendo negado que Adán y Eva morirían al comer del fruto prohibido, la serpiente procedió a culpar a Dios de un motivo vil y bajo y también de envidia diciendo que Dios sabía que en el día que ellos comieren serían abiertos sus ojos y serían como Dios, sabiendo el bien y el mal.

“Toma el fruto y seréis justo igual que Dios”, dijo Satanás, insinuando que Dios estaba impidiendo que accedieran a algo incluso más deseable que lo que tenían, donde incluso tendrían incluso una mayor libertad e igualdad con el Creador. Dios les estaba escondiendo ciertas cosas.

El pecado comenzó en el Huerto del Edén cuando Eva eligió creer la mentira, deseando algo más, otra cosa, y estando dispuesta a desconfiar de Dios y a desafiarle con el fin de tener lo que ella quería. ¿Pero no fue Eva simplemente una muchacha ingenua a quien Satanás embaucó y quien momentáneamente tropezó por la tentación? ¿No era una cándida inocente que fue subsiguientemente castigada por ser víctima de una mentira?

Sabemos que Eva no solamente era hermosa sino que también, como Adán, era enormemente inteligente, porque Dios dijo respecto a toda su obra creativa que “era [buena] en gran manera”. Capacidades intelectuales  nunca fueron tan maravillosamente combinadas sino hasta la venida de Jesucristo. También podemos tener certeza de su gran inteligencia por otra razón: debido a que fueron los primeros en ser creados a imagen y semejanza de Dios y los antepasados de toda la raza humana, Adán y Eva poseían cualidades extremadamente elevadas. Ellos llevaban los genes originales de donde todo el mundo sería formado, y después de la Caída todas las variaciones serían imperfecciones en vez de mejoras.

Teniendo en cuenta que el origen de todos los talentos naturales se encontraban en Adán y Eva, podemos estar seguros que entendieron los aspectos de su tentación con una inmensa claridad antes de que realizaran su fatal elección.

El pecado comenzó, por tanto, unos instantes antes de que el fruto fuese realmente tomado, y no solo una ofensa, sino muchas juntas unidas en un pecado múltiple de proporciones horrorosas. “¡Qué cosa tan pequeña,”, dicen los cínicos, “que todo el futuro de la raza humana se base en un pequeño acto de desobediencia: el comer de un solo fruto!”. Pero también se puede describir la horrorosa fuerza destructiva desencadenada en Hiroshima o Nagasaki como el resultado de una mera “fisión nuclear”. No miramos solo el hecho de tomar y el comer el fruto, sino todo lo que está inmediatamente detrás. No miramos el dedo apretando el gatillo, sino la mente que decidió llevar a cabo la acción.

Vemos en nuestros primeros padres una rápida oleada de actitudes pecaminosas, todas originales y sin precedentes, y todas generadas y permitidas por su voluntad: por su libertad de elección libre y sin coerción. Vemos una amalgama de ingratitud, incredulidad, deslealtad y orgullo, y todavía no hemos agotado con los pecados detrás del crimen.

El orgullo dijo: “Esto es a lo que tengo derecho y debería tener, y Dios lo está escondiendo de mí injustificadamente”, y así la raza humana apartó su mirada de Dios, y todos los valores opuestos, los antivalores, nacieron. Nunca antes habían estado en el mundo del hombre antes de ese terrible momento; pero Eva, y después Adán, los eligieron. En efecto dijeron: “Nosotros, a partir de ahora, nos alejamos de nuestro Creador”, y lo opuesto a la vida, el amor, la pureza y la belleza entraron en este mundo.

Si Eva eligió primero, Adán lo hizo peor, pues no necesitó un encuentro directo con Satanás. Se ha dicho que ella fue tentada y el cayó, pero es imposible e irrelevante atribuir grados de culpabilidad. Parece que Adán  respaldó completa e incondicionalmente la propuesta de Eva de comer el fruto.

Todo el horror de su pecado múltiple se pone de manifiesto en la narración bíblica, especialmente en lo que respecta a los motivos de Eva. Leemos: “Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto,  y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella”.De la narración se hace aparente que la advertencia de Dios fue sopesada en relación a su deseo, y fue rechazada. Para Eva todo giraba en torno a lo que era bueno para probar, bueno en apariencia y bueno para un campo de conocimiento completamente nuevo. Dios había declarado ese fruto malo, tan malo que los mataría, pero Eva (y después Adán) eligió creer lo contrario, que era muy bueno y que les otorgaría un estatus nuevo y deseable.

Vemos esto en nuestra sociedad presente, donde los valores de Dios se rechazan flagrantemente y se favorece lo que la gente quiere hacer para satisfacer sus diversas lujurias y codicias y también sus aspiraciones egoístas. Si Dios declara que algo produce muerte, el hombre, en un momento dado, lo legaliza y alardea de ello.

Los deseos de Eva son expresados en el Nuevo Testamento con estas palabras: “Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre,  sino del mundo”. Estos deseos fueron introducidos por Satanás en el Huerto del Edén para derribar la raza humana, y continúan siendo su triple estrategia de tentación central.

Eva escuchó la mentira de Satanás, la consideró y la aceptó; después tomó el fruto y comió: una serie de acciones diferentes. Del mismo modo, Adán, con acciones distintivas, recibió el fruto de Eva y comió. Estos pasos o etapas nos proveen de información pues nos señalan la naturaleza premeditada y bien considerada de sus acciones. Desde el momento en que Eva sopesó las palabras de la serpiente, contempló el fruto prohibido y quiso sus supuestos beneficios, hasta el momento en que arrancó ese fruto, pasaron unos cuantos segundos o tal vez un poco más, en los que un grupo de pecados se desarrollaron como una avalancha. El tiempo que pasó entre arrancar el fruto y comerlo también muestra la fija determinación de su desobediencia. Eva no fue ingenuamente inducida a un acto impulsivo mediante el engaño, sino que actuó deliberadamente de acuerdo con su libre elección. Fue un acto intencionado en el que decidió dejar a Dios de lado y desobedecerle.

Ya hemos señalado que la respuesta tanto de Adán como de Eva a Satanás involucraba siguientes los pecados: ingratitud hacia Dios, incredulidad, deslealtad y orgullo. Pero ahora, el hecho de tomar y comer del fruto añadió desobediencia, rebelión y rendición a la codicia, lo que puso a la raza humana en una total oposición a la voluntad y gobierno de Dios.

Nuestros padres habían sido creados perfectos y santos, y se les había dado una asociación de lo más cercana que se pueda imaginar con su Dios. El pecado no merodeaba en sus mentes o corazones ni siquiera en forma embrionaria ni tampoco eran inocentones incapaces de discernir las implicaciones de la mentira de Satanás. Sin embargo, eligieron creer la mentira, y desde ese momento el pecado nació, lo cual desembocó en comer el fruto, y entonces “fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos”. Conocieron toda la gran fealdad de la lujuria, porque sus naturalezas se habían vuelto corruptas, y su pureza y santidad gloriosas habían sido destrozadas.

En ese momento la muerte entró en sus vidas justo como se les había advertido; una muerte doble. Por un lado, murieron espiritualmente porque su cercana comunión con Dios había sido destruida, y en el futuro estarían fuera de su reino, amabilidad y gobierno. Se habían convertido en enemigos de Dios, y en breve serían fugitivos.

Por otro lado, también habían muerto físicamente, pues aunque sus cuerpos estaban todavía vivos, el proceso de muerte física había comenzado, y sus días se verían limitados por el proceso de envejecimiento y muerte.

Muy pronto la alienada pareja oyó “la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron”. Ya no podían caminar ahí sin tener temor, porque la culpabilidad ahora había formado una barrera aprensiva entre ellos y Dios. Sin embargo, el pecado aún no había terminado su oba destructora porque a pesar de la culpabilidad y el miedo rápidamente negaron lo que habían hecho mal, embarcándose en un proceso de autojustificación. Dios se acercó, pero ellos no lo buscaron. Dios habló, pero ellos no respondieron. Entonces la voz del Creador sonó por todo el Huerto: “¿Dónde estás tú?”.

Dios, desde luego, sabía dónde estaban porque Él sabe todo, por lo que sus palabras eran un reto más que una pregunta. Adán respondió: “Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo,  porque estaba desnudo; y me escondí”.

“¿Quién te enseñó que estabas desnudo?”, preguntó la voz de Dios de forma escrutadora y para darle convicción, dándole así a Adán la oportunidad de confesarlo todo. “¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses?”. Adán aún no se arrepintió sino que culpó a Eva y, después, a Dios mismo por haberle dado una esposa. Echarle la culpa Eva fue el primer acto de traición y deslealtad de una persona contra otra en la historia del ser humano. “La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí”.

Este diálogo constituye la descripción más exacta jamás escrita del continuo autoengaño de la raza humana. Pecamos, pero no es culpa nuestra, sino que es culpa de cómo nos han criado, nuestro ambiente o lo que otras personas nos han hecho. En la cultura victimista de hoy en día el “juego de echar la culpa a otro” se vuelve cada vez peor porque el orgullo es soberano e impide que la gente acepte su responsabilidad por su maldad.

En el caso de Adán y Eva toda la gama del pecado humano entró en el mundo a raudales porque se prefirió la mentira de Satanás en vez de la verdad de Dios, y se prefirió la autogratificacion en vez de la obediencia. Y, sin embargo, Adán en un principio no entendió el horror de su caída, ni sus implicaciones, y lo mismo pasa con nosotros. Hasta que no nos damos cuenta del gran abismo entre nosotros y Dios, y cuánto lo ofendemos, no podemos buscarlo adecuadamente. Solo un concepto claro del alcance de la Caída y de la pecaminosidad del corazón humano prepara a la gente para un verdadero arrepentimiento ante Dios.

Es muy probable que Adán y Eva se arrepintieran posteriormente, aunque la narración bíblica no dice nada al respecto.

Pero mientras estaban en el Huerto, Adán le echó la culpa a Eva y Eva a la serpiente. A través de la Caída llegó la muerte física, toda la biología cambió, y ahora en la naturaleza existen luchas salvajes y sin compasión y eso  marcó la pérdida del favor especial de Dios, y también con la Caída llegó la era del trabajo duro y los problemas. La humanidad eligió la vida lejos de la bondad de Dios, y tal ambiente entró al mundo. Pero la sentencia de Dios no se dio sin una asombrosa promesa, pues el Señor dijo a la serpiente: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar”.

Un glorioso descendiente de Adán y Eva un día vendría, el cual heriría o aplastaría la cabeza de la serpiente. Dios hablaba, por supuesto, de Cristo, la segunda Persona de la Trinidad, quien vendría encarnado a esta Tierra e iría a la cruz del Calvario para expiar los pecados de todos aquellos que confiarían en Él. El crimen de Satanás al derribar la raza humana significaría que Cristo soportaría un sufrimiento indescriptible (ilustrado en que su “talón” sería herido o aplastado), pero al tener una naturaleza divina al igual que humana, Él resucitaría de los muertos.

Si desconocemos la gravedad del pecado de la Caída, no podemos ver la barrera montañosa entre nosotros y Dios. Sin la Caída, nunca podremos entender realmente la Cruz. Solo la Caída nos capacita para ver la tragedia de la elección premeditada del ser humano y su pecaminosidad y la infinita misericordia de Cristo el Salvador al venir a asegurar perdón y nueva vida a billones de personas a lo largo de la historia del mundo.

Hemos visto que en la narrativa de la Caída existen explicaciones para las actitudes humanas en todos los tiempos, porque las estrategias del tentador nunca cambian y los seres humanos responden igual que sus primeros padres. Al igual que Satanás sembró dudas en la mente de Eva acerca de Dios y sus mandatos, Él hace lo mismo con las personas hoy en día. No quiere que nadie crea en un Dios en quien se puede confiar o quien tiene una autoridad total sobre ellos.

A Él no le importa si la gente tiene un dios menor, con tal de que no sea el verdadero Dios. Por consiguiente pregunta: “¿De verdad Dios ha establecido estándares que la gente tiene que cumplir? ¿De verdad que Dios los va a castigar cuando mueran? ¡No! —dice Satanás—, la gente debería rechazar tales ideas y creer que tienen el derecho de hacer lo que les plazca siempre y cuando no afecten a otros.

“Dios os está escondiendo cosas y os está controlando”, insinuó Satanás a Eva, y continúa con lo mismo hoy en día diciendo: “La religión es poco razonable y restrictiva; aparta la moralidad; sé como Dios; sé tu propio Dios”.

Aunque Dios le había dicho a Eva que un fruto en concreto era mortal, ella decidió que era bueno para comer. También consideró que era agradable a los ojos, y enormemente deseable para la obtención de un conocimiento ilegal. En el momento en que ella desconfió de Dios, los pensamientos rebeldes se fortalecieron, y lo mismo ocurre con nosotros. Rechace la Biblia y los Diez Mandamientos y rápidamente se desaparece toda restricción moral, lujurias y codicias se imponen y la nueva sociedad liberalizada se vuelve cada vez peor. Al igual que pasó con Eva, las apariencias importan más que el carácter, y el deseo de tener cosas materiales está por encima que cualquier búsqueda del significado y propósito en la vida.

Decimos: “No quiero a Dios porque es injusto, restrictivo y cruel. No le escucharé ni le obedeceré. No creo su amenaza de castigo o muerte, y cuando muera seguro que iré al Cielo, en el caso de que exista tal lugar”. Esta última presunción comenzó en el Huerto del Edén, lo que muestra la arrogancia que se forma rápidamente con la aparición de la desobediencia a Dios.

El pecado es abominable para Dios, completamente irrazonable y destructivo en todos los sentidos. Desde el Edén, la naturaleza humana ha continuado en depravación, y aparte de la posibilidad de perdón a través de Cristo, todo el mundo vive y muere bajo la advertencia de muerte.

La depravación humana no excluye toda bondad porque Dios ha determinado que algunos sentimientos y características positivas queden en cierta medida incluso en corazones corruptos y desobedientes, de forma que el mundo no sea totalmente insoportable, y también para dar a la gente tiempo para que se arrepienta. Sin embargo, todo lo que hacemos está profundamente contaminado por la Caída.

Hay deseos y motivos que son orgullosos y egoístas en todo lo que hacemos, y esta es la razón por la que el mundo es como es, y los conflictos y las penas nos persiguen incluso en las etapas más felices de la vida. La “montaña rusa” emocional de la vida que las telenovelas de televisión presentan es una verdadera representación de la humanidad, excepto que estas no se atreven a reproducir la realidad completa de la violencia, privación, inmoralidad y miseria que predomina por todo el mundo.

La doctrina bíblica de la “depravación total” no significa que las personas sean 100% malas, sino que están manchadas y corrompidas en cada área de la mente, corazón y voluntad. Inevitablemente el orgullo rechaza esto, pero la verdad es que no puede negarse. La Caída del hombre es la razón de cada aspecto horrible de la vida en el mundo a lo largo de la historia, y sin el amor de Cristo y la salvación que Él trae, estaríamos completamente sin esperanza y sin Dios en el mundo.

La Caída es la razón por la que existe un mundo en el que la enfermedad y la muerte acaban con las vidas a menudo con gran sufrimiento, y arrebatan, incluso a bebes y niños de la felicidad, y dejan a sus padres en gran dolor. El pecado original ocasionó la Caída y nuestra impiedad continua y premeditada respalda el paso que dieron nuestros primeros padres.

¿Dónde está Dios en la tragedia y el dolor? Las personas que buscan a Cristo y su amor perdonador definitivamente lo encuentran. A través de Cristo recibimos reconciliación con Dios, una nueva vida, un nuevo propósito, fortaleza proveniente de lo alto y seguridad eterna. Con esta nueva vida los padres pueden rodear a sus hijos gravemente enfermos con amor por Dios, sembrando en ellos la misma confianza en Cristo y certeza de la eternidad, de forma que la enfermedad y muerte sean el portal al Cielo, y exista confianza en Dios y Él sea alabado por su gran salvación.

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Soli Deo Gloria



¿Conoces El Evangelio?


Jesucristo comenzó su ministerio en esta tierra con estas palabras: “…El Tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio.” (Marcos 1:15)

Es urgentemente necesario entender las condiciones e implicaciones de este breve texto bíblico.

La primera parte del versículo afirma que con la venida de Jesucristo, el reino de Dios se acercó y comenzó su establecimiento en este mundo. Por muchos siglos, la humanidad había sido dejada en la ignorancia y todos los pueblos se desviaron en sus diversas religiones, apartándose más y más de la Verdad; y el pueblo judío, con el cual Dios por su misericordia se acercó para hacer un Pacto con ellos, también se mostró infiel, de manera que solo unos pocos estaban anhelando al Mesías prometido. Entonces Dios, que les había hablado en el pasado, muchas veces y de muchas maneras por medio de los profetas, en la consumación del tiempo, envió a Su propio HIJO, al Verbo eterno y habló por medio de Él. (Hebreos 1:1-2)

Así que, los últimos tiempos comenzaron con el ministerio de Jesucristo y desde entonces sus seguidores han propagado sus enseñanzas por todo el planeta, anunciando que Cristo es el Rey  y Señor y que debemos someternos a su Reino.

Sin embargo, los apóstoles también profetizaron que el evangelio sería tergiversado y manchado por apóstatas, lo cual ocurrió desde los primeros siglos de nuestra era y es por esta razón, por la cual muchísimos de los que profesan ser cristianos, ni siquiera conocen de qué se trata el Evangelio. Pero Dios siempre ha preservado un remanente, que se ha mantenido fiel a las enseñazas bíblicas, porque Cristo prometió que ni las puertas del infierno podrían prevalecer contra la iglesia que Él edificaría.

La palabra Evangelio (griego euangelion) significa “buenas noticias” y era usada en el mundo antiguo por los heraldos que se adelantaban al ejército vencedor para anunciar al pueblo que la guerra había sido ganada.

El apóstol Pablo resume el Evangelio en la declaración de que Cristo murió por nuestros pecados, que fue sepultado y que resucitó al tercer día. (I Corintios 15.3-4), pero ¿en qué sentido esto es una buena noticia?

Estos datos no pueden ser apreciados como una buena noticia, mientras el individuo no se percate de cuál es su situación ante Dios y cuán urgentemente necesita la salvación.

Las personas no se consideran a sí mismos enemigos de Dios y no sienten que vivan en guerra con Dios. Pero la Biblia afirma que Dios ve a los hombres como sus enemigos y que está en guerra con nosotros por causa de nuestro pecado.

Esto es lo que dice la Biblia:

“Los insensatos no estarán delante de tus ojos; aborreces a todos los que hacen iniquidad” (Salmo 5:5)

“Dios es juez justo, y Un Dios que se indigna cada día contra el impío”(Salmo 7:11)

“Dios ha mirado desde los cielos para ver si hay alguno que entienda, alguno que busque a Dios, todos se han desviado, a una se han corrompido, no hay quien haga el bien, no hay ni siquiera uno” (Salmo 53:2-3)

No solo los ateos están en guerra con Dios, todos nos hemos desviado del camino recto, unos de una manera y otros de otra.

En Edén, Dios expulsó a Adán y Eva de su presencia por causa de una sola desobediencia y puso querubines para impedirles el acceso al árbol de la vida y una espada encendida que se revolvía para intimidarles (Génesis 3:24). Desde ese momento toda la raza humana vive en enemistad con Dios. Nuestros primeros padres fueron expulsados por un solo pecado y nosotros hemos pecado miles de veces, agravando nuestro merecido castigo.

Cuando llegamos a reconocer esta realidad y la miseria espiritual en la que todo hombre se encuentra, el Evangelio comienza a tener sentido.

¡La buena noticia es que hay perdón para el pecador que se arrepiente y confía en Jesús!

Pero, mientras la persona no sea consciente de la culpa de su pecado y mientras su conciencia no sea despertada para percibir la grave situación en la que se encuentra, el Evangelio seguirá siendo incomprensible. Y esta es una labor que únicamente el Espíritu Santo puede realizar.

La Biblia dice que todos nosotros éramos enemigos pero Dios ha reconciliado a los creyentes por medio de la muerte de Su HIJO. (Romanos 5.10)

Jesucristo, al morir, experimentó no solo un dolor físico indescriptible, sino que Dios el Padre descargó en él, todo el peso del castigo que merecían muchos pecadores y esta fue la pena que lo hizo gritar en la Cruz “¿por qué me has abandonado?” Dios lo trató a él como al peor de los pecadores. Sin embargo, una vez que Él realizó esta misión, habiendo vencido toda su vida contra el pecado, venció también sobre la muerte y fue exaltado al la diestra del Padre. Desde allí, volverá un día para juzgar a los vivos y a los muertos y entonces su reino será consumado.

Esta verdad se incluye en los credos de muchas iglesias, pero no parece haber afectado la vida de sus adeptos. Deberíamos preguntarnos ¿por qué? – Solamente la predicación del Evangelio en el poder del Espíritu Santo puede llevar a los pecadores a reconocer a Jesús como Señor. (I Corintios 12.3)

La victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte es la mejor noticia para todo aquel que atienda el llamado al arrepentimiento.
Soli Deo Gloria



domingo, 3 de julio de 2016

¿Excusas para no ir a la Iglesia?

Y consideremos cómo estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras, no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros, y mucho más al ver que el día se acerca. Hebreos 10:25 
Hey escuchado a muchos decir esto: "Puedo adorar a Dios tan bien o mejor que si no fuera a la iglesia el domingo". La respuesta es no, no se puede. Puede sentirse como si lo hiciera, pero no lo hizo. La asistencia a la iglesia no es opcional y eso es incluso para el incrédulo. Dios ha ordenado que le demos un día en siete como un día de adoración y descanso. Y todos los que no son creyentes serán juzgados por la Ley de Dios. No asistir a la iglesia es un delito grave porque es un acto de adoración propia y un rechazo de Dios.

Aquí la pregunta es ¿Por qué no todos estamos en la Iglesia en el día de reposo? de aquellos que se llaman ser cristianos ya que un día  profesaron  su lealtad al SEÑOR. Soy testigo de esto por años en la fe y puedo decir que para algunos es un deleite estar en el culto en el día del SEÑOR y se preparan toda la semana, mientras a otros les cuesta y otros pasan por alto guardarlo. Quiero compartir estas verdades buscando despertarte para Dios y puedas ser reverente y tengas gratitud  para con DIOS.

Es triste pensar que hay personas que por más que tienen muchos años en la iglesia no llegan a comprender esta realidad ni le hacen frente.

Creo que hay una necesidad de develar las excusas o razones más comunes por las cuales un “cristiano” no va a congregarse un día domingo. Quizás a usted se le ocurra alguna otra para aportar, son bienvenidos en los comentarios. Espero que esto pueda hacer reflexionar a aquellos inconstantes y quienes se engañan a sí mismos, como así también que sirva de ánimo para aquellos que luchan por agradar a Dios con una asistencia fiel.

Como ven el título dice “excusas o razones”. ¿Por qué? Porque creo que ahí está la trampa. Muchos transforman las excusas en razones para calmar la conciencia. Es verdad que hay razones, pero la mayoría son excusas: Veamos algunas:

1. Estoy muy cansado/a: Toda la semana trabajando o estudiando; algunas trasnochadas; el bebé que no me dejó dormir; el lunes me tengo que levantar temprano y no doy más… etc. El cansancio puede ser un gran problema, sobre todo cuando sabemos que tendremos que estar por casi una hora escuchando un sermón y el sueño nos jugará una mala pasada. ¡Qué verguenza si me ven cabeceando! Mejor me quedo y descanso. Lo necesito… además es el día de reposo. Jaja. Para muchas cosas es fácil hacer un esfuerzo en situaciones similares. Estas cansado pero puedes ver televisión, puedes navegar por Internet o en las redes sociales, quizás hablar por teléfono con algún amigo/a. El cuerpo siempre da para más y eso lo comprobamos cuando hacemos esfuerzos inmensos por aquello que nos apasiona a pesar del cansancio. Que revela esto: La falta de pasión por recibir la enseñanza de la Palabra y la falta de pasión por edificar y servir a nuestros hermanos.

El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Isaías 40:29 

2.- Tengo una reunión con familiares: Generalmente la gente del mundo aprovecha los días domingo para entretenimiento y vida social. Dios no está en sus prioridades y si lo está eso sólo para cumplir en ciertas ocasiones pero pueden tomarse licencia cuando lo deseen. El cristiano va a la iglesia por obediencia a la Palabra de Dios. Ese día es separado para la adoración de Dios en la iglesia local. Esto es una prioridad en su vida. No hay nada de malo en compartir con familiares, de hecho debemos procurarlo para testificarles de nuestra fe, pero tienes 6 días más en los cuales realizar eso sin sacrificar el tiempo que le pertenece a Dios. ¿Cederás en la prioridad de congregarte para hacer esta “buena obra”? Cuidado, no sea que caigamos en el engaño sutil de una desobediencia para “dar testimonio”. ¿Cómo verán tus familiares que de veras eres un adorador de Dios y tu compromiso con él es prioritario? ¿Cómo demostrarás que tu amor por Dios es mayor que por ellos? Si quieres conciliar las dos cosas… invítalos a la iglesia para que ellos reciban el mensaje de la Palabra. Si ellos no quieren venir, tampoco querrán escucharte hablar de Dios aunque faltes a la iglesia para ir con ellos. ¡No cedas! Permanece firme en las prioridades.

El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; Mateo 10:37

3.- Voy de paseo o vacaciones:  No hay nada de malo en los paseos o en las vacaciones, pero la pregunta es… ¿Tomamos vacaciones también de nuestra vida cristiana? Yo escuché de un muchacho que no llevaba su Biblia cuando iba de vacaciones. Él decía que se iba de vacaciones él y le daba vacaciones a Cristo. Sin duda no entendía lo que era seguir a Cristo. Irse de paseo no es excusa tampoco para dejar de ir a la iglesia. Una pregunta que debemos hacernos: ¿Tengo que hacer este viaje un día domingo que es para Señor? Sé de algunos hermanos que organizan sus vacaciones para estar de regreso el viernes o sábado para ir descansados el domingo a la iglesia. Eso muestra respeto en guardar el día de reposo para adorar al Señor y también muestra amor por la iglesia local donde Dios los ha colocado. Si las vacaciones implican viajar muy lejos y no hay posibilidad de volver a la iglesia local de su membresía entonces deberían buscar una iglesia para congregarnos donde estén. El mandamiento sigue vigente aún en las vacaciones:

“no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre…”  Hebreos 10:25

4.- Tengo que estudiar o trabajar:  El nombre «domingo» proviene del latíndies Dominicus (‘día del Señor’), debido a la celebración cristiana de la Resurrección de Jesús. Este día es el que los cristianos tomaron desde el tiempo de la iglesia primitiva para separarlo para la adoración y el reposo y diferenciarse así del sistema judaico basado en la ley mosaica que continuó guardando el sábado. Se conserva el principio moral del día de reposo, pero se festeja el día domingo por causa de la resurrección de Cristo quien ES nuestro reposo. Es verdad que muchos no consideran vigente el cuarto mandamiento, sin embargo si creen en la vigencia de los 9 restantes tienen un problema al querer excluir este. Guardar el día de reposo tiene un carácter moral que aún hoy debe ser observado al igual que lo hacemos los otros mandamientos tales como no tener ídolos, no hurtar, no matar, no comer adulterio, etc. Los 10 mandamientos no caducan ni pasan de moda, por lo menos para quien teme la Palabra de Dios. Por esta razón, las tareas cotidianas como trabajos o estudio y algunas clases de entretenimientos que nos devían el foco de nuestra adoración a Dios deberían ser excluidas en este día. Nadie guarda este mandamientos como se debe, pero el verdadero cristiano se esforzará por hacerlo en el temor de Dios y conforme a la luz que tiene.

Guardarás el día de reposo para santificarlo, como Jehová tu Dios te ha mandado. Deuteronomio 5:12

5.- Hoy no tengo ganas:  Este mundo está tan lejano de los principios y valores de la Escritura que hemos sido ampliamente influenciados a pensar y sentir muchas cosas como los incrédulos. El humanismo ha hecho del hombre el centro del universo y así lo ha transformado en señor de su propia vida haciendo lo que quiere. El cristiano ha sido salvado de esa cosmovisión antropocéntrica para vivir para Dios en todo lo que hace. Uno lucha con sus emociones y sentimientos frecuentemente, pero no por eso desistiremos de formar disciplinas. Quizás alguien se levanta y no tiene ganas de bañarse, entonces no se baña, otro no tenga ganas de cepillarse los dientes, de ir al colegio, a trabajar, de lavar la ropa o preparase desayuno, etc. Sin embargo, aunque puede que no tenga ganas de hacer muchas cosas sabe que debe hacerlas… hay un sopesar imaginario que nos pone en aprietos al suponer las consecuencias. ¿Pasa eso con tu vida espiritual? ¿Qué pasa si pones en la balanza de un lado: ir a la iglesia, recibir la enseñanza de la Palabra, compartir con tus hermanos, servirles, ser edificado y del otro lado: no tengo ganas? ¿No es esto acaso pereza que debo confesar como pecado? ¿No me estoy idolatrando al hacer lo que complace mi carne?

En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor. Romanos 12:11

Y qué diremos de otras tantas “razones-excusas” para no ir a la casa de Dios:  – “No tengo como viajar”, quizás nos sorprenda saber como viajan algunas personas que viven en la selva o en la puna, en canoas o en mula, durante varias horas, para llegar a recibir la Palabra. – ¿Y qué de los que por entretenimiento dejan de lado el culto a Dios? Una salida al parque, un partido de fútbol, un evento esperado, etc. nos humillaría ver como muchos que son perseguidos por su fe en algunos países se esfuerzan por congregarse, exponiéndose aún hasta la muerte por causa de fidelidad a Dios. ¿Será necesario una persecusión para comprender el valor de reunirse en el nombre de Cristo?

Conclusión: Creo que estas reflexiones pueden ayudar, pero aún todas ellas carecen de valor si quien las lee y lucha con la fidelidad al congregarse no reflexiona sobre el tema principal del asunto: El evangelio. Congregarse tiene que ver con el evangelio. Cristo vino a salvar a su pueblo, y pagó el precio del rescate con su propia sangre. Muriendo y resucitando para nuestra justificación. El Señor nos ha llamado y nos ha separado para sí para que seamos un pueblo apartado, santo, unido, y que congregados en su nombre le demos alabanza y adoración.

No faltes al culto de tu iglesia, porque tienes visitas. Invítalos cortésmente al culto religioso. No faltes a estas reuniones religiosas por tener el hábito de leer por la noche el periódico. La Biblia que se lee en el púlpito, alimenta mejor el alma del creyente, que la prensa profana. No faltes porque piensas que no te echarán de menos en la iglesia, Dios que ve todo, se fijará en tu ausencia. No faltes porque tus amigos no van a dichas reuniones. Tienes compromiso con Dios y no con los hombres. No faltes porque te crees insignificante y no ejerces influencia en tu iglesia. Tu presencia en el culto, habla muy alto de ti, por indicar que cumples tus deberes religiosos. No faltes porque te figuras saber más que el ministro de tu iglesia. Por mucho que sepas, eso no es motivo para no servir a Dios. No faltes por creer que tu iglesia es muy imperfecta. Ciertamente las congregaciones religiosas están compuestas por creyentes que tienen sus faltas. Tú también las tienes: y, tal vez, oyendo los sermones te corrijas un poco. No faltes a los cultos: pues asistiendo a ellos, cumples con Dios. Tienes seis días para tus ocupaciones; reserva el séptimo para tu Creador.

Celebrarán los cielos tus maravillas, oh Jehová, Tu verdad también en la congregación de los santos. Salmo 89:5

Soli Deo Gloria



sábado, 2 de julio de 2016

Razones para la adoración familiar


Pero yo y mi casa, serviremos al SEÑOR — Josué 24:15
Muera yo la muerte de los rectos, y sea mi fin como el suyo — Números 23:10

Hemos dicho, hermanos míos, en una ocasión anterior, que si queremos morir Su muerte, debemos vivir Su vida. Es cierto que hay casos en los que el Señor muestra Su misericordia y Su gloria a los hombres que ya se encuentran en el lecho de muerte, y les dice como al ladrón en la cruz: “Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43). El Señor sigue dándole a la iglesia ejemplos similares de vez en cuando. Y lo hace con el propósito de exhibir su poder soberano por el cual, cuando le agrada hacerlo así, puede quebrantar el más duro de los corazones y convertir a las almas más apartadas de Dios para mostrar que todo depende de Su gracia y que tiene misericordia de quien tiene misericordia. Con todo, estas no son sino raras excepciones de las que no pueden depender en absoluto; y, mis queridos oyentes, si desean morir la muerte del cristiano, deben vivir la vida del cristiano. Sus corazones deben estar verdaderamente convertidos al Señor; verdaderamente preparados para el reino; y confiar solo en la misericordia de Cristo deseando ir a morar con Él. Ahora, amigos míos, existen varios medios por los cuales pueden prepararse en vida para obtener, un día futuro, un bendito final. Y es en uno de estos medios más eficaces en el que queremos reflexionar ahora. Este medio es la Adoración Familiar; es decir, la edificación diaria que los miembros de una familia cristiana pueden disfrutar mutuamente. “Pero yo y mi casa —le dijo Josué a Israel— serviremos al Señor” (Jos. 24:15). Deseamos, hermanos, darles los motivos que deberían inducirnos a resolver lo mismo que Josué y las directrices necesarias para cumplirlo.

¿POR QUÉ LA ADORACIÓN FAMILIAR?

1. Para darle gloria a Dios

Sin embargo, hermanos míos, si el amor de Dios está en sus corazones y si sienten que por haber sido comprados por precio, deberían de glorificar a Dios en sus cuerpos y sus espíritus, que son de Él, ¿hay otro lugar aparte de la familia y el hogar en el que prefieren glorificarle? A ustedes les gusta unirse con los hermanos para adorarle públicamente en la iglesia; les agrada derramar su alma delante de Él en el lugar privado de oración. ¿Será que en la presencia de ese ser con el que hay una unión para toda la vida, hecha por Dios, y delante de los hijos es el único lugar donde no se puede pensar en Dios? ¿Será tan solo que no tienen bendiciones que atribuirle? ¿Será tan solo que no tienen que implorar por misericordia y protección? Se sienten libres para hablar de todo cuando están con la familia; sus conversaciones tocan mil asuntos diferentes; ¡pero no cabe lugar en sus lenguas y en sus corazones para una sola palabra sobre Dios! ¿No alzarán la mirada a Él como familia, a Él que es el verdadero Padre de sus familias? ¿No conversará cada uno de ustedes con su esposa y sus hijos sobre ese Ser que un día tal vez sea el único Esposo de su mujer, el único Padre de sus hijos? El evangelio es el que ha formado la sociedad doméstica. No existía antes de él; no existe sin él. Por tanto, parecería que el deber de esa sociedad, llena de gratitud hacia el Dios del evangelio, fuera estar particularmente consagrada a él. A pesar de ello, hermanos míos, ¡cuántas parejas, cuántas familias hay que son cristianas nominales y que incluso sienten algún respeto por la religión, y no nombran nunca a Dios! ¡Cuántos ejemplos hay en los que las almas inmortales que han sido unidas nunca se han preguntado quién las unió y cuáles serán su destino futuro y sus objetivos! ¡Con cuánta frecuencia ocurre que, aunque se esfuerzan por ayudarse el uno al otro en todo lo demás, ni siquiera piensan en echarse una mano en la búsqueda de lo único que es necesario, en conversar, en leer, en orar con respecto a sus intereses eternos! ¡Esposos cristianos! ¿Acaso solo deben estar unidos en la carne y por algún tiempo? ¿No es también en el espíritu y para la eternidad? ¿Son ustedes seres que se han encontrado por accidente, y a quienes otro accidente, la muerte, pronto separará? ¿No desean ser unidos por Dios, en Dios y para Dios? ¡La religión uniría sus almas mediante lazos inmortales! Pero no los rechacen; más bien al contrario, estréchenlos cada día más, adorando juntos bajo el techo doméstico. Los viajantes en el mismo vehículo conversan sobre el lugar al que se dirigen. ¿Y no conversarán ustedes, compañeros de viaje al mundo eterno, sobre ese mundo, del camino que conduce a él, de sus temores y de sus esperanzas? Porque muchos andan —dice San Pablo— como os he dicho muchas veces, y ahora os lo digo aun llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo (Fil. 3:18); porque nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también ansiosamente esperamos a un Salvador, el Señor Jesucristo (Fil. 3:20).

2. Para proteger a los hijos del pecado

Si tienen el deber de estar comprometidos con respecto a Dios en sus hogares, y esto para su propio bien, ¿no deberían también estar comprometidos por amor a los que forman su familia, cuyas almas han sido encomendadas a su cuidado, y en especial por sus hijos? Les preocupa en gran extremo la prosperidad de ellos, su felicidad temporal; ¿pero no hace esta preocupación que el descuido de ustedes por su prosperidad eterna y su felicidad sea aún más palpable? Sus hijos son jóvenes árboles que les han sido confiados; el hogar es el vivero donde deberían de crecer y ustedes son los jardineros. ¡Pero oh! ¿Plantarán esos jóvenes árboles tiernos y preciosos en una tierra estéril y arenosa? Y sin embargo es lo que están haciendo, si no hay nada en el hogar que los haga crecer en el conocimiento y el amor de su Dios y Salvador. ¿No están ustedes preparando para ellos una tierra favorable de la que puedan derivar savia y vida? ¿Qué será de sus hijos en medio de todas las tentaciones que los rodearán y los arrastrarán al pecado? ¿Qué les ocurrirá en esos momentos turbulentos en los que es tan necesario fortalecer el alma del joven con el temor de Dios, y, así, proporcionarle a esa frágil barca el lastre necesario para botarla sobre el inmenso océano?

¡Padres! Si sus hijos no se encuentran con un espíritu de piedad en el hogar, si por el contrario el orgullo de ustedes consiste en rodearlos de regalos externos, introduciéndolos en la sociedad mundana, permitiendo todos sus caprichos, dejándoles seguir su propio curso, ¡los verán crecer como personas superficiales, orgullosas, ociosas, desobedientes, insolentes y extravagantes! Ellos los tratarán con desprecio; y cuanto más se preocupen ustedes por ellos, menos pensarán ellos en ustedes. Este caso se ve con mucha frecuencia; pero pregúntense a ustedes mismos si no son responsables de sus malos hábitos y prácticas. Y sus conciencias responderán que sí, que están comiendo ahora el pan de amargura que ustedes mismos han preparado. ¡Ojalá que la conciencia les haga entender lo grande que ha sido su pecado contra Dios al descuidar los medios que estaban en su poder para influir en los corazones de sus hijos; y ojalá que otros queden advertidos por la desgracia de ustedes! No hay nada más eficaz que el ejemplo de la piedad doméstica. La adoración pública es a menudo demasiado vaga y general para los niños, y no les interesa suficientemente. En cuanto a la adoración en secreto, todavía no la entienden. Si una lección que se aprende de memoria no va acompañada por nada más, puede llevarlos a considerar la religión como un estudio, como los de lenguas extranjeras o historia. Aquí como en cualquier otra parte, e incluso más que en otro lugar, el ejemplo es más eficaz que el precepto. No se les debe enseñar que deben de amar a Dios a partir de un mero libro elemental, sino que deben demostrarle amor por Dios. Si observan que no se brinda adoración alguna a ese Dios de quien ellos oyen hablar, la mejor instrucción resultará ser inútil. Sin embargo, por medio de la Adoración Familiar, estas jóvenes plantas crecerán como árbol firmemente plantado junto a corrientes de agua, que da su fruto a su tiempo y su hoja no se marchita (Sal 1:3). Los hijos pueden abandonar el techo parental, pero recordarán en tierras extrañas las oraciones que se elevaban en el hogar, y esas plegarias los protegerán. Si alguna… tiene hijos o nietos, que aprendan éstos primero a mostrar piedad para con su propia familia (1 Ti. 5:4).

3. Para producir verdadero gozo en el hogar

¡Y qué delicia, qué paz, qué felicidad verdadera hallará una familia cristiana al erigir un altar familiar en medio de ellos, y al unirse para ofrecer sacrificio al Señor! Tal es la ocupación de los ángeles en el cielo; ¡y benditos los que anticipan estos gozos puros e inmortales! Mirad cuán bueno y cuán agradable es que los hermanos habiten juntos en armonía. Es como el óleo precioso sobre la cabeza, el cual desciende sobre la barba, la barba de Aarón, que desciende hasta el borde de sus vestiduras. Es como el rocío de Hermón, porque allí mandó el Señor la bendición, la vida para siempre (Sal. 133). ¡Oh qué nueva gracia y vida le proporciona la piedad a una familia! En una casa donde se olvida a Dios, hay falta de educación, mal humor, e irritación de espíritu. Sin el conocimiento y el amor de Dios, una familia no es más que una colección de individuos que pueden sentir más o menos afecto natural unos por otros; pero falta el verdadero vínculo, el amor de Dios nuestro Padre en Jesucristo nuestro Señor. Los poetas están llenos de hermosas descripciones de la vida doméstica; ¡pero, desafortunadamente, qué distintas suelen ser las imágenes de la realidad! A veces existe falta de confianza en la providencia de Dios; otras veces hay amor a la riqueza; otras, una diferencia de carácter; otras, una oposición de principios. ¡Cuántas aflicciones, cuantas preocupaciones hay en el seno de las familias!

La piedad doméstica impedirá todos estos males; proporcionará una confianza perfecta en ese Dios que da alimento a las aves del cielo; proveerá amor verdadero hacia aquellos con quienes tenemos que vivir: no será un amor exigente y susceptible, sino un amor misericordioso que excusa y perdona, como el de Dios mismo; no un amor orgulloso, sino humilde, acompañado por un sentido de las propias faltas y debilidades; no un amor ficticio, sino un amor inmutable tan eterno como la caridad. Voz de júbilo y de salvación hay en las tiendas de los justos (Sal. 118:15).

4. Para consolar durante momentos de prueba

Cuando llegue la hora de la prueba, esa hora que tarde o temprano debe llegar y que, en ocasiones, visita el hogar de los hombres más de una vez, ¡qué consuelo proporcionará la piedad! ¿Dónde tienen lugar las pruebas si no en el seno de las familias? ¿Dónde debería administrarse, pues, el remedio para las pruebas si no en el seno de las familias? ¡Cuánta lástima debe dar una familia donde hay lamento, si no hay esa consolación! Los diversos miembros de los que se compone incrementan los unos la tristeza de los otros. Sin embargo, cuando ocurre lo contrario y la familia ama a Dios, si tiene la costumbre de reunirse para invocar el santo nombre de Dios de quien viene toda prueba y también toda buena dádiva, ¡cómo se levantarán las almas desanimadas! Los miembros de la familia que siguen quedando alrededor de la mesa sobre la que está el Libro de Dios, ese libro donde encuentran las palabras de resurrección, vida e inmortalidad, donde hallan promesas seguras de la felicidad del ser que ya no está en medio de ellos, así como la justificación de sus propias esperanzas.

Al Señor le complace enviarle al Consolador; el Espíritu de gloria y de Dios viene sobre ellos; se derrama un bálsamo inefable sobre sus heridas y se les da mucho consuelo; se transmite la paz de un corazón a otro. Disfrutan momentos de felicidad celestial: Aunque pase por el valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estás conmigo; tu vara y tu cayado me infunden aliento (Sal. 23:4). Oh Señor, has sacado mi alma del Seol…Porque su ira es sólo por un momento, pero su favor es por toda una vida; el llanto puede durar toda la noche, pero a la mañana vendrá el grito de alegría (Sal. 30:3, 5).

5. Para influir en la sociedad

¿Y quién puede decir, hermanos míos, la influencia que la piedad doméstica podría ejercer sobre la sociedad misma? ¡Qué estímulos tendrían todos los hombres al cumplir con su deber, desde el hombre de estado hasta el más pobre de los mecánicos! ¡Cómo se acostumbrarían todos a actuar con respeto, no solo a las opiniones de los hombres, sino también al juicio de Dios! ¡Cómo aprendería cada uno de ellos a estar satisfecho con la posición en la que ha sido colocado! Se adoptarían buenos hábitos; la voz poderosa de la conciencia se reforzaría: la prudencia, el decoro, el talento, las virtudes sociales se desarrollarían con renovado vigor. Esto es lo que podríamos esperar tanto para nosotros mismos como para la sociedad. La piedad tiene promesa de la vida que transcurre ahora y la que está por venir.

1.    H. Merle D’Aubigne (1794–1872): pastor, catedrático de historia de la iglesia, presidente y catedrático de teología histórica en la Escuela de teología de Ginebra; autor de varias obras sobre la historia de la Reforma, incluido su famosoHistory of the Reformation of the Sixteenth Century y The Reformation in England.
Tomado de Family Worship, disponible como un pequeño folleto de Chapel Library

Soli Deo Gloria



J. C. Ryle: Un Evangélico del siglo diecinueve

Un amigo y su esposa estaban en un largo viaje. Mientras ella manejaba, él sacó un libro de su maletín acerca de líderes cristianos del sigo dieciocho. Lo impresionaron profundamente las cortas y expresivas frases con que había escrito el autor, la convincente lógica y el penetrante conocimiento del poder espiritual que obró por medio de Wesley, Whitefield, y Romaine. Con lágrimas en los ojos cerró el libro, deseoso de experimentar el mismo poder en la iglesia de hoy. El autor del libro era el santo del siglo diecinueve, John Charles Ryle.

Con el tiempo se aclaran las cosas: se discierne lo importante de lo superficial, lo permanente de lo transitorio. Casi todos los libros publicados en 2006 estarán fuera de circulación en diez años. No obstante, muchos autores --como Arthur W. Pink y C. S. Lewis, que fueron relativamente desconocidos en su generación-- han ganado considerable influencia con el correr del tiempo.

Ryle era un pastor anglicano del siglo diecinueve. J.C. Ryle nació en Inglaterra en el año 1816. Sus padres fueron John y Susana Ryle. Al tiempo de su muerte en 1900, era relativamente desconocido más allá de la Iglesia Anglicana en Inglaterra. Pero desde la muerte de Ryle, sus libros poco a poco han ganado popularidad. Al escribir un tributo a Ryle en 2002, J. I. Packer notó que se habían vendido más de 12 millones de los libros de Ryle y que habían sido traducidos a por lo menos doce idiomas; la cifra sigue aumentando. Muchos pastores probablemente han leído las obras más populares de Ryle: Holiness, Five English Reformers, Great Leaders of the Eighteenth Century [Santidad, Cinco reformadores ingleses, o Grandes líderes del siglo dieciocho]. "Cien años más tarde -escribe un biógrafo-- podemos ver que hubo pocos evangélicos de mayor influencia en la era Victoriana que el Obispo Ryle."

Ryle fue contemporáneo con Carlos H. Spurgeon, Dwight L. Moody, George Mueller, y Hudson Taylor. Cuando Ryle tenía 15 años de edad, Charles Darwin se graduó de Cambridge. Su época fue la de Dickens, de la Guerra Civil norteamericana, y del Imperio Británico en que nunca se ponía el sol.

¿Quién fue Ryle, y qué pueden aprender los pastores de la vida de este siervo de Dios?

NIÑEZ Y CONVERSIÓN

Ryle nació en 1816 en Macclesfield, Inglaterra, en una familia muy acaudalada, élite de la sociedad. Su abuelo acumuló una fortuna, que dejó como legado al padre de Ryle. John Charles era el hijo mayor, y creció rodeado de todas las comodidades. Se esperaba que el hijo mayor de una acaudalada familia inglesa buscara su profesión en el Parlamento, y esa era la ambición de Ryle.

Ryle asistió a Eton y después ingresó a la Universidad de Oxford en 1834. Era un excelente alumno que ganó becas y que sobresalía entre sus compañeros de estudio. Se desarrolló un joven alto y buen mozo, ancho de hombros, y sobresalió en remo y críquet. Acerca de su masculinidad, más tarde se escribiría: "Su viril personalidad dominó a dos generaciones de evangélicos, y marcó indeleblemente a una tercera."

A los 21 años de edad padeció de una prolongada infección pulmonar. Durante su forzado aislamiento, comenzó a leer la Biblia, algo que, según admitió, no había hecho en 14 años.

Un domingo durante su convalecencia entró en una iglesia de Oxford en el momento mismo en que se daba lectura a Efesios 2:8: "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios". Fue compungido se entregó al Señor, y "desde ese instante, hasta la última sílaba registrada de esta vida -señala su biógrafo--, no hubo duda en la mente de John de que la Palabra de Dios es viva y poderosa, y más aguda que una espada de dos filos".

TEMPRANA CARRERA

Después de su graduación, Ryle estuvo en casa de sus padres y se preparó para el Parlamento. Una mañana despertó a la súbita e inesperada noticia de que su padre estaba en ruina. En junio de 1841, el banco de su padre, imposibilitado de pagar sus deudas, se declaró en suspensión. De la noche a la mañana, la familia Ryle perdió su magnífica propiedad y toda su riqueza. Esto afectó a Ryle por el resto de su vida. Más tarde escribió: "Nos levantamos una mañana de verano con el mundo a nuestros pies, como siempre, y en la noche nos acostamos totalmente arruinados. Las inmediatas consecuencias fueron amargas, profundamente dolorosas, y muy humillantes".

Criado en opulencia, Ryle nunca pensó que tendría que ganarse la vida como gente común. Ahora, por primera vez, el joven Ryle necesitaba trabajo. Su educación en Oxford y su conversión apuntaban hacia el ministerio. A los 25 años de edad llegó a ser clérigo en la Iglesia de Inglaterra. Dios usa el mal para bien.

El obispo de Ryle lo mandó a Exbury. Después, a la edad de 27, fue transferido a una iglesia parroquial en Winchester. Unos cuantos meses después, fue transferido a Helmingham, hasta mediados de sus años cuarenta. Helmingham era una parroquia pequeña y tranquila. Allí Ryle pudo dedicar tiempo a la lectura. Providencialmente descubrió los escritos de grandes líderes cristianos de siglos pasados que en gran manera influyeron en su posterior predicación y en sus escritos.

Sus autores predilectos eran hombres del siglo dieciocho, como Wesley y Rowland; hombres puritanos del siglo diecisiete, como Charnock y John Bunyan; y los reformadores del siglo dieciséis: Knox, Cranmer, Calvino, y Lutero. "Sus sermones evangélicos -señala un autor-- basados en un estudio personal de 'santos' reformadores y puritanos, fueron siempre el corazón de su ministerio".6

MATRIMONIO Y FAMILIA

Además de los problemas económicos, Ryle soportó la mala salud de sus dos primeras esposas. A la edad de 29, se casó con Matilda Plumptre. Después de dos años, ella murió, dejándolo con una pequeña hija a quien tuvo que cuidar. Después, murieron su madre, su hermano mayor, y una hermana menor. Se sintió como Job, siendo probado por Dios.

A la edad de 33, se casó con Jessie Walter, una vieja amiga suya, y de nuevo, reinó la felicidad en su cabaña rural. Después de seis meses de matrimonio, Jessie desarrolló una prolongada enfermedad de la que nunca se recuperó. Ryle la cuidó por diez años, a la vez que cuidaba a la creciente familia (Jessie dio a luz cuatro hijos). Además de este estrés, atendía a sus responsabilidades pastorales.

Durante estos años, Ryle comenzó a recibir invitaciones a predicar. Debido a su profundo amor por Jessie, muchas veces viajaba 30 millas en un carruaje abierto en el crudo frío del invierno en vez de pasar la noche lejos de ella. A los 43 años de edad de Ryle, Jessie murió. Por segunda vez enviudó, con cinco hijos a quienes atender.

A la edad de 45, fue transferido a la parroquia de Stradbroke. Allí conoció a Henrietta Clowes y se casó por tercera vez. A diferencia de sus otras esposas, Henrietta gozaba de buena salud. Ese matrimonio fue largo y fructífero. Ella era una buena música, tenía habilidades prácticas, y era una creyente de profunda fe en el Señor.

SUS ESCRITOS

A pesar de sus problemas, siguió esparciéndose la fama de Ryle como predicador y escritor. Su ministerio literario comenzó con tratados y se expandió a libros y comentarios. Escribió su primer folleto acerca de cien aldeanos que perecieron cuando un puente local se derrumbó. Dios dotó a Ryle con la habilidad de escribir claramente, de manera sencilla y lógica. Muchos han tratado de copiar su estilo, pero nadie lo ha dominado.

"A la hora de su muerte --señala Otis Fuller--, el obispo Ryle había escrito 300 mensajes en forma de folleto. La impresión de los mismos sobrepasaría los 12 millones y serían leídos en decenas de idiomas." Con un profundo sentido de responsabilidad para con acreedores de su padre, Ryle usó todas las regalías para cancelar la deuda de éste.

Ryle sobresalía al escribir acerca de la historia de la iglesia. Lo hacía con pasión, como si fuera un testigo. Un admirador dijo que Ryle escribía historia como un "admirador entusiasta" de los hombres cuyo perfil esbozaba. Esto era especialmente cierto cuando describía la vida de mártires o de líderes de grandes avivamientos.

OBISPO DE LIVERPOOL

En 1880, cuando Ryle tenía 64 años de edad, sorpresivamente el primer ministro lo nombró obispo de Liverpool. El nombramiento sorprendió a muchos. Ryle ya no era un jovencito, y el gobierno nombraba a pocos evangélicos para esta posición. Ryle trabajó diligentemente en Liverpool durante 20 años, haciendo mucho bien por causa del evangelio. Al describir su obispado, G. C. B. Davies escribió: "En sus relaciones personales combinó una imponente presencia con la audaz defensa de sus principios en una actitud bondadosa y comprensiva." Después de la muerte de Ryle en 1900, su sucesor lo describió como "ese hombre de granito con el corazón de un niño". Esas palabras resumen perfectamente el carácter y el ministerio de Ryle.

Ryle es conocido por la naturaleza simple y directa de sus escritos y por su ejemplo evangélico sin fluctuaciones en un tiempo en el que se cuestionaba la veracidad y la fiabilidad de las Escrituras. Naturalmente, debemos advertir a los lectores contra el apoyo que él le dio al bautismo infantil y sus ideas sobre el gobierno de la iglesia, así como su relación con el estado. Sin embargo, aunque estas cosas salen a la superficie, no reciben una atención desmesurada. Por esa razón Ryle fue y es un personaje querido y aceptado por aquellos que aman la fe reformada y evangélica como la predicó Whitefield.

LECCIONES DE LA VIDA DE RYLE

El pastor de hoy puede aprender mucho de la vida de Ryle. Primero, la vida de Ryle recuerda a los pastores que deben atender a los deberes de la familia. Aunque tuvo una afectuosa e íntima relación con sus tres hijos, cada uno con el tiempo abandonó la fe de su padre. En su ancianidad, esta fu sue fuente de mayor tristeza.

Segundo, la vida de Ryle recuerda a los creyentes que a veces es necesario nadar contracorriente. Ryle era un apasionado evangélico en una época en que la teología evangélica no era popular en la iglesia anglicana. Durante su vida, Ryle contendió con el Movimiento Oxford de John Henry Newman, y la creciente infiltración en Alemania de la teología liberal. Lo hizo con inalterable lealtad a los principios básicos de las Escrituras: justificación únicamente por la fe, expiación vicaria, la doctrina de la Trinidad, y la importancia de la predicación.

Tercero, Ryle dio ejemplo a sus muchos oponentes de la mansedumbre de Cristo. Asoció sus fuertes convicciones teológicas con amor y respeto a sus adversarios. Adoptó como lema este antiguo dicho puritano: "En lo esencial, unidad; en lo secundario, libertad; en todas las cosas, caridad". Ryle trató de poner por obra estos principios. Algunos de sus fieros oponentes asistieron a su funeral. A pesar de las diferencias, expresaron cuánto amor habían sentido de parte de Ryle.

Cuarto, Ryle no trató la historia de la iglesia como algo trivial. Más bien, profundizó en ella y aprendió de la obra de Dios en generaciones pasadas. El resultado fue una rica y vibrante fe, precisión doctrinal, tolerancia de los contrarios, y gran expectativa y deseo de experimentar de nuevo el poder espiritual de las generaciones pasadas. Ryle conocía el santo descontento que muchas veces sienten los que estudian la obra de Dios en la historia.

Quinto, los pastores pueden aprender de Ryle a servir aun en edad avanzada. En la agenda de Ryle no había lugar para la jubilación. Sirvió activamente a Dios hasta el fin, y oró para "morir con las botas puestas". Dios escuchó su oración. Sus mejores y más fructíferos años de ministerio fueron después de sus 64 años.

Sexto, la vida de Ryle muestra la importancia de perseverar en medio de las pruebas. Él soportó el colapso financiero de su familia, la muerte de sus tres esposas, y las constantes críticas de sus teólogos adversarios. A pesar de esto, aplicó en su vida las disciplinas del Señor y a través de sus pruebas creció en el "fruto de justicia y paz". En Ryle, se hizo carne el antiguo dicho puritano: "El que sufre conquista".
Soli Deo Gloria