Estando siempre preparados para presentar defensa ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros, pero hacedlo con mansedumbre y reverencia. 1Pedro 3:15
Uno de los efectos más
generalizados de la filosofía postmoderna es la muerte al debate razonado y en
algunos casos dentro de la fe evangélica. Mientras que en el pasado las
personas discutían sus posiciones de manera convincente, hoy en día demasiadas
personas parecen ser incapaces de hacerlo debido a la carencia de convicciones
y celo por la verdad dentro de la era actual.
Mirad que nadie os haga cautivos por medio de su filosofía y vanas sutilezas, según la tradición de los hombres, conforme a los principios elementales del mundo y no según Cristo. Colosenses 2:8
Hoy se concluye que el postmodernismo se ha
infiltrando en la iglesia y está arraigada en nuestra cultura presente, y en muchos
casos un poco discreto pudiera estar en muchos de nuestros “propios”
pensamientos. Pero ahora nos preguntamos qué puede hacer la Iglesia. ¿Cómo
podemos aprovechar sus fortalezas y debilidades para el progreso del Evangelio?
¿Qué podemos hacer como creyentes para enfrentar esta era que amenaza con
hundir a la iglesia?
Días como en antaño, hoy prevalece el concepto
humano de la filosofía moderna, dejando así la verdad absoluta de las sagradas
escrituras,
En aquellos días no había rey en Israel; cada uno hacía (pensaba) lo que bien le parecía. (Jueces 17:6)
Para arriesgarse a una
simplificación excesiva, el postmodernismo sostiene que todas las posiciones
sostenidas con sinceridad son igualmente válidas, no existe el bien o el mal,
solo la falta de sinceridad. Esto significa que, en lugar de discutir contra la
posición de alguien, la única arma que tiene el postmodernista contra un
oponente es atacar el carácter de esa persona; La persona es insincera, mala y
malvada. Esto significa que el postmodernista se vuelve desagradable muy
rápidamente. Ahora, cuando uno no tiene un estándar absoluto de verdad que sea
comprensible. Lo que me preocupa es que los cristianos evangélicos que profesan
una creencia en la verdad absoluta actúan como posmodernistas y van
directamente a los ataques personales contra aquellos con quienes no están de
acuerdo.
Cualquier proposición
verdadera es capaz de una prueba razonada; también lo son algunas falsas.
Cualquier curso de acción correcto es capaz de una prueba razonada. Cuando no
actuamos de manera razonable y nos dirigimos directamente al ataque personal,
estamos negando lo que profesamos creer; estamos permitiendo que nuestro
pensamiento se ajuste al patrón de este mundo.
La respuesta a los
argumentos falsos es siempre refutarlos, a menos que estemos bastante seguros
de que el "argumento" es simplemente una tontería para aclarar el
problema, en cuyo caso debe señalarse firmemente que este no es el momento ni
el momento. El lugar para bromear.
Palabras finales…
Yo creo que la clave la
podemos encontrar en la Palabra de Dios, está en el libro de 2 Timoteo 4:2 “Predica la
Palabra”. No hay nada tan precioso, tan inmenso, tan claro, tan verdadero, tan
transformador, tan liberador, tan refrescante como la Palabra de Dios. ¡Es el
mismísimo aliento de Dios! Es la Palabra de Dios inspirada, inerrante,
infalible, suficiente, y con la autoridad de Dios. No necesitamos vencer la
mente postmodernista, simplemente necesitamos predicar la Palabra. No es
irracional, no es ilógica, no contradice la vida o la historia, no es una
fabricación humana… es la Palabra de Dios con la autoridad del Creador y que
puede hacerte “sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús” 2 Timoteo 3:15.
Hoy es la hora en pleno
siglo XXI, donde la iglesia de Cristo tiene que enfrentar la postmodernidad con el Evangelio
cristiano que trasciendo toda época y tiene aplicación a todas las
generaciones. Seamos luz y sal a nuestra generación y a las próximas
generaciones.
El cielo y la tierra pasarán, más mis palabras no pasarán. Mateo 24:35
Referencias
Bíblicas
Col. 2:8; Ro. 12:2; Jn. 14:6; Hchs.
4:12; Jn. 17:17; 2 Ti. 3:16; Jn. 8:32; Ef. 5:6; 1 Pe. 3:15; 1 Cor. 2:1-16; 1
Jn. 2:1-29; Col. 1:1-29; Jn. 3:1-36; Sal. 119:160; Juec. 2:10; 1 Pe. 2:1-25;
Jn. 18:38; Jer. 10:23; Is. 41:10; Sal. 119:151; Apoc. 1:1-21; Tit. 2:13; Col.
3:1-25; 2:1-23; Fil. 4:13; Ef. 2:8; Gal. 2:20; Jn. 18:37; Jn. 4:23; Jn.
3:16-17; 1:1; Mt. 11:2-5; 5:14; Dn. 3:1-30; Is. 8:20; Prov. 14:12; 3:5; Sal.
117:2; 100:5; 19:7; Est. 10:1-3; Rt. 1:1-22; Deut. 30:15-20; 12:29-32; 4:5-8;
1:1-46
Soli Deo Gloria