La
Confesión Bautista de Fe de Londres 1689, expone la doctrina de la providencia divina de una manera sucinta,
pero que capta todos los elementos de esta doctrina:
“Las Sagradas Escrituras constituyen la única regla suficiente, segura e infalible de todo conocimiento, fe y obediencia salvadores, Aunque la luz de la naturaleza y las obras de la creación y de la providencia manifiestan de tal manera la bondad, sabiduría y poder de Dios que dejan a los hombres sin excusa, no obstante, no son suficientes para dar el conocimiento de Dios y de su voluntad que es necesario para la salvación. Por lo tanto, agradó al Señor, en distintas épocas y de diversas maneras, revelarse a sí mismo y declarar su voluntad a su iglesia; y posteriormente, para preservar y propagar mejor la verdad y para un establecimiento y consuelo más seguros de la iglesia contra la corrupción de la carne y la malicia de Satanás y del mundo, le agradó poner por escrito esa revelación en su totalidad, lo cual hace a las Santas Escrituras muy necesarias, habiendo cesado ya las maneras anteriores por las cuales Dios revelaba su voluntad a su pueblo.” (CBL 1689, 1:1)
“Dios, desde toda la eternidad, por el sapientísimo y santísimo consejo de su propia voluntad, ha decretado en sí mismo, libre e inalterablemente, todas las cosas, todo lo que sucede; sin embargo, de tal manera que por ello Dios ni es autor del pecado ni tiene comunión con nadie en el mismo; ni se hace violencia a la voluntad de la criatura, ni se quita la libertad o contingencia de las causas secundarias, sino que más bien las establece; en lo cual se manifiesta su sabiduría en disponer todas las cosas, y su poder y fidelidad en llevar a cabo sus decretos.” (CBL 1689, 3:1)
El medio principal por el cual Dios cumple su voluntad es a través de causas secundarias (las leyes naturales, la elección del hombre). En otras palabras, Dios obra indirectamente a través de estas causas secundarias para cumplir su voluntad.
“Las Sagradas Escrituras constituyen la única regla suficiente, segura e infalible de todo conocimiento, fe y obediencia salvadores, Aunque la luz de la naturaleza y las obras de la creación y de la providencia manifiestan de tal manera la bondad, sabiduría y poder de Dios que dejan a los hombres sin excusa, no obstante, no son suficientes para dar el conocimiento de Dios y de su voluntad que es necesario para la salvación. Por lo tanto, agradó al Señor, en distintas épocas y de diversas maneras, revelarse a sí mismo y declarar su voluntad a su iglesia; y posteriormente, para preservar y propagar mejor la verdad y para un establecimiento y consuelo más seguros de la iglesia contra la corrupción de la carne y la malicia de Satanás y del mundo, le agradó poner por escrito esa revelación en su totalidad, lo cual hace a las Santas Escrituras muy necesarias, habiendo cesado ya las maneras anteriores por las cuales Dios revelaba su voluntad a su pueblo.” (CBL 1689, 1:1)
“Dios, desde toda la eternidad, por el sapientísimo y santísimo consejo de su propia voluntad, ha decretado en sí mismo, libre e inalterablemente, todas las cosas, todo lo que sucede; sin embargo, de tal manera que por ello Dios ni es autor del pecado ni tiene comunión con nadie en el mismo; ni se hace violencia a la voluntad de la criatura, ni se quita la libertad o contingencia de las causas secundarias, sino que más bien las establece; en lo cual se manifiesta su sabiduría en disponer todas las cosas, y su poder y fidelidad en llevar a cabo sus decretos.” (CBL 1689, 3:1)
El medio principal por el cual Dios cumple su voluntad es a través de causas secundarias (las leyes naturales, la elección del hombre). En otras palabras, Dios obra indirectamente a través de estas causas secundarias para cumplir su voluntad.
Otra
vez volviendo a la Confesión Bautista de Fe de Londres 1689.
“Aunque
en relación con la presciencia y el decreto de Dios, la causa primera,
todas las cosas suceden inmutable e infaliblemente, de
modo que nada ocurre a nadie por azar o sin su providencia; sin embargo, por la
misma providencia, las ordena de manera que ocurran según la naturaleza de
las causas secundarias, ya sea necesaria, libre o
contingentemente.” (CBL 1689, 5:2)
A veces también Dios obra directamente para cumplir su voluntad. Esto es lo que llamaríamos nosotros un milagro (es decir, algo sobrenatural en vez de natural). Un milagro es Dios obrando, por un período breve de tiempo, fuera del orden natural de las cosas para realizar su voluntad y sus propósitos. Dos ejemplos del libro de Hechos deberían servir para destacar la obra de Dios obrando directa e indirectamente para realizar su voluntad.
A veces también Dios obra directamente para cumplir su voluntad. Esto es lo que llamaríamos nosotros un milagro (es decir, algo sobrenatural en vez de natural). Un milagro es Dios obrando, por un período breve de tiempo, fuera del orden natural de las cosas para realizar su voluntad y sus propósitos. Dos ejemplos del libro de Hechos deberían servir para destacar la obra de Dios obrando directa e indirectamente para realizar su voluntad.
En Hechos 9 vemos
la conversión de Saulo de Tarso. A través de una luz brillante y con una voz
que sólo Saulo/Pablo pudo escuchar, Dios cambió su vida para siempre. Era la
voluntad de Dios usar a Pablo para realizar Su voluntad, y Dios usó un medio
directo para convertir a Pablo. Hable a cualquier persona que usted conozca que
se haya convertido al Cristianismo, y usted con mucha probabilidad escuchará
una historia parecida a ésta. La mayoría de nosotros llegamos a Cristo a través
de un sermón predicado o por leer un libro o por el testimonio persistente de
un amigo o un familiar. Además de esto, por lo general hay circunstancias de la
vida que preparan el camino – la pérdida de un empleo, el fallecimiento de un
familiar, un matrimonio fracasado, una adicción química. La conversión de Pablo
era directa y sobrenatural.
En Hechos 16:6-10,
vemos a Dios cumpliendo su voluntad indirectamente. Esto sucede durante el
segundo viaje misionero de Pablo. Dios quiso que Pablo y su compañía fuesen a
Troas, pero cuando Pablo salió de Antioquia en Pisidia, él quiso ir hacia el
este a Asia. La Biblia dice que el Espíritu Santo les prohibió predicar la
Palabra en Asia. Luego, ellos quisieron ir al oeste a Bitinia, pero el Espíritu
de Cristo les impidió, por tanto ellos fueron a Troas. Ahora esto fue escrito
en retrospectiva, pero en el momento hubo probablemente algunas explicaciones
lógicas por las cuales ellos no pudiesen ir a aquellas dos regiones. Sin
embargo, después del hecho, ellos se dieron cuenta que esto fue Dios
dirigiéndoles donde Él quería que fuesen – esta es la providencia. Mi texto
bíblico favorito que habla de esto es Proverbios 16:9 “El corazón del
hombre piensa su camino; Mas Jehová endereza sus pasos.”
Al otro
lado hay los que dirán que el concepto que Dios esté orquestando directa o
indirectamente todas las cosas destruye toda posibilidad del libre albedrío. Si
Dios está en control absoluto, ¿cómo podemos estar verdaderamente libres en las
decisiones que tomemos? En otras palabras, para que el concepto de la libertad
sea significativo, tiene que haber algunas cosas fuera del control soberano de
Dios – por ejemplo, la contingencia de la elección humana. Supongamos por caso
del argumento que esto sea cierto. ¿Qué entonces? Si Dios no está en control
absoluto de todas las contingencias, entonces, ¿cómo podría Él asegurar nuestra
salvación? Pablo dice en Filipenses 1:6, “estando
persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la
perfeccionará hasta el día de Jesucristo.” Si Dios
no está en control de todas las cosas, entonces esta promesa es inválida (y
otras promesas bíblicas también). No podemos tener la seguridad plena de que la
buena obra de la salvación que haya sido iniciada en nosotros llegará a su
finalización.
Además,
si Dios no está en control de todas las cosas, entonces Él no es soberano, y si
no es soberano, entonces, no es Dios. Por tanto el precio de mantener
contingencias fuera del control de Dios resulta en un Dios que no es Dios en
nada. Y si nuestra “libre” voluntad
sobrepasa la providencia de Dios, entonces ¿quién es Dios al final de todo?
Somos nosotros. Esto es, obviamente, inaceptable a cualquier persona con una
cosmovisión que sea cristiana y bíblica. La providencia divina no destruye
nuestra libertad. Más bien, la providencia divina es lo que nos permite hacer
uso de esta libertad correctamente.
Soli Deo Gloria