En
estos tiempos modernos hay un grupo de teólogos liberales y sus (libros) e
Iglesias con sus líderes rechazando el mandato de obedecer la Ley de Dios.
Estos con conocidos como los antinominianos manifiestan su rechazo a la
ley de varias maneras. Algunos acreditan que no tenemos obligación de obedecer
la ley moral de Dios por que Jesús nos liberó de la Ley. Insisten en que la
Gracia no solo liberta de la maldición de la Ley, sino también, nos liberta de
la obligación de obedecerla. La Gracia en este caso se torna una licencia a la
desobediencia.
La
palabra antinomismo proviene de dos palabras griegas, anti, que significa
“contra”; y nomos, que significa “ley.” Antinomismo significa “contra la ley.”
Teológicamente, el antinomismo es la creencia de que no hay leyes morales que
Dios espere que obedezcan los cristianos.
Esta palabra
se refiere a la práctica no bíblica de vivir sin la debida consideración de la
rectitud de Dios, emplear la gracia de Dios como si fuera una licencia para
pecar y confiar en la gracia para ser limpio del pecado. En otras palabras, ya
que la gracia es infinita y somos salvos por gracia, entonces para el antinomianismo
podemos pecar cuanto queramos y aún ser salvos.
El
antinomismo lleva la enseñanza bíblica a una conclusión antibíblica. La
enseñanza bíblica es que los cristianos no requieren la observancia de la ley
del Antiguo Testamento como un medio de salvación. Cuando Jesucristo murió en
la cruz, Él cumplió la ley del Antiguo Testamento (Romanos 10:4; Gálatas
3:23-25; Efesios 2:15). La conclusión antibíblica es que no hay ley moral
que Dios espere que obedezcan los cristianos.
El
apóstol Pablo trató con este problema del antinomismo en Romanos 6:1-2,
“Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En
ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en
él?”
Esta
idea es errónea porque, aunque como cristianos no estemos bajo la Ley (Ro.
6:14), todavía somos llamados a cumplir la ley como la Ley del amor (Ro.
13:8,10; Gál. 5:14; 6:2). Debemos amar a Dios con todo nuestro corazón,
alma, fuerza y mente, y a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Lc. 10:27)
y, de este modo, evitar la ofensa del pecado que le costó a Dios su unigénito
Hijo. Pablo habla contra la noción del antinomianismo en Romanos 6:1-2:
No hemos de usar la gracia de Dios como una excusa para pecar; en lugar de
esto, hemos de ser controlados por el amor de Dios y de esta forma traer el
fruto del Espíritu Santo (Gál. 5:22-25).
El ataque más frecuente sobre la doctrina de la salvación solo por gracia, es que ésta alienta el pecado. La gente puede preguntarse, ‘Si soy salvado por gracia y todos mis pecados son perdonados, ¿por qué no pecar todo lo que quiera?’ Esa lógica no es el resultado de una conversión verdadera, porque la verdadera conversión produce un mayor deseo de obedecer, y no lo contrario. El deseo de Dios y nuestro deseo cuando somos regenerados por Su Espíritu es que nos esforcemos por no pecar. En gratitud por su gracia y perdón, deseamos agradarle. Dios nos ha dado su infinitamente grandioso regalo de la salvación a través de Jesucristo (Juan 3:16; Romanos 5:8). Nuestra respuesta es consagrar nuestras vidas a Él mediante el amor, la adoración y gratitud por lo que Él ha hecho por nosotros (Romanos 12:1-2). El antinomismo es antibíblico porque aplica equivocadamente el significado de la gracia y el favor de Dios.
El ataque más frecuente sobre la doctrina de la salvación solo por gracia, es que ésta alienta el pecado. La gente puede preguntarse, ‘Si soy salvado por gracia y todos mis pecados son perdonados, ¿por qué no pecar todo lo que quiera?’ Esa lógica no es el resultado de una conversión verdadera, porque la verdadera conversión produce un mayor deseo de obedecer, y no lo contrario. El deseo de Dios y nuestro deseo cuando somos regenerados por Su Espíritu es que nos esforcemos por no pecar. En gratitud por su gracia y perdón, deseamos agradarle. Dios nos ha dado su infinitamente grandioso regalo de la salvación a través de Jesucristo (Juan 3:16; Romanos 5:8). Nuestra respuesta es consagrar nuestras vidas a Él mediante el amor, la adoración y gratitud por lo que Él ha hecho por nosotros (Romanos 12:1-2). El antinomismo es antibíblico porque aplica equivocadamente el significado de la gracia y el favor de Dios.
Una
segunda razón por la que el antinomismo es antibíblico, es que hay
una ley moral que Dios espera que obedezcamos. 1 Juan 5:3 nos
dice: “Pues este es el amor de Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus
mandamientos no son gravosos.” ¿Cuál es esta ley que Dios espera que
obedezcamos? Es la ley de Cristo “Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios
con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el
primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como
a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.” (Mateo
22:37-40). No, no estamos bajo la ley de Antiguo Testamento. Sí, sí estamos
bajo la ley de Cristo. La ley de Cristo no es una extensa lista de códigos
legales. Es una ley de amor. Si amamos a Dios con todo nuestro corazón, con
toda nuestra alma, con toda nuestra mente y con toda nuestra fuerza, no haremos
nada que lo ofenda. Si amamos a nuestro prójimo como a nosotros mismos, no
haremos nada que los dañe. Obedecer la ley de Cristo no es un requerimiento
para ganar o mantener la salvación. La ley de Cristo es lo que Dios espera de
un cristiano.
El
antinomismo es contrario a todo lo que la Biblia enseña. Dios espera que
vivamos una vida de moralidad, integridad y amor. Jesucristo no liberó de los
onerosos mandamientos de la ley del Antiguo Testamento, pero eso no es una
licencia para el pecado, sino más bien un pacto de gracia. Debemos luchar para
vencer el pecado y cultivar la justicia, dependiendo de la ayuda del Espíritu
Santo. El hecho de que somos liberados por gracia de las demandas de la ley del
Antiguo Testamento, debe tener como consecuencia el vivir nuestras vidas en
obediencia a la ley de Cristo. 1 Juan 2:3-6 dice, “Y en esto
sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice:
Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad
no está en él; pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de
Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él. El que dice que
permanece en él, debe andar como él anduvo.”
Huellas
de tal pensamiento son evidentes en el Nuevo Testamento. La espiritualización
de la ley en el único precepto del amor a Dios, enseñado y ejemplificado por
Jesús, estimuló a algunos entusiastas devotos a creer que habían sido exaltados
hasta tal altura de espiritualidad y a tal dominio del amor a Dios que no
necesitaban tener en cuenta los preceptos morales o la conducta externa. El
duro conflicto de Pablo con los judaizantes respecto a las ceremonias judaicas,
podía hacer creer a sus partidarios más anti-judaicos que el esfuerzo para
mantener la ley no sólo era inútil sino que vaciaba el evangelio de la gracia
en Cristo Jesús. Es probable que alguna de tales perversiones de la enseñanza
de Pablo se contemple en 2 Pedro 3:16. Los miembros de la iglesia
de Corinto que estaban enorgullecidos y no se afligieron por la persona
incestuosa, así como las facciones culpables de unión abominable (1
Corintios 5:1-6) eran probablemente antinomianos y de semejante tendencia
eran sin duda los nicolaítas (Apocalipsis 2:2,15), los que sostenían la
enseñanza de Balaam (Apocalipsis 2:14) y los que toleraban a Jezabel (Apocalipsis
2:20).
La
enseñanza de Pablo de que los cristianos son libres de la ley es en ocasiones
mal interpretada como antinomiana. Pero Pablo venera la ley de Dios, y enseña a
los creyentes, quienes son libres de la ley como sistema para salvación, a que
la guarden como muestra de agradecimiento por la salvación que se les ha
brindado libremente, y porque la santidad según definida por la ley es un
llamado a los cristianos.
Una
característica central de las iglesias y de la predicación y enseñanza bíblica
modernas es el antinomianismo, una posición contraria a la ley. El antinomiano
piensa que la fe libra de la ley al creyente, y este no está fuera de la ley
sino más bien muerto a la ley.
No hay
absolutamente ninguna garantía en las Escrituras para el antinomianismo. La
expresión «muerto a la ley», en verdad está en las Escrituras (Gál. 2:9; Ro
7:4), pero se refiere al creyente en relación a la obra expiatoria de
Cristo como el representante y sustituto del creyente; el creyente está muerto
a la ley como acusación, como sentencia de muerte en contra suya, pues Cristo
murió por él, pero el creyente está vivo a la ley en cuanto a la justicia de
Dios. El propósito de la obra expiatoria de Cristo fue restaurar al hombre a
una posición de guardar el pacto en lugar de romperlo, capacitar al hombre para
guardar la ley al libertarlo «de la ley del pecado y de la muerte» (Ro 8:2),
«para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros» (Ro 8:4). El
hombre es restaurado a su posición de cumplidor de la ley. La ley, pues, tiene
una posición de centralidad en la formulación de cargos contra el hombre
(sentencia de muerte contra el hombre pecador); en la redención del hombre (el
hecho de que Cristo, aunque fue perfecto cumplidor de la ley como el nuevo
Adán, murió como sustituto del hombre), y en la santificación del hombre
(proceso en que el hombre crece en la gracia conforme crece en su observancia
de la ley, porque la ley es el camino a la santificación).
Entonces
en conclusión el antinomianismo es una designación comparativamente moderna
para varios tipos de pensamiento ético en los cuales la hostilidad hacia la ley
de Moisés (incluyendo el Decálogo) y a los principios incorporados ha
desembocado en una enseñanza y práctica inmoral.
Si me
amáis, guardad mis mandamientos. Jn. 14:15
Textos
a leer: Ro. 3.27-31; 6.1, 2; 1 Jn. 2.3-6;
5.1-3
Soli Deo Gloria