La discusión de Pablo sobre Abraham ha
seguido una de las declaraciones de fe más simples en el Nuevo Testamento.
"¿Dónde está, pues, la jactancia? Queda
excluida. ¿Por cuál ley? ¿La de las obras? No, sino por la ley de la fe. Porque
concluimos que el hombre es justificado por la fe aparte de las obras de la
ley. ¿O es Dios el Dios de los judíos solamente? ¿No es también el Dios de los
gentiles? Sí, también de los gentiles, porque en verdad Dios es uno, el cual
justificará en virtud de la fe a los circuncisos y por medio de la fe a los
incircuncisos. ¿Anulamos entonces la ley por medio de la fe? ¡De ningún modo!
Al contrario, confirmamos la ley”. Romanos 3: 27 - 31
Lo que Pablo está diciendo es que
cualquier alarde de linaje, obras o bondad inherente no es suficiente para
justificar la imputación de la fe; es decir, Dios concede fe únicamente en su
beneplácito y por ninguna otra razón. A la luz de esta verdad, toda base para
la jactancia humana se elimina simplemente porque el pecador ha sido salvado
por acción de Dios y no por la actividad del pecador. Aquellos que recibieron
la Ley; los judíos no fueron salvados porque obedecieron la ley. Más bien, la
Ley los señaló hacia una relación personal con Dios y a través de esta relación
que había sido iniciada por Dios; el pueblo judío que creía fue puesto en
relación con Dios. Aquellos que no habían recibido la Ley; los gentiles, no
estaban inherentemente perdidos porque no tenían conocimiento de la Ley de
Dios. Más bien, Dios, deseando moverse incluso en los corazones de algunos
gentiles, produjo una fe salvadora en sus corazones y escribió su ley en esos
mismos corazones para demostrar la obediencia de la fe. De esta manera, la
universalidad del evangelio, que está de acuerdo con Dios, no se le da a un
grupo de personas exclusivo de otros grupos, pero la justificación del mensaje
del evangelio va para las personas de herencias judías y gentiles. Los judíos
no pueden jactarse de su identidad nacional y los gentiles no pueden jactarse
en sus actos de creencia; ambos son un regalo de Dios a esos grupos con la
intención específica de llevar una porción de cada grupo a la fe. En última
instancia, como Dios salva a un pueblo para su propia posesión, su posición
ante Dios no es simplemente legal; es familiar. A esta doctrina la atención
ahora se convertirá.
Soli Deo
Gloria