sábado, 7 de octubre de 2017

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Las implicaciones prácticas del Calvinismo

LA  EXPERIENCIA  D DIOS

B. B. Warfield describe el Calvinismo como “Aquella visión de la Majestad de Dios que se extiende a toda la vida y a toda la experiencia”.  En particular, por lo que se refiere a la doctrina de la salvación, su  agradable confesión se resume en estas significativas palabras: DIOS SALVA A PECADORES. Ahora donde quiera que somos confrontados con estas grandes declaraciones doctrinales de las sagradas escrituras, Dios no nos deja simplemente con una declaración doctrinal. El propósito de poner la verdad de Dios en la mente del pueblo de Dios es para que la entiendan y puedan conocer su efecto en su propia experiencia personal. Por lo tanto, los grandes temas doctrinales de Efesios capítulos 1, 2 y 3 son seguidos por la aplicación de estas doctrinas a la vida práctica y a la experiencia en los capítulos 4, 5 y 6.  El objetivo por el cual Dios nos dio su verdad no fue simplemente la instrucción de nuestras mentes; sino más bien la transformación de nuestras vidas. Pero una persona no puede venir directamente a la experiencia de la vida, sino que debe venir mediante la instrucción de la mente. Entonces  la verdad de Dios es dirigida al entendimiento y el Espíritu de Dios opera en el entendimiento como el Espíritu de sabiduría y conocimiento. El no simplemente ilumina la mente para que los cajones de archivo del estudio mental rebosen de información. Dios instruye la mente con el propósito de transformar la vida.

Entonces ¿Cuáles son las implicaciones personales de la verdad y del pensamiento calvinista en la vida del individuo y en el ministerio ejercido por el individuo?

Por implicaciones personales quiero decir, las implicaciones de su propia relación con Dios sin alguna referencia al ministerio. Ahora, estas cosas no se pueden separar en un sentido absoluto, porque como bien se ha dicho, “La vida de un ministro es la vida de su ministerio.” Usted no puede separar lo que usted es de lo que usted hace; usted no puede separar el efecto de la verdad sobre su propia relación personal con Dios, del efecto de la verdad a través de su ministerio. Al enfocar estos principios los estoy separando, pero en ninguna manera quiero dar la impresión que éstos están en dos estrictas categorías.

Entonces, pregunto ¿Cuáles son las implicaciones del pensamiento Calvinista, esta visión de la Majestad de Dios y de la verdad salvadora de la Escritura en lo que se refiere a nosotros como individuos?

En respuesta a esta pregunta volvamos a aquel principio general que B.B.Warfield llama “El principio formativo del Calvinismo”. Cito las palabras de Warfield : “Déjeme repetirlo, el Calvinista es la persona que ha visto verdaderamente a Dios y que tiene una profunda aprensión de la Majestad divina, y una intensa comprensión (acompañante inevitable de esta aprensión) que proviene de la relación sostenida con Dios por la criatura como tal, y particularmente por la criatura como pecadora.  El Calvinista es una persona que ha visto a Dios y que, habiendo visto la gloria de Dios, está por un lado lleno de su propia indignidad ante la presencia de Dios como criatura y mucho más como pecador; y por otro lado, lleno de un asombro admirable de que este Dios recibe a los pecadores. El que cree en Dios sin reserva y determina que Dios será Dios en todo su pensamiento, emociones y voluntad (en la total extensión de sus actividades diarias, intelectual, moral y espiritual) a través de toda su relación individual, social y religiosa es (por fuerza de la más estricta lógica que dirige el mejor de los principios en la vida y en el pensamiento y por la misma necesidad del caso) un Calvinista”.

Note que cuando B.B.Warfield define el Calvinismo y el Calvinista, usa palabras de una naturaleza fuertemente experimental. Las palabras “aprensión” y “comprensión” tratan primeramente con el entendimiento, aunque van más allá de esto.  Pero cuando consideramos las palabras tales como “visto a Dios”, “lleno con un sentido de su propia indignidad”, “asombro admirable”, “pensamiento, emociones y voluntad”; nos damos cuenta de que estas son palabras que hablan de la experiencia de la persona. Warfield, en realidad, está diciendo que ninguna persona es un Calvinista, ni es verdaderamente Bíblico en su concepto de Dios, ni es verdaderamente religioso, ni es verdaderamente evangélico, hasta que estos conceptos haya calado en las fibras nerviosas de su experiencia. En otras palabras, Warfield diría que un Calvinista académico es un falso nombre, un nombre tan equivocado como hablar de “un cadáver viviente”. La muerte ocurre cuando el alma se separa del cuerpo, y Warfield nos enseña que cuando el alma del pensamiento calvinista muere o se ausenta, entonces lo único que permanece es un cuerpo muerto, una peste en la nariz de Dios y frecuentemente una peste para la iglesia cuando esto es hallado en un ministro.

Con este transfondo en cuanto a las implicaciones personales del Calvinismo, quiero que consideremos el siguiente pasaje de la escritura en el cual tenemos la narración histórica de cómo Dios hace a un Calvinista. Veamos en Isaías, capítulo 6 las siguientes palabras:
“En el año que murió el rey Uzzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas henchían el templo. Y encima de él estaban serafines: cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, y con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos: toda la tierra está llena de su gloria. Y los quiciales de las puestas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se hinchió de humo. Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; que siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos. Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas: Y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado. Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame á mí. Y dijo: Anda, y di á este pueblo: Oid bien, y no entendáis; ved por cierto, mas no comprendáis. Engruesa el corazón de aqueste pueblo, y agrava sus oídos, y ciega sus ojos; porque no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni su corazón entienda, ni se convierta, y haya para él sanidad. Y yo dije: ¿Hasta cuándo, Señor? Y respondió él: Hasta que las ciudades estén asoladas, y sin morador, ni hombre en las casas, y la tierra sea tornada en desierto”; (Isaías 6:11, RV).

Aquí está la declaración de cómo Dios hace a un Calvinista, de cómo Dios conduce a un hombre a la visión de la Majestad Divina, afectándole tanto, que su vida no vuelve a ser la misma. La primera cosa que le impresionó, fue la visión de Dios como el Alto y Sublime, sentado sobre un trono, así que cualquier cosa más introducida en la visión (la santidad de Dios, la gracia de Dios y el perdón de Dios) es el resplandor que procede del hecho de que Dios está entronizado: “vi al Señor sentado sobre un trono alto y sublime”. Así que podemos decir correctamente que era la santidad soberana como también la santa soberanía que Dios estaba ejerciendo. Era la gracia soberana como también la soberanía de la gracia que se estaba manifestando, y esta exhibición del Señor como el Rey es lo que condujo a varios resultados claros en la vida del profeta.

EN PRIMER LUGAR, ESTO LO CONDUJO A UN PROFUNDO CONOCIMIENTO EXPERIMENTAL DE SU PROPIA PECAMINOSIDAD.

¡Hay de mí! estoy perdido. Estoy conmocionado. Estoy descontrolado. Estoy hecho pedazos. 
Ahora ¿quién fue Isaías?  ¿Acaso era un joven rebelde que andaba en la calle diciendo groserías para ofender a aquellos que no le caín bien? Era algún tipo de estudiante que había estado involucrado en la impureza sexual bajo el pretexto de las así llamadas ideas de la nueva moralidad, dando rienda suelta a sus pasiones animales?. No, él era Isaías, un hombre santo desde todo ángulo de la escritura, un hombre de Dios que sería calificado como un cristiano consagrado. Pero él todavía no había experimentado la visión del Señor que lo dejaría pasmado y sacudido y le expondría la corrupción inherente de su corazón.

Yo afirmo que Dios nunca hace a un Calvinista mostrándole su gloria y majestad, sin conducirlo a una apropiada convicción de pecado a la luz de su soberanía y santidad. Esto es lo que condujo a Isaías a una profunda idea de la condición espiritual de su propia generación, ya que en su propia confesión notamos que no sólo dice, “Siendo hombre de labios inmundos” sino también “Habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos”. Por ejemplo, en Isaías 58 encontramos la declaración de la condición del pueblo, encontramos que eran extremadamente religiosos; venían cada día al templo a ofrecer sacrificios. Lea Isaías capítulo 1, y encontrará que los contemporáneos del profeta llevaban sus sacrificios y guardaban los días de fiesta. Sin embargo Dios dijo “Enfermo y cansado estoy de todas estas cosas. No me traigáis más vana ofrenda... cuando multipliquéis la oración, yo no oiré”. Si usted y yo hubiéramos estado parados como espectadores allí, hubiéramos dicho que la religión en Israel era bastante buena. Pero cuando este hombre tuvo una visión y percibió la majestad de Dios, esto lo condujo no sólo a darse cuenta de su propia pecaminosidad; sino también a darse cuenta de la condición de su propia generación.

EN SEGUNDO LUGAR, ESTO LO CONDUJO A UN CONOCIMIENTO EXPERIMENTAL DE LA GRACIA Y DEL PERDON.

Mientras Isaías sentía su inmundicia y su perdición ante la presencia del Señor, el serafín toma un carbón ardiente del altar del sacrificio, un carbón que viene a ser el símbolo de la base sobre la cual Dios perdona a los pecadores. El carbón toca los labios del profeta, y aunque hay dolor, también está la maravillosa palabra de gracia, “quitada es tu culpa y limpio tu pecado”. Aquí está un hombre que ha sido conducido a la visión de su propio pecado, de tal manera que se pregunta ¿Cómo puede tal persona permanecer en la presencia de tal Señor? Es a esta persona que la palabra de perdón es una palabra humillante, irresistible y cautivante. La razón del porque la gracia de Dios es tan poco apreciada en nuestros días, se debe a que poco se aprecia la trascendente majestad, soberanía y santidad de Dios, y no vemos mucho más que medio paso entre Dios y nosotros mismos. Pero Isaías lo vio como si fuera un infinito abismo, y cuando el Señor extendió soberanamente su misericordia a lo largo del abismo y lo tocó, vino a ser un hombre que inmediatamente evidenció el fruto de la gracia.

EN TERCER LUGAR, ESTO NOS HABLA DE UN HOMBRE QUE FUE CONDUCIDO A UNA COMPLETA SUMISION A DIOS.

Habiendo sido limpiado, Isaías nos dice luego, “Oí la voz del Señor, que decía: ¿ A quién enviaré, y quién irá por nosotros “.  Note la reacción del profeta. Habiendo visto la soberanía y la santidad del Señor, y viéndose en inmundicia, y habiendo oído la palabra de gracia y perdón, ¿Qué puede hacer un hombre cuando el Señor habla y escucha su voz, sino decir, “Heme aquí “? No hay nada aquí de un misionero contando historias sentimentales sobre el pecado y la necesidad humana, con el intento de arrancar a los jóvenes de su autocomplacencia y rebelión a la palabra de Dios y producir en ellos un “Heme aquí”. Esto fue justo la reacción instintiva de un hombre que vio al Señor y oyó su voz, y dijo, “Heme aquí, Señor envíame”. Y luego, por decirlo así, el Señor prueba la profundidad de esa confesión y encontramos una completa consagración a la voluntad del Señor, no importa cuán extraño parezca, porque inmediatamente se le aclara al profeta que primeramente va a tener un ministerio de juicio: “Anda, y di a este pueblo, oíd... y no entendáis; ved... no comprendáis. Engruesa el corazón de este pueblo”. “Isaías, te estoy comisionando a un ministerio de juicio y de endurecimiento”. Ahora ¿Qué hizo el profeta? Se intimidó y dijo, “Oh Señor, eso no es justo. Tú no me has llamado a tal obra como ésa”. ¡ No, no! El simplemente dice, “¿Hasta cuándo Señor?” En otras palabras, “Señor estás en tu perfecto derecho de enviarme a un ministerio que será primeramente de endurecimiento y juicio. Tú eres Dios. Tú estás en tu trono. Yo soy una criatura ante tu trono. Tú eres santo. Yo soy un pecador. ¿Qué puedo hacer, sino mantenerme fiel a los dictados de tu voluntad, no importando qué implicaciones pueda tener?”.

Así es como Dios hace a un hombre, Calvinista. De una manera u otra le da semejante visión de su propia majestad, soberanía y santidad como el Alto y Sublime, que lo conduce a un profundo conocimiento experimental de su humana pecaminosidad personal y de la de su propia generación. Esto lo conduce a un conocimiento experimental de la gracia de Dios y a una completa sumisión a la voluntad y a los caminos del Señor.

Digo esto como aplicación, no hable acerca de ser un Calvinista simplemente porque su ansia por una lógica consistente ha sido aliviada por el sistema teológico calvinista. ¿Ha visto a Dios? ¿Ha sido conducido cerca de El? Ese es el asunto. Le recuerdo las palabras de B.B.Warfield: “Un Calvinista es un hombre que ha visto a Dios”. La expresión, “orgullosamente Calvinista”, es un falso nombre. Si un Calvinista es un hombre que ha visto a Dios como el entronizado, Alto y Sublime; entonces es un hombre que ha sido conducido a humillarse ante el trono como lo fue Isaías. ¿Un Calvinista carnal? ¡Otro falso nombre! El que está en el trono es santo, y El mora en consciente comunión con los que están correctamente relacionados con El, como el entronizado y el santo. Estas dos cosas están bellamente ligados en Isaías 57:15 donde el profeta dice: “así dijo el Alto y el Sublime, el que habita en la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu”. ¿Qué es contrición? Es la reacción de un pecador ante la presencia de un Dios santo; y, ¿Qué es humildad? Es la reacción de un siervo ante la presencia de un soberano. Isaías nunca olvidó la visión y dijo, “Este Dios habita en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados”.

Si tu entendimiento del pensamiento Calvinista te ha conducido, por decirlo así, al lugar donde puedes jactarte en tu libertad y usarlo como ocasión para el libertinaje, entonces tú nunca has sido un Calvinista Bíblico. Dios hace Calvinistas hoy de la misma manera como los hizo en la época de Isaías.

Yo afirmo que nadie tiene el derecho de decir que es Calvinista porque puede repetir como loro frases recogidas de la gran herencia de la literatura Reformada. El debe preguntarse, ¿Me ha conducido el Espíritu Santo a ese profundo sentido de Dios que ha obrado en mí, al menos en alguna medida, la gracia de la humildad? ¿Me ha dotado Dios de dones y capacidades? Si es así, ¿Qué tengo que no haya recibido? ¿Quién me hace ser diferente? Si Dios me ha dotado de dones y capacidades ya sea intelectual o de otra manera, entonces reconozco que los tengo porque el soberano entronizado se agradó en repartírmelos, y la única diferencia entre mí y el pobre niño retardado que mueve la compasión de mi corazón, es que El se agradó en hacerme diferente. ¿Quién te distingue? El hombre que permanece en la presencia del Dios soberano, reconoce que todo lo que tiene, le ha sido dado. La humildad no es timidez. La humildad es la disposición de reconocer honestamente: El es Dios, yo soy una criatura. Todo lo que tengo proviene de El y debo estar rendido a El en alabanza y honor. Esto nos conducirá a la sumisión que vemos en Isaías. Dios está sentado en el trono; yo no tengo derechos que reclamar, pero tengo el inexpresable privilegio de conocer y hacer su voluntad. ¿No fue ésa la acción refleja de Isaías? El Señor está en el trono; yo soy una criatura. ¿Qué más puedo hacer sino decir, “Heme aquí”?

¡Oh el inexpresable deleite de conocer y hacer su voluntad! Esto conduce no sólo a la humildad y a la sumisión, sino también a la verdadera contrición, porque entonces veo que todo pecado ha sido esencialmente un violento espíritu anarquista ejercido contra el trono de Dios. ¿He fracasado en amarlo con todo el corazón? Entonces esto es anarquía. El demanda y es digno de todo mi afecto. ¿He fracasado en amar a mi prójimo como a mí mismo y he expresado este pecado al no respetar a mis padres, no respetar los derechos y la vida de otros, la pureza y la santidad de otros, la reputación de otros? Vaya a los Diez Mandamientos y aprenda que toda violación de ellos es el alma de la anarquía contra el trono de Dios. Todo orgullo es simplemente un intento de compartir la gloria que pertenece al Soberano Dios, y decirle, ”Oh Dios, permíteme tomar parte en la entrega de los premios y recibir gloria también ?” ¿No es eso orgullo? ¿No es un perverso intento de compartir la alabanza del Soberano Dios?

Entonces esta visión de Dios no puede producir más que humildad, sumisión, contrición. Y en sentido positivo, no puede producir más que gratitud, por el hecho de que en el ejercicio de su soberano derecho yo sea bendecido por Dios con sensatez, salud física y claridad mental. Y sobre todo, que yo sea bendecido con gracia, con la confianza que Dios está en su trono y que nada pasado, presente o futuro ha hecho que alguna vez el trono de Dios tiemble una milésima de pulgada. ¡Jehová reina! Tiemble la tierra. Tengo confianza, firme confianza y gozo, no importando lo que pudiera ocurrir en la esfera visible. Todo está bien donde El está.

¿Le ha hecho Dios un Calvinista? No le estoy preguntando si ya leyó el libro de Boettner o el de Kuyper o el de Warfield y ha venido a ser un Calvinista. Yo le estoy preguntando si ¿Le ha dado Dios una visión de sí mismo? ¿Le ha humillado? ¿Y le ha conducido a esa posición concediéndole la gracia de humildad, sumisión, contrición, gratitud, confianza y gozo? Eso es lo que hace a un Calvinista. Si sabemos esto vamos a querer decir:

Mi Dios, ¡Cuán maravilloso eres tú, tú majestad cuán brillante!
¡Cuán hermoso tu asiento de misericordia, en las profundidades de candente luz!
Oh ¡Cuánto te temo, Dios viviente,
con los más profundos, con los más tiernos temores, y te adoro con una esperanza temblorosa y lágrimas penitenciales!
¡Cuán hermosa, cuán hermosa es una aprensión correcta de ti,
de tu sabiduría infinita, tu poder ilimitado y tu enorme pureza.!

EL PODER DE LA RELIGION SALVADORA

Ahora, dirigimos nuestra atención a los aspectos específicos de la soteriología del Calvinismo es decir, a “Las doctrinas de la gracia”. Ya dije que los aspectos salvadores de la verdad Bíblica, comúnmente llamada Calvinismo, será el centro de nuestra atención; la confesión de que DIOS SALVA A  PECADORES.

¿Qué efecto debería tener esto en la vida de un individuo? Esencialmente en la esfera de la soteriología ¿Es el Calvinismo una declaración de la gracia salvadora de Dios ejercida soberana y poderosamente en los pecadores elegidos? Si es así, entonces en el mismo corazón del Calvinista, el pensamiento Bíblico respecto a la salvación es esta creencia en la cual Dios ha tomado la iniciativa, Dios ha hecho algo y Dios está en el tiempo presente haciendo algo. Warfield dice: “Por lo tanto no hay nada, contra lo que el Calvinismo se opone con más firmeza que toda forma y grado de autosoterismo, toda forma de autosalvación. Sobre todo lo demás el Calvinismo está decidido reconocer a Dios en su hijo Jesucristo actuando (por el espíritu Santo) como nuestro verdadero salvador”.

A los ojos del Calvinista, el hombre inconverso necesita, no de estímulos o de asistencia para salvarse a sí mismo, sino precisamente de salvación. El Calvinista sostiene que Jesucristo vino no para aconsejar, exhortar o ayudar al hombre para salvarse así mismo, sino para salvarlo por la poderosa obra del Espíritu en él. Este es el fundamento de la soteriología calvinista.

Ahora, si esto es así, es decir, que en su esencia  la soteriología calvinista confiesa que Dios salva a pecadores, y si no vamos a tratar de quitarle el pleno significado a esta afirmación, entonces esto debería producir dos cosas muy prácticas en la vida del individuo.

PRIMERO, ESTO DEBE CONDUCIRLE A UN AUTOEXAMEN BIBLICO.

No dije un autoexamen antibíblico o un tipo de introspección neurótica. Yo creo que en nuestro temor de la introspección neurótica, muchos de nosotros en los círculos reformados nos hemos mantenido alejados de un honesto autoexamen bíblico. Por autoexamen bíblico quiero decir una simple obediencia a los textos como 2 Cor. 13:5, “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?”. Quiero decir, obediencia a la exhortación de 2 Ped.1:10, “Procurad hacer firme vuestra  vocación y elección”. Palabras similares se encuentran en el Nuevo Testamento; “ninguno se engañe; nadie os engañe; no os engañéis”. Hablo de un deber escritural.

Es obvio de cómo esto encaja como implicación del concepto Calvinista de la salvación. Ya que la escritura declara que todos los que son verdaderamente salvos son hechura de Dios (Efe.2:10), entonces la pregunta que me debo hacer es “¿He sido el sujeto de esa hechura?” La cuestión no es la sinceridad de mi decisión, resolución o como yo lo quiera llamar. El asunto no es “¿Qué he hecho con Cristo y la salvación?” La cuestión esencial es ésta: “¿A hecho Dios algo en mí?   No es si he “aceptado a Cristo”, sino más bien “¿Me ha aceptado Cristo?” El asunto no es, “¿He encontrado al Señor?” Sino, “¿El Señor me ha encontrado a mí?.

Uno de los antiguos maestros en Israel acostumbraba preguntar a los que aspiraban ser admitidos a la mesa del Señor o a la membresía de la iglesia dos preguntas. Primero, ¿Qué ha hecho Cristo por ti? El quería saber si entendían la base objetiva sobre la que Dios recibe pecadores. El quería saber si entendían que los hombres son aceptados ante Dios en base a la obra de Cristo sin nada más. Si quedaba claro para él que en ninguna manera pensaban que eran aceptados por el mérito de su arrepentimiento, lágrimas u obras, sino solamente por los méritos de Cristo, entonces les hacía la segunda pregunta ¿Qué ha hecho Cristo en ti? Ya sabes lo que ha hecho por ti, ahora mi pregunta es ¿Qué ha hecho en ti? El preguntaba esto porque entendió la terrible posibilidad de que una persona tuviera una comprensión intelectual de lo que Cristo ha hecho por los pecadores, y sin embargo desconociera por completo Su poderosa obra en los pecadores.

Entonces, quiero aplicar a la conciencia de cada uno algunas preguntas sencillas. Primero: ¿Has sido conducido a ver tu propia corrupción y pecado de tal modo que las dos primeras bienaventuranzas son realidades en ti?. Las únicas personas en el mundo que son verdaderamente benditas, son los que han sido convencidas por el Espíritu Santo que ya no son extraños a estas dos cosas: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, porque recibirán consolación”. ¿Cómo hace Dios a los hombres verdaderamente benditos y felices?

En primer lugar, Dios los hace tristes en la visión y el sentido de su propio empobrecimiento en un estado de pecado. ¿Qué es pobreza de espíritu? ¿Es algún tipo de falsa piedad que intenta convencerme que soy un miserable y malvado gusano?

¡De ninguna manera! La pobreza del espíritu es el resultado de obtener una visión de lo que realmente eres y ver que tú no eres nada, no tienes nada y no puedes hacer nada para recomendarte a la gracia y al favor salvador de Dios; es el resultado de la convicción que El podría hacer de ti un monumento de su justa ira, permitiéndote perecer en el fuego eterno. ¿Has sido conducido a un conocimiento experimental de esto? Si no, yo dudo que puedas pretender que Cristo es tu Señor, porque El dijo que no vino a llamar a justos sino a pecadores al arrepentimiento. Al pobre en el espíritu se le ha hecho consciente de su depravación en el pecado.

Es posible sostener la doctrina de la depravación total como un concepto teológico y ser tan malo, orgulloso y farisáico como el diablo. ¿Has conocido la desnudez interna que te ha conducido a la pobreza espiritual, al llanto espiritual y al reconocimiento que tu pecado ha sido contra el soberano Dios? ¿Has sido conducido al lugar donde odias tu pecado lo suficiente para abandonarlo y ser fiel solamente a Cristo? Un antiguo escritor dijo bellamente: “Cuando el Espíritu Santo empieza el acorde de gracia en la vida de un hombre, siempre orienta ese acorde a la nota baja”. El empieza con la nota baja de convicción, una revelación de nuestra necesidad del salvador. ¿He sido conducido a ver que a menos que El inicie la obra, ésta nunca será hecha?

La segunda pregunta que debo hacerme es ésta: ¿Manifiesto el fruto de Su obra? y ¿Cuál es la positiva e innegable evidencia que Dios ha estado y está obrando en mí? Yo digo sin algún temor de contradicción a la luz de las Sagradas Escrituras, que la evidencia es la santidad Bíblica. Los llamados “Cinco Puntos del Calvinismo” son proyectados en una forma negativa y pueden en alguna manera ser mal entendidos. Sin embargo no podemos cambiar el curso de la historia, y así los Cinco Puntos han llegado a nosotros y debemos aprender a vivir con ellos. Tome los últimos cuatro puntos: La elección incondicional, la redención particular (Cristo murió para salvar a un pueblo específico), el llamamiento eficaz de Dios y la perseverancia de los santos. ¿Cuál es el enfoque principal de todos éstos? El objetivo del enfoque principal, por supuesto, es la exhibición de la de la gloria de la gracia de Dios, como vemos en Efesios 1; pero de inmediato surge la pregunta: ¿Cómo se exhibe esa gloria? ¿Por cuáles medios? La respuesta es, tomando a las criaturas que están depravadas totalmente y haciéndolas hombres y mujeres en quienes la semejanza del hijo de Dios se pueda ver. ¿Cuál es el propósito de la elección ? Efesios 1:4 dice: “Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que ...”   ¿nos gloriemos en nuestra elección? ¡No! Sino “Para que fuésemos santos y sin mancha delante de él”. ¡Elección para santidad! ¿Cuál es el propósito de la obra expiatoria de Cristo? Escuche el testimonio de Tito 2:14 “Quién se dio así mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.” El murió para tener un pueblo santo “celoso de buenas obras”.

Luego está el llamamiento eficaz de Dios, “Fiel es Dios, por el fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro señor”. (1 Cor.1:9) ¡Somos llamados a participar de la comunión íntima con Cristo! “Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación”. (1Tes.4:7).     Además, está la doctrina de la preservación y la perseverancia de los santos. Es la perseverancia en los caminos de la santidad y la obediencia, porque la escritura dice: “Seguid... la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Heb.12:14). “... Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”  (Juan 8:31-32). De manera, que donde quiera que toquemos alguna parte de la estructura de la soteriología calvinista, estamos tocando una fibra viva del propósito de Dios de tener un pueblo santo.

¿Predestinados con qué propósito? “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo” (Rom.8:29). Entonces si es así, yo debo preguntarme: ¿Se está cumpliendo el propósito de la elección de Dios en mí? El me escogió en Cristo desde la eternidad para que, siendo comprado y llamado en el tiempo, yo pudiera ser santo en el tiempo y ser perfeccionado en la eternidad. La única seguridad que tengo de que fui redimido para ser santo y de que seré perfeccionado en santidad, es que estoy practicando la santidad aquí y ahora. En su esencia, la santidad es la conformidad a la voluntad revelada de Dios en pensamiento, palabra y obra, a través del poder del Espíritu Santo y por la unión con Jesucristo. Santidad,  piedad, ésta es la evidencia de que el propósito de la elección se ha realizado y su expresión se encuentra en la obediencia. Esa es la razón de que Juan pueda decir en 1 Juan 2:5, “El que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado”. Lo que Juan dice aquí encuentra su manifestación práctica en él que guarda la palabra de Dios. ¿Está clara la evidencia de que estoy experimentando la comunión con Jesucristo a través de su palabra? El me ha llamado a la comunión consigo mismo, y si he sido llamado eficazmente, entonces no soy ajeno al conocimiento experimental del Señor.

¿En realidad, confieso que soy preservado por el poder sustentador de Dios? Entonces su preservación debe verse claramente en mi perseverancia. La única prueba que tengo de que El me preserva es que por su gracia estoy capacitado para perseverar. Estas son las implicaciones prácticas de la soteriología del Calvinismo. El Calvinismo me presenta preguntas semejantes a éstas que me conducen a un honesto autoexamen bíblico. John Bunyan fue directo al grano en su libro inmortal, “El Progreso del Peregrino”, cuando escribió aquélla sección que describe como Cristiano y Fiel entraron en contacto con un hombre llamado Hablantín. (Vea “El progreso del Peregrino”, pags. 78-91, La Antorcha de México A.C.) Les exhorto a leerlo cuidadosamente. Esto enseña que Bunyan reconoció que hay tal cosa como tener una convicción intelectual de que sólo Dios puede salvar a los pecadores, y que la salvación es la obra en la cual Dios salva a pecadores. Pero el asunto real es éste: ¿Ha habido una poderosa aplicación experimental de esa verdad en mi propio corazón y en mi propia vida?.

Hace casi un año, un joven, graduado del seminario, vino para hablarme de algunos asuntos que le preocupaban acerca de mi propio ministerio. El me hizo esta pregunta, “Señor Martin, quiero hacerle una simple pregunta. ¿Usted cree que tiene un llamamiento para andar por el país transtornando a la gente?” Yo le respondí: “Mi llamamiento no es para andar por el país transtornando a la gente, sino que soy llamado para declarar todo el consejo de Dios. Uno de los aspectos de este consejo consiste del hecho de que es posible sostener la forma de las sanas palabras y aún estar perdido y ser ajeno a la gracia; porque la escritura dice “El reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder” (1 Cor. 4:20). Pablo dijo, “ ... Nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu santo y en plena certidumbre” (1 Tes.1:5). Mientras Mateo 7:21-23 permanezca en la Sagrada Escritura, y mientras yo tenga voz, gritaré a los ministros, a los futuros ministros y a los cristianos profesantes que muchos dirán en aquél día, “Señor, Señor”, a quienes Cristo dirá, “Apartaos de mi malditos, nunca os conocí”.

Yo nunca sería un instrumento inconsciente del diablo para trastornar la fe del verdadero hijo de Dios. Algunos hijos de Dios pudieran ser semejantes al señor “Temeroso”, o al señor “Vuelve-atrás” o al señor “Flexible” en el libro de Bunyan. Estos hombres que están en camino hacia la Ciudad Celestial, pero tienen problemas acerca de la certeza de su salvación y por esto están dudando y fallando. Yo nunca sería un acusador de los hermanos para destruir o dañar la fe de un verdadero cristiano. Pero tampoco sería un perro mudo, que calle sobre este asunto. No es suficiente haber heredada una forma de doctrina, ya sea Calvinista o Arminiana. El asunto es éste: Si la salvación es del Señor, ¿Ha empezado esta obra en mí? Entonces afirmo que estas doctrinas aplicadas al corazón conducirán a un honesto autoexamen bíblico.

EN SEGUNDO LUGAR, ESTAS DOCTRINAS CONDUCEN A LA SANA BUSQUEDA BIBLICA DE LA PIEDAD PRACTICA.

¿Qué está incluido en tal búsqueda? Para ser breve, tres cosas:
1. Una santa vigilancia y desconfianza de uno mismo.

¿En realidad creo que por naturaleza estoy tan corrupto que Dios debe iniciar la obra de salvación en mí, y que la corrupción que permanece en mí, (aun después de haber sido regenerado y unido a Cristo), es tal que si Dios retira su mano de mí por un momento, me conduciría a cometer toda forma de maldad posible en un ser humano? Tal creencia producirá una santa vigilancia y una sana desconfianza de mí mismo. Si reconozco que la corrupción que permanece en mí es como la pólvora y que cada tentación es como una chispa que la puede encender, no me atreveré a coquetear con el pecado. Si he sido criado en una iglesia “fundamentalista” caracterizada por el legalismo y una lista superficial de prohibiciones humanas, pero ahora he descubierto la verdad gloriosa de la libertad en Cristo, no usaré mi libertad como una oportunidad para el libertinaje. Reconoceré que soy libre en Cristo, y que sin embargo, soy también uno que tiene esta terrible potencial de maldad dentro de mí, entonces velaré y también oraré.

2. Un espíritu de constante oración y devoción. 

¿Es la salvación la obra del Señor de principio a fin? Entonces El debe ayudar, y su ayuda es concedida a aquellos que claman por El. El debe obrar en mí el querer y el hacer por su buena voluntad, y yo debo pedirle que lo haga. La Biblia enseña la maravillosa unión de estas dos cosas: El pacto de Dios promete hacer algo soberana y poderosamente, y esta promesa está unida con El mandamiento a su pueblo de pedir por cada cosa que El se ha comprometido hacer. En Ezequiel 36, donde se amplía la declaración de las bendiciones del nuevo pacto, Dios hace grandes afirmaciones ( vea los vers. 25-36) pero en el vers. 37 leemos: “Así ha dicho Jehová el Señor: Aún seré solicitado por la casa de Israel, para hacerles esto”; “Lo haré”; “ Seré solicitado por ello”. En la economía de la gracia, Dios despierta el deseo en el corazón de aquéllos a quienes El quiere conceder su bendiciones. Dios despierta el deseo por las bendiciones que El soberana y poderosamente se compromete a repartir. Matthew Henry, en su sencilla original manera, dice: “Cuando Dios se digna bendecir a su pueblo les motiva a orar por la bendición que desea darles”.

Entonces si yo creo la confesión que DIOS SALVA  A  PECADORES, que no sólo los regenera y los conduce al arrepentimiento y a la fe, sino que los guarda y finalmente los conduce a su presencia; si ésa es su obra, entonces producirá una consistente oración, no sólo una santa vigilancia y desconfianza en uno mismo, sino una constante petición para que El realice en mí lo que ha prometido. Porque en un análisis final ¿Qué es la oración? Es un reconocimiento consciente de mi incapacidad ante Dios. El verdadero Calvinista es aquél que confiesa con sus labios que la gracia no sólo debe despertarlo y regenerarlo, sino que la gracia debe preservarlo, y aprueba su confesión por la oración cuando de rodillas clama, No me metas en tentación, sino líbrame del mal. Señor, yo ni siquiera conseguiría mi pan del día, a menos que tú sostengas mi vida y bendigas la obra de mis manos, dame el pan de cada día”. La doctrina de la confesión, DIOS SALVA A PECADORES producirá en el corazón del verdadero cristiano la sana búsqueda bíblica de la piedad, la santa vigilancia y una consistente devoción.

3. Una dependencia que confía en Dios para que cumpla todo lo que se ha propuesto cumplir en mi.

¿Cuándo peco,  soy desechado? ¡No! La palabra de Dios dice, “Siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse” (Prov. 24:16). Entonces acudo a Dios reconociendo que mi obediencia no es la base para mi justificación ni el fundamento de mi acercamiento a Dios como pecador, y me refugio nuevamente en el Mediador del Nuevo Pacto. Pedro pone el tema de recurrir al Señor en el tiempo presente, “Acercándoos a él...”   (2 Ped.2:4) y no en tiempo pasado; “Os acercasteis a él”. Es tan frecuente en nuestros días oír decir que “Alguien vino a Cristo”. El creyente es alguien que siempre está acudiendo a Cristo. Leemos en Hebreos 12, “no os acercáis...” (vea Hebreos 1218-22) y luego menciona una lista de cosas que pertenecen al Antiguo Pacto. La Escritura dice “Os acercáis a...” y menciona todas las bendiciones del Nuevo Pacto, y uno de ellos es éste: “Os acercáis... a Jesús el mediador del nuevo pacto”. “ Si alguno peca,  abogado tenemos [tiempo presente] para con el Padre, a Jesucristo el justo”.

¿No es ésta la razón de que un verdadero Cristiano se humille ante la exposición de su pecado? Cada manifestación de pecado en la vida del verdadero creyente lo conduce otra vez a su Salvador, y todo lo que conduzca nuevamente a su Salvador hace más precioso a su Salvador.

¿No es cierto que su vida es más fragante que nunca cuando El pone el beso del perdón en su mejilla? La convicción y el arrepentimiento del pecado impulsan al creyente nuevamente al Mediador del Nuevo Pacto. El sabía todo acerca de sus fallas cuando le llamó y en su gracia y misericordia, como un fiel Sumo Sacerdote, siempre presenta por usted los méritos de su sangre ante el Padre.

Así que, hay una confiada dependencia en que Dios cumplirá todos sus propósitos. Cuando soy débil necesito recordar que El ora por mí. El le dijo a Pedro, “... satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo. Pero yo he rogado por ti para que tu fe no falte”. Cristo no oró para que su valor no faltara. Su valor falló. Pero Cristo oró para que su fe no faltara. Y aún en la negación de Pedro no hubo un abandono de su fe. Porque la obra que la bondad de Dios empieza, su brazo poderoso lo completará. El lo perfeccionará hasta el día de Jesucristo.

Cuando una persona pretende ser Calvinista confesando el credo soteriológico de que Dios perdona pecadores, pero sin esta santa vigilancia, y sin alguna medida de consistente devoción y una confiada dependencia de Dios en Cristo (para cumplir todo lo que por su gracia él ha prometido), es una contradicción de términos. Una de las grandes quejas que se levantan hoy y que en algunos casos tiene justificación, es respecto al comportamiento de algunas personas, especialmente jóvenes que sostienen el Calvinismo. Estos jóvenes ven el Calvinismo como un sistema filosófico inatacable e irrefutable, pero llegan a ser orgullosos y regresan a sus escuelas seculares y en diez minutos destruyen los puntos de vista del profesor de Filosofía. Estos jóvenes se vuelven orgullosos y presumidos. Esa es una caricatura, ese no es el Calvinismo verdadero.

¿Cuál es el efecto de la práctica personal de la confesión del Calvinismo en la vida del hombre? Si ve a Dios,  lo quebrantará, y si entiende que Dios salva pecadores, lo hará confiado, devoto y una persona vigilante que persigue la piedad práctica. ¿Es eso lo que estas doctrinas están haciendo en su vida? Algunos, quizás, para quienes estas cosas son nuevas les temen y dicen: “Oh, esa porquería (es decir, el Calvinismo) sólo conducirá a la esterilidad y sequedad espiritual”. ¡Eso no es cierto! Porque estas son las verdades de la palabra de Dios;  estoy convencido que lo son.  En su totalidad son la verdad que está de acuerdo a la piedad, la verdad que nos santifica en respuesta a la oración de nuestro gran Sumo Sacerdote. ¡Ojalá Dios conceda que la verdad haga eso en ti y en mi!
Soli Deo Gloria