LA EXPERIENCIA DE DIOS
B. B. Warfield describe el Calvinismo
como “Aquella visión de la Majestad de Dios que se extiende a toda la vida y a
toda la experiencia”. En particular, por lo que se refiere a la doctrina
de la salvación, su agradable confesión se resume en estas significativas
palabras: DIOS SALVA A PECADORES. Ahora donde quiera que somos confrontados con
estas grandes declaraciones doctrinales de las sagradas escrituras, Dios no nos
deja simplemente con una declaración doctrinal. El propósito de poner la verdad
de Dios en la mente del pueblo de Dios es para que la entiendan y puedan
conocer su efecto en su propia experiencia personal. Por lo tanto, los grandes
temas doctrinales de Efesios capítulos 1, 2 y 3 son seguidos por la aplicación
de estas doctrinas a la vida práctica y a la experiencia en los capítulos 4, 5
y 6. El objetivo por el cual Dios nos dio su verdad no fue simplemente la
instrucción de nuestras mentes; sino más bien la transformación de nuestras
vidas. Pero una persona no puede venir directamente a la experiencia de la
vida, sino que debe venir mediante la instrucción de la mente. Entonces
la verdad de Dios es dirigida al entendimiento y el Espíritu de Dios opera en
el entendimiento como el Espíritu de sabiduría y conocimiento. El no
simplemente ilumina la mente para que los cajones de archivo del estudio mental
rebosen de información. Dios instruye la mente con el propósito de transformar
la vida.
Entonces ¿Cuáles son las implicaciones
personales de la verdad y del pensamiento calvinista en la vida del individuo y
en el ministerio ejercido por el individuo?
Por implicaciones personales quiero
decir, las implicaciones de su propia relación con Dios sin alguna referencia
al ministerio. Ahora, estas cosas no se pueden separar en un sentido absoluto,
porque como bien se ha dicho, “La vida de un ministro es la vida de su
ministerio.” Usted no puede separar lo que usted es de lo que usted hace; usted
no puede separar el efecto de la verdad sobre su propia relación personal con
Dios, del efecto de la verdad a través de su ministerio. Al enfocar estos
principios los estoy separando, pero en ninguna manera quiero dar la impresión
que éstos están en dos estrictas categorías.
Entonces, pregunto ¿Cuáles son las
implicaciones del pensamiento Calvinista, esta visión de la Majestad de Dios y
de la verdad salvadora de la Escritura en lo que se refiere a nosotros como
individuos?
En respuesta a esta pregunta volvamos a
aquel principio general que B.B.Warfield llama “El principio formativo del
Calvinismo”. Cito las palabras de Warfield : “Déjeme repetirlo, el Calvinista
es la persona que ha visto verdaderamente a Dios y que tiene una profunda
aprensión de la Majestad divina, y una intensa comprensión (acompañante
inevitable de esta aprensión) que proviene de la relación sostenida con Dios
por la criatura como tal, y particularmente por la criatura como
pecadora. El Calvinista es una persona que ha visto a Dios y que,
habiendo visto la gloria de Dios, está por un lado lleno de su propia
indignidad ante la presencia de Dios como criatura y mucho más como pecador; y
por otro lado, lleno de un asombro admirable de que este Dios recibe a los
pecadores. El que cree en Dios sin reserva y determina que Dios será Dios en
todo su pensamiento, emociones y voluntad (en la total extensión de sus
actividades diarias, intelectual, moral y espiritual) a través de toda su
relación individual, social y religiosa es (por fuerza de la más estricta
lógica que dirige el mejor de los principios en la vida y en el pensamiento y
por la misma necesidad del caso) un Calvinista”.
Note que cuando B.B.Warfield define el
Calvinismo y el Calvinista, usa palabras de una naturaleza fuertemente
experimental. Las palabras “aprensión” y “comprensión” tratan primeramente con
el entendimiento, aunque van más allá de esto. Pero cuando consideramos
las palabras tales como “visto a Dios”, “lleno con un sentido de su propia
indignidad”, “asombro admirable”, “pensamiento, emociones y voluntad”; nos
damos cuenta de que estas son palabras que hablan de la experiencia de la
persona. Warfield, en realidad, está diciendo que ninguna persona es un
Calvinista, ni es verdaderamente Bíblico en su concepto de Dios, ni es
verdaderamente religioso, ni es verdaderamente evangélico, hasta que estos
conceptos haya calado en las fibras nerviosas de su experiencia. En otras
palabras, Warfield diría que un Calvinista académico es un falso nombre, un
nombre tan equivocado como hablar de “un cadáver viviente”. La muerte ocurre
cuando el alma se separa del cuerpo, y Warfield nos enseña que cuando el alma
del pensamiento calvinista muere o se ausenta, entonces lo único que permanece
es un cuerpo muerto, una peste en la nariz de Dios y frecuentemente una peste
para la iglesia cuando esto es hallado en un ministro.
Con este transfondo en cuanto a las
implicaciones personales del Calvinismo, quiero que consideremos el siguiente
pasaje de la escritura en el cual tenemos la narración histórica de cómo Dios
hace a un Calvinista. Veamos en Isaías, capítulo 6 las siguientes palabras:
“En el año que murió el rey Uzzías vi
yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas henchían el
templo. Y encima de él estaban serafines: cada uno tenía seis alas; con dos
cubrían sus rostros, y con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. Y el uno al
otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos: toda
la tierra está llena de su gloria. Y los quiciales de las puestas se
estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se hinchió de humo.
Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; que siendo hombre inmundo de labios,
y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al
Rey, Jehová de los ejércitos. Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en
su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas: Y tocando con
él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu
culpa, y limpio tu pecado. Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién
enviaré, y quién irá? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame á mí. Y dijo:
Anda, y di á este pueblo: Oid bien, y no entendáis; ved por cierto, mas no
comprendáis. Engruesa el corazón de aqueste pueblo, y agrava sus oídos, y ciega
sus ojos; porque no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni su corazón entienda,
ni se convierta, y haya para él sanidad. Y yo dije: ¿Hasta cuándo, Señor? Y
respondió él: Hasta que las ciudades estén asoladas, y sin morador, ni hombre
en las casas, y la tierra sea tornada en desierto”; (Isaías 6:11, RV).
Aquí está la declaración de cómo Dios
hace a un Calvinista, de cómo Dios conduce a un hombre a la visión de la
Majestad Divina, afectándole tanto, que su vida no vuelve a ser la misma. La
primera cosa que le impresionó, fue la visión de Dios como el Alto y Sublime,
sentado sobre un trono, así que cualquier cosa más introducida en la visión (la
santidad de Dios, la gracia de Dios y el perdón de Dios) es el resplandor que
procede del hecho de que Dios está entronizado: “vi al Señor sentado sobre un
trono alto y sublime”. Así que podemos decir correctamente que era la santidad
soberana como también la santa soberanía que Dios estaba ejerciendo. Era la
gracia soberana como también la soberanía de la gracia que se estaba
manifestando, y esta exhibición del Señor como el Rey es lo que condujo a
varios resultados claros en la vida del profeta.
EN PRIMER LUGAR, ESTO LO CONDUJO A UN
PROFUNDO CONOCIMIENTO EXPERIMENTAL DE SU PROPIA PECAMINOSIDAD.
¡Hay de mí! estoy perdido. Estoy
conmocionado. Estoy descontrolado. Estoy hecho pedazos.
Ahora ¿quién fue Isaías? ¿Acaso era un joven
rebelde que andaba en la calle diciendo groserías para ofender a aquellos que
no le caín bien? Era algún tipo de estudiante que había estado involucrado en
la impureza sexual bajo el pretexto de las así llamadas ideas de la nueva
moralidad, dando rienda suelta a sus pasiones animales?. No, él era Isaías, un
hombre santo desde todo ángulo de la escritura, un hombre de Dios que sería
calificado como un cristiano consagrado. Pero él todavía no había experimentado
la visión del Señor que lo dejaría pasmado y sacudido y le expondría la
corrupción inherente de su corazón.
Yo afirmo que Dios nunca hace a un
Calvinista mostrándole su gloria y majestad, sin conducirlo a una apropiada
convicción de pecado a la luz de su soberanía y santidad. Esto es lo que
condujo a Isaías a una profunda idea de la condición espiritual de su propia
generación, ya que en su propia confesión notamos que no sólo dice, “Siendo
hombre de labios inmundos” sino también “Habitando en medio de pueblo que tiene
labios inmundos”. Por ejemplo, en Isaías 58 encontramos la declaración de la
condición del pueblo, encontramos que eran extremadamente religiosos; venían
cada día al templo a ofrecer sacrificios. Lea Isaías capítulo 1, y encontrará
que los contemporáneos del profeta llevaban sus sacrificios y guardaban los
días de fiesta. Sin embargo Dios dijo “Enfermo y cansado estoy de todas estas
cosas. No me traigáis más vana ofrenda... cuando multipliquéis la oración, yo
no oiré”. Si usted y yo hubiéramos estado parados como espectadores allí,
hubiéramos dicho que la religión en Israel era bastante buena. Pero cuando este
hombre tuvo una visión y percibió la majestad de Dios, esto lo condujo no sólo
a darse cuenta de su propia pecaminosidad; sino también a darse cuenta de la
condición de su propia generación.
EN SEGUNDO LUGAR, ESTO LO CONDUJO A UN
CONOCIMIENTO EXPERIMENTAL DE LA GRACIA Y DEL PERDON.
Mientras Isaías sentía su inmundicia y
su perdición ante la presencia del Señor, el serafín toma un carbón ardiente
del altar del sacrificio, un carbón que viene a ser el símbolo de la base sobre
la cual Dios perdona a los pecadores. El carbón toca los labios del profeta, y
aunque hay dolor, también está la maravillosa palabra de gracia, “quitada es tu
culpa y limpio tu pecado”. Aquí está un hombre que ha sido conducido a la
visión de su propio pecado, de tal manera que se pregunta ¿Cómo puede tal
persona permanecer en la presencia de tal Señor? Es a esta persona que la
palabra de perdón es una palabra humillante, irresistible y cautivante. La
razón del porque la gracia de Dios es tan poco apreciada en nuestros días, se
debe a que poco se aprecia la trascendente majestad, soberanía y santidad de
Dios, y no vemos mucho más que medio paso entre Dios y nosotros mismos. Pero
Isaías lo vio como si fuera un infinito abismo, y cuando el Señor extendió
soberanamente su misericordia a lo largo del abismo y lo tocó, vino a ser un
hombre que inmediatamente evidenció el fruto de la gracia.
EN TERCER LUGAR, ESTO NOS HABLA DE UN
HOMBRE QUE FUE CONDUCIDO A UNA COMPLETA SUMISION A DIOS.
Habiendo sido limpiado, Isaías nos dice
luego, “Oí la voz del Señor, que decía: ¿ A quién enviaré, y quién irá por
nosotros “. Note la reacción del profeta. Habiendo visto la soberanía y
la santidad del Señor, y viéndose en inmundicia, y habiendo oído la palabra de
gracia y perdón, ¿Qué puede hacer un hombre cuando el Señor habla y escucha su
voz, sino decir, “Heme aquí “? No hay nada aquí de un misionero contando
historias sentimentales sobre el pecado y la necesidad humana, con el intento
de arrancar a los jóvenes de su autocomplacencia y rebelión a la palabra de
Dios y producir en ellos un “Heme aquí”. Esto fue justo la reacción instintiva
de un hombre que vio al Señor y oyó su voz, y dijo, “Heme aquí, Señor envíame”.
Y luego, por decirlo así, el Señor prueba la profundidad de esa confesión y
encontramos una completa consagración a la voluntad del Señor, no importa cuán
extraño parezca, porque inmediatamente se le aclara al profeta que primeramente
va a tener un ministerio de juicio: “Anda, y di a este pueblo, oíd... y no
entendáis; ved... no comprendáis. Engruesa el corazón de este pueblo”. “Isaías,
te estoy comisionando a un ministerio de juicio y de endurecimiento”. Ahora
¿Qué hizo el profeta? Se intimidó y dijo, “Oh Señor, eso no es justo. Tú no me
has llamado a tal obra como ésa”. ¡ No, no! El simplemente dice, “¿Hasta cuándo
Señor?” En otras palabras, “Señor estás en tu perfecto derecho de enviarme a un
ministerio que será primeramente de endurecimiento y juicio. Tú eres Dios. Tú
estás en tu trono. Yo soy una criatura ante tu trono. Tú eres santo. Yo soy un
pecador. ¿Qué puedo hacer, sino mantenerme fiel a los dictados de tu voluntad,
no importando qué implicaciones pueda tener?”.
Así es como Dios hace a un hombre,
Calvinista. De una manera u otra le da semejante visión de su propia majestad,
soberanía y santidad como el Alto y Sublime, que lo conduce a un profundo
conocimiento experimental de su humana pecaminosidad personal y de la de su
propia generación. Esto lo conduce a un conocimiento experimental de la gracia
de Dios y a una completa sumisión a la voluntad y a los caminos del Señor.
Digo esto como aplicación, no hable
acerca de ser un Calvinista simplemente porque su ansia por una lógica
consistente ha sido aliviada por el sistema teológico calvinista. ¿Ha visto a
Dios? ¿Ha sido conducido cerca de El? Ese es el asunto. Le recuerdo las
palabras de B.B.Warfield: “Un Calvinista es un hombre que ha visto a Dios”. La
expresión, “orgullosamente Calvinista”, es un falso nombre. Si un Calvinista es
un hombre que ha visto a Dios como el entronizado, Alto y Sublime; entonces es
un hombre que ha sido conducido a humillarse ante el trono como lo fue Isaías.
¿Un Calvinista carnal? ¡Otro falso nombre! El que está en el trono es santo, y
El mora en consciente comunión con los que están correctamente relacionados con
El, como el entronizado y el santo. Estas dos cosas están bellamente ligados en
Isaías 57:15 donde el profeta dice: “así dijo el Alto y el Sublime, el que
habita en la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la
santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu”. ¿Qué es contrición? Es
la reacción de un pecador ante la presencia de un Dios santo; y, ¿Qué es
humildad? Es la reacción de un siervo ante la presencia de un soberano. Isaías
nunca olvidó la visión y dijo, “Este Dios habita en la altura y la santidad, y
con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los
humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados”.
Si tu entendimiento del pensamiento
Calvinista te ha conducido, por decirlo así, al lugar donde puedes jactarte en
tu libertad y usarlo como ocasión para el libertinaje, entonces tú nunca has
sido un Calvinista Bíblico. Dios hace Calvinistas hoy de la misma manera como
los hizo en la época de Isaías.
Yo afirmo que nadie tiene el derecho de
decir que es Calvinista porque puede repetir como loro frases recogidas de la
gran herencia de la literatura Reformada. El debe preguntarse, ¿Me ha conducido
el Espíritu Santo a ese profundo sentido de Dios que ha obrado en mí, al menos
en alguna medida, la gracia de la humildad? ¿Me ha dotado Dios de dones y
capacidades? Si es así, ¿Qué tengo que no haya recibido? ¿Quién me hace ser
diferente? Si Dios me ha dotado de dones y capacidades ya sea intelectual o de
otra manera, entonces reconozco que los tengo porque el soberano entronizado se
agradó en repartírmelos, y la única diferencia entre mí y el pobre niño
retardado que mueve la compasión de mi corazón, es que El se agradó en hacerme
diferente. ¿Quién te distingue? El hombre que permanece en la presencia del
Dios soberano, reconoce que todo lo que tiene, le ha sido dado. La humildad no
es timidez. La humildad es la disposición de reconocer honestamente: El es
Dios, yo soy una criatura. Todo lo que tengo proviene de El y debo estar
rendido a El en alabanza y honor. Esto nos conducirá a la sumisión que vemos en
Isaías. Dios está sentado en el trono; yo no tengo derechos que reclamar, pero
tengo el inexpresable privilegio de conocer y hacer su voluntad. ¿No fue ésa la
acción refleja de Isaías? El Señor está en el trono; yo soy una criatura. ¿Qué
más puedo hacer sino decir, “Heme aquí”?
¡Oh el inexpresable deleite de conocer
y hacer su voluntad! Esto conduce no sólo a la humildad y a la sumisión, sino
también a la verdadera contrición, porque entonces veo que todo pecado ha sido
esencialmente un violento espíritu anarquista ejercido contra el trono de Dios.
¿He fracasado en amarlo con todo el corazón? Entonces esto es anarquía. El
demanda y es digno de todo mi afecto. ¿He fracasado en amar a mi prójimo como a
mí mismo y he expresado este pecado al no respetar a mis padres, no respetar los
derechos y la vida de otros, la pureza y la santidad de otros, la reputación de
otros? Vaya a los Diez Mandamientos y aprenda que toda violación de ellos es el
alma de la anarquía contra el trono de Dios. Todo orgullo es simplemente un
intento de compartir la gloria que pertenece al Soberano Dios, y decirle, ”Oh
Dios, permíteme tomar parte en la entrega de los premios y recibir gloria
también ?” ¿No es eso orgullo? ¿No es un perverso intento de compartir la
alabanza del Soberano Dios?
Entonces esta visión de Dios no puede
producir más que humildad, sumisión, contrición. Y en sentido positivo, no
puede producir más que gratitud, por el hecho de que en el ejercicio de su
soberano derecho yo sea bendecido por Dios con sensatez, salud física y
claridad mental. Y sobre todo, que yo sea bendecido con gracia, con la
confianza que Dios está en su trono y que nada pasado, presente o futuro ha
hecho que alguna vez el trono de Dios tiemble una milésima de pulgada. ¡Jehová
reina! Tiemble la tierra. Tengo confianza, firme confianza y gozo, no
importando lo que pudiera ocurrir en la esfera visible. Todo está bien donde El
está.
¿Le ha hecho Dios un Calvinista? No le
estoy preguntando si ya leyó el libro de Boettner o el de Kuyper o el de
Warfield y ha venido a ser un Calvinista. Yo le estoy preguntando si ¿Le ha
dado Dios una visión de sí mismo? ¿Le ha humillado? ¿Y le ha conducido a esa
posición concediéndole la gracia de humildad, sumisión, contrición, gratitud,
confianza y gozo? Eso es lo que hace a un Calvinista. Si sabemos esto vamos a
querer decir:
Mi Dios, ¡Cuán maravilloso eres tú, tú
majestad cuán brillante!
¡Cuán hermoso tu asiento de
misericordia, en las profundidades de candente luz!
Oh ¡Cuánto te temo, Dios viviente,
con los más profundos, con los más
tiernos temores, y te adoro con una esperanza temblorosa y lágrimas
penitenciales!
¡Cuán hermosa, cuán hermosa es una
aprensión correcta de ti,
de tu sabiduría infinita, tu poder
ilimitado y tu enorme pureza.!
EL PODER DE LA RELIGION SALVADORA
Ahora, dirigimos nuestra atención a los
aspectos específicos de la soteriología del Calvinismo es decir, a “Las
doctrinas de la gracia”. Ya dije que los aspectos salvadores de la verdad
Bíblica, comúnmente llamada Calvinismo, será el centro de nuestra atención; la
confesión de que DIOS SALVA A PECADORES.
¿Qué efecto debería tener esto en la
vida de un individuo? Esencialmente en la esfera de la soteriología ¿Es el
Calvinismo una declaración de la gracia salvadora de Dios ejercida soberana y
poderosamente en los pecadores elegidos? Si es así, entonces en el mismo
corazón del Calvinista, el pensamiento Bíblico respecto a la salvación es esta
creencia en la cual Dios ha tomado la iniciativa, Dios ha hecho algo y Dios
está en el tiempo presente haciendo algo. Warfield dice: “Por lo tanto no hay
nada, contra lo que el Calvinismo se opone con más firmeza que toda forma y
grado de autosoterismo, toda forma de autosalvación. Sobre todo lo demás el
Calvinismo está decidido reconocer a Dios en su hijo Jesucristo actuando (por el
espíritu Santo) como nuestro verdadero salvador”.
A los ojos del Calvinista, el hombre
inconverso necesita, no de estímulos o de asistencia para salvarse a sí mismo,
sino precisamente de salvación. El Calvinista sostiene que Jesucristo vino no
para aconsejar, exhortar o ayudar al hombre para salvarse así mismo, sino para
salvarlo por la poderosa obra del Espíritu en él. Este es el fundamento de la
soteriología calvinista.
Ahora, si esto es así, es decir, que en
su esencia la soteriología calvinista confiesa que Dios salva a
pecadores, y si no vamos a tratar de quitarle el pleno significado a esta
afirmación, entonces esto debería producir dos cosas muy prácticas en la vida
del individuo.
PRIMERO, ESTO DEBE CONDUCIRLE A UN
AUTOEXAMEN BIBLICO.
No dije un autoexamen antibíblico o un
tipo de introspección neurótica. Yo creo que en nuestro temor de la
introspección neurótica, muchos de nosotros en los círculos reformados nos
hemos mantenido alejados de un honesto autoexamen bíblico. Por autoexamen bíblico
quiero decir una simple obediencia a los textos como 2 Cor. 13:5, “Examinaos a
vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros. ¿O no os conocéis a
vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis
reprobados?”. Quiero decir, obediencia a la exhortación de 2 Ped.1:10,
“Procurad hacer firme vuestra vocación y elección”. Palabras similares se
encuentran en el Nuevo Testamento; “ninguno se engañe; nadie os engañe; no os
engañéis”. Hablo de un deber escritural.
Es obvio de cómo esto encaja como
implicación del concepto Calvinista de la salvación. Ya que la escritura
declara que todos los que son verdaderamente salvos son hechura de Dios
(Efe.2:10), entonces la pregunta que me debo hacer es “¿He sido el sujeto de esa
hechura?” La cuestión no es la sinceridad de mi decisión, resolución o como yo
lo quiera llamar. El asunto no es “¿Qué he hecho con Cristo y la salvación?” La
cuestión esencial es ésta: “¿A hecho Dios algo en mí? No es si he
“aceptado a Cristo”, sino más bien “¿Me ha aceptado Cristo?” El asunto no es,
“¿He encontrado al Señor?” Sino, “¿El Señor me ha encontrado a mí?.
Uno de los antiguos maestros en Israel
acostumbraba preguntar a los que aspiraban ser admitidos a la mesa del Señor o
a la membresía de la iglesia dos preguntas. Primero, ¿Qué ha hecho Cristo por
ti? El quería saber si entendían la base objetiva sobre la que Dios recibe
pecadores. El quería saber si entendían que los hombres son aceptados ante Dios
en base a la obra de Cristo sin nada más. Si quedaba claro para él que en
ninguna manera pensaban que eran aceptados por el mérito de su arrepentimiento,
lágrimas u obras, sino solamente por los méritos de Cristo, entonces les hacía
la segunda pregunta ¿Qué ha hecho Cristo en ti? Ya sabes lo que ha hecho por
ti, ahora mi pregunta es ¿Qué ha hecho en ti? El preguntaba esto porque
entendió la terrible posibilidad de que una persona tuviera una comprensión
intelectual de lo que Cristo ha hecho por los pecadores, y sin embargo
desconociera por completo Su poderosa obra en los pecadores.
Entonces, quiero aplicar a la
conciencia de cada uno algunas preguntas sencillas. Primero: ¿Has sido
conducido a ver tu propia corrupción y pecado de tal modo que las dos primeras
bienaventuranzas son realidades en ti?. Las únicas personas en el mundo que son
verdaderamente benditas, son los que han sido convencidas por el Espíritu Santo
que ya no son extraños a estas dos cosas: “Bienaventurados los pobres en
espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que
lloran, porque recibirán consolación”. ¿Cómo hace Dios a los hombres
verdaderamente benditos y felices?
En primer lugar, Dios los hace tristes
en la visión y el sentido de su propio empobrecimiento en un estado de pecado.
¿Qué es pobreza de espíritu? ¿Es algún tipo de falsa piedad que intenta
convencerme que soy un miserable y malvado gusano?
¡De ninguna manera! La pobreza del
espíritu es el resultado de obtener una visión de lo que realmente eres y ver
que tú no eres nada, no tienes nada y no puedes hacer nada para recomendarte a
la gracia y al favor salvador de Dios; es el resultado de la convicción que El
podría hacer de ti un monumento de su justa ira, permitiéndote perecer en el
fuego eterno. ¿Has sido conducido a un conocimiento experimental de esto? Si
no, yo dudo que puedas pretender que Cristo es tu Señor, porque El dijo que no
vino a llamar a justos sino a pecadores al arrepentimiento. Al pobre en el
espíritu se le ha hecho consciente de su depravación en el pecado.
Es posible sostener la doctrina de la
depravación total como un concepto teológico y ser tan malo, orgulloso y
farisáico como el diablo. ¿Has conocido la desnudez interna que te ha conducido
a la pobreza espiritual, al llanto espiritual y al reconocimiento que tu pecado
ha sido contra el soberano Dios? ¿Has sido conducido al lugar donde odias tu
pecado lo suficiente para abandonarlo y ser fiel solamente a Cristo? Un antiguo
escritor dijo bellamente: “Cuando el Espíritu Santo empieza el acorde de gracia
en la vida de un hombre, siempre orienta ese acorde a la nota baja”. El empieza
con la nota baja de convicción, una revelación de nuestra necesidad del
salvador. ¿He sido conducido a ver que a menos que El inicie la obra, ésta
nunca será hecha?
La segunda pregunta que debo hacerme es
ésta: ¿Manifiesto el fruto de Su obra? y ¿Cuál es la positiva e innegable
evidencia que Dios ha estado y está obrando en mí? Yo digo sin algún temor de
contradicción a la luz de las Sagradas Escrituras, que la evidencia es la
santidad Bíblica. Los llamados “Cinco Puntos del Calvinismo” son proyectados en
una forma negativa y pueden en alguna manera ser mal entendidos. Sin embargo no
podemos cambiar el curso de la historia, y así los Cinco Puntos han llegado a
nosotros y debemos aprender a vivir con ellos. Tome los últimos cuatro puntos:
La elección incondicional, la redención particular (Cristo murió para salvar a
un pueblo específico), el llamamiento eficaz de Dios y la perseverancia de los
santos. ¿Cuál es el enfoque principal de todos éstos? El objetivo del enfoque
principal, por supuesto, es la exhibición de la de la gloria de la gracia de
Dios, como vemos en Efesios 1; pero de inmediato surge la pregunta: ¿Cómo se
exhibe esa gloria? ¿Por cuáles medios? La respuesta es, tomando a las criaturas
que están depravadas totalmente y haciéndolas hombres y mujeres en quienes la
semejanza del hijo de Dios se pueda ver. ¿Cuál es el propósito de la elección ?
Efesios 1:4 dice: “Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo,
para que ...” ¿nos gloriemos en nuestra elección? ¡No! Sino “Para
que fuésemos santos y sin mancha delante de él”. ¡Elección para santidad! ¿Cuál
es el propósito de la obra expiatoria de Cristo? Escuche el testimonio de Tito
2:14 “Quién se dio así mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y
purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.” El murió para tener
un pueblo santo “celoso de buenas obras”.
Luego está el llamamiento eficaz de
Dios, “Fiel es Dios, por el fuisteis llamados a la comunión con su Hijo
Jesucristo nuestro señor”. (1 Cor.1:9) ¡Somos llamados a participar de la
comunión íntima con Cristo! “Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a
santificación”. (1Tes.4:7). Además, está la doctrina de
la preservación y la perseverancia de los santos. Es la perseverancia en los
caminos de la santidad y la obediencia, porque la escritura dice: “Seguid... la
santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Heb.12:14). “... Si vosotros
permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y
conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:31-32). De
manera, que donde quiera que toquemos alguna parte de la estructura de la
soteriología calvinista, estamos tocando una fibra viva del propósito de Dios
de tener un pueblo santo.
¿Predestinados con qué propósito?
“Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos
conformes a la imagen de su Hijo” (Rom.8:29). Entonces si es así, yo debo
preguntarme: ¿Se está cumpliendo el propósito de la elección de Dios en mí? El
me escogió en Cristo desde la eternidad para que, siendo comprado y llamado en
el tiempo, yo pudiera ser santo en el tiempo y ser perfeccionado en la
eternidad. La única seguridad que tengo de que fui redimido para ser santo y de
que seré perfeccionado en santidad, es que estoy practicando la santidad aquí y
ahora. En su esencia, la santidad es la conformidad a la voluntad revelada de
Dios en pensamiento, palabra y obra, a través del poder del Espíritu Santo y
por la unión con Jesucristo. Santidad, piedad, ésta es la evidencia de
que el propósito de la elección se ha realizado y su expresión se encuentra en
la obediencia. Esa es la razón de que Juan pueda decir en 1 Juan 2:5, “El que
guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado”.
Lo que Juan dice aquí encuentra su manifestación práctica en él que guarda la
palabra de Dios. ¿Está clara la evidencia de que estoy experimentando la
comunión con Jesucristo a través de su palabra? El me ha llamado a la comunión
consigo mismo, y si he sido llamado eficazmente, entonces no soy ajeno al
conocimiento experimental del Señor.
¿En realidad, confieso que soy
preservado por el poder sustentador de Dios? Entonces su preservación debe
verse claramente en mi perseverancia. La única prueba que tengo de que El me
preserva es que por su gracia estoy capacitado para perseverar. Estas son las
implicaciones prácticas de la soteriología del Calvinismo. El Calvinismo me
presenta preguntas semejantes a éstas que me conducen a un honesto autoexamen
bíblico. John Bunyan fue directo al grano en su libro inmortal, “El Progreso
del Peregrino”, cuando escribió aquélla sección que describe como Cristiano y
Fiel entraron en contacto con un hombre llamado Hablantín. (Vea “El progreso
del Peregrino”, pags. 78-91, La Antorcha de México A.C.) Les exhorto a leerlo
cuidadosamente. Esto enseña que Bunyan reconoció que hay tal cosa como tener
una convicción intelectual de que sólo Dios puede salvar a los pecadores, y que
la salvación es la obra en la cual Dios salva a pecadores. Pero el asunto real
es éste: ¿Ha habido una poderosa aplicación experimental de esa verdad en mi
propio corazón y en mi propia vida?.
Hace casi un año, un joven, graduado
del seminario, vino para hablarme de algunos asuntos que le preocupaban acerca
de mi propio ministerio. El me hizo esta pregunta, “Señor Martin, quiero
hacerle una simple pregunta. ¿Usted cree que tiene un llamamiento para andar
por el país transtornando a la gente?” Yo le respondí: “Mi llamamiento no es
para andar por el país transtornando a la gente, sino que soy llamado para
declarar todo el consejo de Dios. Uno de los aspectos de este consejo consiste
del hecho de que es posible sostener la forma de las sanas palabras y aún estar
perdido y ser ajeno a la gracia; porque la escritura dice “El reino de Dios no
consiste en palabras, sino en poder” (1 Cor. 4:20). Pablo dijo, “ ... Nuestro
evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en
el Espíritu santo y en plena certidumbre” (1 Tes.1:5). Mientras Mateo 7:21-23
permanezca en la Sagrada Escritura, y mientras yo tenga voz, gritaré a los
ministros, a los futuros ministros y a los cristianos profesantes que muchos
dirán en aquél día, “Señor, Señor”, a quienes Cristo dirá, “Apartaos de mi
malditos, nunca os conocí”.
Yo nunca sería un instrumento
inconsciente del diablo para trastornar la fe del verdadero hijo de Dios.
Algunos hijos de Dios pudieran ser semejantes al señor “Temeroso”, o al señor
“Vuelve-atrás” o al señor “Flexible” en el libro de Bunyan. Estos hombres que
están en camino hacia la Ciudad Celestial, pero tienen problemas acerca de la
certeza de su salvación y por esto están dudando y fallando. Yo nunca sería un
acusador de los hermanos para destruir o dañar la fe de un verdadero cristiano.
Pero tampoco sería un perro mudo, que calle sobre este asunto. No es suficiente
haber heredada una forma de doctrina, ya sea Calvinista o Arminiana. El asunto
es éste: Si la salvación es del Señor, ¿Ha empezado esta obra en mí? Entonces
afirmo que estas doctrinas aplicadas al corazón conducirán a un honesto
autoexamen bíblico.
EN
SEGUNDO LUGAR, ESTAS DOCTRINAS CONDUCEN A LA SANA BUSQUEDA BIBLICA DE LA PIEDAD
PRACTICA.
¿Qué está incluido en tal búsqueda? Para ser breve, tres cosas:
1. Una santa vigilancia y desconfianza de uno mismo.
¿En realidad creo que por naturaleza estoy tan corrupto que Dios
debe iniciar la obra de salvación en mí, y que la corrupción que permanece en
mí, (aun después de haber sido regenerado y unido a Cristo), es tal que si Dios
retira su mano de mí por un momento, me conduciría a cometer toda forma de
maldad posible en un ser humano? Tal creencia producirá una santa vigilancia y
una sana desconfianza de mí mismo. Si reconozco que la corrupción que permanece
en mí es como la pólvora y que cada tentación es como una chispa que la puede
encender, no me atreveré a coquetear con el pecado. Si he sido criado en una
iglesia “fundamentalista” caracterizada por el legalismo y una lista
superficial de prohibiciones humanas, pero ahora he descubierto la verdad
gloriosa de la libertad en Cristo, no usaré mi libertad como una oportunidad
para el libertinaje. Reconoceré que soy libre en Cristo, y que sin embargo, soy
también uno que tiene esta terrible potencial de maldad dentro de mí, entonces
velaré y también oraré.
2. Un espíritu de constante oración y devoción.
¿Es la salvación la obra del Señor de principio a fin? Entonces
El debe ayudar, y su ayuda es concedida a aquellos que claman por El. El debe
obrar en mí el querer y el hacer por su buena voluntad, y yo debo pedirle que
lo haga. La Biblia enseña la maravillosa unión de estas dos cosas: El pacto de
Dios promete hacer algo soberana y poderosamente, y esta promesa está unida con
El mandamiento a su pueblo de pedir por cada cosa que El se ha comprometido
hacer. En Ezequiel 36, donde se amplía la declaración de las bendiciones del
nuevo pacto, Dios hace grandes afirmaciones ( vea los vers. 25-36) pero en el
vers. 37 leemos: “Así ha dicho Jehová el Señor: Aún seré solicitado por la casa
de Israel, para hacerles esto”; “Lo haré”; “ Seré solicitado por ello”. En la
economía de la gracia, Dios despierta el deseo en el corazón de aquéllos a quienes
El quiere conceder su bendiciones. Dios despierta el deseo por las bendiciones
que El soberana y poderosamente se compromete a repartir. Matthew Henry, en su
sencilla original manera, dice: “Cuando Dios se digna bendecir a su pueblo les
motiva a orar por la bendición que desea darles”.
Entonces si yo creo la confesión que DIOS SALVA A
PECADORES, que no sólo los regenera y los conduce al arrepentimiento y a
la fe, sino que los guarda y finalmente los conduce a su presencia; si ésa es
su obra, entonces producirá una consistente oración, no sólo una santa
vigilancia y desconfianza en uno mismo, sino una constante petición para que El
realice en mí lo que ha prometido. Porque en un análisis final ¿Qué es la
oración? Es un reconocimiento consciente de mi incapacidad ante Dios. El
verdadero Calvinista es aquél que confiesa con sus labios que la gracia no sólo
debe despertarlo y regenerarlo, sino que la gracia debe preservarlo, y aprueba
su confesión por la oración cuando de rodillas clama, No me metas en tentación,
sino líbrame del mal. Señor, yo ni siquiera conseguiría mi pan del día, a menos
que tú sostengas mi vida y bendigas la obra de mis manos, dame el pan de cada
día”. La doctrina de la confesión, DIOS SALVA A PECADORES producirá en el
corazón del verdadero cristiano la sana búsqueda bíblica de la piedad, la santa
vigilancia y una consistente devoción.
3. Una dependencia que confía en Dios para que cumpla todo lo
que se ha propuesto cumplir en mi.
¿Cuándo peco, soy
desechado? ¡No! La palabra de Dios dice, “Siete veces cae el justo, y vuelve a
levantarse” (Prov. 24:16). Entonces acudo a Dios reconociendo que mi obediencia
no es la base para mi justificación ni el fundamento de mi acercamiento a Dios
como pecador, y me refugio nuevamente en el Mediador del Nuevo Pacto. Pedro
pone el tema de recurrir al Señor en el tiempo presente, “Acercándoos a
él...” (2 Ped.2:4) y no en tiempo
pasado; “Os acercasteis a él”. Es tan frecuente en nuestros días oír decir que
“Alguien vino a Cristo”. El creyente es alguien que siempre está acudiendo a
Cristo. Leemos en Hebreos 12, “no os acercáis...” (vea Hebreos 1218-22) y luego
menciona una lista de cosas que pertenecen al Antiguo Pacto. La Escritura dice
“Os acercáis a...” y menciona todas las bendiciones del Nuevo Pacto, y uno de
ellos es éste: “Os acercáis... a Jesús el mediador del nuevo pacto”. “ Si
alguno peca, abogado tenemos [tiempo
presente] para con el Padre, a Jesucristo el justo”.
¿No es ésta la razón de que un verdadero Cristiano se humille
ante la exposición de su pecado? Cada manifestación de pecado en la vida del
verdadero creyente lo conduce otra vez a su Salvador, y todo lo que conduzca
nuevamente a su Salvador hace más precioso a su Salvador.
¿No es cierto que su vida es más fragante que nunca cuando El
pone el beso del perdón en su mejilla? La convicción y el arrepentimiento del
pecado impulsan al creyente nuevamente al Mediador del Nuevo Pacto. El sabía
todo acerca de sus fallas cuando le llamó y en su gracia y misericordia, como
un fiel Sumo Sacerdote, siempre presenta por usted los méritos de su sangre
ante el Padre.
Así que, hay una confiada dependencia en que Dios cumplirá todos
sus propósitos. Cuando soy débil necesito recordar que El ora por mí. El le
dijo a Pedro, “... satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo. Pero yo
he rogado por ti para que tu fe no falte”. Cristo no oró para que su valor no
faltara. Su valor falló. Pero Cristo oró para que su fe no faltara. Y aún en la
negación de Pedro no hubo un abandono de su fe. Porque la obra que la bondad de
Dios empieza, su brazo poderoso lo completará. El lo perfeccionará hasta el día
de Jesucristo.
Cuando una persona pretende ser Calvinista confesando el credo
soteriológico de que Dios perdona pecadores, pero sin esta santa vigilancia, y
sin alguna medida de consistente devoción y una confiada dependencia de Dios en
Cristo (para cumplir todo lo que por su gracia él ha prometido), es una
contradicción de términos. Una de las grandes quejas que se levantan hoy y que
en algunos casos tiene justificación, es respecto al comportamiento de algunas
personas, especialmente jóvenes que sostienen el Calvinismo. Estos jóvenes ven
el Calvinismo como un sistema filosófico inatacable e irrefutable, pero llegan
a ser orgullosos y regresan a sus escuelas seculares y en diez minutos
destruyen los puntos de vista del profesor de Filosofía. Estos jóvenes se
vuelven orgullosos y presumidos. Esa es una caricatura, ese no es el Calvinismo
verdadero.
¿Cuál es el efecto de la práctica personal de la confesión del
Calvinismo en la vida del hombre? Si ve a Dios,
lo quebrantará, y si entiende que Dios salva pecadores, lo hará
confiado, devoto y una persona vigilante que persigue la piedad práctica. ¿Es eso
lo que estas doctrinas están haciendo en su vida? Algunos, quizás, para quienes
estas cosas son nuevas les temen y dicen: “Oh, esa porquería (es decir, el
Calvinismo) sólo conducirá a la esterilidad y sequedad espiritual”. ¡Eso no es
cierto! Porque estas son las verdades de la palabra de Dios; estoy convencido que lo son. En su totalidad son la verdad que está de
acuerdo a la piedad, la verdad que nos santifica en respuesta a la oración de
nuestro gran Sumo Sacerdote. ¡Ojalá Dios conceda que la verdad haga eso en ti y
en mi!
RECURSO PDF: A.N. Martin Implicaciones Practicas del Calvinismo
Soli Deo
Gloria