Estando siempre preparados para presentar defensa ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros, pero hacedlo con mansedumbre y reverencia. (1 Pedro 3:15)
Pero si aun nosotros, o un ángel del
cielo, os anunciara otro evangelio contrario al que os hemos anunciado, sea
anatema. (Gálatas 1:8)
John Huss, dijo: “Ama la verdad, vive la verdad, predica la
verdad, defiende la verdad. Porque el que no habla la verdad, traiciona la
verdad”. Le llamaron hereje y mientras lo quemaban gritaba estas mismas
palabras. ¿Estamos dispuestos nosotros a dar la vida por la verdad, o
preferimos ser tolerantes, tibios y confiados con los lobos? ¿Cuánto amamos la
verdad? ¿Cuánto amamos a Jesús?
Vemos en las palabras de Pedro que se
debe dar una "razón" de la verdad; No es que deban explicar el
Evangelio, al pie de la razón completamente; porque eso no es de los hombres,
ni según la razón carnal de los hombres; ni se debe pensar que cada cristiano
debe ser capaz de defender el Evangelio, en su totalidad o en parte, por
argumentos y razones, de manera disputada, o para dar una razón y un argumento
para cada verdad particular; pero se debe estar bien familiarizado con el
fundamento y la base de la religión cristiana; al menos, con los primeros
principios de los oráculos de Dios, y estar familiarizados con las Escrituras,
y ser capaz de señalar que en ellos, cuál es la razón de su celebración de esta
y la otra verdad, aunque él no puede dar una satisfacción contradictoria, o
para detener su boca: y esto se debe hacer con mansedumbre y temor; con
mansedumbre, ante los hombres; de una manera humilde y modesta; no con aire
altivo, y de una manera malhumorada que sirve solo para irritar y provocar: y
con miedo; ya sea de Dios, con el temor del Señor; considerando el tema de la
discusión, y la importancia de la misma, y cuánto le concierne el honor de Dios; y
cuidando de no responder la respuesta de una manera ligera, insignificante y
negligente, y que ninguna parte de la verdad se deje o oculte, para agradar a
los hombres, y se les proteja de sus resentimientos; o con toda la debida
reverencia y respeto a los hombres, a los superiores, a los magistrados
civiles, que pueden preguntar la razón; porque deben ser tratados con honor y
estima, y deben ser respondidos de una manera
hermosa y enérgica,
adecuada a la dignidad de las personas.
“Un perro ladra cuando su amo es
atacado. Yo sería un cobarde si es atacada la verdad de Dios y permanezco en
silencio” Juan Calvino
Ninguna idea es más políticamente
incorrecta entre el nuevo estilo de evangélicos de hoy en día, que la vieja
idea fundamentalista de que vale la pena luchar por la verdad, incluyendo las
proposiciones esenciales de la doctrina cristiana. De hecho, muchos creen que
las discusiones por creencias religiosas son las más inútiles y arrogantes de
todos los conflictos. Eso puede ser cierto y lo es en los casos en los
que las opiniones humanas son lo único que está en juego. Pero donde la Palabra
de Dios habla con claridad, tenemos la obligación de obedecer, defender y
proclamar la verdad que Él nos ha dado, y deberíamos hacerlo con una
autoridad que refleje nuestra convicción de que Dios ha hablado con claridad e
irrevocablemente.
Esto es particularmente crucial en los
contextos en donde las doctrinas cardinales del cristianismo bíblico están
siendo atacadas. Por cierto, las verdades centrales de la Escritura siempre son
atacadas. La Escritura misma enseña claramente que el campo de batalla donde
Satanás pelea su lucha cósmica contra Dios es ideológico. En otras palabras, la
guerra en la que cada cristiano está involucrado, es ante todo un conflicto
entre la verdad y el error, no meramente una competición entre obras buenas y
malas.
El principal objetivo de la estrategia
de Satanás es confundir, negar y corromper la verdad con tanta falacia como sea
posible, y eso significa que la batalla por la verdad es muy seria. Ser capaz
de distinguir entre doctrina sana y el error, debería ser una de las mayores
prioridades de todo cristiano, al igual que defender la verdad contra las
falsas enseñanzas.
Declararse a favor de la verdad era
también impopular en el primer siglo. Pero eso no detuvo a los apóstoles para
confrontar de frente los errores. Pablo fue, sin duda, justo con sus oponentes,
en el sentido que él nunca tergiversó lo que ellos enseñaban ni dijo mentiras
acerca de ellos. Pero Pablo reconocía sus errores claramente, tal y como eran y
los catalogaba adecuadamente. Él hablaba la verdad. Con su estilo de enseñanza
diario, Pablo hablaba la verdad amablemente y con la paciencia de un tierno
padre. Pero cuando las circunstancias justificaban un tipo de franqueza más
fuerte, Pablo podía hablar muy directamente, a veces hasta con un duro sarcasmo
(1 Corintios 4:8-10). Como Elías (1 Reyes 18:27), Juan el
Bautista (Mateo 3:7-10) y el Señor Jesús (Mateo 23:24), él
también podía emplear la burla de manera efectiva y apropiada, para resaltar lo
ridículo del grave error (Gálatas 5:12). Tal como Moisés y Nehemías, él
desafiaba lo que la gente consideraba como sagrado. Pablo no parecía sufrir la
misma angustia excesivamente escrupulosa que causa que muchas personas hoy en
día encubran todo error tanto como el lenguaje lo permita; que otorguen el beneficio
de la duda al más flagrante de los falsos maestros; y que imputen las mejores
intenciones posibles hasta al hereje más manifiesto. La idea de amabilidad del
apóstol no era el tipo de falsa benevolencia y educación artificial que la
gente hoy en día piensa es la verdadera esencia de la caridad. Ni siquiera una
vez le vemos invitando a dialogar a falsos maestros o aficionados casuales
equivocados en religión, ni tampoco que aprobara esa estrategia aun cuando
alguien de la estatura de Pedro sucumbió al temor de lo que otros pudieran
pensar y mostró una deferencia indebida a falsos maestros (Gálatas 2:11-14).Pablo
comprendió que vale la pena pelear por la verdad. Él se alzó en defensa de la
verdad, aun cuando no era popular hacerlo.
Razón por la cual consideramos el
cristianismo como verdadero, o como un motivo de esperanza para que las
personas confíen en ella. Jesús dijo: Yo soy el camino, y la
verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí. (Juan 14:6)
Así también vosotros, cuando hayáis
hecho todo lo que se os ha ordenado, decid: "Siervos inútiles somos; hemos
hecho sólo lo que debíamos haber hecho." (Lucas 17:10)
Soli Deo Gloria