Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. (Hebreos 4:16)
La
gracia soberana no es una denominación religiosa ni un movimiento
teológico. Es una expresión concisa de la clara enseñanza de las
Escrituras que describe quién es Dios y cómo salva a un pecador. Dios es
soberano. Él es el Dios más alto (Génesis 14:22), supremo
y elevado en autoridad, carácter, dignidad y valor sobre todas sus
criaturas. Él no es responsable ante nadie (Job 33:13). Él
hace lo que quiere, cuando quiere, con quien le agrada (Is. 46:10). Él
no es dictado ni influenciado en grado alguno por nadie o cualquier cosa y no
puede ser cuestionado u obstaculizado en nada de lo que Él hace (Daniel
4:35; Romanos 11:34).
"¡Haz una pausa, alma mía! ¡Adora y asómbrate!
Pregunta: oh, ¿por qué tanto amor por mí?
La Gracia me ha contado entre el número
De los miembros de la familia del Salvador:
¡Aleluya!
Gracias, eternamente gracias, sean dadas a Ti."
La
gracia es el eterno favor y bendición de Dios sobre un pecador que
ni lo merece ni lo busca. La gracia es salvación. La gracia es Cristo
y todos los beneficios de su vida meritoria y de la muerte expiatoria del
pecado otorgada al desgraciado que es merecedor de sólo condenación y
castigo. La gracia soberana es el Dios soberano que se propuso y prometió
ser amable con quien Él tendría misericordia, y luego llevar a cabo ese
propósito y cumplir con esa promesa al poner aquellos objetos de gracia en
Cristo y Cristo en ellos (1 Corintios 1:30; Col 1:27).
Soli Deo Gloria