El nacimiento de la
reforma comenzó como una pequeña luz después de siglo de tinieblas, y hoy ha
llegado a ser historia para las naciones. Y esto dio al nacimiento de
Iglesias Reformadas. A conmemorarse los quinientos años este 2017, después de
que aquel monje de la orden agustiniana pegara sus Noventa y Cinco Tesis el
31 de octubre de 1517, se pueden observar con bastante claridad, no sólo las
consecuencias de la influencia ideológica y espiritual que el protestantismo ha
efectuado en occidente y el mundo entero, sino también que el cristianismo,
aunque enfrentándose a distintas vicisitudes y problemas culturales, sigue
siendo lo que el teólogo Alister McGrath ha denominado “la idea peligrosa” del
cristianismo. Pero, ¿cuál es esta idea peligrosa que Dios quiso recuperar
en la Reforma Protestante? McGrath lo establece de la siguiente manera:
La nueva idea peligrosa,
firmemente materializada en el corazón de la revolución protestante, era que
todos los cristianos tienen la prerrogativa de interpretar la Biblia por ellos
mismos. No obstante, en última instancia probó ser incontrolable, generando
desarrollos que pocos en aquel momento pudieron haber vislumbrado o predicho.
Las grandes convulsiones de los inicios del siglo dieciséis que los
historiadores ahora llaman “La Reforma” introdujo a la historia del
cristianismo una nueva idea peligrosa que dio lugar a un nivel de creatividad y
crecimiento nunca antes visto…El desarrollo del protestantismo como una gran
potencia religiosa en el mundo ha sido moldeada decisivamente por las tensiones
creativas emergentes de este principio.
Esta idea peligrosa ha
sido de vital importancia no sólo para poder llevar a cabo los cambios
necesarios, tanto eclesiásticos como sociales, sino que también ha sido
imprescindible para la extensión de reino de Dios en muchos sentidos,
particularmente en tres puntos principales. En primer lugar, la idea
peligrosa ha implementado el “sacerdocio de todos los creyentes”, lo cual ha
establecido, a la larga, un mayor acercamiento del pueblo “laico” a las
Escrituras. En segundo lugar, esta situación, a su vez, ha terminado con
las pretensiones de infalibilidad que se adjudicaban las instituciones
eclesiásticas, y ha dado rienda suelta al pensamiento genuino e individual de
todos los creyentes basados primordialmente en el principio de Sola
Scriptura. Finalmente, esta idea peligrosa ha hecho a la iglesia de
Jesucristo humilde para aceptar errores y ser completamente dependiente de la
guía de Dios.
Primeramente, conviene
recordar que el catolicismo romano había sido víctima de un elitismo
eclesiástico del más alto calibre. Por ende, no parece ser una aseveración tan
desproporcionada el afirmar que—aunque sin duda alguna hubo crecimiento
teológico en la Edad Media—las personas comunes estaban viviendo sus vidas con
base en una interpretación que no podían siquiera pensar en cuestionar. La
Reforma y el humanismo de aquella época fueron factores esenciales para poder
escapar de rígidas y, en muchas ocasiones, erróneas interpretaciones basadas en
los textos latinos. Esto se llevó a cabo a través del principio luterano
del “sacerdocio de todos los creyentes”, junto con el énfasis en la traducción
de la Biblia a lengua vernácula.
En segundo lugar, es
menester comprender que toda cosmovisión tiene un concepto de infalibilidad, ya
sea explícita o implícitamente. Para el catolicismo romano, como se ha
reconocido recientemente, la infalibilidad recae en la iglesia, y
específicamente en el Papa y su interpretación de la Biblia. La Reforma cambió
el concepto de infalibilidad del Papa y el magisterio en general a la Biblia en
particular. Este cambio se originó a partir del pensamiento y fervor de los
primeros reformadores, y ha sido una de las bases más importantes de la
doctrina protestante, resumida en la frase latina “Sola Scriptura”.
Finalmente, a pesar de
todas las consecuencias positivas que la idea peligrosa desatada por los
reformadores ha traído, es bastante esencial notar aún otro aspecto: la
humildad. El que ya no exista una sola interpretación impuesta por la iglesia
institucional sobre todos los creyentes debe crear en nosotros un sentimiento
de humildad, pues es posible caer en el error. Y, por esa razón, es de vital
importancia el poder dialogar con otros creyentes tanto contemporáneos como
aquellos que nos precedieron.
Ahora bien, estamos
llamados a renovar nuestras mentes constantemente (Rom.12:2). Indudablemente parte vital de lo que constituye la renovación de
mente se logrará a través de la noble tarea de escudriñar las Escrituras por
nosotros mismos para saber si no estamos viajando por las sendas correctas (Hechos17:11). Sin embargo, Dios también ha constituido maestros con el fin de
esclarecer las Escrituras para la iglesia (Efesios4:11-16). Entonces, no es accidente que Martin Lutero cada vez más hablara
de “la Biblia y Agustín” como las fuentes de sus ideas. Así, el reformador
nos muestra la imprudencia de descartar el trabajo de todos maestros de la
iglesia que le precedieron.
Por lo tanto, creo que
tenemos la responsabilidad de dialogar con aquellos grandes pensadores
cristianos que nos precedieron para que podamos, con la ayuda de Dios, ser
iluminado con muchas otras “ideas peligrosas”.
Existieron otras “ideas
peligrosas” que los reformadores echaron en marcha que siguen siendo de suma
importancia para el cristianismo actualmente.
En conclusión han pasado
casi quinientos años desde que Martín Lutero encendió la Reforma Protestante,
ese movimiento fundamental que provocó el cambio exaltante de Dios en la
iglesia. Un medio milenio eliminado, la iglesia se encuentra hoy en una
coyuntura crítica similar. La oscuridad de esta edad requiere una nueva
reforma. Si un tal despertar espiritual está por venir, debe haber una nueva
generación de heraldos, hombres como Martín Lutero, que son audaces y bíblicos
en su proclamación del púlpito. Deben tener una visión elevada de la Escritura,
una vista elevada de Dios y una vista elevada del púlpito. Cada uno de estos
compromisos fundamentales es indispensable.
Como Cristianos Reformados
queremos seguir orando: "Señor, guárdanos obedientes a ti" y
"Señor, haznos uno". Y tendremos que seguir trabajando ya que
lo que Dios ha iniciado el lo va a terminar.
Soli Deo
Gloria