martes, 20 de junio de 2017

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¿Se puede resistir al Espíritu Santo?

Al exponer la soberanía de Dios Espíritu en la salvación hemos mostrado que su poder es irresistible, que por sus operaciones de gracia sobre y dentro de ellos, ‘compele a los elegidos de Dios a venir a Cristo. La soberanía del Espíritu Santo se establece no solo en Juan 3:8 donde se nos dice que «el viento sopla de donde quiere… así es todo aquel que es nacido del espíritu», pero también se afirma en otros pasajes. En 1 Corintios 12:11 leemos: «Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere». Y una vez más leemos en Hechos 16:6, 7: «Y atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia; y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el espíritu no se lo permitió». De esta manera vemos cómo el Espíritu Santo interpone su voluntad imperial en oposición a la determinación de los apóstoles.

Pero se objeta en contra de la afirmación de que la voluntad y el poder del Espíritu Santo son irresistibles diciendo que hay dos pasajes, uno en el Antiguo Testamento y otro en el Nuevo, que parecen militar en contra de tal conclusión. Dios dijo en la antigüedad: «No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre» (Gn 6:3) y Esteban declaró a los judíos: «¡Duros de cerviz e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros. ¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres?» (Hch 7:51, 52). Si en ese entonces los judíos ‘resistieron’ al Espíritu Santo, ¿cómo podemos decir que su poder es irresistible? La respuesta se encuentra en Nehemías 9:30: «Les soportaste por muchos años, y les testificaste con tu espíritu por medio de tus profetas, pero no escucharon». Lo que Israel ‘resistió’ fueron las operaciones externas del Espíritu. Era el Espíritu hablando por y a través de los profetas a los que ellos ‘no escucharon’. Ellos no resistieron algo que el Espíritu Santo obró en el interior de ellos, sino los motivos que les presentaron los mensajes inspirados de los profetas. Tal vez ayudará al lector a captar mejor nuestro pensamiento si comparamos Mateo 11:20–24: «Entonces comenzó a reconvenir a las ciudades en las cuales había hecho muchos de sus milagros, porque no se habían arrepentido, diciendo: ¡Ay de ti, Corazín!», etc. ¡Nuestro Señor pronuncia aquí ayes sobre estas ciudades por no haberse arrepentido ante las ‘poderosas obras’ (milagros) que había hecho a su vista y no por ninguna operación interna de su gracia! Lo mismo es cierto de Génesis 6:3. Al comparar 1 Pedro 3:18–20 se verá que fue por y a través de Noé que el Espíritu de Dios ‘luchó’ con los antediluvianos. La diferencia que se indicó anteriormente fue resumida muy hábilmente por Andrew Fuller (otro escritor fallecido hace ya mucho tiempo de quien nuestros contemporáneos podrían aprender mucho) quien lo expresó del siguiente modo: «Existen dos clases de influencias por medio de las cuales Dios obra en las mentes de los hombres. La primera, que es común y que se lleva a cabo por el uso ordinario de los motivos que se presentan a la mente para su consideración; la segunda, que es especial y sobrenatural. Una no contiene nada misterioso más que la influencia de nuestras palabras y acciones sobre los demás; la otra es un misterio del que no sabemos nada sino solo por sus efectos. La primera puede ser eficaz; la segunda lo es». Los hombres siempre ‘resisten’ la obra del Espíritu Santo sobre o hacia ellos; su obra dentro de ellos siempre tiene éxito. ¿Qué dicen las Escrituras? Esto: «El que comenzó EN vosotros la buena obra, la perfeccionará». (Fil 1:6).

Pink, A. W. La soberanía de Dios: Respuestas a objeciones comunes.
Soli Deo Gloria