Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no
cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de
su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, para que andéis
como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena
obra, y creciendo en el conocimiento de Dios; fortalecidos con todo poder,
conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad; (Col.
1:9-11)
ORACIONES CONTESTADAS (Ilustración)
Por supuesto, todo depende de lo que estamos pidiendo en
oración. Si estamos lloriqueando, haciendo berrinche, y rogando que no se nos
dé la disciplina de la vida que es enviada a nosotros para tumbar algunos
conocimientos superficiales de la humanidad en nosotros, la respuesta a esa
oración puede nunca llegar. ¡Gracias a Dios! Aunque, en verdad, no es fácil
decir eso, con honestidad. Aun, puede nunca llegar, gracias a Dios. Pero si has
obtenido tanto como Epicteto—aunque pagano como lo llamaríamos nosotros—su
oración diaria era esta: "Oh, Dios, dame lo que tu deseas para mí, porque
yo sé que tu escoges para mí es mucho mejor de lo que yo pudiera
escoger."; si tu no estás rogando que se te quite o para zafarte, pero
pidiendo gracia y fortaleza para pasar la prueba con honor, "ese mismo
día" que oras esa oración, la respuesta siempre llega."A. J. Gossip,
"Experience Worketh Hope" (La Experiencia Produce Esperanza).
Es algo de lo más precioso el escuchar las oraciones de un
santo por sus amigos; y eso es lo que escuchamos en este pasaje. Bien puede
decirse que nos enseña más acerca de la intercesión que casi ningún otro pasaje
del Nuevo Testamento. Aquí aprendemos, como dice C. F. D. Moule, que hay dos
peticiones básicas que se han de hacer en la oración: el discernimiento de la
voluntad de Dios, y seguidamente el poder para cumplirla.
La oración empieza por pedir que seamos llenos de un
conocimiento siempre en aumento de la voluntad de Dios. Su supremo objetivo es
el conocimiento de la voluntad de Dios. Se trata, no tanto de hacer que Dios
nos preste atención, como de que Le escuchemos nosotros a Él; no debemos estar
tratando de convencer a Dios para que haga lo que nosotros queremos, sino de
descubrir lo que Él quiere que nosotros hagamos. Resulta que muchas veces lo
que estamos pidiendo es: " Dios, acomoda Tu voluntad a la nuestra,» cuando
lo que deberíamos pedir es: " Hágase Tu voluntad.» El primer objetivo de
la oración no es tanto decirle cosas a Dios como escuchar lo que Él nos quiere
decir. Este conocimiento de Dios se ha de traducir a nuestra situación humana
particular. Pedimos sabiduría y entendimiento espiritual.
La sabiduría espiritual es en griego que se podría describir
como conocimiento de los primeros principios. El conocimiento que es lo que los
griegos describían a veces como un conocimiento crítico, con lo que querían
decir la habilidad de aplicar los primeros principios a cualquier situación
dada que nos pueda surgir en la vida. Así es que, cuando Pablo pide que sus
amigos tengan sabiduría y entendimiento, está pidiendo que puedan entender las
grandes verdades del Evangelio y puedan ser capaces de aplicarlas a las
decisiones y las tareas que les sobrevengan en la vida cotidiana. Uno puede que
sea profesor de teología y falle en la práctica; que pueda escribir y disertar
sobre las verdades eternas, y sin embargo sea una nulidad para aplicarlas a las
cosas que le salgan al paso en la vida de cada día. El cristiano tiene que
saber lo que quiere decir el Cristianismo, no en el vacío, sino en los asuntos
de la vida.
Este conocimiento de la voluntad de Dios y esta sabiduría
deben conducir a la conducta correcta. Pablo pide que sus amigos se conduzcan
de tal manera que agraden a Dios. No hay nada en el mundo más práctico que la
oración. No es evasión de la realidad. La oración y la acción van de la mano.
Oramos, no para evadir las responsabilidades de la vida, sino para cumplirlas.
Para esto necesitamos poder. Por tanto, Pablo pide que sus
amigos sean fortalecidos con el poder de Dios. El gran problema de la vida no
es saber lo que tenemos que hacer, sino hacerlo. En la mayoría de los casos
somos conscientes en cualquier situación dada de lo que debemos hacer; lo
difícil es poner ese conocimiento en acción. Lo que necesitamos es poder, y lo
recibimos mediante la oración. Si Dios no hiciera más que decirnos cuál es Su
voluntad, podríamos encontrarnos en una situación frustrante. Mediante la
oración alcanzamos el mayor don del mundo: conocimiento y poder.
La gracia de Dios en los corazones de los creyentes es el
poder de Dios y hay gloria en este poder.
Soli Deo Gloria