El pasaje que tal vez ha representado la mayor dificultad
para los que han visto que, pasaje tras pasaje, la Santa Escritura enseña
claramente la elección de un número limitado para la salvación, es 2
Pedro 3:9: «No queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al
arrepentimiento».
Lo primero que hay que decir sobre este pasaje es que, como
cualquier otro texto de la Escritura, se debe entender e interpretar a la luz
de su contexto. ¡Lo que hemos citado en el párrafo anterior es solo parte del
versículo y la última parte del mismo! Ciertamente todos deben estar de acuerdo
en que la primera parte del versículo tiene que ser tomada en consideración.
Con el fin de establecer lo que muchos suponen que estas palabras significan, o
sea, que las palabras ‘ninguno’ y ‘todos’ se deben recibir sin ninguna reserva,
¡hay que mostrar que el contexto se está refiriendo a toda la raza humana! Si
esto no se puede mostrar, si no hay una premisa para justificar esto, entonces
la conclusión también debe ser injustificada. Reflexionemos entonces sobre la primera
parte del versículo.
«El Señor no retarda su promesa». Fíjate que ‘promesa’ está
en singular, no dice ‘promesas’. ¿Qué promesa está a la vista? ¿La promesa de
salvación? ¿Dónde ha prometido Dios salvar a toda la raza humana en algún lugar
de la Escritura? ¿Dónde? No, la ‘promesa’ a la que aquí se hace referencia no
se trata de la salvación. Entonces, ¿cuál es? El contexto nos lo dice.
«Sabiendo primero esto, que en los postreros días vendrán
burladores, andando según sus propias concupiscencias, y diciendo: ¿Dónde está
la promesa de su advenimiento?» (vv. 3, 4) El contexto entonces se refiere a la
promesa de Dios de enviar a su amado Hijo. Pero muchos siglos han pasado y esta
promesa todavía no se ha cumplido. Cierto, pero por larga que la demora pueda
parecernos, el intervalo es corto en el cómputo de Dios. Como prueba de ello se
nos recuerda: «Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día
es como mil años, y mil años como un día» (v. 8). En el cómputo del tiempo de
Dios, han pasado menos de dos días desde que prometió enviar de regreso a
Cristo.
Pero hay más, la tardanza en que el Padre envíe de regreso a
su amado Hijo no solo no se debe a una ‘negligencia’ de su parte, sino que la
ocasiona su ‘paciencia’. ¿Su paciencia hacia quién? El versículo que estamos
considerando nos dice: «es paciente para con nosotros». ¿Y quiénes son esos
‘con nosotros’? ¿la raza humana o el pueblo de Dios? A la luz del contexto,
esta no es una pregunta abierta sobre la cual cada uno de nosotros tiene la
libertad de formarse una opinión. El Espíritu Santo lo ha definido. El
versículo inicial del capítulo dice: «Amados, ésta es la segunda carta que os
escribo». De nuevo, el versículo inmediatamente anterior declara: «Mas, oh
amados, no ignoréis esto», etc. (v. 8). El ‘con nosotros’ entonces son los
‘amados’ de Dios. Aquellos a quienes la Epístola fue dirigida son a los que se
les «concedió (no los que ‘alcanzaron’ sino a los que se les ‘concedió’ como el
don soberano de Dios) una fe como la nuestra, mediante la justicia de nuestro
Dios y Salvador, Jesucristo» (2 Pe 1:1). Por lo tanto decimos que no hay cabida
para la duda, una discusión por nimiedades o una polémica; el ‘con nosotros’
son los elegidos de Dios.
Citemos ahora el versículo completo: «El Señor no retarda su
promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con
nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al
arrepentimiento». ¿Puede haber algo más claro? El ‘ninguno’ que Dios no quiere
que perezca es los ‘con nosotros’ con quienes Dios es ‘paciente’, los ‘amados’
de los versículos anteriores. Lo que 2 Pedro 3:9 quiere decir, entonces, es que
Dios no enviará de vuelta a su Hijo sino hasta «que haya entrado la plenitud de
los gentiles» (Ro 11:25). Dios no enviará de vuelta a Cristo hasta que ese
‘pueblo’ que él ahora está ‘tomando’ de los gentiles (Hch 15:14) sea reunido
por completo. Dios no enviará de vuelta a su Hijo sino hasta que el cuerpo de
Cristo esté completo, y eso no será sino hasta que los que él ha escogido para
que sean salvados en esta dispensación hayan sido traídos a él. Gracias a Dios
por su «paciencia para con nosotros». Si Cristo hubiera regresado hace veinte
años, este escritor hubiera sido dejado atrás para perecer en sus pecados. Pero
eso no podía ser, así que Dios de un modo misericordioso retardó la segunda
venida. Por la misma razón todavía está retardando su advenimiento. Su
propósito decretado es que todos sus elegidos vengan al arrepentimiento, y se
arrepentirán. El presente intervalo de gracia no va a terminar sino hasta que
la última de las ‘otras ovejas’ de Juan 10:16 esté segura en el redil; entonces
Cristo regresará.
Pink, A. W. (2016). La soberanía de Dios: Respuestas a
objeciones comunes. (Extracto)
Soli Deo Gloria