“Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio”. (Marcos 1:14b- 15)
ARREPENTIMIENTO: CAMBIANDO LOS DESEOS DEL CORAZÓN LEJOS DE
LOS ÍDOLOS
El arrepentimiento es un profundo cambio de mente que
involucra el cambio de dirección de vida. El lado positivo del arrepentimiento
es la conversión, el genuino volverse a Dios o a Cristo en busca de gracia.
Hay mucha confusión en la actualidad acerca del
arrepentimiento. Mucha gente ve el arrepentimiento como una horrible
autoflagelación, conduciendo al arrepentido a la desesperación. El
arrepentimiento es visto como un tipo de penitencia evangélica reservada
únicamente para aquellos momentos especiales cuando tú has sido realmente malo
y necesitas humillarte ante Dios. Este punto de vista del arrepentimiento
refleja hoy como muy pocos cristianos parecen haber comprendido las noventa y
cinco tesis de Martín Lutero, que clavó en la iglesia de Wittenberg, dando
nacimiento a la Reforma Protestante. En la primera tesis, Lutero escribe:
“Cuando nuestro Señor y Maestro Cristo Jesús dijo “Arrepentíos (Mateo 4:17), él
deseaba que la vida entera de los creyentes fuera una vida de arrepentimiento”
(1957: 25).
Este entendimiento del arrepentimiento como una experiencia
continua, como estilo de vida para el creyente, parece ser casi desconocida el
día de hoy. Lo que debemos redescubrir es que el verdadero arrepentimiento no
nos conduce a la desesperación sino al gozo. Mientras más aprendamos a ver lo
profundo de nuestro pecado, más vemos la profundidad de la gracia de Dios. La
cruz de Cristo es profundamente preciosa y “eléctrica”, para los que
diariamente están arrepentidos y ven la profundidad de su pecado.
Cuando Jesús nos llama al arrepentimiento, no nos está
llamando a que nos golpeemos nosotros mismos o simplemente limpiar nuestras
vidas. Más bien, Él nos está llamando a un cambio radical del corazón. De
acuerdo a las Escrituras, nuestro problema de raíz no es externo o conductual.
Es un problema del corazón. Esta es la razón por la cual los remedios
falsos inevitablemente nos dejan sin cambiar y en negación o desesperación
porque todos ellos desvían el corazón.
La razón por la que nuestros corazones no son más
transformados es porque hemos permitido que nuestros deseos sean capturados por
aquello que los puritanos llaman “los deseos del corazón” por ídolos que roban
el afecto de nuestro corazón alejándolo de Dios. El apóstol Juan establece este
punto en el último versículo de 1ª Juan.
Es ahí donde el apóstol con toda la intención concluye su
carta maestra con unos versículos sobre cómo vivir en compañerismo vital con
Cristo, mencionando estas palabras: “Hijitos, guardaos de los ídolos” (1ª Juan
5:21). Aquí aprendemos que el arrepentimiento de nuestra idolatría resume lo
que es la verdadera espiritualidad.
Ya que Dios ha creado al hombre para ser un adorador,
nosotros siempre estamos adorando algo, ya sea que nos demos cuenta o no. Por
eso es que siempre debemos ver el carácter esencial de nuestro pecado como una
idolatría del corazón.
El primer y el segundo mandamiento: “No tendrás dioses
ajenos delante de mí” (Éxodo 20:3) y “No te harás imagen…” (Éxodo 20:4a),
tienen la intención de recordarnos de la muy peligrosa y natural tendencia que
tenemos todos de adorar ídolos.
Los ídolos modernos que capturan los deseos de nuestro
corazón hoy no son las imágenes talladas del mundo antiguo. Un ídolo es hacer
de algo o alguien fuera de Jesucristo nuestra verdadera fuente de felicidad y
llenura.
La verdad es que cada uno tiene algo o alguien a quien
podemos fácilmente poner en ese lugar: “Si tan sólo pudiera tenerte para llenar
el vacío, entonces sabría que soy alguien”. Todos tenemos que vivir por algo.
Todos tenemos un “centro personal”, un valor principal por medio del cual vemos
toda la vida.
Para algunos de nosotros es la aprobación, la reputación, el
éxito. Para otros es el placer o el control, la comodidad o el poder. Para
otros son las posesiones, el sexo, el dinero o las relaciones. Los ídolos
pueden ser buenas causas tales como hacer un buen impacto, tener una familia
feliz o un buen matrimonio o incluso hijos obedientes. Cualquier cosa que sea,
sin esta base, sabemos que harán que nuestras vidas no tengan significado.
Cualquier cosa por la que nosotros vivamos, tiene un gran
poder sobre nosotros. Si alguien bloquea nuestro ídolo, podemos llenarnos de
enojo. Si nuestros ídolos son amenazados, podemos paralizarnos de temor. Si
perdemos nuestro ídolo, podemos ser llevados a una absoluta desesperación. Eso
es porque los ídolos que adoramos nos dan nuestro sentido de valor o rectitud.
Cuando dejamos que los deseos de nuestros corazones sean
capturados por tales ídolos, el resultado será siempre el mismo, una carencia
del poder transformador de Dios y de su presencia en nuestras vidas.
Así que el arrepentimiento no debe ser meramente un cambio
externo de conducta, sino fundamentalmente como una disposición de alejar
nuestros deseos del corazón y nuestra confianza del corazón lejos de nuestros
ídolos. El gran teólogo inglés, John Owen, enseña que una de las razones por la
que nosotros no experimentamos más el poder y presencia de Dios en nuestras
vidas es porque no hemos estudiado suficientemente las idolatrías de nuestros
corazones. Por esto es que debemos aprender a hacernos preguntas difíciles
tales como ¿Qué pensamiento, cosa o persona, fuera de Cristo, ha llegado a
tener un título en mi confianza del corazón?
El gran evangelista, George Whitefield, enseñó que para
conocer el poder de Dios, debemos aprender a no únicamente conocer qué significa
el arrepentimiento de nuestros pecados, sino también arrepentirnos de nuestra
rectitud (1993). Al difunto John Gerstner, se le atribuyen las palabras
siguientes: “No son tanto nuestros pecados que nos alejan de Dios, como
nuestras malditas buenas obras”.
Una vez que hemos identificado un ídolo del corazón, el
arrepentimiento involucra no sólo confesarlo, sino también tomar una acción
radical en contra de él, debilitando el poder dominante que tiene en nuestras
vidas. En Romanos 13:14 Pablo escribe: “Sino vestíos del Señor Jesucristo, y no
proveáis para los deseos de la carne”. La existencia de idolatría en nuestras
vidas, requiere una acción inmediata. Los puritanos lo llamaron mortificación,
un concepto raramente escuchado actualmente.
El arrepentimiento es únicamente la mitad de nuestra
responsabilidad en la transformación. Es el lado negativo y defensivo de la
ecuación. Nosotros nos volteamos ahora al lado positivo, la estrategia ofensiva
de la fe del evangelio.
Vuelve, oh Israel, al SEÑOR tu Dios, pues has tropezado a causa de tu iniquidad. Tomad con vosotros palabras, y volveos al SEÑOR. Decidle: Quita toda iniquidad, y acéptanos bondadosamente, para que podamos presentar el fruto de nuestros labios. Asiria no nos salvará, no montaremos a caballo, y nunca más diremos: "Dios nuestro" a la obra de nuestras manos, pues en ti el huérfano halla misericordia (Oseas 14:1-3).
Soli Deo Gloria