Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda buena obra. (2Ti 3:16-17)
Actualmente podemos ir a una librería y
encontrar diversas versiones de la Biblia en español, y en una enorme variedad
de formatos. Pero hubo un tiempo en que esto era un grave delito, por cuanto
los reyes católicos de España, Fernando e Isabel, habían prohibido
terminantemente la traducción de la Biblia al castellano.
Alfonso de Castro, en su libro “Tratado
de las Herejías”, escrito en 1534, dice: “Hay que alabar con toda justicia el
edicto de los esclarecidos y católicos reyes de España… por el que prohibieron
bajo severísimas penas que nadie tradujera los libros sagrados a la lengua
vulgar o que nadie retuviera lo traducido por otro con cualquier autorización”.
Esta prohibición sería ratificada por
la Iglesia Católica, que en el índice de libros prohibidos por Paulo IV y en el
español del inquisidor Valdés (ambos publicados en 1559) se prohíbe
explícitamente la lectura de la Palabra de Dios en el idioma vulgar o en otro
cualquiera “como no esté en hebraico, caldeo, griego o latín”. Ese veto sería
ratificado en el Concilio de Trento unos años más tarde.
Arriesgarse a traducir la Biblia, o
poseer una Biblia en español, era un delito que podía ser castigado con la
muerte por la Santa Inquisición, la cual fue introducida en España en 1237;
aunque por mucho tiempo operó muy tímidamente, hasta el reinado de los reyes
católicos.
Isabel le había prometido en su
juventud a Tomás de Torquemada, uno de los inquisidores más crueles que tuvo
España, que si llegaba al trono, dedicaría su vida a extirpar la herejía para
honra de Dios y glorificación de la iglesia Católica.
Este trasfondo histórico nos da una
idea del precio que tuvieron que pagar algunos de nuestros padres en la fe para
que hoy pudiésemos disfrutar el privilegio de leer la Biblia en nuestro propio
idioma y así poder alimentarnos de la Palabra de Dios.
En esta lección le daremos un vistazo a
esa historia, pero no como un mero ejercicio académico, sino esperando en el
Señor que esto nos ayude a tener un mayor aprecio por nuestras Biblias en
español.
LAS PRIMERAS VERSIONES
Aunque a partir de 1210 hasta la
prohibición de 1559 aparecieron varias traducciones, tanto al castellano como
al catalán, no fue sino hasta el siglo XV que comenzaron a suceder una serie de
acontecimientos que prepararían el escenario para la aparición en el siglo XVI
de las versiones más conocidas.
En 1453 los turcos conquistaron la
ciudad de Constantinopla, el último vestigio que quedaba del imperio Romano,
obligando a muchos de sus pobladores a huir hacia Occidente, entre los cuales
había un grupo de eruditos que se llevaron consigo un gran número de
manuscritos griegos, tanto de la antigüedad clásica como del NT, produciendo
dos movimientos totalmente opuestos.
El estudio de los clásicos produjo un
movimiento intelectual que habría de desembocar en el Renacimiento humanista,
mientras que el estudio de los libros del NT en su lengua original habría de
producir un despertar religioso del cual habría de surgir la Reforma
protestante.
Concomitantemente con la caída de Constantinopla,
dos años más tarde (1455) Gutenberg publica el primer libro impreso con
caracteres móviles, iniciando así la era de la imprenta, lo que permitiría en
Europa un acceso mucho más amplio a la literatura escrita.
Unos años más tarde, en 1516 (es decir
un año antes de que Lutero clavara las 95 tesis en la puerta de la catedral en
Wittemberg), Erasmo de Rotterdam publica en Basilea su edición del NT griego,
lo cual sirvió de estímulo al estudio del NT en su idioma original.
A. Juan de Valdés (1509-1541):
Es a partir de entonces que comienzan a
aparecer las primeras traducciones al español, comenzando con la de Juan de
Valdés, un discípulo de Erasmo que tuvo que huir de España alrededor del 1529
al ser denunciado ante la Inquisición luego de haber publicado un libro
titulado “Diálogo de Doctrina Cristiana”.
Valdés huyó hacia Italia, encontrando
refugio finalmente en la corte de Nápoles donde tradujo Mateo y Lucas, las
epístolas paulinas (sin incluir Hebreos) y los Salmos. Algunos comparan la
pureza de su estilo con la de Cervantes.
B. El NT de Francisco de Enzinas:
Unos años más tarde, en 1543, Francisco
de Enzinas, con apenas 20 años de edad, publica en Amberes su traducción del NT
completo, del cual existen muy pocas copias al día de hoy, porque tan pronto
salió de la imprenta, los libros fueron prohibidos y sacados de circulación. El
propio emperador Carlos V, a quien Francisco dedica su traducción, ordenó que
se recogiese toda la edición y que se detuviera su circulación.
De él dice don Menéndez y Pelayo:
“Entre los protestantes españoles del siglo XVI descuella Enzinas por su saber
filosófico, [así como] por el número y calidad de sus escritos”. Estudió por un
tiempo en Wittemberg, alojándose en la casa del más cercano colaborador de
Lutero, Felipe Melanchton, quien lo motivó a la traducción del NT. También
mantuvo correspondencia Calvino.
Cuando Enzinas se dispuso a traducir el
NT, primero pensó hacerlo en Lovaina, en Bélgica, pero al llegar a la ciudad en
verano de 1534, encontró que se había desatado la persecución contra los
protestantes.
Por otra parte, cuando envió los
manuscritos de su traducción a los teólogos de de la Universidad, éstos le
responden que no entendían la lengua española, aparte de que no veían con
buenos ojos la traducción de la Biblia ya que, según ellos, de la Biblia
“habían nacido todas las herejías en Alemania y los Países Bajos, por ser un
asidero para que la gente simple e idiota se diese a vanas interpretaciones y
sueños, rechazando los Cánones y decretos de la Iglesia”.
Su vida después de la publicación del
NT fue una aventura muy intensa. Fue “acusado de estimular la herejía al verter
el Nuevo Testamento en lengua vulgar; de haber vivido en Alemania en compañía
de Melanchton y haber alabado sus virtudes, y de ser el autor de un libro
recientemente publicado y que se consideraba pernicioso e inspirado en la obra
de Lutero [Sobre la Libertad Cristiana].
Fue encarcelado en Bruselas el 13 de
Diciembre de 1543, unos meses después de publicar el NT. En Febrero de 1545 escapó
de la cárcel, y se refugia en Amberes.
A partir de ese momento lleva a cabo
muchísimos viajes, llegando a contraer matrimonio en 1547 (llegando a ser
profesor en Cambridge). Pero finalmente cae víctima de la peste el 30 de
Diciembre de 1552, teniendo apenas 34 años de edad. Por una carta que había
escrito a Calvino sabemos que estaba trabajando en la traducción de la Biblia
completa.
C. La Biblia de Ferrara:
Un año después de la muerte de Enzinas
(y diez años después de la publicación del NT), en el 1553, dos judíos publican
una versión del AT en español. Esta versión se conoce como la Biblia de
Ferrara, por cuanto fue dedicada al duque de esa ciudad.
Por supuesto, fue impresa en Italia y
no España “donde la inquisición trabajaba con mano de acero y sin
contemplaciones, y no dejaba a judíos ni a protestantes más opción que la
hoguera o el destierro.”
D. El NT de Juan Pérez de Pineda:
Tres años después aparece en Venecia
otro NT traducido por Juan Pérez de Pineda. Algunos críticos entienden que esta
nueva versión es en realidad una revisión del nuevo testamento de Francisco de
Enzinas. Sin embargo, es considerada “la mejor de las antiguas versiones
castellanas del Nuevo Testamento.”
Esta versión del NT fue introducida en
España de contrabando, promoviendo el movimiento reformador entre los
españoles, siendo uno de sus principales contrabandistas un hombre llamado
Julián Hernández, el cual jugaría un papel importante en la historia de la
versión de la Biblia más usada entre los evangélicos de habla hispana: la
versión Reina – Valera.
LA BIBLIA REINA - VALERA
Como hemos dicho ya, la inquisición
tenía puestos de revisión en todos los caminos para que la Palabra de Dios no
fuera introducida a escondidas en territorio español. Los reyes católicos
habían colocado funcionarios aduanales en todos los puertos marítimos y en
todos los pasos terrestres, con autoridad para revisar todo paquete y toda
persona que entrara en el reino.
En ese tiempo Juan Pérez vivía en
Ginebra, donde Juan Calvino estaba siendo ampliamente usado por el Señor en el
proceso de Reforma de la Iglesia en aquella ciudad, que se había convertido en
un refugio para muchos cristianos que habían huido de sus países para escapar
de la inquisición.
A. Julianillo Hernández:
Un día se presentó a la puerta de su
casa un hombre de apariencia muy extraña, bajo de estatura y aparentemente
jorobado. Más tarde Juan Pérez diría de él que tenía el cuerpo tan macilento
que parecía solo piel y hueso. Este hombre se llamaba Julián Hernández, pero
era conocido como Julianillo por lo corto de su estatura.
Julianillo Hernández había viajado
mucho por todo el continente, y había trabajado en imprentas alemanas y en los
Países Bajos donde la Reforma Protestante tenía mucha fuerza, y algunos suponen
que fue su trabajo en las imprentas lo que Dios usó para traerlo al
conocimiento de Cristo. Julianillo le ofreció a Juan Pérez servirle de amanuense
y corrector de pruebas.
Pero al plantearse el problema de cómo
introducir las Biblias en España, Julianillo se ofrece hacerlo él mismo de
contrabando. Para esto consiguió unos barriles de vino de doble piso colocando
las Biblias en el piso de abajo; y tomando la vía de Flandes se dirigió hacia
España, con tal sagacidad y sangre fría, que pudo burlar todos los puestos de
vigilancia de la inquisición.
Así llegó a Sevilla y depositó los NT
en la casa de Juan Ponce de León, para que éste se encargara de distribuirlos.
Pero Juan Ponce es descubierto y llevado a la hoguera por la inquisición el 24
de Septiembre de 1559. Pero eso no frena a Julianillo, que continúa
introduciendo los NT mientras vende telas para ocultar su identidad y su
verdadero trabajo.
Al poco tiempo esto comienza a crear
inquietud en el clero católico que no se explicaba cómo es que había tantos NT
y libros protestantes en suelo español a pesar de la extrema vigilancia de la
Inquisición. Algunos llegaron a pensar incluso que debía ser una obra directa
de Satanás que los desaparecía y luego los hacía aparecer en España.
El Padre de la Roa dice respecto a la
obra de Julianillo: “Con increíble habilidad encontraba él secretas entradas y
salidas, y el veneno de la nueva herejía se divulgó con gran velocidad por toda
Castilla y Andalucía. Donde ponía su pie comenzaba el incendio. Él mismo enseñó
a hombres y mujeres con demasiado acierto, especialmente en Sevilla donde se
formó, gracias a esto, un verdadero nido de herejes”.
Pero finalmente Julianillo fue
traicionado por un herrero que le mostró a un sacerdote el NT que éste le había
obsequiado. Fue apresado y conducido a las cárceles del Santo Oficio en
Sevilla.
En ningún momento ocultó su fe, ni
tampoco el hecho de que había sido él quien había introducido esos libros en
España. Y a pesar de que lo torturaron sistemáticamente, se negó a revelar los
nombres de los evangélicos españoles.
Con los miembros dislocados animaba a
los otros presos cantando canciones contra los frailes y arengando a sus
hermanos a que se mantuvieran fieles al Señor en medio del sufrimiento:
“¡Valor, camaradas! Esta es la hora en
que debemos mostrarnos valientes soldados de Jesucristo. Demos fiel testimonio
de su fe ante los hombres, y dentro de pocas horas recibiremos el testimonio de
su aprobación ante los ángeles.”
Tres años lo mantuvieron como
prisionero y finalmente fue sentenciado a la muerte. Cuentan los historiadores
que al llegar a la hoguera él mismo se encargó de colocar las leñas sobre su
cabeza.
En este punto de la historia es
importante señalar que uno de los depósitos de libros usados por Julianillo,
era un convento de frailes Jerónimos, ubicado cerca de Sevilla, llamado el
Convento de San Isidoro de Santiponce, donde vivían comunitariamente unos 40
monjes.
B. El Convento de San Isidoro:
En esa época el convento se encontraba
bajo la tutela de Garcí Arias, quien era el prior de la institución y a quien
muchos llamaban el maestro blanco porque era albino.
Éste dirigía a los frailes en el
estudio de las Escrituras y muchos fueron guiados a Cristo y a abrazar la
Reforma a través de su predicación. Cuando Julianillo fue apresado, estos
monjes convertidos del convento sabían que les quedaba poco tiempo para
escapar, ya que la inquisición había recibido reportes inquietantes de las
actividades del convento.
En una carta fechada el 17 de Noviembre
de 1557, y dirigida a Felipe II, se le informa que algunos monjes del
Monasterio de San Isidoro eran sospechosos de “muchos errores y opiniones
luteranas.”
Y es así como en el 1557 doce monjes
deciden abandonar el convento y huir de la inquisición. Entre estos monjes
estaban Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera, así como Antonio del Corro,
otro personaje que luego sería muy importante en la historia del evangelio en
España.
C. Casiodoro de Reina:
Casiodoro nació probablemente en
Sevilla o sus alrededores en el 1520 y se unió al convento de San Isidoro
siendo un joven de unos 10 años de edad. No sabemos con exactitud cómo fue su
conversión, pero sí sabemos que comenzó a estudiar las Escrituras desde muy
joven.
Antes de huir del convento en 1557,
estos 12 frailes habían acordado encontrarse en Ginebra al año siguiente, como
de hecho hicieron. Pero por algunos inconvenientes Casiodoro decide trasladarse
a Frankfurt en el 1558, no sin antes comenzar la traducción del AT al español.
En 1559, estando ya Isabel I en el
trono de Inglaterra, Casiodoro se dirigió a Londres con otros tres fugitivos
del monasterio, entre los cuales estaba también Cipriano de Valera. Allí se
encuentra con un grupo de españoles que habían buscado refugio en las Islas
Británicas, y nombran a Casiodoro como su pastor.
En esa misma época comienza a hacer
gestiones para la publicación de su versión de la Biblia en lengua castellana,
para lo cual escribe una carta a su amigo Antonio del Corro, ex monje de San
Isidoro, indagando sobre las posibilidades de publicarla en el Continente.
Éste le responde diciéndole que se
dirija hacia Francia vía Flandes, llevando consigo a Cipriano de Valera como
corrector, ya que tenía un impresor que se había ofrecido para llevar a cabo el
trabajo.
Pero tal respuesta nunca llegó a la
mano de Casiodoro, por cuanto el embajador español en Inglaterra le había
escrito al rey Felipe II de España informándole de los planes de Casiodoro de
publicar en Francia la Biblia en castellano. Éste le pidió que buscara la
manera de hacerle salir de suelo inglés para así poder echarle mano.
No obstante, el mismo Casiodoro decide
abandonar Inglaterra, por cuanto los católicos españoles habían levantado
contra él acusaciones infundadas, y se dirige hacia Amberes, capital de
Ámsterdam.
Allí fue protegido por cristianos, y
más tarde se reúne con su esposa, la cual tuvo que escapar de Inglaterra
disfrazada de marinero. Pero tampoco podía permanecer en Amberes por mucho
tiempo, ya que Felipe II le había puesto precio a su cabeza.
Así que en 1564 sale hacia Francia a
casa de Antonio del Corro. Pero Enrique II rey de Francia ordena la expulsión
de todos los ministros de Francia. Y Casiodoro sale al exilio de nuevo con
todos sus manuscritos.
Se dirigen al castillo de Montargis, al
sur de París, a donde se había retirado la duquesa de Ferrara, Renata. Allí se
encontraron con Juan Pérez de Pineda que también se había refugiado en
Montargis.
Su plan original era traducir el AT y
unirlo al NT de Juan Pérez que había sido publicado 8 años antes. Dejando a sus
amigos Antonio del Corro y Juan Pérez, Casiodoro se dirige a Frankfurt, donde
finalmente estableció un negocio de tejidos para poder mantener a su familia,
mientras continúa con su trabajo de traducción.
Finalmente, después de 12 años de
trabajo termina la traducción del AT. Su amigo Juan Pérez ya había muerto, pero
había dejado fondos suficientes para la publicación de su NT, conjuntamente con
la traducción de Casiodoro del Antiguo.
Casiodoro, sin embargo, no pudo usar el
NT de Juan Pérez, por cuanto los ejemplares que estaban siendo impresos en
París fueron confiscados y destruidos. Esto le obliga a preparar su propia
traducción del NT, lo que retrasó la impresión que se estaba llevando a cabo en
Basilea.
Pero en Basilea nadie conocía a
Casiodoro y las autoridades, que no sabían leer español, escriben a algunos en
Estrasburgo para que envíen carta de recomendación.
Las cartas no llegaron y Casiodoro
decide ir él mismo, pero en el camino cae enfermo y se entera de la quiebra del
impresor al cual le había dado un adelanto de 500 escudos para que imprimiera
1100 ejemplares (éstos eran parte del dinero que había dejado Juan Pérez al
morir).
Sus amigos vienen en su auxilio y es
así como, en Agosto de 1569, la obra es concluida, y de inmediato se preparan
cuatro grandes toneles llenos de ejemplares de la Biblia en castellano, que
probablemente serían introducidos en España vía Flandes.
Esta versión es conocida como la Biblia
del Oso, porque tenía en su portada, después del título, “una estampa que
representa el tronco de un árbol, hendido por medio con un mazo suspenso de una
rama; en la hendidura hay un enjambre de abejas, cuya miel está lamiendo un oso
puesto en pie, y en un libro abierto que está casi al pie del tronco se lee”:
La Palabra del Dios nuestro permanece para siempre.
Su primera tirada fue de 2,600
ejemplares, muchos de los cuales fueron quemados por la Inquisición. Un detalle
interesante es “el hecho de que unas 300 copias fueron enviadas al continente americano,
pero fueron quemadas en Santo Domingo, evitando de esta manera que la Palabra
de Dios llegara a la América Hispana.
D. Cipriano de Valera:
Pero la historia no concluye allí. La
versión de Casiodoro fue impresa de nuevo en 1602, luego de una cuidadosa
revisión de parte de Cipriano de Valera, quien empleó 20 años más en esta
labor. Cipriano de Valera fue un gran erudito español, amigo de Juan Pérez,
Julián Hernández y Casiodoro de Reina. Fue uno de los monjes que huyó de
Sevilla en 1557, y de los que se reunió al año siguiente en Ginebra y luego en
Inglaterra. Allí continuó sus estudios en Oxford y en Cambridge.
Al año siguiente de su llegada a
Inglaterra, en 1558, publicó su primera obra titulada: “El tratado del Papa y
de la Misa”. En ella ataca fuertemente el catolicismo romano: “Ellos piensan
que el Papa es lugarteniente de Cristo y sucesor de Pedro; más bien es sucesor
de Judas, lugarteniente de Satanás y anticristo.”
Pero Cipriano fue también un gran
traductor; de hecho, fue él quien tradujo la Institución de la Religión
Cristiana de Calvino, y se dice que su versión española tiene tan buen español
como el buen francés de Calvino.
En su revisión a la traducción de
Reina, Cipriano de Valera hizo en total 458 cambios. Esta Biblia revisada fue
publicada en 1602 y se le conoce como “La Biblia del Cántaro, por el grabado
que aparece en su primera página en el que aparecen dos hombres, uno de los
cuales está regando un árbol con un cántaro.
La versión completa de la Biblia que
hoy conocemos como Reina Valera, es considerada como “una de las mejores que
existen en lengua castellana.” Y otro autor señala:
“La traducción de Reina es un trabajo
grandioso tanto por la fidelidad de la traducción como por la pureza del
lenguaje... El muy católico Menéndez Pelayo, predispuesto contra los
reformistas españoles dice: ‘Habiendo sido hecha esta traducción en los mejores
tiempos de la lengua castellana sobrepuja a las versiones de Felipe Scío y
Torres Amat’.”
A él dedica el siguiente verso Manuel
Pérez del Busto:
Oh, singular Casiodoro
que, de un modo inteligente,
nos has llevado a la fuente
que emana Palabra de oro.
Todo su inmenso tesoro,
tan divino y tan humano
recogió tu noble mano
con tal especial intento,
que lograste un monumento
con la Biblia en castellano.
LAS TRADUCCIONES CATOLICAS
Como vimos anteriormente, en el
Concilio de Trento se había ratificado la prohibición de que la Biblia fuese
traducida a la lengua vulgar. En la IV Regla del Concilio dice: “Notando por
experiencia que si los Sagrados Libros se permiten leer a todos en lengua
vulgar sin diferencia alguna, por temeridad de los hombres se sigue de ahí más
daño que provecho…”.
Sin embargo, en 1757 a los católicos se
les permitió la lectura de la Biblia traducida en lengua vulgar, “con tal que
sus versiones estén aprobadas por la Silla Apostólica, o se den con notas de
los Santos Padres”.
Aún así, en España continuó la
prohibición hasta un decreto de la Inquisición española fechado el 7 de Enero
de 1783. A partir del año comenzaron a aparecer en español las primeras
versiones católicas, entre las cuales podemos mencionar:
La Biblia de Scío (1790-1793). Fue la primera Biblia en castellano impresa en suelo español por
encomienda de Carlos III, traducida por el obispo de Segovia Felipe Scío. Se
trataba de una Biblia bilingüe (latín y español), publicada en varios tomos y
sumamente cara. Menéndez y Pelayo la calificó de “desdichadísima”.
La Biblia Torres-Amat (1823). Traducida por el canónigo Félix Torres-Amat por encomienda de Carlos
IV y Fernando VII. Los críticos católicos la catalogan de “versión
perifrástica” (una palabra bonita para referirse a una persona que da muchas
vueltas para decir una cosa que se pudo haber dicho con menos palabras); y es
que esta versión consta de 10,661 añadiduras que no figuran en el texto original.
La Biblia Nácar-Colunga (1944). Fue la primera versión católico – romana traducida directamente de los
textos originales, traducida por Alberto Colunga (el AT) y Eloíno Nácar Fúster
(el NT). Es una traducción bastante fiel que ha sido mejorada en sus numerosas
ediciones (67 hasta la fecha, más 30 del NT).
La Biblia Bover-Cantera (1947). Traducida por José María Bover y Francisco Cantera Burgos. “A
diferencia de la traducción anterior, es una obra crítica, destinada a los
estudiosos de las Escrituras, lo que explica las pocas ediciones que se
hicieron de ella”.
La Biblia de Jerusalén (1967). “Sin duda alguna, una de las versiones más famosas de la actualidad,
no sólo en los círculos católicos, sino también en los evangélicos y
protestantes… Es una traducción directa de las lenguas originales, hecha por un
grupo de 10 escrituristas de la sección española de la Escuela Bíblica de
Jerusalén, bajo la dirección de José Ángel Ubieta… Es evidente que los
traductores siempre tuvieron muy cerca la igualmente famosa versión francesa
conocida como la Bible de Jérusalem. Por eso hay quienes creen que es una
versión, no de las lenguas originales, sino del francés. Sus editores se
apresuran a negarlo, y afirman que la traducción se reduce a las notas, pero es
innegable que el parecido y las afinidades son notables. Ha desplazado en gran
medida a la versión Nácar-Colunga”.
La Biblia Latinoamericana (1972). Traducida por un equipo liderado por dos sacerdotes chilenos. Tiene la
intención de llegar a los latinoamericanos en el lenguaje que ese público
entiende. “Va provista de abundantes notas, fotos y comentarios
‘tercermundistas’”.
OTRAS VERSIONES PROTESTANTES
Entre las versiones más importantes en
el ala protestante podemos mencionar:
La Biblia Reina-Valera. La RV ha tenido varias revisiones con el propósito de modernizar el
lenguaje y hacerlo más accesible. El mismo Reina “afirmaba que su versión iba a
durar poco tiempo, a menos que fuera revisada periódicamente por un equipo de
eruditos. El idioma español es, como todos los idiomas, un idioma que cambia y
evoluciona”.
Entre las revisiones hechas en el siglo
XX y principios del XXI podemos mencionar: 1909, 1960, 1977, 1989, 1995; y la
Biblia Textual Reina-Valera.
La Biblia de las Américas. “La traducción de LBLA® fue completada en 1986 por un equipo de
eruditos en Biblia, cristianos evangélicos, todos ellos originarios de América
Latina. La Biblia de las Américas® es una obra original, traducida directamente
de los idiomas originales hebreo, arameo y griego directamente al español, en
un lenguaje moderno, claro y comprensible para todos”.
Dios Habla Hoy. El NT fue publicado en 1966, mientras que la Biblia completa fue
publicada en 1979. Su traducción fue hecha según los principios de
“equivalencia dinámica”, procurando alcanzar al público medio de los países
latinoamericanos.
Nueva Versión Internacional. “La Nueva Versión Internacional (NVI) es una nueva traducción de la
Biblia, hecha directamente de los idiomas originales hebreo, arameo y griego,
al más fresco, exacto y elegante español contemporáneo”.
“Ante la extraordinaria acogida que
tuvo la NIV (New International Version), en todo el mundo de habla inglesa, la
Sociedad Bíblica Internacional aceptó de buen agrado la solicitud que muchos
creyentes e iglesias le presentaron de realizar traducciones de la Biblia en
otros idiomas, siguiendo los mismos parámetros exegéticos y principios
hermenéuticos utilizados por los 110 biblistas que hicieron la New
International Version”.
Conclusión:
He aquí, a vuelo de pájaro, cómo Dios
obró en Su providencia a través de la historia para que nosotros pudiésemos
tener en nuestras manos Su Palabra en nuestro propio idioma. Pero de nada nos
sirve que tengamos disponible tantas versiones de las Escrituras si no hacemos
uso de ella.
Como dice Neil Lightfoot: “El que un granjero moderno tenga una variedad de nuevo equipo no garantiza una cosecha exitosa. El equipo debe ser usado. De igual manera, en un período donde la gracia de Dios abunda en la provisión de nuevas y mejores ayudas para el estudio de la Biblia, no demos por sentado que la presencia del equipo puede sustituir el uso de él. Que Dios conceda que continuemos siendo un pueblo de un libro, y que ese libro sea la Biblia”
Soli
Deo Gloria