Si habláramos propiamente de los cultos congregacionales
podría preguntar ¿Por qué hacemos lo que hacemos? Es decir, seguramente al ir a
la reunión congregacional hacemos algunas actividades como cantar y orar y la
pregunta es ¿Por qué lo hacemos? Creo que muchos creyentes no se han preguntado
esto y siguen la costumbre que han recibido de la manera de hacer los cultos en
la iglesia. Otros piensan que es simplemente asunto de organización del
liderazgo de su iglesia y de la manera más viable que ellos han encontrado de
hacer culto. Seguramente encontraremos quienes creen que lo que se haga en el
culto puede ser manejado según la ocasión y sentir de la iglesia. Así han
ingeniado novedosos programas en el culto y pueden variar sus elementos según
el caso.
Al mismo tiempo considerándose iglesias bíblicas
encontraríamos que los elementos usados en esos cultos no provienen de
principios positivos y específicos de la Biblia. No, no estoy diciendo si se
podrían respaldar algunas costumbres ya establecidas con un texto bíblico, sino
que si esas costumbres surgieron de la meditación y estudio bíblico con
respecto al culto público. Sería común encontrar que muchos piensan que Dios
nos dejó a nosotros el ingeniar el culto que le ofrecemos y que según nuestras
costumbres o prudencia propia podemos elegir que hacer o que suprimir en el
culto y por ello no se requiere de ir a las Escrituras para hallar cada
elemento del culto mientras nos mantengamos en general en el marco de lo que
siempre se ha venido haciendo.
Esto ha desembocado que en años recientes los cultos
congregacionales hayan suprimido muchos elementos asociados legítimamente con
la adoración a Dios y hayan implementado (y lo sigan haciendo) programas y
elementos ajenos a la adoración congregacional bíblica. Es común encontrar que
como parte del culto público, muchas comunidades no ven algún problema en
implementar obras lúdicas, actividades recreativas, o sustituir a voluntad uno
u otro elemento de la adoración (como la predicación en algunos casos sustituida
por películas, dramas, milagros, etc,) o hasta supriman la reunión dominical
por alguna actividad extraeclesial.
Pero, ¿Estamos seguros que eso hace parte de nuestra
libertad y espontaneidad? No importa aun si cada persona en la iglesia apoya la
institución de cierto elemento o la abrogación del mismo, la iglesia no es una
comunidad democrática sino teocrática y Dios rige a su Iglesia por su Palabra,
la Biblia. Por lo cual, cada elemento que compone la adoración corporativa Dios
lo ha ordenado y no podemos atrevernos a poner nuestra sabiduría a la par o
sobre la sabiduría divina y continuar tranquilamente llamándonos ‘cristianos
bíblicos’. Nuestro llamado no es a implementar elementos sino a obedecer a Dios
en Cristo que es la Cabeza de la Iglesia. Cada elemento en el culto no debe ser
respaldado por un versículo que nos deje tranquilos, sino que debe surgir del
estudio de las Escrituras y los mandamientos claros de Dios a la iglesia cada
vez que se reúne. De esta manera hallamos que reunirnos en culto y sobre todo,
el día del Señor, no es opcional, como tampoco lo son los elementos que la
iglesia usa en sus cultos, pues es Dios mismo quien los ha ordenado a su
iglesia para que le adoren.
A la luz de esto, debemos aceptar que la iglesia en general
ha hecho un culto conforme a sí misma y para sí misma y no para Dios, aunque
digamos lo contrario. Las iglesias han elaborado un culto conforme a sus
miembros, con los elementos más queridos por todos, mas apoyados, más
concurridos por la mayoría y han suprimido aquellos elementos que no gustan
mucho. El orden, el tipo de música, las actividades, la predicación, los temas
mismos de enseñanza, el liderazgo, los ministerios, etc, tienen como punto
principal el agrado de los asistentes y nunca antecedidos por la pregunta ¿Es
eso lo que Dios nos ordena como Iglesia? Así cada elemento gravita en torno al
hombre y no a Dios. Lo grave y lamentable es que pretendiendo agradar a Dios no
solo se desobedece sino que se desafía el Señorío de Cristo sobre su iglesia al
manejar Su cuerpo con nuestro criterio y no con el Suyo. Lejos de agradar y
glorificar a Dios, estas actividades – no importan con cuanto celo se hagan –
si no corresponden a la Biblia, no agradan a Dios. Como puede ver el punto no
es quien grite mas ser bíblico sino quien lo sea de manera real y practica.
Por ello, debemos rescatar el culto público de las garras
del humanismo y mundanalidad como de nuestra creatividad e ingenio. Solo por
las Escrituras podremos llegar a la conclusión de lo que Dios demanda de su
iglesia cada vez que se reúne, negándonos a nosotros mismos y presentando un
sacrificio (que por ende cuesta) espiritual agradable a Dios. Seguro que
entendemos que la iglesia se reúne para la adoración a Dios, pero permítanos
ser aun más específicos para que esto no se quede en conceptos abstractos. Le
ruego meditar en estos elementos, pero sobre todo, darse usted mismo al estudio
de la Biblia para generar una convicción profunda en su alma y en la conciencia
de la iglesia de lo que Dios demanda en culto congregacional.
La Iglesia se reúne para adorar a Dios en:
La lectura de la Palabra de Dios
Entre tanto que voy, ocúpate en la lectura, la exhortación y
la enseñanza. (1 Tim.4:13). Debo recordar que este texto está dado en un
contexto de instrucciones eclesiales y no personales. El apóstol quiere estar
seguro que Timoteo sepa cómo debes conducirse en la casa de Dios, que es la
iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad (1 Tim.3:15). Dios
ordena que la Biblia debe ser leída públicamente en los cultos de la
congregación. Dios sabe que el crecimiento de los creyentes y la regeneración
de los perdidos están asociados con su Palabra. Leer la Biblia en el culto, en
voz alta, sin comentarla, deja claro a todos los presentes que reconocemos en
verdad que no solo de pan vivimos sino de toda palabra que sale de la boca de
Dios (Mt.4:4). Es muestra de sometimiento al Señorío de Cristo sentarnos
espiritualmente bajo ella a fin de que sea el criterio divino poniéndose sobre
nosotros.
El teólogo y pastor James M. Boice, dijo al respecto: “La
lectura de cualquier porción sustancial de la Biblia también está
desapareciendo. En el tiempo de los puritanos, los ministros regularmente leían
un capítulo del Antiguo Testamento y uno del Nuevo... Pero nuestras lecturas de
la Escritura se están haciendo cada vez más cortas, algunas veces solamente dos
o tres versículos, en caso de que llegue a leerse la Biblia. En muchas iglesias
no hay ni siquiera un texto para el sermón. Cuando yo era niño en una iglesia
evangélica, a mí me enseñaron que en la Biblia Dios nos habla a nosotros y en
la oración nosotros le hablamos a Dios. Entonces, ¿qué está sucediendo en
nuestras iglesias que ni oramos ni leemos la Biblia? Lo que sea que esté
pasando, no es adoración.
La Exposición de la Palabra de Dios
…que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de
tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. (2 Tim.4:2).
Si hay un elemento central (no más importante) en las
reuniones públicas de adoración debe ser la exposición de las Sagradas
Escrituras. Ha sido el método ordenado y usado por Dios para salvar a los
creyentes en el sentido completo de la palabra, lo que incluye por supuesto, su
santificación. La dieta regular de la predicación expositiva, es idea de Dios.
Lamentablemente el sermón es una actividad en vía de extinción. No hablo del
tiempo en que una persona pase y hable al frente de una congregación por cierto
tiempo, me refiero a la exposición sistemática, pausada, puntual ¡De la Biblia!
Para eso Dios ha querido llamar a ciertas personas con el fin que se dediquen
completamente a la oración y al ministerio de la Palabra.
Otra vez Boice añade: “Hoy tenemos muy poca enseñanza seria
de la Biblia, por no mencionar las exposiciones cuidadosas. En vez de esto, los
predicadores tratan de ser personales, contar historias jocosas, sonreír y
sobre todo evitar temas que puedan causar que la gente no se sienta feliz con
la iglesia del predicador y se vaya….Los predicadores [Al estilo
tele-evangelistas] hablan sobre necesidades que se sienten, no necesidades
reales, y esto generalmente significa decirle a la gente solamente lo que ellos
quieren escuchar. Los predicadores quieren ser agradables, populares o proveer
un buen entretenimiento. Y, por supuesto, ¡quieren ser exitosos!”. Hoy las
personas desean pequeños ‘tips’ que no superen los 15 minutos, que los ayude a
ser exitosos y a bregar con sus asuntos temporales pero no tienen tiempo, mente
ni corazón para la exposición de la Biblia.
La oración diligente
Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones,
peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; (1 Tim.2:1)
Este mandamiento divino se sitúa al principio del capítulo 2
de 1 a Timoteo el cual da instrucciones sobre la adoración corporativa. Para
Pablo, Timoteo debería dar prelación a la oración corporativa regular como
parte del ministerio. Boice comenta: “Es casi inconcebible para mí que algo
llamado adoración pueda ser llevado a cabo sin una oración significativa, pero
eso es precisamente lo que está sucediendo. Usualmente hay una oración corta al
principio del servicio, aunque hasta eso se está esfumando. Está siendo
reemplazada con una salutación de compinches para hacer que la gente se sienta
bienvenida y relajada...Otra oración que generalmente es omitida es la oración
de la ofrenda. Podemos entender que, como ya sabemos, amerita la intervención
del Dios Todopoderoso para que la gente egocéntrica dé suficiente dinero para
mantener la iglesia en su marcha. Pero las oraciones más largas- las oraciones
pastorales- están desapareciendo…¿Cómo podemos decir que estamos adorando si ni
siquiera estamos orando?”.
La iglesia debe orar como cuerpo y mucho de la salud de una
iglesia se ve reflejada en sus reuniones de oración como en las oraciones
mismas cada vez que se reúnen. Estas oraciones públicas en los cultos deben ser
solemnes, saturadas de Escritura y adoración. Deben contener confesión de
pecados, acciones de gracias, peticiones y suplicas humildes. Las oraciones son
también un testimonio claro a todos que dependemos de Dios y que debemos a Él
toda sumisión porque siempre oramos pidiendo: Hágase tu voluntad.
Los cantos espirituales
…hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos
espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones (Ef.5:19).
Es otro mandamiento divino con respecto al culto público.
Cantar no es una opción para el pueblo de Dios, pero tampoco lo es el material
de donde dichos cantos deben surgir y el propósito mismo de los cantos. Aunque
a muchos les parezca extraño el concepto, no cantamos para sentirnos bien o
tener una experiencia mística. Cantamos al Señor con cantos bíblicos para
adorarlo a Él, pues solo Él es el objeto de la adoración (Dt.10:21). Los cantos
además cumplen la función de edificarnos unos a otros cada vez que recordamos y
proclamamos públicamente el contenido de nuestra fe y las promesas de Dios.
Boice es claro cuando afirma:
“Uno de los rasgos más tristes de la adoración contemporánea
es que los grandes himnos de la iglesia están casi fuera de circulación. No han
desaparecido totalmente, pero están en vía de desaparecer. Y en su lugar han
llegado cancioncitas triviales que tienen más en común con los malos
comerciales que con los salmos. El problema aquí no es tanto el estilo de la
música, aunque las palabras baratas van más con los tonos y las armonías
baratas. El problema más bien es con el contenido de las canciones. Los viejos
himnos expresaban la teología de la iglesia en maneras profundas y perceptivas
y con un lenguaje memorable y atractivo. Éstos levantaban los pensamientos del
adorador hacia Dios y les daban palabras vívidas con las cuales recordar los
atributos de Dios. Las canciones de hoy reflejan nuestra teología superficial o
inexistente y hacen casi nada por elevar nuestros pensamientos acerca de Dios.
Lo peor de todo son las canciones que meramente repiten una idea, palabra o
frase trivial una y otra vez. Canciones como éstas no son adoración, aunque tal
vez puedan dar a la persona que asiste a la iglesia una sensación religiosa.
Son mantras, que pertenecen más a una reunión de los adeptos de la Nueva Era
que a estar en medio de los adoradores de Dios”.
La participación de las ordenanzas
…Haced esto en memoria de mí. (Lc.22:19).
Estas fueron las palabras de Cristo a sus discípulos y
evocan lo que los discípulos de Cristo deberíamos hacer en los siglos posteriores.
Reconocemos solo dos ordenanzas que nos recuerdan de forma visible el
sacrificio de Cristo a favor de su pueblo: El bautismo y la mesa del Señor.
Ambas ordenanzas nos evocan la muerte de Cristo, pero su resurrección y nuestra
nueva vida en Él. Aquí por medio de elementos tangibles y mediante
exhortaciones de la Palabra de Dios, somos conscientes de la realidad
espiritual de los creyentes.
Participar de estas ordenanzas es parte de lo que Dios ha
ordenado a su iglesia hacer. No hacen parte de una adición o rito opcional.
Ningún creyente en general, debería abstenerse de estas ordenanzas pues son
otros medios de gracia que afirman su fe. No deberían darse en un contexto
trivial o desprovisto de todo elemento de culto, mas bien, deberían ser fieles
a una de las más bellas expresiones de fe de los hijos de Dios en culto
público.
El ofrecimiento de bienes materiales
Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga
aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no
se recojan entonces ofrendas.(1 Cor.16:2)
Como el pastor J.P. Cruz hace notar en su tratado de
adoración publica: “Cuando hablamos del tema económico no deja de haber
suspicacias en algunos, somos consientes que muchas iglesias falsas y pastores
falsos han utilizado la religión para sus fines económicos…no son pocas las
iglesias que abusan de los hermanos, teniéndolos solamente como una fuente
económica. Por un lado el invento de las indulgencias y el pago de misas….y por
otro lado tenemos iglesias que han hecho toda una estructura y han enseñado la
falsamente llamada doctrina de la prosperidad, en donde enseñan a los hermanos
a ofrendar por interés, con el afán y deseo de recibir de lo que dieron y no
como enseñan las escrituras”.
Pero el hecho fehaciente del abuso, no anula el principio
legítimo. Las Escrituras enseñan que los creyentes deben ofrendar a Dios como
han propuesto de antemano con buenos motivos de adoración a Dios, pues el
avance del reino de Dios es algo que le glorifica. Así, cuando nos reunimos
como iglesia, el creyente debe dar de una forma agradecida según haya
prosperado. Es importante que las ofrendas recolectadas en el culto sean dadas
en conciencia y como parte de la adoración y no como algo anexo y mundano que
hacemos. En muchos lugares el tiempo de las ofrendas es usado para cantar o
conversar o mientras se dan los anuncios, así se distrae en el acto mismo de
adoración que se pretende ofrecer. Sin embargo este también es un elemento que
debe ser observado con solemnidad y reverencia, como parte del culto ofrecido a
Dios, pues él mismo ha querido ser adorado así.
Todo esto en un contexto particular: El servicio unos a otros
Hágase todo para edificación. (1 Cor.14:26b).
Debo aclarar que no hablo del ministerio eclesial cuando la
iglesia no está reunida. Creo que el principio de servirnos los unos a los
otros supera las ocasiones cuando nos reunimos. Hablo específicamente de
servicio los unos a otros en los cultos. Debemos decir que la palabra iglesia
implica reunión y si algo debe caracterizar en las reuniones públicas es lo que
promueva la edificación mutua y corporativa no la privada. Algunos creyentes
van a culto y ponen una barrera invisible pero muy evidente y asumen el culto
público como una devoción privada. Así solo piensan en su propio provecho, en
su propia comodidad a expensas de las de los demás.
Hágase todo para edificación indica que cada elemento,
actitud, acción, debe edificar al cuerpo y no ser tropiezo para que la
edificación sea una realidad. No se puede ver como personas interrumpiendo,
llegando tarde a las reuniones, haciendo ruidos distractores, quizás durmiendo,
salidas a los pasillos o baños cuando la iglesia está adorando, miembros sin
sus elementos para la adoración, desconsideración y más, puedan aportar para la
edificación mutua. Hágase todo para edificación significa que soy consciente
que hago parte de un cuerpo, que el culto es la máxima expresión a la divinidad
dada por el cuerpo de Cristo y que me acojo, admiro y me apego a esto con
reverencia y amor.
De esta manera apreciamos que Dios no nos dejó en tinieblas
cuando instituyó su iglesia y su desarrollo, mucho menos el culto público que
le es agradable.
Por Jorge Castañeda
RECURSO PDF:
Soli Deo
Gloria