Importancia
¿Por qué este asunto de
“la Ley y el Evangelio” es importante? Permítame exponer seis razones:
1. Porque
no hay ningún punto de la Verdad Divina sobre el cual los ministros y los
cristianos cometen grandes errores que sobre la relación propia que existe
entre la Ley y el Evangelio.
2. Porque
no puede haber una verdadera santidad evangélica, ya sea en el corazón o en la
vida, si no procede de la fe que obra por el amor, y ninguna fe verdadera, bien
de la Ley o del Evangelio, a menos que la distinción principal entre la una y
la otra sea espiritualmente discernida. La Ley y el Evangelio son puestos
delante de nosotros en la Biblia como un sistema indivisible de la Verdad, sin
embargo hay una línea inmutable de distinción entre ellos. También hay una
conexión y relación inseparable entre ellos. Desafortunadamente, algunos ven la
diferencia pero no ven la relación; sin embargo, el hombre que conoce la
posición relativa de la Ley y el Evangelio tiene las llaves de la situación en
un entendimiento de la Biblia y su doctrina.
3. Porque
un entendimiento apropiado entre la Ley y el Evangelio es la marca de un
ministro que divide bien la Palabra de Verdad.Charles Bridges resumió bien esta
marca del verdadero ministro: “la marca de un ministro ‘aprobado por Dios, un
obrero que no tiene de qué avergonzarse’, es aquel que, ‘usa bien la Palabra de
Verdad’ Esto implica una aplicación completa y directa del evangelio a la masa
de sus oyentes no convertidos, combinado con un cuerpo de instrucción
espiritual a las diferentes clases de cristianos. Su sistema será marcado por
la simetría y la amplitud de la Escritura. Abarcará toda la Revelación de Dios,
en sus instrucciones doctrinales, privilegios experimentales y resultados
prácticos. Esta Revelación se divide en dos partes – la Ley y el Evangelio –
esencialmente distintas la una de la otra; aunque tan íntimamente conectadas,
que ningún conocimiento exacto de cualquiera de ellos puede ser obtenido sin el
otro…” (The Christian Ministry, [London: Banner of Truth Trust, 1967], p.
222)
La Ley, como Cristo,
siempre ha sido crucificada entre dos ladrones - el antinomianismo, por
un lado; y el legalismo en el otro. El antinomiano no ve ninguna relación entre
la Ley y el Evangelio excepto el de ser libre. El legalista falla en entender
la vital distinción entre los dos.
Algunos predican la Ley en
lugar del Evangelio. Algunos los modifican y no predican ni la Ley ni el
Evangelio. Algunos piensan que la Ley es el Evangelio, y otros creen que el
Evangelio es la Ley; aquellos que sostienen estos puntos de vista no tienen
claridad en ninguno de ellos.
Pero otros preguntan: ¿No
ha sido la Ley totalmente abrogada mediante la venida de Cristo a este mundo?;
¿Nos traería usted bajo este pesado yugo de esclavitud el cual nadie ha sido
capaz de soportar?; ¿No declara expresamente el Nuevo Testamento que no estamos
bajo la Ley sino bajo la Gracia?; ¿No dice que Cristo nació bajo la Ley para
liberar a Su pueblo de ella?; ¿No es un intento de sobre-atemorizar la
conciencia de los hombres por medio de imponer de forma legalista la autoridad
del Decálogo, en total desacuerdo con la libertad cristiana que el Salvador ha
traído por medio de Su obediencia hasta la muerte? Nosotros respondemos: Está
tan lejos que la Ley haya sido abolida por la venida de Cristo a este mundo, Él
mismo declaró enfáticamente.- “No penséis que he venido para abrogar la
ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de
cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una
tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido” (Mt 5:17-18) Es
cierto que el cristiano no está bajo la Ley como un pacto de obras, ni como un
ministerio de condenación; pero él está bajo ella como una regla de vida y un
objetivo estándar de justicia para todas las personas de todos los tiempos.
Esto hace que ella sea importante.
4. Porque
el poder de una vida santa necesita estar acompañada por la instrucción en el
modelo de la misma. ¿En qué consiste una conducta santificada? Respuesta.-
Consiste en agradar a Dios. ¿Qué es lo que agrada a Dios? Respuesta.- Que se
haga Su voluntad. ¿Dónde está Su voluntad para ser discernida? Respuesta.- en
Su Santa Ley. La Ley, entonces, es la regla cristiana de vida, y el creyente
encuentra que él se deleita en la Ley de Dios según el hombre interior (Ro
7:22) El cristiano no está sin ley sino “bajo la Ley de Cristo” una frase de
Pablo que se vuelve más exacta cuando se interpreta: “en la ley de Cristo” (1Co
9:21) Pecado es iniquidad, y la salvación es la presentación de la iniquidad en
su verdadera relación con Dios, dentro de la bienaventuranza de Su Santa Ley.
La Ley de Moisés no es otra que la Ley de Cristo, es el estándar objetivo así
como Cristo es nuestro modelo.
5. Porque
únicamente los Diez Mandamientos fueron honrados por Dios, fundados en amor, y
son obedecido por los afectos sentidos hacia Aquel que proveyó la redención.
A.W. Pink, escribiendo acerca de la singularidad de los Diez Mandamientos,
dijo: “Su singularidad aparece primero en que esta revelación de Dios en el
monte Sinaí – la cual iba a servir para todos los siglos venideros como la gran
expresión de Su santidad y la suma del deber de todo hombre – contó con tales
fenómenos que inspiraron temor, que la misma manera en que fueron publicados
mostró claramente que Dios mismo asignó al Decálogo una peculiar importancia.
Los Diez Mandamientos fueron pronunciados por Dios en una Voz audible con los
temores unidos de nubes y oscuridad, truenos y relámpagos y el sonido de una
trompeta, y ellos fueron las únicas partes de la Divina Revelación tan habladas
– ninguno de los preceptos ceremoniales o civiles fueron así distinguidos.
Aquellas Diez Palabras, y ellas solas, fueron escritas por el Dedo de Dios
sobre tablas de piedra, y ellas solamente fueron depositadas en el Arca Santa
para su resguardo. Así, en el único honor conferido sobre el Decálogo mismo,
nosotros percibimos su suprema importancia en el Gobierno Divino” (The Ten
Commandments, ([Swengel Pennsylvania: Reiner Publications 1961], p.5)
6. Porque
hay una necesidad de una norma moral fija y objetiva. La Ley Moral lleva
validez permanente ya que es una norma objetiva aprobada únicamente por Dios y
va directamente a la raíz de nuestros problemas morales. Pone su dedo en la
necesidad más profunda de la iglesia en el evangelismo, así como en la vida
cristiana: santificación. Los Diez Mandamientos se necesitan desesperadamente
no solamente en la iglesia, sino también en la sociedad. Vivimos en una
era-sin-ley al final del siglo XX. El desgobierno reina en los hogares, en las
iglesias, en las escuelas y en la tierra. Las Escrituras nos dicen que “La
justicia engrandece a la nación; mas el pecado es afrenta de las naciones” (Pro
14:34) Los Diez Mandamientos son la única norma verdadera de justicia.
La Medida Moral
Trágicamente, los
cristianos han contribuido al declive moral de nuestra sociedad por medio de
quitar los Diez Mandamientos de su propia instrucción. La Ley restringe el
pecado. Sin la Ley Moral, este mundo sería un campo de sangre, como es evidente
en los lugares donde no hay respeto por los Mandamientos de Dios. El puritano Samuel
Bolton, en “Los Verdaderos Límites de la Libertad Cristiana” ([London: Banner
of Truth Trust, 1964], p. 79) dice:
Bendito sea Dios que hay
este temor sobre los espíritus de los hombres malvados, de otra manera no
podríamos vivir bien en este mundo. Un hombre sería un demonio para otro. Cada
hombre sería un Caín a su hermano, un Amnón a su hermana, un Absalón a su
padre, un Saúl a sí mismo, un Judas a su maestro; porque lo que uno hace, todos
los hombres lo harían, sino fuera por una restricción a sus espíritus.
No solamente los impíos,
sino también los seguidores de Jesús necesitan un objetivo, fijo, sí, una norma
absoluta del bien y del mal. Una vida devocional no puede existir sin
considerar la moralidad. No podemos separar la devoción de la obligación.
Después de todo, ¿Qué constituye a una persona como devota? Respuesta.- Alguien
que está buscando hacer la voluntad de Dios, alguien quien es instruido en un
carácter santo. Y, ¿En qué consiste un carácter santo? Respuesta.- En hacer la
Voluntad de Dios. Y, ¿En dónde encontramos la Voluntad de Dios con respecto a
la moralidad? Repuesta.- En las únicas normas verdaderas que resumen la Ley
Moral – los Diez Mandamientos.
Este tema, la Ley y el
Evangelio, está en el grado más alto, es importante y edificante, tanto para
los santos como para los pecadores. Conocerlo experimentalmente, es ser “sabio
para salvación”, y vivir habitualmente bajo su influencia, es ser al mismo
tiempo santo y feliz. Tener puntos de vista espirituales distintos del mismo,
es la manera de ser guardados de acercarnos, por un lado, hacia la
auto-justicia, y por un lado, del libertinaje; y ser capaces de afirmar la
absoluta libertad de la gracia soberana, y al mismo tiempo, el sagrado interés
por la verdadera santidad. Sin un conocimiento experimental, y una fe sincera,
de la Ley y el Evangelio, un hombre no puede ni venerar la autoridad de uno, ni
estimar la gracia del otro.
La Ley y el Evangelio son
las partes principales de la Revelación Divina; o más bien, ellos son el
centro, la suma y la sustancia de todo. Cada pasaje de la Sagrada Escritura es
Ley o es Evangelio, o es competente de estar mencionando a uno o al otro. Aun
en las historias del Antiguo y Nuevo Testamento el accionar del hombre es
introducido como narrativa de hechos, realizados en conformidad o en
oposición a la Ley Moral de Dios; y realizados en la fe o incredulidad del
Evangelio. Las ordenanzas de la ley ceremonial, dada a los antiguos israelitas,
fueron, en su mayor parte, injertados en el Segundo y Cuarto Mandamiento de la
Ley Moral; y en su referencia tipológica, fueron una oscura revelación del
Evangelio. Los preceptos de la Ley Judicial, son todos mandamientos resumidos
en la Ley Moral, y especialmente, a aquellos contenidos en la Segunda Tabla.
Todas las amenazas, ya sea en el Antiguo o Nuevo Testamento, son amenazas de la
Ley o amenazas del Evangelio; y cada promesa, es una promesa ya sea de uno o
sea del otro. Cada profecía de la Escritura, es una declaración de cosas
oscuras o futuras, conectadas ya sea con la Ley o con el Evangelio, o con
ambos. Y no hay, en el Sagrado Libro, una amonestación o una reprensión, o una
exhortación, que no se refiera a la Ley, al Evangelio o a ambos. Entonces, si
un hombre no puede distinguir correctamente, entre la Ley y el Evangelio, él no
puede comprender correctamente, tanto como ningún artículo de la Verdad Divina.
Si él no tiene comprensiones justas y santas de la Santa Ley, tampoco puede
tener las acciones espirituales transformadoras del glorioso evangelio; y, por un
lado, sus puntos de vista del evangelio serán erróneos o equivocados, sus
nociones de la Ley no pueden ser correctas.
Además, si el conocimiento
especulativo, de la Ley y el Evangelio, son superficiales e indistintos, ellos
por lo general estarán en peligro de mezclar el uno con el otro y, en un mayor
grado que pueda ser concebido, ellos retardarán su progreso en santidad; así
como en paz y confortamiento. Pero por el contrario, si ellos pueden distinguir
bien entre la Ley y el Evangelio; por lo tanto, bajo las influencias
iluminadoras del Espíritu Santo, serán capaces de discernir la gloria de todo
el plan de redención, al reconciliar todos los pasajes de la Escritura los
cuales parecen contradecirse uno del otro; al probar si las doctrinas son de
Dios, para calmar sus propias conciencias en tiempos de problemas
intelectuales, y avanzar resueltamente en la santidad evangélica y en la
consolación espiritual.
Es importante considerar
la diferencia entre la Ley y el Evangelio así como la concordancia entre ellos.
El establecimiento de la Ley por el Evangelio, o la dependencia del Evangelio a
la autoridad y honor de la Ley debe ser tratado. El privilegio del creyente de
estar muerto a la Ley como un pacto de obras, con una consecuencia necesaria de
ello, es muy importante. Para enfatizar esta importancia de la Ley (los Diez
Mandamientos) voy a llamar a tres testigos fidedignos.
El Testimonio de Tres
Testigos
Considere las actitudes
expresadas por tres de los voceros escogidos de Dios con respecto a Su Ley:
1. David,
un hombre conforme al Corazón de Dios – el dulce cantor de Israel.“ Guíame por
la senda de tus mandamientos, porque en ella tengo mi voluntad” (Sal 119:35)
“Horror se apoderó de mí a causa de los inicuos que dejan tu ley” (Sal 119:53)
“¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación” (Sal 119:97)
“Aborrezco a los hombres hipócritas; mas amo tu ley” (Sal 119:113) “Tiempo es
de actuar, oh Jehová, porque han invalidado tu ley” (Sal 119:126)
2. El
principal apóstol de nuestro Señor – Pablo.“¿Luego por la fe invalidamos la
ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley” (Ro 3:31) “De manera que
la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno” (Ro 7:12)
“Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios” (Ro 7:22) “De
manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que
fuésemos justificados por la fe” (Ga 3:24)
3. Nuestro
Señor mismo.“No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he
venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que
pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta
que todo se haya cumplido” (Mt 5:17-18)
Por lo regular oímos esta
expresión: “Sé como Jesús” ¿Cómo era Él? Él era Perfecto. ¿Cómo lo sabemos?
Nosotros podemos tener una norma perfecta por la cual juzgar, y aquella norma
perfecta es la Perfecta Ley de Dios (Sal 19:7)
El Testimonio de toda la
Biblia
La importancia de este
tema se ve en que en toda la Biblia se refiere, ya sea a la Ley o al Evangelio.
Por ejemplo:
* La historia del Antiguo
y Nuevo Testamento, en lo que respecta al hombre, es nada más que las
narraciones de las vidas vividas en conformidad con, o en oposición a la Ley
Moral de Dios; o vividas en fe o incredulidad del Evangelio.
* Todas las amenazas del
Antiguo y Nuevo Testamento son amenazas ya sea de la Ley o del Evangelio. “El
que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado,
porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Jn 3:18)… Cuando
el Señor Jesús sea revelado desde el cielo con sus poderosos ángeles, en llama
de fuego tomará venganza de aquellos quienes no conocieron a Dios, y sobre
aquellos quienes no obedecieron al evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Estos
serán castigados con destrucción eterna de la Presencia de Dios y de la gloria
de Su poder (2Ts 1:7-9)
* Cada profecía de la
Escritura es una declaración de cosas oscuras y futuras y están conectadas ya
sea con la Ley o con el Evangelio.
* Cada promesa, es una
promesa relacionada ya sea con la Ley o con el Evangelio.
* Cada buena amonestación,
reprensión o exhortación, es con referencia con la Ley, el Evangelio, o ambos.
Así, la Ley y el Evangelio
son el centro, la suma y la sustancia de toda la Biblia. ¿Cuán importante es
entonces relacionar y distinguir propiamente a los dos?; Cuanto más nos
acerquemos a una visión clara de la diferencia entre la Ley y el Evangelio, y
la conexión entre ellos, ya que uno sirve para establecer al otro; más
entenderemos las Sagradas Escrituras, y así la voluntad y la mente de Dios y
más útiles seremos en Su servicio.
Dos Clases de Conocimiento
Otra indicación de la
importancia de la Ley, es que ella revela las dos clases de conocimiento que
son necesarios para la salvación:
1. La
Ley revela el carácter de Dios. La Ley de Dios viene de Su naturaleza. La
naturaleza de Dios determina lo que es correcto, y la voluntad de Dios impone
tal norma sobre todas Sus criaturas como una obligación moral. Siendo que Su
voluntad fluye de Su naturaleza, y la Ley es perfecta (Sal 19:7), la Ley
refleja la perfección de Su naturaleza.
El hombre no es
responsable ante una ley abstracta, sino ante Dios. Detrás de la Ley está el
Dador de la Ley. En consecuencia, encontrar defectos en la Ley es encontrar
defectos en el Dador de la Ley. La Ley no son edictos arbitrarios de un déspota
caprichoso; sino son los sabios, santos y amorosos preceptos de Uno quien es
celoso por Su gloria y por el bien de Su pueblo.
Cristo fue Perfecto. ¿Cómo
lo sabemos? Él guardó la Ley perfectamente. El era la Ley personificada. Cristo
manifestó al Padre perfectamente: “Porque en él habita corporalmente toda la
plenitud de la Deidad” (Col 2:9)
2. La
Ley revela la condición del hombre. Acercarse a alguien y decirle: “Todos hemos
pecado” no trae convicción a menos que la persona sepa lo que es el pecado.
“Pecado es la transgresión de la Ley” (1Jn 3:4) “porque por medio de la ley es
el conocimiento del pecado” (Ro 3:20) El conocimiento del pecado como violación
de la Ley de Dios trae convicción.
La Ley y el Evangelismo
De igual manera, la
importancia de la Ley es vista en un tema que es estimado en el corazón de todo
verdadero predicador y todo evangelismo cristiano verdadero.
En los días pasados, los
niños aprendían los mandamientos antes de aprender Juan 3:16, porque solamente
entonces Juan 3:16 llegaba a tener sentido. Igualmente, la primera obra de
traducción de John Elliot entre los indígenas no fue Juan 3:16, sino los Diez
Mandamientos, y su primer sermón fue acerca de los mandamientos. ¿Pensaba John
Elliot que los indígenas serian salvos por medio de los Diez Mandamientos? Por
supuesto que no, pero los mandamientos les mostraría a ellos el porqué de la
necesidad de ser salvados, que ellos eran quebrantadores de la Ley; y que ellos
necesitaban un sustituto que haya guardado la Ley.
John Patton, un gran
misionero presbiteriano para las Nuevas Hébridas, primero enseñó los
Mandamientos. ¿Por qué? Las personas nunca se interesarán debidamente en una
relación con el Redentor hasta que ellos vean la terrible brecha en sus
relaciones con el Creador. Los mandamientos son el mandato moral del Creador
para las criaturas. La aguja fina de la Ley abre el camino para el hilo de
grana del evangelio. La Ley es indispensable en un evangelismo bíblico,
centrado en Dios.
Resumen
1. Toda
la Biblia es Ley y Evangelio, y los dos están vitalmente vinculados entre sí
que un conocimiento exacto del uno no se puede conseguir sin el otro.
2. La
Ley revela el carácter de Dios y la condición del hombre. Estas dos clases de
conocimiento son absolutamente necesarios para la salvación. (Vea por ejemplo
el primer capítulo de la Institución de la Religión Cristiana de Juan Calvino)
3. La
Ley es esencial para la verdadera evangelización bíblica porque por la Ley es
el conocimiento del pecado. Fue la Ley la que fue efectiva en la conversión del
apóstol Pablo “Yo no conocí el pecado, sino por la Ley” (Ro 7:7)
4. La
Ley es la única regla y orientación bíblica para la obediencia – esto es, una
vida santificada. ¿En qué consiste una conducta santificada? En hacer la
voluntad de Dios. ¿Cuál es la voluntad de Dios con respecto a la moralidad? La
Ley Moral resumida en los Diez Mandamientos.
5. La
Ley es una de las tres verdades de la Biblia que se mantiene o caen juntas: 1)
La Ley de Dios, 2) la Cruz de Cristo; y, 3) El justo juicio de Dios
Todopoderoso.
En primer lugar, si no hay
Ley no hay pecado porque el pecado es la transgresión de la Ley (Los Diez
Mandamientos).
En segundo lugar, si no
hay Cruz entonces no hay esperanza para los pobres pecadores – no hay perdón de
los pecados.
En tercer lugar, si no hay
un juicio justo del Todopoderoso Dios nadie se preocuparía por el pecado o por
un Salvador. Estas tres verdades permanecen o caen juntas.
Las siguientes palabras de
J. Gresham Machen, el fundador principal del Seminario Teológico Westminster
enfatizará la importancia del lugar de la Ley:
Una nueva y más poderosa
proclamación de la Ley es quizás la necesidad más apremiante de esta hora, los
hombres tendrían poca dificultad con el evangelio si ellos hubieran aprendido
la lección de la Ley. Así que siempre: un punto de vista bajo de la Ley siempre
conduce al legalismo en la religión; un punto de vista alto de la Ley hace a un
hombre buscar la gracia. Ore a Dios para que un punto de vista alto pueda
prevalecer nuevamente (What is Faith?, [Edinburgh: Banner of Truth Trust], pp.
141-142)
Predicador, predique la
Ley Moral de Dios; y padres, enseñen a sus hijos los Diez Mandamientos. Por Ernest Reisinger
Soli
Deo Gloria