Hace más de un siglo, hablando a la que entonces era la
congregación más grande de toda la Cristiandad, Charles Spurgeon dijo: “Creo
que es anticristiano e impío, para cualquier cristiano, vivir con el objetivo
de acumular riquezas. Usted dirá, '¿No se supone que debemos esforzarnos todo
lo que podamos por conseguir tanto dinero como podamos?' Pudieras hacerlo. No
me cabe duda que, al hacerlo, usted puede servir a la causa de Dios. Pero lo
que dije es que vivir con el objetivo de acumular riquezas, es
anticristiano”.
Al pasar de los años, el mensaje que se predica en
algunas de las iglesias más grandes del mundo ha cambiado. De hecho, hay un
nuevo evangelio que se predica hoy día. A este mensaje se le han adscrito
muchos nombres, tales como evangelio de “decláralo y recíbelo”, el evangelio de
“písalo y arrebátalo”, el evangelio de “la salud y las riquezas”, el “evangelio
de la prosperidad” y “la teología de la confesión positiva”.
Sin importar cuál sea el nombre utilizado, la esencia del
mensaje es la misma. En pocas palabras, este “evangelio de la prosperidad”
enseña que Dios quiere que los creyentes sean sanos físicamente, ricos
materialmente, y felices personalmente. Así lo dice Robert Tilton: “Creo que
es la voluntad de Dios que todos prosperen, porque así lo veo en la Palabra, y
no porque lo haya visto funcionar poderosamente en otra persona. No pongo mis
ojos en los hombres, sino en Dios que me da el poder para hacer riquezas”.
Los maestros del evangelio de la prosperidad animan a sus seguidores a
orar –incluso a demandar a Dios– un florecimiento material.
Cinco errores teológicos
Russell Woodbridge y yo escribimos un libro titulado
“Health, Wealth and Happinness” (“Salud, riqueza y felicidad: ¿Ha eclipsado el
evangelio de la prosperidad el evangelio de Cristo?”) con el objetivo de
examinar las afirmaciones de los defensores del evangelio de la prosperidad.
Aunque el libro abarca demasiado como para resumirlo aquí, en este artículo voy
a tratar de revisar cinco doctrinas que se cubren en el mismo, doctrinas donde
el evangelio de la prosperidad defiende el error. Mientras discernimos estos
errores con respecto a doctrinas claves, espero que podamos ver claramente los
peligros de este falso evangelio.
1. El pacto de Abraham es un medio para el derecho material.
El pacto de Abraham (Génesis 12, 15, 17, 22) es una de las
bases teológicas del evangelio de la prosperidad. Es bueno que los teólogos de
la prosperidad reconozcan que gran parte de las Escrituras son un registro del
cumplimiento del pacto con Abraham, pero es malo que no mantengan una visión
ortodoxa de este pacto. Ven de forma incorrecta el inicio del pacto, y, más
significativamente, ven incorrectamente la aplicación de dicho pacto.
En su libro “Spreading the Flame” (Esparciendo la llama),
Edward Pousson expuso la visión de la prosperidad sobre la aplicación del pacto
Abrahámico: “Los cristianos son los hijos espirituales de
Abraham, y los herederos de las bendiciones de la fe… Esta herencia de Abraham
se desarrolla principalmente en términos de derechos materiales”.
En otras palabras, el evangelio de la prosperidad enseña que el propósito
principal del pacto con Abraham era su bendición material por parte de Dios.
Como ahora los creyentes son hijos espirituales de Abraham, hemos heredado esas
bendiciones financieras. Como Kenneth Copeland escribió en su libro de 1974 “The
Laws of Prosperity” (Las leyes de la prosperidad): ”Como el
pacto de Dios ha sido establecido, y la prosperidad es una provisión de este
pacto, ¡usted tiene que tomar conciencia de que la prosperidad ahora le
pertenece!”.
Para apoyar esta afirmación, los maestros de la prosperidad
apelan a Gálatas3:14, que se refiere a “la bendición de Abraham que viene sobre los
gentiles en Cristo Jesús”. Es interesante, sin embargo, que en sus
apelaciones a Gálatas 3:14 estos
maestros ignoran la segunda mitad del versículo: “para que
recibiéramos la promesa del Espíritu mediante la fe”. Claramente,
Pablo está recordando a los Gálatas las bendiciones espirituales de la
salvación, no la bendición material de las riquezas.
2. La expiación de Jesús se extiende hasta el “pecado” de la
pobreza material.
En su artículo en Biblioteca Sacra “A Theological
Evaluation of the Prosperity Gospel” (Una valoración teológica del evangelio de
la prosperidad), el teólogo Ken Sarles observa cómo el evangelio de la
prosperidad reclama que “tanto la salud física como la prosperidad
financiera, han sido provistas en la expiación”. Esta
observación parece ser acertada a la luz de la afirmación de Copeland de que “el
principio básico de la vida cristiana es saber que Dios ha puesto nuestro
pecado, malestar, enfermedad, tristeza, angustia y pobreza sobre Jesús en el
Calvario”. Este mal entendimiento del alcance de la expiación
surge de dos errores que cometen los defensores del evangelio de la prosperidad.
En primer lugar, muchos de los que defienden la teología de
la prosperidad tienen un concepto erróneo fundamental sobre la vida de Jesús.
Por ejemplo, el profesor John Avanzini proclamó en un programa de TBN que
Jesús tenía “una casa bonita”, “una casa grande,” “Jesús estaba manejando
grandes cantidades de dinero”, e incluso que “llevaba ropa de diseñador”. Es
fácil ver cómo esa visión deformada de la vida de Cristo podría llevar a
un error igualmente deformado sobre la muerte de Cristo.
Un segundo error que conduce a una visión errónea de la
expiación es malinterpretar 2 Corintios 8:9,
que dice: “Porque conocen la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que siendo rico,
sin embargo por amor a ustedes se hizo pobre, para que por medio de Su pobreza
ustedes llegaran a ser ricos”. Aunque una lectura superficial
de este versículo podría llevarnos a creer que Pablo estaba enseñando sobre un
aumento en la riqueza material, la lectura en su contexto revela que, de hecho,
estaba enseñando el principio opuesto. En realidad, Pablo estaba enseñando a
los corintios que ya que Cristo realizó tanto por ellos a través de la
expiación, deberían vaciarse de sus riquezas en el servicio del Salvador. Esta
es la razón de que, solo cinco versículos más tarde, Pablo inste a los
corintios a dar sus riquezas por los hermanos necesitados, escribiendo: “En el
momento actual la abundancia de ustedes suple la necesidad de ellos”, 2 Corintios 8:14.
3.
Los cristianos dan para ganar una compensación material de Dios.
Una de las características más llamativas de los teólogos de
la prosperidad es su aparente fijación con el dar. Se nos insta a dar
generosamente y se nos confronta con declaraciones piadosas como: “La
verdadera prosperidad es la capacidad de utilizar el poder de Dios para
satisfacer las necesidades de la humanidad en cualquier ámbito de la vida”, y “Hemos
sido llamados para financiar el evangelio al mundo”. Mientras que
tales declaraciones pueden parecer loables, este énfasis en el ofrendar se basa
en motivos que son todo menos filantrópicos. La fuerza que impulsa esta
enseñanza sobre el dar es a lo que el maestro de la prosperidad Robert Tilton
se refirió como “Ley de la compensación”. De acuerdo con esta ley,
supuestamente basada en Marcos 10:30,
los cristianos deben dar generosamente a los demás, porque cuando lo hacen,
Dios les devuelve más a cambio. Esto, a su vez, conduce a un ciclo de cada vez
mayor prosperidad, que nunca se detiene.
Como Gloria Copeland expuso en su libró de 2012 “God’s Will
is Prosperity” (La voluntad de Dios es la prosperidad): “Si
da 10 dólares recibirá 1.000, si da 1.000 recibirá 100.000 ... En
resumen, Marcos10:30es un muy buen negocio”. Es evidente, por tanto, que la
doctrina del dar del evangelio de la prosperidad, está construida sobre motivos
deficientes. Mientras que Jesús enseñó a sus discípulos a “dar sin esperar nada
a cambio” (Lucas10:35) los teólogos de la prosperidad enseñan a sus discípulos a dar
porque conseguirán un gran retorno de inversión.
4. La fe es una fuerza espiritual autogenerada que conduce a
la prosperidad.
Mientras que el cristianismo ortodoxo entiende la fe como la
confianza en la persona de Jesucristo, los maestros de la prosperidad defienden
algo bastante diferente. “La fe es una fuerza espiritual, una energía
espiritual, un poder espiritual. Es esta fuerza de la fe la que hace que las
leyes del mundo espiritual funcionen”, escribe Copeland. “Hay
ciertas leyes que gobiernan la prosperidad revelada en la Palabra de Dios. La
fe hace que funcionen”. Obviamente, este es un entendimiento
erróneo de la fe. Quizás incluso herético.
Según la teología de la prosperidad, la fe no es un acto de
la voluntad dado por Dios y centrado en Dios. Más bien, es una fuerza
espiritual forjada en lo humano y dirigida a Dios. Desde luego, cualquier
teología que vea la fe principalmente como un medio para obtener beneficios
materiales en lugar de justificación ante Dios debe ser, en el mejor de los
casos, considerada inadecuada.
5. La oración es una herramienta para forzar a Dios a que
conceda prosperidad.
Los predicadores del evangelio de la prosperidad hacen notar
a menudo que “no tenemos porque no pedimos” (Santiago 4:2).
Nos animan a orar por el éxito personal en todas las áreas de la vida. Como
escribe Creflo Dollar, “Cuando oramos, creyendo que ya hemos recibido lo
que estamos orando, Dios no tiene más remedio que hacer que nuestras oraciones
se cumplan… Es una clave para conseguir resultados como cristiano”.
Las oraciones pidiendo bendición personal no son
inherentemente malas, pero el excesivo énfasis que hace el evangelio de la
prosperidad sobre el hombre convierten a la oración en una herramienta que
los creyentes pueden utilizar para forzar a Dios a concederles sus deseos. En
la teología de la prosperidad, es el hombre (y no Dios) el que se convierte en
el punto central de la oración. Curiosamente, los predicadores de la
prosperidad a menudo ignoran la segunda mitad de la enseñanza de Santiago sobre
la oración: “Piden y no reciben, porque piden con malos
propósitos, para gastarlo en sus placeres”(Santiago 4:3).
Dios no responde las peticiones egoístas que no honran su Nombre.
Ciertamente, todas nuestras peticiones deben ser conocidas
delante de Dios (Filipenses4:6), pero el evangelio de la prosperidad se centra demasiado en los deseos
del hombre, que puede llevar a la gente a hacer oraciones egoístas y
superficiales que no traen gloria a Dios. Además, cuando esto se combina con la
doctrina de la fe de la prosperidad, esta enseñanza puede llevar a la gente a
intentar manipular a Dios para conseguir lo que quieren, lo cual es una tarea
inútil. Esto está muy lejos de orar diciendo: “Hágase tu voluntad”.
Falso evangelio
A la luz de las Escrituras, el evangelio de la prosperidad
es fundamentalmente erróneo. En el fondo, se trata de un evangelio falso debido
a su defectuosa visión de la relación entre Dios y el hombre. En pocas
palabras, si el evangelio de la prosperidad es verdad, la gracia es algo
obsoleto, Dios es irrelevante, y el hombre es la medida de todas las cosas. Ya
sea que estemos hablando del pacto con Abraham, de la expiación, del dar, de la
fe, o de la oración, los maestros de la prosperidad convierten la relación
entre Dios y el hombre en una transacción de dar y recibir. Como James Goff
señaló en un artículo de 1990 para Christianity
Today, Dios se ve “reducido a una especie de 'mayordomo cósmico' que atiende las necesidades y deseos de su creación”.
Today, Dios se ve “reducido a una especie de 'mayordomo cósmico' que atiende las necesidades y deseos de su creación”.
Este es un punto de vista completamente inadecuado y
antibíblico de la relación entre Dios y el hombre.
David W. Jones