miércoles, 31 de agosto de 2016

Lugares Altos

“SÓLO QUE LOS LUGARES ALTOS NO FUERON QUITADOS; EL PUEBLO TODAVÍA SACRIFICABA Y QUEMABA INCIENSO EN LOS LUGARES ALTOS”, 2 REYES 15:4

A pesar de que Azarías tuvo muchos logros, no destruyó los lugares altos, donde se encontraban los santuarios de Judá, de la misma manera que tampoco lo hicieron su padre Amasías y su abuelo Joás. Azarías imitó a los reyes de los cuales había escuchado historias y que había observado mientras crecía. Aun cuando el padre y el abuelo de Azarías fueron básicamente reyes buenos, eran modelos deficientes en ciertas áreas importantes. Para levantarnos por encima de la influencia de modelos deficientes, debemos buscar modelos mejores. Cristo nos provee un modelo perfecto.

En los tiempos de Elías y Eliseo, había una constante entre los reyes que buscaron al Señor. Vemos una y otra vez en 2 Reyes que ellos obedecían las ordenanzas del Dios de sus padres y se volvían de sus malos caminos, pero no completamente. Algunos, como Jehú, se dedicaron en hacer cumplir las palabras del Señor, y erradicaron por completo a los seguidores de Baal, al templo de Baal y a los sacerdotes; pero no destruyeron los lugares altos. Estos eran los lugares donde el pueblo iba a sacrificar y quemar incienso a falsos dioses.

Entonces, podemos ver que ellos seguían los estatutos del Señor, pero “los lugares altos no fueron quitados”. No habían examinado cada parte de su reinado para erradicar toda idolatría y pecado.

Esto me recuerda a nuestras propias vidas como cristianos. Por la gracia soberana de Dios, somos contados entre las filas de Cristo, hemos entregado nuestras vidas al Señor que nos rescató del pecado y de la muerte eterna, perseguimos Su voluntad y procuramos guardar Sus palabras. Pero viene la pregunta: ¿se escribirá de nosotros que no hemos quitado los lugares altos?

La Biblia dice que el rey Azarías “hizo lo recto ante los ojos del Señor…Sólo que los lugares altos no fueron quitados” (2 Re. 15:3-4). Es cómo si dijese: “Caminaba recto ante el Señor, pero…”. Los lugares altos nos hablan de idolatría, y de una que el Señor tiene en cuenta. Es cierto que no siempre vemos las consecuencias inmediatas para los reyes de Israel, pero para Dios no era algo menor. Vez tras vez el Espíritu Santo inspiró y guió a que se escribiera sobre esta porción que no había sido entregada al Señor.

¿Se escribirá de nosotros que no hemos quitado los lugares altos?

Bien dijo Juan Calvino que el corazón humano es una fábrica de ídolos, y es muy posible que algunos de ellos que aún permanecen en nuestro corazón. Estos son los “peros” en nuestra vida: lugares altos que no hemos erradicado en pos de la completa santidad.

Examinemos nuestra vida a la luz de la Palabra de Dios, y pidamos al Padre de todas las luces que traiga un resplandor de santidad a cada rincón de nuestro ser. Tomemos los lugares altos y derribémoslos para vivir una vida cada día más entregada al Señor que nos rescató.

Sin importar cómo fue criado, ni quién influyó en su vida, usted puede avanzar más allá de esas limitaciones al tomar como ejemplo a Cristo y al tratar conscientemente de vivir como El lo hizo.

¿Qué lugar alto te está pidiendo el Señor que entregues en el altar de la obediencia y santidad?
Soli Deo Gloria