“SÓLO QUE LOS LUGARES ALTOS NO FUERON QUITADOS; EL PUEBLO TODAVÍA SACRIFICABA Y QUEMABA INCIENSO EN LOS LUGARES ALTOS”, 2 REYES 15:4
A pesar de que Azarías tuvo muchos logros, no destruyó los
lugares altos, donde se encontraban los santuarios de Judá, de la misma manera
que tampoco lo hicieron su padre Amasías y su abuelo Joás. Azarías imitó a los
reyes de los cuales había escuchado historias y que había observado mientras
crecía. Aun cuando el padre y el abuelo de Azarías fueron básicamente reyes
buenos, eran modelos deficientes en ciertas áreas importantes. Para levantarnos
por encima de la influencia de modelos deficientes, debemos buscar modelos
mejores. Cristo nos provee un modelo perfecto.
En los tiempos de Elías y Eliseo, había una constante entre
los reyes que buscaron al Señor. Vemos una y otra vez en 2 Reyes que ellos
obedecían las ordenanzas del Dios de sus padres y se volvían de sus malos
caminos, pero no completamente. Algunos, como Jehú, se dedicaron en hacer
cumplir las palabras del Señor, y erradicaron por completo a los seguidores de
Baal, al templo de Baal y a los sacerdotes; pero no destruyeron los lugares
altos. Estos eran los lugares donde el pueblo iba a sacrificar y quemar
incienso a falsos dioses.
Entonces, podemos ver que ellos seguían los estatutos del
Señor, pero “los lugares altos no fueron quitados”.
No habían examinado cada parte de su reinado para erradicar toda idolatría y
pecado.
Esto me recuerda a nuestras propias vidas como cristianos.
Por la gracia soberana de Dios, somos contados entre las filas de Cristo, hemos
entregado nuestras vidas al Señor que nos rescató del pecado y de la muerte
eterna, perseguimos Su voluntad y procuramos guardar Sus palabras. Pero viene
la pregunta: ¿se escribirá de nosotros que no hemos quitado los lugares altos?
La Biblia dice que el rey Azarías “hizo lo recto ante los
ojos del Señor…Sólo que los lugares altos no fueron quitados” (2 Re. 15:3-4).
Es cómo si dijese: “Caminaba recto ante el Señor, pero…”. Los lugares altos nos
hablan de idolatría, y de una que el Señor tiene en cuenta. Es cierto que no siempre
vemos las consecuencias inmediatas para los reyes de Israel, pero para Dios no
era algo menor. Vez tras vez el Espíritu Santo inspiró y guió a que se
escribiera sobre esta porción que no había sido entregada al Señor.
¿Se escribirá de nosotros que no hemos quitado los lugares
altos?
Bien dijo Juan Calvino que el corazón humano es una fábrica
de ídolos, y es muy posible que algunos de ellos que aún permanecen en nuestro
corazón. Estos son los “peros” en nuestra vida: lugares altos que no hemos erradicado
en pos de la completa santidad.
Examinemos nuestra vida a la luz de la Palabra de Dios, y
pidamos al Padre de todas las luces que traiga un resplandor de santidad a cada
rincón de nuestro ser. Tomemos los lugares altos y derribémoslos para vivir una
vida cada día más entregada al Señor que nos rescató.
Sin importar cómo fue criado, ni quién influyó en su vida,
usted puede avanzar más allá de esas limitaciones al tomar como ejemplo a
Cristo y al tratar conscientemente de vivir como El lo hizo.
¿Qué lugar alto te está pidiendo el Señor que entregues en el altar de la obediencia y santidad?
¿Qué lugar alto te está pidiendo el Señor que entregues en el altar de la obediencia y santidad?
Soli Deo Gloria