miércoles, 31 de agosto de 2016

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Entonces…¿Para qué predicar el evangelio?

Hay un argumento muy frecuente contra la doctrina bíblica de la elección. Es el siguiente: “Si Dios elige a los que han de ser salvos, entonces… ¿para qué predicar el evangelio? de todos modos van a ser salvos”.  Con esta respuesta quienes están en contra de la elección soberana de Dios pretenden acorralar a quienes la proclaman.

Ahora bien, ese argumento transmite mucho de lo que estas personas creen. Sin darse cuenta, están diciendo más de lo que quieren decir; por sus mismas bocas están revelando sus verdaderos pensamientos, su entendimiento del evangelio y sus profundas motivaciones.

Creen que la motivación de la predicación es solamente la salvación.

Creen tener un papel muy protagónico en la salvación.

Creen que la predicación del evangelio es incompatible con la elección de Dios.

Ampliando:

1.- Al decir: “Si Dios elige a los que han de ser salvos, entonces… ¿para qué predicar el evangelio?” están diciendo que la salvación de las personas es la única motivación para predicar el evangelio. Si así no fuera, ellos mismos tendrían la respuesta a su pregunta. Sin embargo al mirar la escritura encontramos que la motivación de la proclamación del evangelio no es solamente la salvación, hay por lo menos otras dos motivaciones para hacer todo lo que hacemos. Quizás la más sublime que todo hombre debe buscar es LA GLORIA DE DIOS.  Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios. (1 Corintios 10:31). Y por supuesto esto incluye la predicación. Si el propósito fuera la salvación solamente, cuando el evangelio es predicado y nadie se convierte todo sería vano. Cuando se busca la gloria de Dios en el evangelismo, el propósito se cumple independientemente del resultado.  Dios fue glorificado cuando se le predicó a Lidia como también cuando se le predicó a Agripa, pese a que la primera se convirtió y el segundo por “poco” se persuade. El resultado no frustra el plan. En segundo lugar, no por eso menos importante,  la motivación para la predicación de evangelio es LA OBEDIENCIA.Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. (Mateo 16:15)  Cada vez que predicamos el evangelio verdadero obedecemos la gran comisión. También podemos cumplir esta tarea independientemente de que las personas se conviertan o rechacen al salvador. Muchas veces no vemos como desobediencia cuando omitimos predicar el evangelio, deberíamos recordar al apóstol Pablo cuando dijo: “porque me es impuesta necesidad; y !!ay de mí si no anunciare el evangelio!” (1 Corintios 9:16)  En tercer lugar, la motivación para predicar el evangelio es LA SALVACIÓN de los pecadores. Aquí este punto toma su lugar correcto. Si me enfoco en este aspecto y descuido los dos anteriores puedo caer en un error de comprensión del evangelio. Si tenemos las dos motivaciones anteriores entonces cuidaremos de NO ALTERAR el mensaje, ya que si lo hacemos, no estaríamos obedeciendo a Dios y mucho menos buscando su gloria. En estos dos errores caen fácilmente los que no creen en la elección incondicional de Dios para salvación.  Veamos lo que decía el apóstol respecto a quienes anunciamos el evangelio: “Porque para Dios somos grato olor de Cristo en los que se salvan, y en los que se pierden; a éstos ciertamente olor de muerte para muerte, y a aquéllos olor de vida para vida. Y para estas cosas, ¿quién es suficiente? Pues no somos como muchos, que medran falsificando la palabra de Dios, sino que con sinceridad, como de parte de Dios, y delante de Dios, hablamos en Cristo.”  2 Corintios 2:15-17

2.- Al decir: “Si Dios elige a los que han de ser salvos, entonces… ¿para qué predicar el evangelio?” están diciendo también “es necesario predicar el evangelio, pues Dios no eligió a nadie para salvación”. De este modo, frecuentemente creen tener un rol protagónico en la proclamación del mensaje y por esto son generalmente tan activos en campañas y reuniones para predicar y usualmente generan presión sobre los oyentes para que se decidan por Cristo. De pronto, se ve el rol del predicador un tanto distorsionado. Piensan que el destino eterno de una persona puede estar determinado por la tarea evangelistica. Ejemplo: Si te encuentras con un incrédulo hoy y no le hablas el evangelio, luego mañana te enteras que esa persona murió entonces piensas “si le hubiera predicado, quizás hubiera ido al cielo”.  Esto revela que crees que el destino eterno de cada individuo está abierto mientras vive y que si llegas con el mensaje y la persona acepta a Cristo ese destino es cambiado en ese momento. Esto no es así. El destino eterno de las personas no está determinado por nuestro anuncio del evangelio sino fue determinado por Dios desde antes de la fundación del mundo. No tenemos ningún poder de incidencia en ese destino, solamente podemos ser instrumentos de Dios en la salvación de los elegidos si anunciamos su Palabra. Es cierto, si no predicamos somos desobedientes al mandato divino, pero nuestra desobediencia nunca determina la condenación de nadie. Cada persona será condenada por sus pecados: el alma que pecare, esa morirá. (Jeremías 18:4), Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. (Romanos 1:20)… y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; más los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación.(Juan 5:29).  Debemos evitar un evangelismo centrado en el predicador. Nosotros no somos lo importante, el tesoro es el mensaje. Dios en su gracia se complace en usar a sus débiles criaturas para una tarea tan sublime, pero el tesoro es el evangelio. “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros” (2 Corintios 4:7). La salvación de las personas no está en manos de  hombres, si así fuera sería desastroso. No se salva hoy ni uno más del que Dios determinó ni se salvará mañana ni uno menos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó. (Romanos 8:30 note “a estos”) La gente no irá al infierno por nuestra culpa, o por nuestra falta de predicación. Esa suele ser una engañosa forma de cargar la conciencia de alguien que no conoce la doctrina bíblica. ¿Piensas que Dios dejará que una persona se vaya al infierno porque un día no le predicaste y así luego te culpará a ti diciéndote: “esta persona se fue al infierno por tu culpa, si le hubieras predicado se habría salvado”? Esa es una carga muy difícil de llevar que yo mismo tuve por mucho tiempo antes de conocer las doctrinas de la gracia.  El consuelo es este: A su tiempo Dios llamará a sus escogidos. Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera. (Juan 6:37). Aún con ese descanso que nos da saber que Dios es soberano en la salvación debemos recordar también que Dios determinó la forma en ese mensaje llegaría a los perdidos:  “Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación.” (1 Corintios 1:21). Es un tremendo privilegio y una gran responsabilidad, somos llamados a vivir con pasión por las almas y anunciar con denuedo el mensaje de salvación. Una vez más el apóstol Pablo nos muestra el camino: Por tanto, todo lo soporto por amor de los escogidos, para que ellos también obtengan la salvación que es en Cristo Jesús con gloria eterna.  (2 Timoteo 2:10)

3.- Al decir: “Si Dios elige a los que han de ser salvos, entonces… ¿para qué predicar el evangelio?” están diciendo también que hay una incompatibilidad entre las dos doctrinas. Sin embargo, la doctrina de la elección de ningún modo es incompatible con la doctrina de la predicación. Las dos son muy importantes y están ampliamente ligadas al tema central de la Biblia: El evangelio. Dios en su plan soberano eligió a quienes ha de ser salvos. Lo hizo por gracia, es decir, no hay ninguna característica, cualidad u obra que hace al pecador salvo; ni siquiera la aceptación del mensaje. El arminiano (quien se opone a la doctrina de la elección incondicional) ve a la aceptación del mensaje y al creer como la parte que el pecador “debe hacer” para ser salvo. Aún así, ellos insisten en que eso no es una obra. En cambio, el que cree en la elección de Dios verá la respuesta al evangelio (creer) como la obra de Dios en una persona, pues reconoce que es incapaz de hacer algo bueno sino por la regeneración de Dios. Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. (1 Corintios 2:14), De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. (Juan 3:3) los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios (Juan 1:13)  Él obró en nosotros de tal forma que creímos, lo reconocimos como nuestro salvador con la fe que nos dio por su Palabra. Somos llamados a predicar a toda criatura. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. (2 Corintios 5:20) No andamos buscando el rótulo de “elegido” en cada persona para anunciarle el evangelio, eso sólo lo sabe Dios; procuramos ser guiados por Dios para hacerlo, en el poder de su Espíritu, en obediencia y para la Gloria de su nombre. Anunciamos el evangelio del arrepentimiento y la fe en Cristo Jesús y no creemos a toda profesión de fe, esperamos ver frutos para llamarle hermano. Así que, por sus frutos los conoceréis. (Mateo 7:20). Descansamos en que Dios salvará su pueblo. El rey cumple su voluntad.

Esta es la perfecta armonía que hay en su palabra. El plan que Dios está llevando a cabo, el plan de redención se cumplirá y todos los suyos (su pueblo) será salvo pues Cristo murió efectivamente por ellos y de los que el Padre le dio (a Cristo) ninguno se perderá.

…porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.  Mateo 26:28


Fuente: verdadenamor.wordpress.com
Soli Deo Gloria