Pero
algunos tal vez digan: Si Dios interviene en el ordenamiento de todas las cosas
que acontecen, también lo hace en el pecado de los hombres.
Mi
respuesta es: No, en absoluto; él no tiene nada que ver con el pecado de ningún
hombre. Dios no puede ir en contra de su propia naturaleza, ni efectuar acción
impura alguna, igual que el sol no puede oscurecerse. Aquí has de tener cuidado
con dos cosas: así como no debes pensar que Dios sea ignorante de los pecados
de los hombres, tampoco debes considerar que él intervenga en dichos pecados.
¿Es factible que Dios sea el autor del pecado y el vengador del mismo? ¿Sería
lógico que Dios hiciera una ley contra el pecado y que luego tomara parte en el
quebrantamiento de su propia ley? Dios, en su providencia, permite los
pecados de los hombres. “En las edades pasadas él ha dejado a todas las gentes
andar en sus propios caminos” (Hch 14:16). Dios permitió su pecado, lo cual
nunca habría hecho de no poder sacar un bien del hacerlo. De no haberse
permitido el pecado, no se hubieran conocido tan bien ni la justicia de Dios al
castigarlo, ni su misericordia al perdonarlo. El Señor se agrada en permitir el
pecado, pero no toma parte en el mismo.
¿Pero
no se dice que Dios endureció el corazón de Faraón? Esto es almo más que
meramente permitir el pecado…
Dios no
infunde maldad en los hombres, simplemente retira la influencia de sus dones y,
entonces, el corazón de ellos se endurece por sí mismo, de igual modo que, al
retirarse la luz, la oscuridad enseguida invade el aire; pero sería absurdo,
sin embargo, decir que es la luz lo que oscurece el aire. Observarás que se
dice de Faraón que endureció su propio corazón (cf. Ex 8:15). Dios no es el causante
del pecado de hombre alguno: es cierto que interviene en la acción donde se
encuentra el pecado, pero no toma parte en el pecado de la acción. Un hombre
puede tocar un instrumento desafinado, pero la discordancia procede del
instrumento; de igual manera, las acciones de los hombres, en tanto en cuanto
son naturales, proceden de Dios, pero, en lo referente a u pecaminosidad,
vienen de los propios hombres, y Dios no interviene en ellas en absoluto.
Tratado
de Teología, por Thomas Watson