En aquellos días no había rey en Israel; cada uno
hacía lo que bien le parecía. (Jueces 17:6)
El postmodernismo se está infiltrando en la iglesia. Donde
los pastores son un símbolo de confianza y de una investidura especial en
el papel de maestro de las Escrituras, un hombre de Dios digno de respeto que
cuida en oración al rebaño, ahora debe estar buscando la mejor manera de
entretener a la congregación para que no se vayan a otra iglesia donde la
música es mejor y más fuerte, el espectáculo tiene más luces o simplemente
tienen mejores juguetes tecnológicos. En muchos casos ya no se trata de Dios sino
de que la gente se sienta bien consigo misma.
Un pastor puede explicar con detalle y enseñarle a la
congregación el significado de un texto específico de las Escrituras tras una
cuidadosa investigación y un trabajo exegético metódico. Pudo pasar muchas
horas estudiando el griego o el significado hebreo de las palabras, el contexto
cultural, el trasfondo social del texto para cavar y extraer los principios que
trascienden edad y cultura. Llega el domingo y presenta las verdades de Dios de
una manera sencilla pero poderosa de tal forma que la verdad de Dios
resplandece…hasta que la mente postmodernista dice “Bueno, eso es lo que el
pastor piensa, yo no estoy de acuerdo, yo no creo que nadie vaya al Padre si no
es por medio de Jesús, el dios en el que yo creo es más amoroso que el del
pastor”.
Con esta tendencia escéptica el postmodernismo ha tornado a
cada persona en un experto en su propia opinión. Han tirado a la basura el
proverbio que dice “No seas sabio en tu propia opinión; teme a Jehová y,
apártate del mal” (Prov. 3:7). Pareciera que de hecho estamos viviendo en la
generación de la que Pablo le advirtió a Timoteo en 2 de Timoteo 4: “Por que
vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de
oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y
apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas”.
Ese falso escepticismo “en busca de la verdad” es en
realidad una excusa para complacer nuestras pasiones y volver a la búsqueda
idólatra del “dios interior”. Es muy parecido a lo que Pablo explica
en Romanos 1 cuando habla sobre la gente que cambió la verdad de Dios
por una mentira.
El postmodernismo está aquí y se ha arraigado en nuestra
cultura, nuestra iglesia y, en muchos casos, es tan discreto que pudiera estar
en muchos de nuestros “propios” pensamientos. Pero ¿Cómo podemos aprovechar sus
fortalezas y debilidades para el progreso del Evangelio? ¿Qué podemos hacer
como comunidad de creyentes para enfrentar el maremoto de esta era que amenaza
con hundir a la iglesia?
Yo creo que la clave la podemos encontrar en la Palabra de
Dios, en el libro de 2 Timoteo 4:2: “Predica la Palabra”. No hay nada
tan precioso, tan inmenso, tan claro, tan verdadero, tan transformador, tan
liberador, tan refrescante como la Palabra de Dios. ¡Es el mismísimo aliento de
Dios! Es la Palabra de Dios inspirada, inerrante, infalible, suficiente, y con
la autoridad de Dios. No necesitamos vencer la mente postmodernista,
simplemente necesitamos predicar la Palabra. No es irracional, no es ilógica,
no contradice la vida o la historia, no es una fabricación humana… es la
Palabra de Dios con la autoridad del Creador y que puede hacerte “sabio para la
salvación por la fe que es en Cristo Jesús” (2 Timoteo 3:15).
El Postmodernismo cuestiona la fe como si fuera “un salto a
ciegas” sin embargo no es así. Dios nunca nos ha pedido que creamos en Él sin
pruebas de quien Él es. Leemos acerca de las plagas en Egipto para que la gente
pueda ver que Él es Dios. En cada una de esas plagas Dios derrotó a las falsas
deidades de los egipcios y les mostró a ellos y a todo el mundo que solo Él es
Dios, el creador y sustentador de todo. Una y otra vez vemos a Dios haciendo
todo tipo de cosas sobrenaturales a la vista de la gente para que crean.
El Señor nos da Su Palabra y deja muy en claro que se trata
de Su Palabra a través de profecías muy específicas que debían cumplirse en su
tiempo como testimonio a los oyentes de que las palabras verdaderamente venían
de parte de Dios. Se cumplieron profecías específicas con nombres, años y naciones.
¡Más de 300 profecías acerca de Jesús se cumplieron al pie de la letra! ¡No hay
razón alguna para ser escépticos acerca de la Biblia!
Como ultima demostración de Su bondad, carácter y deidad
soberana Dios mismo vino en carne y hueso y caminó por la tierra en la persona
de Jesús. Realizó milagros e hizo todo lo que se había profetizado acerca de Él
en el Antiguo Testamento. Dijo ser Dios y lo demostró con Su resurrección ante
cientos de testigos durante un periodo de ¡40 días! Jesús mismo dio testimonio
de las Escrituras como La Palabra de Dios.
Resulta no solamente lógico sino necesario confiar en la
Biblia como la autoridad para todos los asuntos espirituales. Podemos escuchar
todo tipo de ideas postmodernistas pero invariablemente surgen de fuentes personales,
ideas o el pensamiento humano. La pregunta es ¿Quién es la autoridad? ¿Quién
conoce mejor los asuntos espirituales que Dios mismo?
Podemos deslumbrarnos con todas las nuevas aplicaciones y
los cambios de nuestro mundo, pero una cosas es verdad, somos escépticos de las
cosas que nos conviene ser escépticos y a veces confiamos irracionalmente en
aquellas cosas sobre las que deberíamos ser escépticos. Para darle un ejemplo
tenemos un falso sentido de seguridad detrás de las puertas cerradas de nuestro
hogar. Confiamos en que el seguro será suficiente hasta que alguien abre la
puerta de una patada. Confiamos que estamos a salvo tras el volante con el
cinturón de seguridad ajustado hasta que un camión nos golpea de frente o una
avalancha nos entierra…Nos hacen creer que tenemos el control de las cosas pero
el hombre más sabio del mundo comparte sus pensamientos con toda la humanidad,
al final de su vida, y nos revela que no tenemos el control sobre nada. Si
hemos de ser escépticos acerca de algo, más nos valiera ser escépticos de
nuestros propios pensamientos. Todo en este mundo, lejos de Dios, es vanidad. Y
este hombre terminó su antiguo libro con estas palabras: “El fin de todo
discurso oído es este: teme a Dios y guarda Sus mandamientos; porque esto es el
todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda
cosa encubierta, sea buena o sea mala” (Ecl.
12:13).