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Nosotros le amamos a él,
porque él nos amó primero. (1Jn 4:19)
El apóstol observa, que el
amor de Dios para nosotros es anterior a nuestro amor por El; su amor es desde
la eternidad; porque ama a su pueblo como lo hace su Hijo, y él lo amó antes de
la fundación del mundo; su elección de ellos en Cristo tan pronto, y
bendiciéndolos a continuación, con toda bendición espiritual, el pacto de
gracia hecho con Cristo desde toda la eternidad, el don de la gracia para ellos
en él antes de que el mundo comenzó, y la promesa de la vida eterna a ellos
para pronto, lo que demuestra que es libre, soberano, distintivo, e inmerecida.
Un verdadero cristiano ama
a Cristo por todo lo que El ha hecho por él. Ha sufrido en su lugar, y
murió por él en la cruz. Él lo ha redimido de la culpa, el poder y las
consecuencias del pecado por su sangre. Se le ha llamado por su Espíritu
para el auto-conocimiento, el arrepentimiento, la fe, la esperanza y la
santidad. Él ha perdonado todos sus pecados y los borró. Él lo ha
liberado de la cautividad del mundo, la carne y el diablo. Él lo ha
llevado desde el borde del infierno, lo colocó en el camino estrecho, y puso su
rostro hacia el cielo. Él le ha dado luz en vez de oscuridad, la paz
de la conciencia en lugar de inquietud, esperanza en lugar de la
incertidumbre, la vida en lugar de muerte.
¿Puede
extrañar que el verdadero cristiano ama a Cristo?
Y él lo ama, además, por
todo lo que sigue haciendo. El siente que es el lavado diario de distancia
de sus muchos defectos y debilidades, y pidiendo la causa de su alma delante de
Dios. Se le suministra todos los días todas las necesidades de su alma, y
que le proporcione misericordia y gracia. Él a diario
guiandolo por su Espíritu, cuando es débil e ignorante, levantándolo
cuando se tropieza y cae, como para protegerle contra sus muchos de sus
enemigos, la preparación de un hogar eterno para él en el cielo.
¿Puede extrañar que el
verdadero cristiano ama a Cristo?
Un
verdadero cristiano ama a Jesucristo. Es el amor de aquellos que
son indignos, que procede de la naturaleza del que ama y no de los méritos del
amado, únicamente porque él nos amó primero. Y así ahora manifestémosle
más nuestro amor, amando por amor suyo a nuestros prójimos.