viernes, 8 de julio de 2016

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La Adoración Verdadera (CBL 1689)

Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren. (Juan 4:24)

En estos días que vivimos existe mucha confusión sobre el verdadero significado de la adoración. Pero se debe adorar a ÉL a causa de su naturaleza y sus perfecciones, tanto internos como externos; tanto con los cuerpos y las almas de los hombres; y tanto privados como públicos; en el armario, en la familia y en la iglesia de Dios; como la oración, la alabanza, la asistencia en la palabra y las ordenanzas y todo conforme á su voluntad.

En muchas iglesias es conocido como un tiempo de canciones, una clase especial de música, experiencias emocionales fuertes o incluso místicas de cierta cercanía a Dios, etc. hasta se motiva a la gente a ser adoradores sin saber lo que esto implica y por falta de conocimiento se los lleva a una práctica distorsionada de la verdadera adoración.

La palabra hebrea para adoración tiene que ver con inclinarse, postrarse. De ahí que Dios manda en su ley que no debemos inclinarnos o postrarnos ante imágenes, pues sólo a Dios hay que adorar. La palabra griega que encontramos en el N.T. nos amplia el concepto relacionándolo al  servicio y al culto, tanto en la expresión privada como pública.

En términos generales podemos decir que la adoración es mucho más que un acto, es la actitud que está detrás de cada acto, particularmente aquellos donde somos conscientes de la presencia de Dios.

En Juan 12:1-8 se relata la historia de María la hermana de Lázaro y Marta que ungió los pies de Jesús con un perfume muy costoso y los secó con sus cabellos. Este acto es una preciosa ilustración de la adoración verdadera y como a Dios le agrada. Jesús había enseñado que los verdaderos adoradores debía adorar en espíritu y en verdad, esa es la adoración que le agrada al Padre. Si es en espíritu es gobernada por el espíritu, no por lo físico o externo. Algunos pretenden dar rienda suelto a su cuerpo justificándolo como adoración, pero es no es espiritual, es carnal, es físico e incluso muchas veces es pecaminoso.

Cuando la adoración es en Espíritu el espíritu gobierna al cuerpo. Empieza en el espíritu, en lo profundo del alma humana en búsqueda de Dios y se rinde en obediencia y devoción con santo temor, reconociendo lo sublime de Dios, humillándose ante su presencia, su santidad, su gran poder. La verdadera adoración lleva más a postrarse, a arrodillarse, a permanecer en reposo, a cerrar los ojos que a mover todo el cuerpo en forma descontrolada. No es tampoco una expresión de solemnidad fría y sin emociones; el ceremonialismo apático y superficial es muchas veces evidencia de hipocresía, de cumplir con un rito sin un corazón agradecido y sorprendido por la grandeza de Dios.

La adoración que es en verdad es conforme a la palabra de Dios. No puede ser contraria a ella sino estaría basada en una mentira y no sería adoración verdadera. Jesucristo es la verdad y su Palabra correctamente interpretada en dependencia del Espíritu Santo nos guía a toda verdad. La adoración que deja de lado el evangelio y la doctrina será sin duda una adoración incorrecta, un fuego extraño en la presencia de Dios, algo que él aborrece y rechaza de forma tan clara en las Escrituras. Con mucha razón el Señor Jesucristo reprochó la hipocresía de muchos diciendo: Este pueblo de labios me honra, pero en su corazón están lejos de mi.

La adoración verdadera contiene ciertos elementos que vemos en María en esa cena en Betania:

Amor: Un amor que brota hacia Cristo porque ha comprendido en alguna medida el amor de Cristo hacia uno.

Fe en Jesucristo como único medio de salvación y perdón de nuestros pecados para estar en paz con Dios.

Gratitud por la salvación y las bondades de Dios sobre nuestra vida.

Humildad al no considerar la adoración como algo digno de mérito sino mas bien un privilegio de su gracia. Se centra en Cristo y su gloria no en quien adora.

Entrega al rendir nuestras vidas por completo y sin reservas en servicio y obediencia a Dios.

Intimidad, cercanía profunda para conocerle más al saber que él nos conoce completamente y a pesar de eso nos da el privilegio de estar en su presencia.

La verdadera adoración es exclusiva de los creyentes, de los discípulos de Jesús. Quien no ha sido regenerado, quien no se ha arrepentido de sus pecados y confiado en Jesucristo como el Señor y Salvador nunca podrá adorar verdaderamente. Judas estuvo al lado del Señor por muchos años, pero nunca entendió ni practicó la verdadera adoración. Sólo por medio del nuevo nacimiento una persona puede ver el reino de Dios y entrar en él. Sólo aquellos a quien Cristo ha abierto los ojos para que salgan de las tinieblas a su luz admirable, sólo los que estuvieron muertos en delitos y pecados pero Dios le dio vida, sólo aquellos que eran incrédulos y rebeldes hijos de ira pero Dios les dio fe para creer en el evangelio y seguir al Salvador, sólo ellos pueden adorar en espíritu y en verdad.

Confesión Bautista de fe de 1689 dice: De la adoración religiosa y del día de reposo (Confesión Bautista de Londres 1689)

1. La luz de la naturaleza muestra que hay un Dios, que tiene señorío y soberanía sobre todo; es justo, bueno y hace bien a todos; y que, por lo tanto, debe ser temido, amado, alabado, invocado, creído y servido con toda el alma, con todo el corazón y con todas las fuerzas.1 Pero el modo aceptable de adorar al verdadero Dios fue instituido por él mismo, y está de tal manera limitado por su propia voluntad revelada que no se debe adorar a Dios conforme a las imaginaciones e invenciones de los hombres o a las sugerencias de Satanás, ni bajo ninguna representación visible ni en ningún otro modo no prescrito en las Sagradas Escrituras.2
1. Jer. 10:7; Mr. 12:33.
2. Gn. 4:1-5; Ex. 20:4-6; Mt. 15:3,8,9; 2 R. 16:10-18; Lv. 10:1-3; Dt. 17:3; 4:2; 12:29-32; Jos. 1:7; 23:6-8; Mt. 15:13; Col. 2:20-23; 2 Ti. 3:15-17.

¿Eres tu un verdadero adorador?

Soli Deo Gloria