¿Se ve obstaculizada nuestra continua santificación por la
mundanalidad? ¿Se ha detenido la “resurrección moral” de la que habla Pablo? A
continuación veremos cómo podemos volver a descubrir el poder secreto.
“Y conocerle a Él, el poder de su resurrección y la participación en sus padecimientos, llegando a ser como Él en su muerte” (Filipenses 3:10).
Es posible malinterpretar estas palabras y pensar que Pablo
está esperando el día de la resurrección futuro. Algunos han pensado que
deseaba el martirio y que esto es lo que quiere decir cuando habla de conocer
la participación de los padecimientos de Cristo. Pero Pablo se está refiriendo
claramente a conocer el poder de la resurrección como una experiencia actual en
su vida. En otras palabras, está aludiendo a la transformación continua de su
propia vida a una de mayor piedad y describe este proceso como una resurrección
moral y espiritual.
Novedad
de vida
El poder mismo por el cual Cristo hizo estallar las
ligaduras de la muerte está funcionando en su pueblo en la santificación.
Empezó a actuar en la conversión, cuando el poder de la resurrección emancipó
la mente para que comprendiéramos las verdades salvíficas que con anterioridad
no significaban nada para nosotros.
Tal vez un creyente que te evangelizaba te dijo alguna vez:
“Todas las personas son pecadoras”, y tú no lo aceptaste. Retrocediste y
respondiste: “Eso es absurdo; hay mucha gente buena”. No podías aceptar que
nadie ha alcanzado la gloria de Dios y que, por naturaleza, todas las personas
son depravadas pecaminosas y corruptas. Quedaste horrorizado ante la idea de
que nadie merecía estar delante de Dios y que todos están condenados, perdidos.
Pero entonces, por el poder de la resurrección, el poder que
da vida, tus ojos se abrieron y cambiaste de opinión. Dijiste: “¿Por qué no
podía ver esto antes? Veo esa corrupción en mí mismo. Ahora la veo en todo el
mundo, un mundo que no puede controlar su odio, su extorsión, su opresión y sus
guerras. Veo el pecado en toda la vida comercial y privada, lo veo en mí mismo
como nunca antes lo había visto”. El poder de la resurrección visitó tu mente,
impartiendo un nuevo entendimiento.
Al mismo tiempo, el poder de la resurrección transformó tu
carácter y te dio una nueva naturaleza, para que las cosas que te dominaban
antes ya no tuvieran el mismo poder sobre ti. Seguías siendo un pecador, pero
el pecado se había convertido en tu enemigo y lo odiabas, y anhelabas verte
libre de él. Nuevos gustos, valores y aspiraciones fueron plantados en ti, y
todo por el poder vivificador de Cristo.
Que la obra de ese poder de resurrección continúe en la vida
de cada creyente, para que cuando tengamos que hacer frente a la pérdida de
tiempo y a los programas impíos de televisión, o a cualquier otra atracción que
no edifique, que sea improductiva y hasta pecaminosa, la voluntad renovada
(nuestra toma de decisiones, nuestra determinación, la facultad volitiva) lleve
nuestra mente a mejores cosas.
Pensemos por un momento en nuestros distintos pasatiempos e
intereses. ¿Qué podemos hacer en este mundo? Existen muchos intereses
terrenales, actividades y formas de esparcimiento que no son directamente
espirituales y que son admisibles para los creyentes. En cierto modo, Dios nos
ha dado todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Podemos, por
ejemplo, visitar lugares hermosos. Si tenemos la energía suficiente podemos
emprender actividades físicas y deportivas. Puede gustarnos visitar lugares de
interés histórico o dedicarnos a la lectura histórica. O tal vez tengamos
interés en la forma en que funcionan las cosas y en los triunfos del
descubrimiento humano, observándolos y aprendiendo sobre ellos.
La
música y la aventura
Es posible que la buena música nos interese y hasta nos sea
gratificante, y que quizás disfrutemos hasta cierto punto de la ficción
instructiva, pero en todos estos tipos de cosas tenemos que estar seguros de
que son saludables. No les prohibiríamos a los jóvenes exponerse a la aventura
e incluso a lo espectacular. Hay muchas cosas que pueden atraer nuestra mente
de un modo legítimo, ocuparnos y envolvernos. Pero hagamos lo que hagamos,
tenemos que mantener estándares piadosos y poner a prueba nuestros intereses e
ideas.
Asimismo, debemos racionar incluso las cosas legítimas no
vaya a ser que sustituyan a Cristo y su servicio, y estorben el proceso de
resurrección espiritual que se está desarrollando en nuestra vida, estropeando
nuestros gustos.
La música moderna de entretenimiento de la peor especie está
por todas partes, entrometiéndose constantemente en la vida. En el pasado, los
cristianos ignoraban las canciones populares, las consideraban parte de este
mundo y pertenecientes a la vieja vida. En torno a mediados de la década de
1950, las canciones pop cayeron en picado y su contenido moral se volvió
incluso peor de lo que era antes, constituyendo una campaña obvia y orquestada
contra los principios de Dios y fomentando justo la conducta opuesta. El mundo
de la música de entretenimiento popular se convirtió cada vez más en un ataque
sin cuartel contra la autoridad, el orden y la educación, compitiendo por una
permisividad sexual sin restricciones, el narcisismo y la autogratificación.
Esta cultura se convirtió en un mensaje poderoso y
peligroso, que se opone a todo lo santo y lo noble. Sorprendentemente, al
desarrollarse, muchos cristianos rompieron con su tradición de mantenerse
distantes, y se rindieron ante sus ritmos y sus letras seductores. Pero se
trataba de una cultura de “propaganda” diseñada para apartar a la sociedad de
Dios y hacer que se rebelara contra él. Los cristianos no deben darle cabida a
lo que sus predecesores rechazaron.
Adaptar la música de entretenimiento del mundo para la
adoración y adoptarla fue un desarrollo sorprendente y, ciertamente,
desobediente a los mandamientos y principios contundentes de las Escrituras. Es
incorrecto utilizarla en la adoración y también lo es aceptarla en el ocio y el
placer personales. Algunas personas me han dicho que escuchan rock y pop,
incluso siendo creyentes. Otras han reconocido que tuvieron una mala conciencia
por ello cuando estaban recién convertidas, pero posteriormente lo superaron y
dejaron a un lado estos pensamientos.
Diseñada
para esclavizar
Amados amigos, esto es del mundo. Es la producción del
príncipe de la potestad del aire, canalizado a la sociedad desde grupos bajo
los efectos de las drogas, artistas notablemente impíos y rebeldes. Fue creada
para atrapar a las personas. Se presenta bajo una forma poderosamente rítmica,
es una manipulación emocional, es eufórica y está diseñada para esclavizar. Si
hemos sucumbido a esto en la vida de nuestra iglesia o en nuestro hogar, es
vital que vayamos delante del Señor con profundo pesar y arrepentimiento, que
empecemos a practicar el discernimiento y la repudiemos. Va contra todos los
principios y el orden, por no mencionar la reverencia, y, ciertamente,
eclipsará el privilegio de conocer el poder de la resurrección en nuestras
vidas.
Recuerdo haber leído, hace algunos años, un artículo escrito
por un joven que profesaba ser cristiano y que había empezado a permitirse
disfrutar profundamente de la música de entretenimiento. Cuando fue a la
iglesia todo empezó a parecerle extremadamente apagado y monótono. Dejó de ser
a su gusto. Contaba cómo los himnos empezaron a sonarle vacíos y aburridos, y
nada podía elevar su espíritu.
Evidentemente, lo que gobernaba su vida privada lo había
cambiado y había dañado sus sensibilidades y sus gustos espirituales. Su
espíritu buscaba ahora el entretenimiento, el impacto emocional que provoca una
audio-droga y no las bendiciones de la verdad. Resultó que este hombre se
convirtió en el fundador de un grupo de iglesias carismáticas de música rock.
La música de entretenimiento secular atrapó su alma.
Sin lugar a duda hay muchas cosas que podemos emplear y
disfrutar en este mundo presente. Pero también hay cosas profundamente
manchadas por los principios depravados de hoy como el mundo de las películas.
No hay mucho en ellas que los creyentes deberían querer ver. Tenemos que
preguntar siempre: ¿Es limpia? ¿Es pura? ¿Es saludable? ¿Es edificante? ¿Podría
llevar al Señor allí? ¿Podría tenerle junto a mí?
Es necesario que hagamos las preguntas, que juzguemos y que
sopesemos el asunto a conciencia o interrumpiremos el proceso de la
“resurrección moral” en nuestra vida y deshonraremos al Señor. A menos que algo
sea limpio y saludable no deberíamos verlo o escucharlo, e incluso entonces,
deberíamos racionar nuestra participación en estas cosas. Las revistas
cristianas y los blogs que revisan y aprueban las películas y los videos de
entretenimiento muestran su desdén por la vida cristiana auténtica y la
búsqueda de la santidad.
Tal vez podamos ver algo de lo que emiten en televisión,
pero los principios que acabamos de mencionar deben aplicarse siempre.
Esto nos lleva a la pregunta: ¿Encendemos el televisor en el
Día del Señor para alguna otra cosa que no sea, por ejemplo, un boletín de
noticias? Con toda seguridad, ¡no deberíamos hacerlo jamás! ¡Es el Día del
Señor, amados amigos cristianos! Es el día designado para él y para su
adoración y servicio. Consideremos las palabras de Pablo: “Y conocerle a él”.
Se aplican de forma primordial al Día del Señor, nuestro día de dedicación,
reflexión y comunión, y nuestro día para darle a conocer. No podemos
“conocerle” y permitir que los medios de entretenimiento se apoderen de nuestra
vida al mismo tiempo.
Nuestro versículo dice: “Y conocerle a Él, el poder de su
resurrección y la participación en sus padecimientos”. ¿Qué significa conocer
la participación en sus padecimientos? Y, del mismo modo, ¿qué significa
“llegar a ser como Él en su muerte”?
Deshonrar
a Cristo
Hemos observado que algunos maestros creen que Pablo tenía
la ambición de ser martirizado por Cristo, pero no es probable que este sea el
significado aquí. El tema es seguir conociendo el poder de la resurrección para
cambiarnos y moldearnos. Recordamos que nuestro Salvador sufrió y murió en el
Calvario para comprar nuestra salvación eterna, pero también para que
viviéramos vidas santas aquí. Tener participación en sus padecimientos
significa que vivo como para hacer que sus padecimientos valgan la pena y sean
efectivos en mi vida. Está claro que serán eficaces para comprar mi alma
eterna, ¿pero me motivan para luchar por la justicia en mi vida terrenal?
Permíteme ilustrarlo de esta manera. Un estudiante debe
pagar ahora una matrícula muy alta para ir a la universidad en Inglaterra. (Esa
matrícula es, sin embargo, tan solo una fracción de lo que el gobierno paga.)
Supongamos que alguien se apretara el cinturón y ahorrara para que tú pudieras
ir a la universidad y te diera el dinero, pero tú lo perdieras en el juego.
¡Increíble! ¡Alguien hizo un enorme sacrificio y tú lo malgastas en el juego!
Cristo no solo ha sufrido para asegurar nuestra salvación,
sino también para ponernos en el camino de la lucha por la santidad.
¿Desperdiciamos la bendición y descuidamos el proceso de la resurrección moral?
Ser participante de sus padecimientos significa que vivimos para honrarlos.
Por cambiar la ilustración, alguien nos compra una casa; no
solo da un depósito, sino la suma total y nosotros la perdemos en el juego.
Impensable. Es una ilustración mediocre, pero es como si Cristo hubiera
sufrido y muerto para hacerme justo y que yo desperdiciara el beneficio. Ni
siquiera intento vivir una vida justa, apartada de la cultura manchada y
corrupta de este mundo. Enciendo el televisor y veo cualquier cosa, incluso
cosas escandalosas, aun en el Día del Señor. Cristo no solo sufrió y murió para
comprar mi salvación, sino para librarme de una constante participación en
obscenidades, suciedad, idolatría material y todas las demás cosas que son
ofensivas para Él.
Dependientes
del estado de ánimo
Tal vez alguien esté viendo películas que son del todo
inadecuadas para un creyente, y que le manchan y lo abaten. Asimismo, durante
todo el día permite que el mundo incruste música beat en su
cabeza. Llega a depender de ella para estimular su estado de ánimo. Realmente
lo domina y lo gobierna. Parece no poder vivir sin ella. Un creyente así no
está participando de los padecimientos de su Señor. No está conformándose al
propósito de estos sufrimientos.
Cristo murió para hacer de mí totalmente una mejor persona,
y yo lucharé con su ayuda para resistir al pecado. Esto es tener participación
en sus padecimientos. Él hizo el sacrificio para que yo pudiera vivir la vida.
Yo viviré por aquello por lo que él murió. Esto es “llegar a ser como Él en su
muerte”.
El apóstol usa este mismo tipo de argumento a lo largo de
Romanos 6, relacionando la muerte y la resurrección de nuestro Salvador con
nuestra santificación.
El versículo 11 y los siguientes confirman que Pablo está
hablando de la obra presente de santificación en nuestra vida, y la lucha y el
esfuerzo que esto implica. Dice: “A fin de llegar a la resurrección de entre
los muertos”. Es obvio que no se está refiriendo a su resurrección futura,
porque no hablaría nunca de ello como si fuera algo incierto. Diría: “Sé que
llegaré a la resurrección de los muertos”. Afirmaría con confianza que Cristo
no lo dejará nunca ni lo abandonará.
Pero en este versículo once está hablando de la resurrección
presente, progresiva y moral que podemos frustrar y obstaculizar. El lenguaje
es, por tanto, menos cierto: “A fin de llegar a la resurrección de entre los
muertos”.
Con toda seguridad deberíamos decir, del mismo modo: “Si
pudiera ejercer más prudencia en los días de esta semana que viene, más
discernimiento y sopesar con mayor cuidado las cosas que hago. Si pudiera
rechazar las cosas pecaminosas, inútiles, que pueden robarme mis gustos
espirituales, hacerme perder el tiempo y corromperme”.
“No que ya lo haya alcanzado”, procede Pablo a decir,
confirmando más aún que ha estado hablando sobre nuestra resurrección moral
presente. Observamos que es una obra progresiva. Él no la ha alcanzado en su
totalidad, ni es aún completo, pero, dice: “Sigo adelante”.
Pablo parece decir con gran fervor: Mi Señor ha muerto por
mí y me ha agarrado con brazos de amor. Me ha cambiado, me ha hecho suyo y
anhelo asirme a Él, estar más cerca de Él, conocerle mejor y llegar a ser más
conforme a sus santos principios. Así que prosigo, me estiro hacia Él”.
No podemos pasar por alto el lenguaje de esfuerzo,
preocupación, diligencia y vida cristiana concienzuda. ¿Es esto cierto en
nosotros? Este “afán” es tan importante que Pablo reitera (versículos 13-14):
“Hermanos, yo mismo no considero haberlo ya alcanzado [agarrado]; pero
una cosa hago: olvidando lo que queda atrás [la vieja vida con sus deleites
pecaminosos, sus distracciones y cosas que no aprovechan], y extendiéndome
a lo que está delante, prosigo hacia la meta para obtener el premio del supremo
llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.
¿Cómo somos nosotros? ¿Somos informales en nuestra vida
espiritual? ¿Nos limitamos a soñar de día o nos esforzamos y nos estiramos
hacia adelante? ¿Sopesamos las cosas, preguntando: ¿Es esto moral? ¿Es esto
para Cristo? ¿O está promocionando al mundo? ¿Es esto intoxicante? (Recordamos
las palabras de Pablo: “Yo no me dejaré dominar por ninguna [cosa]”). ¿Estoy
viviendo de manera descuidada o con cuidado?
Nuestra
promesa diaria
Digamos: Determino ser concienzudo, esmerarme en honrar a mi
Señor. Deseo el proceso de la resurrección en mi vida. Quiero conocer más de su
poder. Anhelo más oración y más mediación en un ministerio de intercesión.
Muchas cosas nos son permisibles y deberíamos interesarnos
en las cosas terrenales, pero necesitamos fuerza de mente para evaluarlas y
sopesarlas incesantemente, y fortaleza para racionar las cosas en las que nos
implicamos.
Tenemos la ayuda de Cristo. Tenemos toda su omnipotencia.
Piensa en el poder que ejerció en la resurrección cuando su alma se reunió con
su cuerpo, y rompió las ligaduras de la muerte, volviendo a infundir vida en su
propio cuerpo; y se levantó de entre los muertos. Ese poder está disponible
para nosotros y procede del Cristo vivo para renovar nuestra mente, nuestra
voluntad, nuestros gustos, nuestros deseos, cada parte de nosotros. Este debe
ser nuestro anhelo y nuestra oración.
Soli Deo Gloria