RAZONES POR LAS QUE GRAN PARTE DE LATINOAMÉRICA HA ACOGIDO
CON MÁS FACILIDAD LA NUEVA REFORMA QUE LA REFORMA CONFESIONAL E HISTÓRICA
Ningún ser humano puede llegar a pensar que es completamente
libre de su época. Todos, de alguna manera y unos más que otros, son hijos de
su propia cultura. En un sentido genérico, esta realidad no tiene que verse
como algo malo, sin embargo, cuando la cultura expresa los vicios y falencias
de una sociedad que se aparta de Dios, independientemente si es o no religiosa,
ser hijos de nuestras culturas es más bien un defecto.
El cristianismo en nuestras tierras suramericanas, es más
bien nuevo, si lo comparamos con otros continentes, aun el Africano, el que fue
en los primeros siglos beneficiado con el cristianismo. La historia del
conocimiento de la Biblia, puede remontarse al periodo de la conquista de los
españoles a nuestras tierras a finales del siglo XV. La historia de Brasil, por
supuesto, es una distinta, sus conquistadores y su propia lengua, casi que de
alguna manera le protegieron de la versión de catolicismo romano que le llegó a
la demás Suramérica. Sin embargo, no podemos hablar de un conocimiento correcto
del Evangelio ni de Dios, sin embargo en términos generales, nuestras tierras
supieron de forma sostenida, otro sistema religioso (el católico romano) que el
autóctono (las religiones animistas) con el gran descubrimiento de América.
Solo piense en lo siguiente, mientras en Europa se cocía la Reforma protestante
avistándose un nuevo amanecer, simultáneamente en Suramérica llegaban
nubarrones de oscuridad, añadiéndole a las religiones indígenas, la oscuridad
del Romanismo, nube que aún permanece sobre nuestros cielos.
Si hablamos de la entrada del cristianismo evangélico, la
historia es aún más reciente. Los mediados o finales de 1800’s, marcaron para
unos y otros, la bendición de la llegada de misiones foráneas que trajeron el
evangelio, el cual, como habría de suponerse, fue altamente resistido por el
catolicismo romano. Según se cita en Historia General del Cristianismo, “a
comienzos de siglo, en el año 1900, solo había 50.000 protestantes en toda
América Latina. Dieciséis años después se habla de unas 487.000 personas, pero
la mayoría de ellas vivían en las Antillas Británicas y en sus colonias de
tierra firme” . Permítame poner esto en perspectiva. Mientras la Reforma
protestante ya llevaba tres siglos asentándose en otras tierras europeas, y dos
siglos después que el Mayflower trajera a los peregrinos desde Inglaterra al
Nuevo mundo, el evangelio protestante (por darle un nombre) apenas estaba en la
periferia del continente.
Sin desconocer el esfuerzo de misiones conservadoras, el
evangelio llegó a ser más promovido y extendido por las misiones pentecostales.
El evangelio empezó a ser promovido con una buena medida de pureza aunque bajo
denominaciones particulares que trajeron algunas costumbres más bien heredadas
por los misioneros o como producto de la idiosincrasia a donde llegaba. Pero
finalmente se podía hablar de grupos evangélicos que rechazaron el catolicismo
romano con valentía. Con todo y tantos esfuerzos desde entonces, no podemos
hablar de una mayoría cristiana evangélica en nuestros países del sur del
continente. Esto hizo que por un gran lapso de tiempo el evangelio de acuerdo a
como lo entendieron los reformadores, no representara un grupo considerable,
aun entre los confesos cristianos evangélicos que en su gran parte desconocían
(y desconocen) su ligazón histórica con la reforma. En otras palabras, ya en
nuestros países ser cristiano evangélico era (y es) pertenecer a una minoría,
cuanto más confesarse como heredero teológico de la reforma, lo cual es una
minoría dentro de otra minoría.
Hablamos de una diferencia descomunal, porque mientras en
otros continentes se puede hablar, no solo de una tradición evangélica sino
reformada, de siglos probablemente, en Suramérica, no podemos hablar ni
siquiera de un evangelicalismo medianamente unánime ni siquiera de medio siglo
sostenido de una reforma consistente, estirando los datos lo que más se pueda.
No negamos la existencia ni ministerios de hombres fieles, solo hacemos un
barrido en lo que más bien ha sido general en la historia, aunque habrá
excepciones. Puede ser que los 60’s o 70’s, hayan sido décadas que vieron el
surgimiento de iglesias históricas de confesión reformada en Suramérica, las
que han tenido que abrirse campo, no solo como evangélicas sino como reformadas
en un cristianismo evangélico que olvidó sus propias raíces.
En los primeros años de este siglo XXI, y a juzgar por lo
general, casi que hablamos de la última década, se ha visto un resurgimiento de
las doctrinas reformadas en nuestros países Suramericanos, algo así como un
nuevo vigor o si se quiere, una promoción, publicidad y/o masificación. Sin
embargo, esta explosión de esa doctrina reformada, o quizás pudiéramos afirmar,
esta versión de ella, ha sabido ganarse un campo creciente en el pensamiento de
muchos cristianos y en general de la cristiandad. Al menos, el evangelicalismo
Suramericano se ha dado cuenta que el carismatismo no es el todo. Sin embargo,
para nuestros intereses hablamos de una versión de las doctrinas reformadas,
porque estrictamente hablando, esta nueva reforma, se ha desligado, a
conveniencia o por simple ignorancia, de algunos postulados confesionales que
eran intocables para la reforma confesional cuando surgió en el siglo XVI.
Por ello, empieza a ser muy notable en las ramas reformadas,
la diferencia entre la Reforma Confesional e Histórica con la Nueva Reforma y
se aprecia cómo nuestra cultura latina, ha sido más tierra fértil para este
nuevo movimiento que para la Reforma Confesional e Histórica. No podemos ser
ligeros y atribuirle este avance, como lo hicieron los pentecostales en su
tiempo con su movimiento, a un avivamiento, porque de hecho, esto puede tener
unas explicaciones más naturales y lógicas, aunque no desconocemos la soberanía
de Dios en todo asunto y su mano providencial sobre la iglesia en todos los
tiempos.
1. Nuestro Fuerte Trasfondo Católico Romano.
Cuando todos los complejos asuntos religiosos, políticos y
sociales se estaban dando en Europa en los siglos XV y XVI, Suramérica no
representaba casi nada para la historia del momento. Cuando por la Reforma, la
vida en el viejo mundo cambió, los poderes e influencias tradicionales tuvieron
que reacomodarse. La Reforma había permeado Europa e Inglaterra y se extendía
hacia otros lugares. El Catolicismo Romano se armó de nuevo en un frente contra
reformador, y cada cosa empezó a tomar un lugar permanente. Para nuestros
intereses, y de forma muy general, lo que para la Reforma llegó a ser
Inglaterra y los países Bajos, para el Catolicismo Romano llegó a ser España.
Esta providencia o circunstancia especial, no es de poco valor, porque cada
intento colonizador de estas potencias, tendría una repercusión en los lugares
a donde llegaron, dependiendo la afiliación de la Corona que apoyaba las
expediciones colonizadoras.
En otras palabras, los asuntos son tan distintos entre la
suerte de otros países con respecto a los de América del sur, como que el Nuevo
Mundo, América del Norte, fue ocupado por algunos puritanos (los peregrinos)
que salieron de Inglaterra, poniendo un talante tan distinto a las tierras
donde llegaban, y por otro lado, lo que resultó del intento Español de
conquistar las tierras del Sur. La historia para el Norte de América sería
radicalmente distinta en sus comienzos que la suerte del Sur del mismo continente.
Así, nuestras tierras Suramericanas, no pueden escribir su historia sin un
profundo arraigo del Catolicismo romano desde sus comienzos como civilización.
La magnitud de esta realidad, difícilmente se puede minimizar, tanto que
Suramérica no se concibe a sí misma aparte del romanismo.
El catolicismo romano se impuso en nuestras tierras, a veces
con convicción misionera, a veces por mera lealtad al imperio o estrategia
colonizadora y los nativos, aceptaron el catolicismo o más bien, lo adaptaron a
sus creencias en muchas ocasiones como una forma de supervivencia y otras,
porque no tenían otra opción real. Sin embargo, es bien conocido que el
catolicismo fue resistido por la obstinación indígena, por lo que hubo un no
pequeño sincretismo entre el catolicismo romano y la cultura nativa para que
este pudiera sobrevivir y progresar. Nada extraño que el trasfondo de algunas
prácticas católicas sea esencialmente venido de una superstición ancestral que
ha sobrevivido y ha tomado un rumbo particular en nuestras tierras. Eso indica
que para que el catolicismo sobreviviera en nuestras tierras y darse a
entender, tuvo que adaptarse y conceder a veces en una fusión extraña de las
religiones animistas autóctonas con sus propias creencias.
Esta es quizás una razón por la que doctrinas que en el
fondo sigan identificándose con el sincretismo romano-indígena, sean nuestra
experiencia más familiar de siglos y de más fácil adaptación en nuestras
tierras que otras doctrinas que difieran más con esta familiaridad. Este es el
ambiente, el contexto en que por siglos hemos aprendido a ver el mundo,
culturalmente hablando por supuesto. Pensamos en doctrinas como el
sacramentalismo, el sacerdotalismo, el continuismo, el misticismo, una
adoración no regulada por la Palabra de Dios y más, que han hallado
espectacular cabida tanto en tierras católicas romanas como evangélicas en
nuestro medio, pues es exactamente lo que hemos heredado históricamente por
aquel sincretismo antes mencionado. Los católicos romanos consideran al sacerdote
romano sin ruborizarse como una especie de mediador, un ungido especial con
alguna influencia mayor, que puede conectar al individuo común con la
divinidad. Se les ha instruido que Dios habla por la Biblia, pero también por
sus portavoces autorizados. Se les ha instruido que la divinidad - por vía de
todos sus santos- opera milagros por doquier. Se ha hecho dependiente al
individuo, no de Dios sino de una estructura autorizada que media en su
relación con Dios. Además, se ha puesto al adorador como parámetro de la
adoración y no a Dios, por lo que adorarle ha tenido que ver más con el
individuo que con las Escrituras Sagradas.
Ahora, ¿Qué sino esto es lo que en el fondo subyace en
iglesias carismáticas-evangélicas? Hay solo un cambio externo y por supuesto,
una precisión en algunas doctrinas que han traído de forma borrosa, una
explicación de la salvación por la fe en Jesucristo en sus términos más
elementales, pero en el fondo subyace una misma esencia sincretista que
repercute en su estructura e interpretación doctrinal de forma muy marcada.
Así, por poner algunas muestras, el lugar que ocupaba el sacerdote, lo ha
ocupado el pastor, siendo este, un ungido especial del cual se depende casi
irracionalmente. Para el carismático no es nada extraño esperar que Dios,
además de la Biblia, le hable por sus profetas autorizados y que Dios continúe
operando milagros tal cual como aparecen en las páginas de la Biblia. Para el
carismático no es extraño adorar a Dios como le parezca aun usando los
elementos caídos de su cultura. Por supuesto que estos son tres meros ejemplos
de todo un andamiaje de doctrinas que pueden sobrevivir en ese arraigo cultural
del que no podemos huir fácilmente.
Luego, viene la Reforma Confesional e Histórica, y señala un
camino verdaderamente distinto. Se habla, por ejemplo, del sacerdocio de todos
los creyentes, de un oficio pastoral delimitado por las Escrituras, del
Cesacionismo de dones apostólicos, de la Sola Escritura (Sola de verdad) como
único medio de revelación de Dios y de su voluntad para los creyentes, y este
camino no es para nada cómodo para nuestra cultura. Es difícil, adverso,
completamente contrario a nuestro arraigo cultural, rompe precisamente con el
condicionamiento de una cultura caída. Se habla de una adoración regulada, no
de libertad del adorador, se habla de reverencia no de felicidad, se habla de
la dependencia absoluta de la Biblia y no de subjetivismo. De hecho, todas
estas cosas, hasta llegan a desecharse por el evangélico común, por parecer una
imposición foránea sobre nuestra cultura y ajena al evangelio. ¿Quién lo iba a
pensar? Si algo mueve las estructuras culturales y la cosmovisión individual,
es el evangelio bíblico sin adulteración. Quizás para otras culturas con otros
trasfondos, el asunto sea diferente, pero en Suramérica, ser verdaderamente
evangélico, y llevar el evangelio a sus consecuencias de la mano del legado
histórico del cuerpo de Cristo, sitúa a los individuos en una posición bastante
particular.
La reforma histórica y confesional en su momento creció
lentamente y con resistencia porque ella representa el llamado Bíblico de
renunciar a la conformidad con este mundo y por supuesto, todos aquí sentimos
el rigor de lo que sería adoptar el evangelio tal y como lo entendieron los
mejores reformadores. La historia generalizada hasta hace no muy poco, era la
de iglesias locales reformadas establecidas con dificultad y con un crecimiento
más bien modesto, a comparación de la explosión con que denominaciones
cristianas crecían en nuestros países. ¿Por qué? Porque el llamado del
evangelio bíblico y/o reformado, toca las estructuras y en estas aguas no nos
sentimos tan seguros en vadear, son aguas profundas y desconocidas. Por
supuesto que los que “no han cosido un paño nuevo en vestido viejo”, ven crecer
lentamente sus aparejos espirituales tanto personales como eclesiales,
contraculturales y bíblicos, en estas tierras que no superan con facilidad su
arraigo religioso familiar.
Pero, y he aquí el lamentable pero, el movimiento de la
Nueva Reforma viene ahora como otro intento de reconciliar el evangelio como se
entendió en la reforma, con lo que nos es más familiar, ese desafortunado
sincretismo. De nuevo nos persigue nuestro modus operandi histórico. La Nueva
Reforma provee, en su mejor exposición, una explicación coherente de la
soteriología, en mediana profundidad, una seguridad intelectual en algunos
puntos, pero en el fondo, deja los puntos de la cultura sincretista, sin tocar,
solo las modifica someramente para sus intereses. No podemos desconocer que
donde han avanzado, los nuevos calvinistas han llevado al evangelicalismo un
paso más adelante del carismatismo y eso es un beneficio para nuestras tierras.
Pero donde tienen grietas, pueden llegar a herir de muerte el intento de ver a
la iglesia en Suramérica sometiendo todas las cosas bajo la Palabra de Dios, es
decir, pueden llegar a diluir lo que pudiera ser una iglesia verdaderamente
reformada.
Lamentablemente, bajo lo que se aprecia hoy en las
enseñanzas de la Nueva Reforma, alguien puede ser cristiano reformado y a su
vez no abandonar estructuralmente los vicios de nuestra cultura. Así, por dar
algunas muestras, alguno puede confesarse heredero de la reforma y a su vez
idolatrar a sus representantes cristianos, seguirlos en cada conferencia y negarse
a aceptar que en algunos asuntos pueden tener puntos ciegos. Medita en esto,
eso es lo que ya hacíamos bajo el catolicismo, eso fue lo que repetimos bajo el
carismatismo y es lo que parte de la Nueva Reforma sigue promoviendo. Ahora,
por poner otro ejemplo y según se ve, se puede ser reformado y a su vez creer
que Dios pueda hablar por otras vías además de la Biblia. No importa qué manejo
sutil o inteligente se haga para legalizar esta postura, pero fueron los campos
de oscuridad en que ya hemos andado bajo el catolicismo, bajo el carismatismo y
es la misma porción que nos sirve el neocalvinismo. Lamentablemente hoy en
nuestras tierras, se puede ser reformado y a su vez, adorar a Dios sin observar
el principio que la regula, más bien echando mano de los elementos de su
cultura popular y caída. Es el camino donde más nos sentimos seguros
culturalmente, es el camino que no incluye una renuncia fundamental o esencial
al amolde cultural-religioso. Por lo que no es nada raro que la Nueva Reforma,
se adapte y crezca con más facilidad en nuestro medio que lo que ocurrió por
varios años con la Reforma Confesional e Histórica porque es precisamente lo
que hemos venido haciendo por los siglos.
No solo porque el conocimiento de Dios que nos llegó a
Suramérica estuvo tan lejos de la reforma, sino porque como cultura hemos
sabido adaptar la religión a nuestras maneras ancestrales de entenderla, queda
más fácil tener una creencia que no nos arroje a una doctrina verdaderamente
evangélica, histórica y confesional y mucho menos llevarla a sus implicaciones
necesarias. Es un costo muy alto, por lo que es más cómodo quedarse en la mitad
del camino, tranquilizando la conciencia con la certeza que al menos se ha
avanzado en algo o llevados por el sofisma de las multitudes interesadas. Pero
si usted se fija bien, el fundamento cultural de la Nueva Reforma, es el mismo.
He aquí una buena razón por la que Suramérica es una tierra fértil para todo
tipo de doctrina que no implique renunciar a los vicios y supersticiones
populares y por qué como reformados históricos y Confesionales debemos seguir
siendo fieles aunque no tan populares.
2. El Arraigo Cultural Particular Latinoamericano
La creación de Dios es diversa. Aun cuando hablamos del ser
humano, podemos ver la diversidad cultural existente. Es interesante apreciar
las particularidades de cada región aun dentro de un mismo país y las
expresiones folclóricas que colorean la humanidad de tonalidades diversas. Como
en otros asuntos, esto no debe verse como malo en sí mismo, pero tampoco bueno
en sí. Existen particularidades culturales que corresponden a un valor agregado
y otras a defectos marcados que hacen que conformarse a la cultura, sea un
perjuicio.
Para los creyentes, que perseguimos una cosmovisión
cristiana basada en la Palabra de Dios, la cultura debe ser sopesada,
discernida, evaluada y no tan solo asumida . El creyente es exhortado a
discernir los tiempos, a no amoldarse a la cultura o siglo, la Biblia le provee
de los lineamientos de una novedad de vida a partir de Jesucristo muerto y
resucitado. Es decir, pensar que el evangelio solo apunta al hombre
reconciliado con Dios a través de Cristo, sin tener en cuenta que precisamente
esto arroja al individuo a una manera de andar como es digno del evangelio en
una cultura particular en al cual espera que brille o sea sal, es amputar las
implicaciones bíblicas del evangelio. Hablamos que la Palabra de Dios señala
hacia unos rasgos distintivos del ciudadano del cielo (Fil.3:20) que muchas
veces chocarán con su propia cultura y a veces coincidirán en algunos puntos
periféricos con ella. Sin embargo, el hijo de Dios se esfuerza, no solo por
adoptar un tipo de vida bíblico sino uno que nazca de su cosmovisión particular
subordinada a los principios de las Escrituras que expresan los valores del
nuevo nacimiento y del Reino al cual pertenece.
Si bien, el evangelio no debe convertirse en una imposición
de una cultura terrenal particular sobre otra, no podemos huir que culturas más
permeadas por la Palabra de Dios, pueden ser un referente, aunque
definitivamente la meta será adoptar las particularidades de una cultura que
entiende y aplica las Escrituras a su vida diaria. Quizás parezca osado afirmar
que los creyentes debemos más bien exhibir, esa “cultura” de nuestra nueva ciudadanía
celestial, más que la de nuestra antigua terrenal. He aquí el cuidado con la
contextualización del evangelio, pues a nombre de ella, se ha adaptado, por no
decir rebajado, el cristianismo bíblico, y diluido en una cultura particular,
creando una versión propia de cristianismo (y a veces varias subculturas
cristianas) y no el cristianismo bíblico particular.
Precisamente es lo que se aprecia en Latinoamérica, donde no
podemos hablar de una cultura transformada por la Palabra de Dios, ni siquiera
permeada por ella, sino de una Biblia matizada por los arraigos culturales.
Así, palabras más o menos, hemos quedado con una versión propia del
cristianismo, que a veces se estira casi al modelo bíblico y que otras veces
perece bajo la idiosincrasia suramericana. De hecho, el carismatismo ha sabido
cómo explotar la cultura latina para sus propios intereses, ofreciéndoles a las
masas, precisamente aquellas cosas que como cultura anhelan, aquello que
venimos arrastrando desde nuestros aborígenes.
Una cultura latina que en sus grandes defectos es
particularmente emocional, pragmática, facilista, autocompasiva y que vive de
apariencias, es vulnerable en muchos sentidos. No es este el espacio para
señalar que hemos recibido precisamente un gran mal social a causa de nuestros
defectos culturales, pero de hecho, usted puede discernir que detrás de cada
mal que vivimos en nuestras tierras, aparte de andar lejos de las Escrituras,
se debe a que nos han golpeado por el lado de nuestras debilidades. Sin embargo,
el engaño religioso también ha usado como trampolín, estos mismos defectos,
dejándonos al final como una iglesia vacía, cada vez más lejana de los
principios bíblicos y destinados a acrecentar su propio fracaso.
La predicación propia del carismatismo actual ha elaborado
su estructura a partir del consumidor. Nuestros pueblos poco reflexivos,
emocionales, son el campo fértil para cualquier doctrina que llegue a los
sentimientos no importan si deja desprovista la razón. Una cultura del
pragmatismo donde medimos el valor o la eficacia de las cosas por su
funcionalidad no por su legitimidad, donde las multitudes, prestigio y fama son
sinónimo de éxito cristiano, es el ambiente adecuado donde lo que menos importa
es la doctrina como sí la sensación. Somos los pueblos de falta de disciplina a
los que mejor les funcionan los métodos fáciles para conseguir lo que deseamos,
no importa si son procedimientos interminables, aun así son más ligeros que una
estructura de trabajo y esfuerzo. Hablo de lo fácil que los latinos han estado
dispuestos a asistir a grandes rituales, retiros, encuentros, conferencias,
conciertos, etc., para conseguir la santificación o una espiritualidad viva,
que viene, según la Biblia, solo por la mortificación diaria del pecado, por al
auto negación, por la vía de la exposición disciplinada a los medios de gracia
bajo el poder del Espíritu Santo. Así, no es raro que el carismatismo haya
sacado grandes dividendos de nuestro espíritu facilista.
Una religión que vive de apariencias, de números, de
estatus, de invitaciones y pulpitos es bien vulnerable a ser seducida por los
valores del mundo que se rige por los ojos y la vanagloria de la vida. Usted y
yo conocemos gente que se profesa creyente que anhela los pulpitos pero su vida
privada y familiar es un desastre, y su conocimiento verdadero y solido de las
doctrinas reformadas es más bien incipiente, superficial y no asentado en su
conciencia. ¿Por qué estos fenómenos? Porque lo externo y superficial apela más
rápidamente a nuestros sentidos y hemos sido entrenados culturalmente para
responder a lo nos viene a través de ellos, sin un discernimiento razonable
sobre las cosas. Así, culturalmente no nos es extraño el dicho popular: “¿A
dónde va Vicente? ¡Pues a dónde va la gente!”. Pero completando el cuadro,
somos esa iglesia que siempre estira la mano para recibir algo, porque nada de
lo que nos pasa aquí “es nuestra responsabilidad”. Así, hemos creado una
cultura evangélica dependiente de la aprobación extranjera para sentirnos
seguros. Pero no cualquier aprobación foránea, sino aquella que encaja
perfectamente con nuestros arraigos culturales, en eso no hemos superado
nuestra “malicia indígena”.
La Reforma Confesional e Histórica es en este sentido un
llamado contracultural y por lo cual, de difícil recepción en nuestro medio. Es
una doctrina que nos llama a perseguir lo legítimo independientemente los
resultados. Esto es de otra dimensión. Tienes que enfrentar a un
latinoamericano redefiniendo lo que es legítimo, pues está acostumbrado a medir
lo bueno o lo malo según la cantidad o el resultado. Este dudará de tal o cual
asunto, debido a que hacer las cosas porque son correctas en sí mismas, no le
convence, pero si impactas sus sentidos, se sentirá seguro sin hacer la
pregunta si acaso esto es correcto o no. El evangelio bíblico histórico
corresponde a una doctrina que no engaña la razón ni la pasa por alto, sino que
la sitúa en el legítimo lugar de un culto apropiado. Nos enseña no solo el qué
sino el por qué y el para qué. Desafía rotundamente el pragmatismo y la
inmediatez con que solemos actuar y lleva cautivos los pensamientos, de manera
que el servicio a Dios sea ese culto racional.
La manera como la reforma histórica entendió el evangelio,
no descansa en la popularidad sino en la fidelidad y no teme denunciar la
cultura, así esto sea como sacar su propio ojo. Los reformadores nos enseñaron
acerca del libre examen de las Escrituras y de nuestra responsabilidad personal
y eclesial por aplicarla a un mundo impío. La reforma no dependió de grandes
personalidades en sí ni de la cantidad de gente que la profesara y prueba de
ello es que sobrevivió a sus representantes y sobrevivió aun en pequeños
grupos. ¿Por qué? Porque la reforma histórica y confesional, dependió de la
Palabra de Dios que el Espíritu Santo aplicaba a corazones y comunidades. No
desconocemos el papel providencial de hombres que Dios puso en la historia de
la iglesia y que de seguro sigue poniendo hoy. Tampoco señalamos el fenómeno de
las multitudes como un mal en sí mismo, porque el poder del Espíritu Santo
añadió en la primera iglesia 8.000 personas en un par de sermones. Pero la
eficacia de la Reforma no se asentaba en métodos o personas, no necesitó de
grandes convocatorias ni de métodos estandarizados de santificación. No se
trataba de números ni estadísticas, se traba de apego doctrinal y santidad
personal. Se necesitó convicción más que emoción, para dejar el testigo bien
puesto para la siguiente generación.
La Nueva Reforma, por darle un nombre, definitivamente ha
quedado en muchos puntos, en la mitad del recorrido de nuevo. Al menos en
Latinoamérica, esta ha asumido los mismos arraigos culturales a donde llega y
no es extraño que con el tiempo esta Nuevo Reforma sea consumida o puesta en la
irrelevancia por la misma cultura que intenta impactar. Miles de personas han
sido reformados por internet leyendo frases reformadas viendo pequeños videos,
o por la inercia de ver multitudes detrás de movimientos o personas, lejos de
serlo producto del estudio esforzado de años tanto de las Escrituras, como de
los textos históricos que la enseñan. El facilismo ha hecho que solo entender a
medias las doctrinas de la salvación, dé el aval para confesarse heredero de la
reforma y portavoz de ella. La nueva reforma ha entendido muy bien que mantener
una adoración en la sencillez de la Palabra de Dios, no influencia al latino,
por lo que ha sido necesario atender al clamor cultural emocional, de luces,
jóvenes a la moda, puestas en escena, para vindicar una adoración masiva. Esta
nueva reforma ya tiene sus propias personalidades, su propio departamento de
prensa, la cual le genera ese estatus de multitud, de mega, de globalización
que tanto seduce al latino.
Las conclusiones en la mente de la mayoría son claras, “esto
debe ser legítimo en todas sus partes”, “Dios está bendiciendo”, “estamos en
avivamiento reformado”. ¿Cómo se llega a esta conclusión? Hay grandes
multitudes, grandes personalidades, grandes adoradores, grandes sensaciones,
grandes ministerios. Por supuesto que la predicación cristológica parece dar
legitimidad, el amor por las misiones deja sin lugar a dudas la puerta cerrada
para cualquier crítica. Sin embargo valdría la pena discernir, si eso es lo que
en verdad está pasando.
En la vida de piedad, donde las cosas se pesan, no se miden,
encontramos que falta aún mucho camino por recorrer. Al pesar este movimiento
en la balanza de la renuncia a los valores del mundo, a sus estándares, a la no
conformidad con los vicios de nuestra cultura, la nueva reforma en muchos
puntos e implicaciones se queda bien corta y debe escuchar por consecuencia el:
Mene Mene Tekel. Dios sabrá bendecir su Palabra, a pesar y no por estos
fenómenos contemporáneos. Será la fidelidad y apego a las Escrituras de las
iglesias locales y sus piados y eruditos pastores, los que den testimonio, no
solo de las palabras sino del poder del verdadero evangelio. Por ahora,
mientras exista una versión de la reforma que evidencie más los arraigos
culturales que la Palabra de Dios como se entendió en los mejores momentos de
la historia de la iglesia, será necesario seguir con la espada y el palustre,
lo uno para defender el sano evangelio histórico y lo otro para seguir
edificando la iglesia, no con heno ni hojarasca de los arraigos culturales sino
con el sólido fundamento de la Palabra infalible.
3. La Distancia con respecto al progreso de la obra del
Espíritu Santo en la Historia de la Iglesia
Es verdaderamente lamentable un hecho particular que se ha
puesto en evidencia con la nueva reforma y es que no habíamos aprendido a medio
escribir más que las cinco solas y a medio citar las doctrinas de la gracia,
cuando tuvimos que reescribir nuestro entendimiento de lo que es la reforma.
Déjeme explicárselo de otra manera. No habíamos pasado del primer capítulo de
nuestras Confesiones de fe históricas, ni siquiera habíamos reflexionado acerca
de su historia ni del valor de ellas, cuando ya los vientos de la reforma que
soplaron en América del Sur, nos enseñaron por qué no deberíamos ser
confesionales y qué significa la Sola Scriptura para que no choque con el
continuismo. Así, hoy existen más individuos que defienden con propiedad por
qué no ser confesionales, sin haberlo alguna vez sido ni habiendo comprendido
lo que esto significa en realidad.
Ha sido asombroso que en América del Sur, ni siquiera
hayamos entendido el qué, ni el cómo, ni por qué ni la esencia misma del
Cesacionismo, cuando hay más individuos de la neo reforma reaccionando en su
contra, aun sin entender la postura histórica de esta doctrina. Es increíble
ver que jamás hemos entendido lo que es el principio que regula la iglesia y la
adoración (eso se ve en la manera tan superficial en que esta doctrina es
atacada), jamás practicamos esta doctrina de forma sostenida pues hasta ahora
la estábamos entendiendo, pero ya hay quienes la combaten desde la nueva
reforma. Recuerdo que hace algunos años, ni siquiera entre los cristianos
evangélicos, se reconocía qué era un Bautista, menos un reformado. Siempre se
nos cuestionaba: “Eso es algo nuevo ¿verdad?”. Y empezaron a circular los
videos de aquel fogoso predicador que dio tanta luz del evangelio pero que en
medio, criticaba a los bautistas del sur. Así, los jóvenes latinos que
aprendieron algo de la reforma por videos y estudios superficiales, sí se
sintieron seducidos hacia el evangelio pero al mismo tiempo “nacieron” atacando
la estructura eclesial e histórica de los bautistas sin saber ni por qué.
Tenemos pues, individuos que no saben en verdad qué es el confesionalismo, el
cesacionismo, el principio regulador de la iglesia y la adoración, la
eclesiología reformada (por solo dar unos ejemplos), criticando y reaccionando
a cada una de estas cosas, porque al llegar a la reforma, ese era pues el
ambiente en el que la aprendieron. Algo extraño pasa si alguno pasa hoy como
reformado entendiendo más el pensamiento de las personalidades de Youtube que
de las Instituciones de Calvino, Berkhof y Hodge, por dar algunos nombres.
Esto tiene una explicación. Aquellos lugares, en otros
continentes, aun en América del Norte, que han gozado de siglos de tradición
evangélica y reformada, ahora están viviendo un lamentable periodo pos-reforma,
siglos después, producto del secularismo latente en esta época. Ahora, gran
parte de la reforma latinoamericana, desdichadamente no ha bebido de las
fuentes de la tradición evangélica y reformada de la que gozaron por siglos
estos lugares sino de la nueva reforma, de las reacciones, del momento
pos-reforma y secular que se vive en los países que en otro tiempo gozaron de
un entendimiento mayor de la Palabra de Dios. Así, recibimos por herencia de la
época actual, un aversión pos-reforma, reaccionaria y mundana en muchos puntos,
bajo el emblema de reforma.
Permítame poner este ejemplo, porque no es la primera vez
que nos ocurre. El cristianismo histórico se dio lejos de nuestras tierras. Se
extendió desde Jerusalén a otras partes del mundo. Mediante iba pasando el
tiempo y dependiendo a donde llegaba, pudo haber sido contaminado de muchas
maneras. Así, cuando el cristianismo llegó a América del Sur siglos después, no
llegó tal y como era, lo que nos llegó fue el cristianismo contaminado,
rebajado. Así, aprendimos a ser cristianos nominales, anti protestantes aun
cuando ni siquiera sabíamos qué era eso. En su gran mayoría, la gente no era
tan buena católica como sí anti evangélica. Eso es un muy buen ejemplo de cómo
podemos asumir una posición por vía de la herencia de una deformación doctrinal.
Ahora, considere este asunto. Ya teníamos una versión
pos-cristiana, esa versión de cristianismo que heredamos por el catolicismo
romano. Luego, cuando llegó el evangelio, rápidamente fue sustituido por la
versión evangélica estilo pentecostal o carismático. Claro, eso representaba
una mejora, pero no lo ideal. Ahora la nueva reforma nos entrega una versión
pos-reformada de los países que con el tiempo están reaccionando a ella. ¿Y por
qué? Porque en verdad hay una gran distancia entre los movimientos del Espíritu
Santo en la historia de la iglesia en sus más importantes definiciones y
acciones y nosotros, que hemos hecho el lugar de agentes pasivos y facilistas.
En verdad tenemos como un lamento, estar tan lejos de tener
en nuestras manos las obras históricas de definiciones doctrinales, producto de
años de discusiones teológicas. Miles de hojas de los trabajos de hombres de
Dios en la iglesia, llegan a nuestro idioma en forma de minúsculos resúmenes.
La distancia idiomática es real, pero aun así, la distancia de tener un
contexto apropiado para entender la historia de nuestras doctrinas, también
pudiera marcar un abismo grande. Sin embargo, nuestras inclinaciones culturales
siempre van a hacer que optemos por aquella literatura que sea práctica y
llamativa más que la que nos provea un entendimiento profundo de los
fundamentos de nuestra fe. Tenemos pocas de estas obras, pero las que tenemos
no son muy frecuentadas ni estudiadas. Sin ridiculizar a nadie, crece el número
de calvinistas que jamás han leído dos capítulos de las Instituciones de
Calvino, lo cual indica que esta nueva reforma lo es por la inercia del
subjetivismo y la superficialidad. Si a esto se añade que el ejemplo de los
referentes de la nueva reforma casi que ha eclipsado el ejemplo del buen número
de iglesias históricas y confesionales fieles, tenemos el fenómeno que hoy está
en vigor.
Por supuesto que procurar ir a las fuentes de todo, es lo
más sabio. Este obrar es sensible a la obra del Espíritu Santo sobre la
historia de la Iglesia de Cristo. Es necio vivir como si fuéramos los primeros
en abordar la doctrina y su aplicación a un mundo caído, cuando la verdad somos
hasta ahora, la última generación de cristianos que aparece por aquí.
Desligarnos de una forma arbitraria y dejarnos seducir de estos movimientos por
el estatus que hoy genera, deja el vacío de no haber atendido a la reforma
histórica, que entendida en sus términos, no era una novedad sino el resurgir
de las doctrinas de la Iglesia desde Pentecostés y es pasar por alto siglos de
lecciones e iluminación que Dios ha venido dando a miles de individuos antes
que esta nueva ola.
La distancia que tenemos en Suramérica con la reforma
histórica no debe verse como un completo mal a menos que no estemos dispuestos
a recorrer el camino de un mayor entendimiento de la reforma y permitir que el
tiempo asiente en nuestras vidas lo que hemos recibido. Si lo que deseamos es
una reforma elegante, mediática, multitudinaria, lúdica, estilizada, seguiremos
perdiendo terreno, porque la reforma histórica es más semejante a un rudo y
fuerte minero, nada estilizado, pero laborioso, esforzado y eficaz, que pese a
su sobriedad y poco atractivo, ha venido sacando las mejores perlas de la
Palabra de Dios para cada generación. La diferencia entre el oropel y el oro.
Un llamado al discernimiento pacifico pero decidido
Lo retratado anteriormente puede sugerir en la mente del
lector que estamos viviendo el peor de los cuadros y que nos encontramos en un
callejón sin salida. De hecho, creo que el cuadro se vería así a menos que
atendiéramos a otra realidad que viaja a la par en todas las épocas en la iglesia
de Cristo y es la promesa de la preservación de la iglesia y su futuro triunfo.
Quizás en las épocas más decadentes en la espiritualidad, el Señor se goza en
hacer el bien de tantos males y podemos afirmar que aunque hayamos pensado para
mal en algún asunto, Dios pensó para bien, para traer salvación a este pueblo.
Pero esta realidad de la gracia preservadora del Señor sobre su iglesia, jamás
debe eclipsar la responsabilidad de esta como columna y baluarte de la verdad.
El Dios que preserva su iglesia, también ha determinado los benditos medios
para la preservación del remanente escogido. La iglesia debe andar consciente
de ambas realidades y no anular una de ellas o asumirla en detrimento de otra.
Permítame desarrollar este punto. Puede ser que la visión de
la realidad que tenemos sea meramente horizontal y seamos llevados a asumir una
posición demasiado pesimista y amarga. Si usted solo ve esta parte del cuadro,
seguramente se volverá desconfiado, casi rayando en la paranoia espiritual, de
seguro se hallará pisando los terrenos del síndrome de Elías, y se verá tentado
a la impaciencia, la amargura, la crítica y la continua ansiedad que mirar este
cuadro puede producir. Esto ha llevado a muchos hermanos, que de muy buena
intención se paran a lado y lado del camino, advirtiendo acerca del precipicio
que se encuentra adelante, a caer en críticas causticas, poco edificantes en
nombre de la verdad y –como advierte un predicador-, la que sufre en última
instancia es la verdad. Hablo que la verdad no solo tiene una parte negativa
sino positiva. No solo incorpora prohibiciones, advertencias y exhortaciones,
sino consuelos e instrucción paciente. Estos hombres quizás han estado al
frente de la batalla y han dejado la piel de sus convicciones sobre el asfalto
de esta generación. Han sufrido la crítica y el desprecio por llevar en alto la
bandera de la pureza del evangelio y debe estar seguro, que entre las épocas
más difíciles para levantar esta enseña sin manos temblorosas, es esta. Cuando
te levantas hoy hablando con toda claridad, no saldrás ileso y sabes que
tendrás que renunciar a tu nombre, amistades, y Dios sabe cuántas cosas más.
Estos hombres de espíritu profético, seguramente deben
levantar la mirada para ver el cuadro completo. Han pasado siglos muy negros en
la historia de la iglesia, a veces aun pareciendo que la causa se perdió y
levantando la voz con el salmista: ¿Dónde están los justos?, ¿Han perecido
todos? Pero el Señor prometió edificar su iglesia, porque en última instancia
Él empeñó Su Nombre, Su reputación, la garantía del triunfo de la iglesia es la
sangre del Testador, la cual habla más fuerte que la sangre de Abel. Quizás no
sea fácil distinguir a qué horas se pasa la línea entre una defensa fiel del
evangelio y la pretensión de ayudar a Dios a hacer lo que parece que Él no está
haciendo. Debemos lamentar que buenos hombres se hayan cerrado puertas
innecesariamente, quemado puentes tras ellos, quebrado amistades sin necesidad,
por el celo a la verdad. ¿Reprenderemos su celo? Por supuesto que no, pero la
bendición de sus obras no debió quedar sepultada debajo de los escombros de un
celo fuera de control. ¡Cuánto beneficio pudieran darnos! Debemos sin duda
recordar que la batalla es del Señor y que no es con espada o jabalina sino con
el Espíritu de Dios. Quizás la fuerza de un argumento desmedido haga más daño
que bien y ataquemos la verdad que pretendemos cuidar y promover. Quizás a
veces solo sea como romper un cántaro, otras veces estar quietos y otras, habrá
que encomendar la batalla al Señor y que haga lo que bien le pareciere.
Por supuesto que jamás sería una virtud sacrificar la verdad
en el altar de la prudencia, pues la verdad tiene ese aspecto sanador y
restaurador tan necesario a causa de nuestra enfermedad espiritual. No sería
una muestra de consideración devolver un paciente sin decirle nada, solo porque
escuchar el estado de su enfermedad, le desconsolaría. Tampoco, por supuesto,
buscaríamos la manera más fría e insensible para decírselo, pero la verdad
debería ser honrada para que haya esperanza. ¡Cuánto más cuando de la sanidad
de las almas y de una iglesia a veces moribunda se trata! Recordemos que si
bien, la bienaventuranza recibida por ser perseguidos por causa de la justicia
es una realidad indefectible, aquellos perseguidos no lo son por un espíritu
contencioso y conflictivo, porque antes de afirmarles su bienaventuranza a
causa de su persecución, se afirmó de ellos que eran misericordiosos y
pacificadores. Que la gente salte por encima de la verdad hablada en amor, pero
jamás que desechen la verdad por haber sido envuelta en espinas indigeribles.
Nunca deberíamos prestarnos para trivializar las solemnes advertencias que el
Señor da para conservar los santos distintivos del cuerpo de Cristo, pero
tampoco podemos darnos el lujo de dejar las palabras sin sazonar, en un
espíritu desafiante cuando hacemos apología.
Pero ¿Para estas cosas quién es suficiente? Por lo que jamás
debemos perder de vista el consuelo de la promesa de Cristo de cuidar su
iglesia. Hace unos años no estabas aquí y Cristo no había perdido el control de
la iglesia y la sacó avante bajo las cenizas del mundo impío. Unos años
adelante tampoco estarás aquí y si el Señor no ha venido de nuevo, seguirá
edificando la iglesia. No es fatalismo, solo deseo que mires el cuadro
completo. De ninguna manera desearía aflojar la mano de los soldados del
ejército de Cristo, ni hacer que sus piernas temblaran o su voz titubeara. Pero
mira el cuadro completo y seamos sabios de manera que la verdad siempre gane y
la iglesia sea edificada. La iglesia siempre tendrá corderos recién paridos que
no pueden andar de prisa y los pastores conscientes, son sensibles a esta
realidad que jamás la iglesia va a superar, pues si a los pobres ‘siempre
tendréis con vosotros’, a los débiles también siempre los tendréis.
De otro lado, una falsa seguridad de la situación actual
puede ser un poderoso somnífero inhabilitador de los sensores de la iglesia de
Cristo. Si te niegas a ver el cuadro completo, perderás de vista que la iglesia
ha lamentado con lágrimas y sangre, haber abierto pequeñas puertas, haber hecho
pequeñas concesiones, haber bajado la guardia de la sana doctrina y faltar a su
responsabilidad generacional de someter todo bajo la Palabra de Dios, o al
menos haberlo intentado hasta la muerte. Muchas causas se echaron a perder,
hombres naufragaron, denominaciones, iglesias, pulpitos, hoy son monumentos a
la confianza propia y a la falta de celo por la sana doctrina en su totalidad,
mezclado con algo de ingenuidad. Muchos individuos vieron al triunfo del
cristianismo en épocas de Constantino, la historia afirma que fue el comienzo
de dolores, de siglos de dolores y oscuridad en gran parte.
Cada generación debe prever los efectos de su
involucramiento doctrinal y su administración de la sana doctrina, en cada
época, bajo la ilustración de la puerta que se abre en la oscuridad. Me
explico. ¿Has visto que pasa cuando abres tan solo un poco la puerta en una
habitación oscura? ¿Has visto cómo la luz entra y se refleja en el suelo? En la
parte más cercana a la puerta es solo un halo de luz, pero a medida que la luz
avanza, se acrecienta. Esas pequeñas concesiones de la iglesia, pequeñas en su
momento, esas puertas entre abiertas en una situación, jamás se quedaron así,
en poco tiempo las cosas se volcaron a un desastre. Si tan solo hubiésemos
puesto las cosas en perspectiva, hubiésemos, sin ser profetas o hijos de
profetas, visto lo que con los años vendría. Imagina qué hará la próxima
generación con las puertas que la Nueva Reforma ha abierto en cuanto a la
adoración pop, el cesacionismo cuidadoso, la pedagogía de las celebridades y
multitudes, el despego del confesionalismo progresivo, el encapsulamiento de
todo el consejo de Dios tan solo en las cinco solas ¿En serio piensas que las
cosas se quedarán así? ¿Es difícil suponer lo que pasará en unos años cuando
los discípulos superen a sus maestros?
Los cristianos de cada generación no pueden reposar de forma
descuidada, casi tentando a Dios en su soberanía, tomando livianamente toda la
Escritura, siendo selectivos en qué cosas desea tomar y qué cosas no, dejando
un vacío en cuanto a la reverencia y el temor de Dios en su época, como si lo
único que importara fuera el gozo y la pesca de almas a cualquier precio y bajo
cualquier método. En años posteriores ¿Nos traería algún consuelo afirmar que
al menos fuimos sinceros? ¿No lloraremos nuestra sinceridad dada en el vacío?
Este cuidado debe acrecentarse pensando que como experiencia sostenida, jamás
el evangelio ha sido la norma en nuestras tierras, ni siquiera una mediana
predicación sana. Por supuesto no hablo de iglesia locales particulares, hablo
del cuadro generalizado de lo que es hoy la iglesia evangélica y más de
tendencia reformada. Nosotros no hemos necesitado que la Biblia sea sacada de
nuestras escuelas, porque ¡Jamás ha estado!, no lamentamos que nos censuren
manifestaciones piadosas públicas porque ¡Jamás las hemos tenido! Ah, pero sí
conciertos mundanos bajo manto evangélico, convenciones vergonzosas,
evangelismo mundano, y más. Si la realidad histórica de nuestros países no
logra estimular el celo por una verdadera y sana doctrina, creo que el
pragmatismo ha corroído como gangrena las pocas bases doctrinales que decimos
tener.
Permítame sugerir unos puntos que pueden arrojarnos luz en este
anochecer de la reforma histórica y confesional en Latinoamérica, quizás el
Señor haga retroceder diez grados la oscuridad y nos permita combatir de día,
aunque a veces parezca que la noche está muy avanzada:
Discernimiento de la cultura y de la Palabra de Dios
Hasta hace no mucho tiempo Romanos 12:2 significaba la obvia
no conformidad de los creyentes con respecto a la estructura o filosofías del
mundo mientras ellos entendían con más rigor la voluntad de Dios, Su Palabra.
Eso incluía un discernimiento activo (si es que eso no es redundante), con
respecto a todo aquello que proviniera de una cultura caída, sean estándares,
sean filosofías, objetivos y aun aquellas cosas que, según 1 Juan 2:16, vienen
por los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida.
De hecho, el mundo no solo sobrevive en filosofías sino en estructuras visibles
que las expresan. La iglesia siempre había tenido una visión unánime ante estos
hechos, aunque no siempre anduvo a la altura de su conocimiento.
En la actualidad, casi que estos textos bíblicos antes
citados han dejado de significar en la mente del evangelicalismo, lo que
significa, tanto que no solo ha palidecido su sentido obvio sino que hasta han
llegado a señalar lo contrario. De cuando acá, se habla, no de la renuncia y la
no conformidad con el mundo, para hablar de una contextualización, de una
adaptación o una redención cultural. Obvio, hablar en estos términos en su
primer paso, ya viene contaminado con un vicio no bíblico ya que contradice la
doctrina de la depravación total del hombre. Creer que hay elementos sanos en
una cultura, indica que el hombre natural finalmente sí podía producir cosas
buenas, no en el sentido de gracia común, sino en el sentido de gracia
especial, porque finalmente estos elementos de la cultura podemos usarlos como
vías de evangelismo y por qué no, como parte de la estructura, visión y
objetivos de la iglesia del Señor. Seguramente es mejor hablar de la redención
del hombre en medio de una cultura, que hablar de la redención cultural. Esta
redención supone la condición depravada de una cultura, que no es otra cosa que
la suma de todos los elementos del hombre caído en el contexto de una sociedad.
Entender más y más la Palabra de Dios a la par que entender
sus necesarias implicaciones en la vida personal, familiar y eclesial, es el
trabajo no pequeño que tenemos por delante. No adelantaremos si nuestro punto
de partida es la cultura y no la Palabra de Dios, si son los resultados y no la
fidelidad lo que va estimular nuestro trabajo. La cultura siempre cambiante,
siempre caída, proporcionará cada momento una tentación de ser adaptada en el
cristianismo para luego reemplazarlo, pero la Palabra de Dios ha sido la misma
desde que el Señor nos la dio a través de los santos hombres inspirados. Se cae
del peso argumentativo preguntar ¿Qué clase de fundamento queremos en realidad?
¿El de una cultura siempre cambiante o el de la Palabra inmutable? La respuesta
aunque sea obvia debe ser asumida con seriedad porque podemos llegar a
disociar, como lo hemos hecho, lo que tenemos en nuestras cabezas de lo que
resultamos haciendo.
Regirnos por lo ordenado no por lo providencial
Otro punto de no poca importancia en la que será necesario
ocuparnos, es en la determinación de andar bajo lo que está ordenado por la
Palabra de Dios y no por aquello que nos viene a través de la providencia
divina. Me explico. En la Palabra de Dios, vemos la voluntad revelada de Dios
como un Rey, sus preceptos, sus mandamientos, exhortaciones, indicaciones y
prohibiciones, etc. Es por la voluntad revelada de Dios que los creyentes
debemos conducirnos de forma activa. Por otro lado, la providencia de Dios
corresponde a ese gobierno sabio que Él ejerce sobre lo creado. Este gobierno
es en muchas maneras predecible, por ejemplo por el establecimiento de leyes,
pero por otro lado es misterioso hasta en sus fines. Sus tratos providenciales
nos muestran que nos enfrentamos a un Dios soberano y nuestra sujeción a la
providencia de Dios es más bien pasiva.
Piense en lo siguiente. En el ejercicio providencial de
Dios, nos mostró que es capaz, si así quisiera, de dar una exhortación verbal a
un individuo a través de un animal, como fue el caso de Balaam y su asna. Ver
ese asunto providencial, misterioso, no nos debe llevar a concluir que la
voluntad de Dios acerca de los medios de nuestra edificación espiritual es
rogarle porque levante más asnas para que nos mueren Su voluntad. De ninguna
manera, esto correspondió a un ejercicio soberano, providencial con un fin específico
que solo la sabiduría divina podría explicar satisfactoriamente. ¿Entonces qué
medios debemos buscar los creyentes para nuestra edificación? Los claramente
revelados en la Palabra de Dios, sea la lectura y meditación de la Biblia, sea
la exposición fiel de los ministros ordenados o lo maestros de una
congregación, etc.
Esto lo he referido para señalar uno de los errores más
frecuentes a la hora de analizar el fenómeno de la Nueva Reforma. Muchos traen
tranquilidad a sus almas con la simple consideración que las cosas no pueden
estar tan mal ya que Dios usa de muchas maneras estos intentos y promueve su
reino a través de estos individuos. Pero aquí volvemos al dilema ¿Sobre qué
base debemos determinar lo bueno, lo malo, lo útil, legitimo o lo no conveniente?
¿Sobre la base de lo que Dios en su providencia soberana quiera hacer? O ¿Sobre
la base de Su Palabra infalible e inerrante? Notemos que si usamos una piedra
de toque equivocada, nuestras conclusiones también lo serán. Que Dios haya
usado movimientos y hombres, hasta del catolicismo romano para de alguna manera
refrenar la maldad, abrir puertas, generar algún tipo de bien o suministrar
algún tipo de luz, no significa que sea lo que la iglesia deba buscar ni darle
la venia indiscriminadamente. Que Dios bendiga ciertas labores de un individuo
no implica la complacencia divina sobre él, de hecho en la Palabra de Dios hay
registros de hombres que Dios usó pese a que descalificó su vida. Así que el
aparente éxito visible, no nos dice nada de la unción divina sobre un individuo
ni el agrado de Dios en su ministerio, aunque providencialmente lo use.
Damos gracias a Dios cuando en Su providencia bendice todo
lo bíblico que movimientos y hombres puedan hacer, pero jamás usaremos tal
fundamento para señalar el rumbo de la iglesia. Hasta ahora, hombres y
doctrinas deben ser probados por la Palabra de Dios. Deben ser calificados de
acuerdo a su fidelidad bíblica y no tan solo por sus aparentes resultados, eso
sería el más claro pragmatismo. Es pues menester que la iglesia sepa
diferenciar entre un ejercicio soberano de Dios y sus preceptos claramente
delineados en las Escrituras. ¡A le ley y al testimonio! Pues deseamos no solo
algo de la bendición de Dios sino la que viene por su sonriente faz, la que se
obtiene bajo la luz de la obediencia fiel, aquella que se deriva de la honra al
Señor, pues es mejor la obediencia que todos los sacrificios.
Defensa ardua pero pacifica ¿Es eso posible?
La defensa de la fe (doctrina) no es un procedimiento que la
iglesia carga debajo de la manga cuando los medios regulares de proclamación
del evangelio fallan. Más bien hace parte integral de lo que es anunciar el
evangelio en un mundo que lo resiste. De hecho, cada vez que el evangelio de
Jesucristo es fielmente proclamado en sus ofrecimientos y demandas, es
resistido con argumentos que intentan ahogar la Palabra de Dios. La iglesia que
cumple su tarea proclamadora, tarde o temprano, en unas áreas más que en otras,
experimentará a veces más a veces menos, el combate a la sana doctrina.
Esta realidad nos presenta un desafío de no poca
consideración, cuando el error y las desviaciones vienen de aquellos con los
que la Palabra de Dios nos llama a guardar la unidad en el vínculo de la paz.
Tal tensión jamás será fácil de sortear y Dios quiera guardarnos del día en que
nos veamos arrojados a elegir entre unidad y fidelidad a la Palabra de Dios,
porque sería imposible mantener las dos juntas sin menoscabar algún principio.
Puede ser que nos veamos tentados a mantener la paz bajando a lo mínimo los
muros doctrinales y optemos por la concordia a costa de la fidelidad bíblica.
En este caso, tal unidad y paz generada en detrimento de la verdad, será una
unidad aparente, meramente externa y tan frágil que la próxima demanda
doctrinal la puede quebrar. Puede ser que nos veamos tentados a mantener la
pureza doctrina a costa de la paz y abriguemos un espíritu odioso y contencioso
con demás hermanos en la fe. No deseo para nada tratar este asunto con
liviandad o como si la formula fuera siempre fácil en la práctica de llevar a
cabo.
Sin embargo, creo que la iglesia desarrolla su ministerio
primeramente delante de Dios. Coram Deo fue una frase reformada atribuida a
Juan Calvino con la que señaló hacia el principio elogiable de hacer todo como
en presencia de Dios. Así, la iglesia se debe primero a su Rey, Sacerdote y
Profeta, pues en última instancia a Él daremos cuentas. Es por eso que la
iglesia no tiene la opción de ser fiel, de buscar la conformidad a Cristo
“hacia arriba” y no “hacia abajo”, es decir, buscar la estatura de Cristo como
objetivo primordial tal y como se ve en Efesios 4. Pero al hacerlo, y he aquí
el asunto, también debemos recordar que estamos en presencia de Dios. Eso
significa que el diferir en doctrina con otros hermanos y en el ardor de la
defensa de la fe, no tenemos ningún salvoconducto para el pecado.
No hay cabida para ser deshonestos, mentirosos, hipócritas,
aduladores, estratégicos, manipuladores, orgullosos ni nada que la misma
Palabra de Dios señala como pecado. La contienda por la fe es una verdadera
contienda, se trata de la comparación de argumentos, de no ocultar las
diferencias, pero jamás en un ambiente mundano o carnal. Si Pablo y Bernabé no
pueden andar juntos o no por ahora, no esperamos ataques ácidos, corrosivos,
mentirosos y destructivos. Ya las diferencias entre hermanos son un asunto
difícil de manejar como para que le aumentemos las malas sospechas venidas de
comentarios absurdos y faltas de corroboración de las fuentes.
Cuidado en la verdadera piedad y en las iglesias
Déjeme terminar haciendo una observación donde en verdad se
mide la temperatura de la piedad. Pese a lo que nuestros sentidos nos
comuniquen, no es en las grandes conferencias o convenciones, no es en
institutos o seminarios bíblicos, en campamentos, actividades. Si creemos que
la Iglesia tiene un papel singular en los planes de Dios, entonces son las
iglesias locales las que dan testimonio del verdadero impacto de una reforma
bíblica. Lamentablemente las iglesias locales no son tan robustas
espiritualmente como lo son en número los grandes ministerios. Donde la piedad
debe ser enseñada, aplicada y vivida, la iglesia local, es justamente el
contexto que los creyentes miran como lugar de paso, una mera añadidura o
apéndice, porque la verdad crece el número de creyentes
conferencio-dependientes, web-dependientes, y que ha sustituido en la práctica
la iglesia local y rigen su vida por lo que otros pastores y ministerios,
muchos de ellos paraeclesiales, señalan.
A la verdad, intentos que deseaban el fortalecimiento de la
iglesia local como la multiplicación de ministerios reformados, han venido, al
menos el Latinoamérica, a menoscabar la iglesia local en verdad de muchas
maneras. Muchos pastores neófitos que a duras penas pudieran sostenerse en una
fe real y viva, en unas básicas devociones continuas y disciplinadas, son los
que se enfrentan semanalmente a congragaciones, sin el verdadero conocimiento
que lleva a la piedad, sin ninguna visión clara de qué es una iglesia local y
deseen convertir sus propias congregaciones más en una imitación de los grandes
ministerios que en una iglesia local del nuevo testamento. Ellos, que habían
salido de una estructura carismática, externa y pragmática, se encuentran
diseñando sus congregaciones con alabanza pop, y usando la predicación
expositiva como método mágico que puede llegar a producir grandes
congregaciones, antes que predicando para una verdadera piedad personal y
eclesial. Desafortunadamente hay más iniciativa para esa reforma estética,
mediática, activista, multitudinaria que para esa reforma disciplinada,
erudita, sobre las rodillas y con mucha perseverancia y esto sí que es uno de
esos frutos amargos que probamos en Latinoamérica, tan necesitada como lo es.
Si bien alguno pudiera afirmar que estos nuevos ministerios
han cumplido su función en un contexto donde las iglesias locales no son lo
suficientemente fuertes y que se espera que fruto de esos intentos lo sean,
debemos decir que puede llegar a ser verdad en parte. Si bien, como hemos
aclarado, algo de la nueva reforma ha traído adelantos en algunos contextos, lo
que se ve es que estos ministerios no se ven así como ministerios temporales
mientras las iglesias locales son fortalecidas, sino ministerios permanentes
que confederan más y más congregaciones. Es decir, si esos ministerios eran
unas muletas necesarias, no se ve que el intento sea que el paciente fortalezca
sus piernas sino que se acostumbre a las muletas.
Mientras que en práctica y no solo en teoría, se honre la
iglesia local y se dimensione como lo que es en los planes de Dios, la nueva
reforma tendrá mucho que hacer y promover. Mientras que la iglesia no sea una
fuerte y verdaderamente reformada, los neoclavinistas tendrán una audiencia
asegurada. Pero la expectativa de Dios es que cada iglesia local y la iglesia
como un todo, sea edificada como un cuerpo santo en el cual Dios habite y eso
sí que hace necesaria una reforma, no nueva, sino la que hemos recibido y
proclamado.
Fuente: http://ibrsuba.org/