Nuestro
enfoque en la adoración es, sin duda alguna, el problema más importante que
confrontan las iglesias bíblicas de hoy en día, y aquí está el porqué.
La
adoración está realmente en crisis. Un nuevo estilo de alabanza se ha filtrado
en la vida evangélica, sacudiendo hasta las mismas bases, conceptos y actitudes
tradicionales. El estilo de adoración seguido a través de toda la historia de
las iglesias que sí creen y obedecen la Biblia ha sido dejado al margen; y ¿por
qué no?, preguntan algunos jóvenes. ¿Qué problema hay con las bandas de música
contemporáneas? ¿Acaso no hay todo tipo de instrumentos, incluyendo los de
percusión, en los Salmos?
¿Acaso no se bailaba en la adoración en los tiempos bíblicos? ¿Acaso Dios no es
el mismo ayer, hoy y por los siglos? ¿Por qué tendríamos que estar atados a una
cultura victoriana triste en nuestra alabanza a Dios?
El
propósito de este artículo es contestar tales preguntas y también
enfocarse en los cuatro grandes pilares de la adoración, que son principios que
la Biblia enfatiza. ¿Tenemos en cuenta estos principios cuando consideramos
detenidamente nuestro estilo de adoración?
Muchos
cristianos hoy en día quedan estupefactos cuando se les muestra lo que realmente pasaba en
el Antiguo Testamento y se sienten engañados acerca de las ideas superficiales
que les han sido vendidas. Se vuelven muy serios y profundamente pensativos al
escuchar las definiciones de adoración dadas por el Salvador y al ver todas las
instrucciones prácticas de las epístolas.
Nuestro
enfoque en la adoración es indudablemente la cuestión más importante a la que
se enfrentan las iglesias bíblicas hoy en día y aquí está el porqué. Se pueden
observar seis nuevas maneras de adoración, sumamente erróneas y que normalmente
están todas mezcladas.
Existe la
adoración de placer personal que pone el placer del que
adora en primer lugar en vez de la voluntad de Dios. Existe también la adoración con lenguaje del
mundo que toma prestada la música actual de entretenimiento
del mundo incluyendo sus ritmos, instrumentos, acciones y también sus
presentaciones de la farándula, haciendo caso omiso a todas las advertencias
que la Biblia hace con respecto a amar el mundo. Existe la adoración estética que
imagina que orquestas, bandas y solos instrumentales son expresiones reales de
adoración como si Dios fuera adorado a
través de estas cosas, mientras que Cristo dijo: “Dios es
Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que
adoren”. Existe también la adoración
extática en la que la gente se lleva a sí misma a estados
altamente emocionales y hasta semi-hipnóticos, mientras que las Escrituras
dicen que siempre debemos orar y cantar con el entendimiento. Está también la adoración superficial que
reduce los himnos a coros que transmiten una o dos ideas elementales porque no
se desean temas espirituales. Existe la adoración
informal en la que líderes casuales, bromistas y banales
transforman las iglesias en salas de estar, privando así al Señor de dignidad,
reverencia, grandeza y gloria.
Es como
si las iglesias evangélicas hubieran contraído seis virus al mismo tiempo.
¿Cómo pueden sobrevivir las iglesias si su más grande ocupación está enferma? ¿Cómo
puede el pueblo de Dios guardarse sin mancha del mundo, si el mundo se ha
apoderado de la adoración? ¿Cómo podemos llamar almas perdidas fuera de este
mundo, si somos iguales al mundo? La adoración es ciertamente el tema más
importante del momento.
En este
libro me gustaría dirigirme con gran respeto a compañeros pastores, y oficiales
de iglesia que puedan tender a adoptar algunos de los elementos de la nueva
adoración. Hay numerosos trabajadores del Evangelio con gran dedicación que han
llegado a sentir que deben dar una aceptación cuidadosa parcial a esta
tendencia. Tal vez no les llame la atención a ellos personalmente, pero se les
ha persuadido de que su reserva es meramente una cuestión de gusto y cultura.
Según la sabiduría de hoy en día, para atraer gente a reuniones de jóvenes y a
las iglesias tenemos que emplear canciones contemporáneas de adoración.
Otra
sugerencia es que deberíamos introducir algo de la nueva adoración junto con la
vieja y así preservar lo mejor de la adoración tradicional bíblica. El problema
con esta propuesta es que la vieja y la nueva representan conceptos de
adoración opuestos, tal y como estas páginas mostrarán. La nueva viola todos
los principios bíblicos recuperados en la Reforma. Aún en la historia de la
adoración nueva se ven señales de alarma y eso demuestra el abismo entre la
vieja y la nueva.
Ahora
es bien conocido el desarrollo de la nueva adoración y puede ser aquí esbozado
en unos cuantos enunciados. Comenzó principalmente en California a finales de
la década de 1960, cuando muchos hippies vinieron a Cristo y llegaron a ser
conocidos como “la gente de Jesús”. Adoraban con exactamente el mismo estilo de
música que habían conocido como hippies. Varios movimientos cristianos fueron
formados para motivarles, entre ellos los “Calvary
Chapels”. Su adoración consistía mayoritariamente en un coro de una
línea que se repetía sin fin. Las letras eran simples, mucho más simples que la
de los coritos tradicionales para niños y los temas eran elementales también.
Casi no había confesión de pecado o doctrina alguna. Por más bien intencionado
que haya podido ser, la nueva adoración no fue moldeada o influenciada por
ningún modelo bíblico de adoración, ni por las prácticas generales de iglesias
bíblicas de aquella época.
Era una
forma de adoración hecha y concebida en la matriz de la meditación mística, en
la cual cientos y miles de hippies se sentaban en las laderas de California con
los ojos cerrados, balanceándose hasta llegar a un estado extático que hacía
eco a sus previas experiencias con drogas. Los ex-hippies llevaron a su nueva
lealtad cristiana la misma búsqueda por emociones sensoriales a las cuales
estaban acostumbrados y lamentablemente, ninguno de sus mentores cristianos les
enseñó ninguna cosa mejor.
Este
nuevo enfoque de la adoración avanzó rápidamente fusionándose con otra nueva
corriente de música “cristiana” escrita por aquellos que simplemente querían
que la música de adoración fuera como la música secular de rock. En otras
palabras, estos últimos querían “divertirse” en un sentido mundano. Necesitamos
estar conscientes de que esta nueva adoración se extendió a partir de estas dos
bases, es decir el misticismo hippie y el “cristianismo” mundano.
Y esto
fue inmediatamente incorporado al movimiento carismático, de donde han venido
la gran mayoría de las canciones de adoración nuevas. Tal información de su
contexto debería llevarnos a tener gran precaución, pero los principios bíblicos de
las siguientes páginas deberían ser el factor decisivo en la cuestión de
aceptar o rechazar estas nuevas alternativas. Ciertamente no podemos mezclar
conceptos opuestos.
Soli Deo Gloria