Enséñanos de tal modo a contar nuestros
días, Que traigamos al corazón sabiduría. (Sal 90.12).
Solamente Dios puede dar la sabiduría
para contar, o evaluar, o juzgar, nuestros días; sólo Dios puede hacernos
entender la realidad.
Para Dios no existe el conteo de días,
Él no existe dentro del tiempo, el tiempo existe dentro de Él. Dios no necesita
un reloj de pulsera. De requerirlo sería uno sin manecillas, pues el Salmista
afirma que para Dios “mil años delante de tus ojos son como el día de ayer, que
pasó, Y como una de las vigilias de la noche”. Dios está totalmente
desenganchado del tiempo.
Nosotros en cambio, vivimos engrapados
al él. Cuando nacemos, el cronómetro del tiempo inicia el conteo de nuestro
días, durante nuestra vida se convierte en nuestro marcapasos, en la vejez da
comienzo a la cuenta regresiva de nuestra mortalidad. No podemos desentendernos
de él pues, a manera de hablar, en él vivimos y nos movemos y somos.
El salmista es muy consciente de que su
vida está circunscrita por el tic-tac del tiempo, y como una madre le enseña a
su hijo a contar el tiempo, así él nos enseña en esta porción a tener una
noción correcta. La lección no es una de organización sino de espiritualidad
equivalente a lo que un enfermo escucha cuando el doctor le dice: “tienes tus
días contados, aprovéchalos al máximo”. Nosotros por igual tenemos nuestros días
contados, no porque estemos enfermos, sino porque somos mortales; tenemos una
cita ineludible con la muerte y cada día damos un paso más cercano hacia esta.
Tal consideración no debe conducirnos
primero a obsesionarnos por el consumo de productos naturales que prolonguen
nuestras vidas, o decidir abandonar nuestros trabajos para disfrutar al máximo
este mundo paseándonos como vagabundos. La respuesta inspirada del salmista es
que cada día debemos de crecer en sabiduría, empacar nuestro corazón con ella.
Cada vez que volteamos la página del
calendario de Diciembre a Enero, debemos de contar nuestros días y renovar el
reto de crecer en lo espiritual. A diferencia del mundo que proclama nuevas
dietas, o un nuevo régimen de ejercicio, el cristiano debe concienciarse en
hacer un plan de crecimiento en la sabiduría de Dios.
Percatarnos de que la vida es corta nos
ayuda a utilizar el poco tiempo que tenemos de una manera sabia. Nos ayuda a
centrarnos en usar la vida para un bien eterno. Dedique tiempo para contar sus
días al preguntar: "¿Qué quiero que suceda en mi vida antes de morir? ¿Qué
pequeño paso puedo dar hoy hacia ese propósito?"
Esto mismo pide que lo podamos
comprender, de modo de poder contar o apreciar la brevedad de nuestra vida, a
fin de que seamos sabios.
Soli Deo Gloria